El odio a Franco (I)

Me comentaba no ha mucho uno de esos jóvenes que aun son capaces de pensar por sí mismos, que le parecía extraño que un hombre que falleció  hace veintisiete  años (o sea, que había muerto siete años antes de nacer él) y que según todo lo que ve, lee y oye fue un monstruo, siga siendo el punto de referencia de todos los periodistas, locutores, comentaristas, escritores, políticos (de derecha, centro, izquierdas, nacionalistas, separatistas, amigos de los asesinos de ETA y demás ralea) y que no pase día  sin recordarlo y no sólo para hablar de él sino para hacer cosas –destruir estatuas, cambiar nombres de calles, publicar libros contra  él, etc. para intentar  borrar  su nombre de la Historia.

“Me admira --me decía-- que intenten enterrar su memoria   y sean ellos los que no se lo quitan del recuerdo y lo nombren  constantemente. Al parecer es su punto de referencia para todo”...

 

Y  le extrañaba que no hubiera nadie, entre las gentes que él frecuentaba o conocía que lo defendiera.  Le interrumpí  para aclararle que no era cierta esa indefensión.

“Lo que ocurre –le dije—es que no es fácil que yo te explique en media hora por qué tú tienes esa sensación. Aparentemente tienes razón pero no es todo como tú te lo  imaginas Por una parte has llegado a una conclusión  ciertamente lógica pero por otra,  olvidas que te han privado de una información fundamental que yo tampoco puede resumirte en  una conversación...”

 Como es una persona inteligente y “moralmente limpia” me escuchó con atención y tras casi una hora de  “pinceladas sobre, filosofía de la historia, Historia de España, y la vida real de nuestra patria durante los últimos setenta años” quedó con tanta hambre de “verdadera información” sobre el por qué del odio a Franco  que le prometí vernos de cuando en cuando y tratar de ampliar las ideas que a grandes rasgos le había sugerido. Y me quedé, como  tantas veces, mejor dicho,  como me quedo cada día al leer la prensa –porque la TV.,y las radios ni las enciendo—rumiando la pena que me dan estas generaciones nuevas que les toca vivir una             época que yo definiría como una tempestad en el mar, en una noche negra e interminable –¡eterna!--, de niebla cerrada, sin estrellas para orientarse, sin brújulas, sin instrumento alguno de navegación –ni radares, ni sonares, ni cartas de navegación--, ignorando totalmente donde se encuentran y si navegan entre arrecifes,   iceberes o acantilados. Y me vino a la mente aquella frase del Divino Maestro: “Misereor super turbam...” ¡Siento lástima por esta multitud!

Nos volveremos a ver pero  les voy a ir adelantando a los jóvenes miembros del foro-AJE, en próximos resúmenes, lo que le  pienso decir a mi joven amigo que -- por esas cosas del “destino” que dicen los agnósticos-- se llama “Xavi” (pero que no tiene nada que ver con el famoso “Javier” que durante meses ha dado la tabarra a Fernando de Santiago).

Cuando termino de escribir estas líneas me entero de que la estatua de Franco, en el Ferrol del Caudillo la han arrinconado --su intención, sin duda,  era destruirla pero, quizás, aun queda algún militar con honor que lo ha impedido-- ofendiendo al pueblo gallego, a la Historia y a todo español que tenga un poco de memoria y dignidad (entre los que difícilmente encontrarán a miembros de  las Instituciones Nacionales y Autonómicas, desde la primera a la última).                                     

Gabriel Veuillot


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