Bajo la cúpula de las leyes fundamentales



        
 Más de una vez dijo Franco a los españoles que, para después de su muerte, «todo quedaría atado y muy bien atado». Su fe en la virtualidad y eficacia del sistema institucional creado desde 1939 fue siempre inquebrantable. Jamás le abandonó el convencimiento de que las Leyes Fundamentales, por sí mismas, asegurarían el equilibrado desarrollo de España mediante una política basada en un criterio de continuidad. Creyó haber hecho de su parte cuanto podía y cuanto debía; constitución del país en Reino; convocatoria y funcionamiento de unas Cortes que, a su parecer, eran plenamente representativas; designación de un Príncipe sucesor a título de Rey; ordenación de los derechos fundamentales; métodos y modos de relación permanente entre el Estado y el Movimiento Nacional; regulación de las garantías, etc. Todo ello a la par de unos logros de gran entidad en el orden de la economía y del progreso industrial y social de nuestro pueblo. Consideró que éste podría congregarse, a través de sus representaciones, bajo la cúpula de las Leyes Fundamentales, o mejor, bajo un arco de piedra segura, más duradera que los -monumentos de bronce, y más que las medallas de oro. Arco sin ruina posible, pensaba él. Así fueron sus convencimientos; así sus certidumbres. Supuso haber encontrado remedio o camino para todo en las Leves Fundamentales: El Fuero de los Españoles, el del Trabajo, la Ley Orgánica del Estado, la del Movimiento y su Consejo Nacional, el Estatuto del Movimiento, el Reglamento del Consejo Nacional, la Ley Constitutiva de las Cortes, la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, la del Consejo del Reino, la de Referéndum Nacional y la de Contrafuero.

     Una salud muy fuerte le asistió a lo largo de toda su vida; sin más episodios adversos que aquellos relativamente menudos que le sobrevinieron con los muchos años, y sin otros accidentes serios que el gravísimo del combate del Biutz y el benigno episodio de caza en la mañana del 24 de diciembre de 1961. Vivió aceptado y asistido por la mayoría de la comunidad nacional; libre de complots dignos de tal nombre y de atentados; rodeado por la adhesión de las muchedumbres ¡pese a no aparecer revestido de carismas especiales, de dones oratorios y de simpáticas efusividades, o de ciertas campechanías humanas que en este país suelen facilitar el acceso al Poder político y la permanencia en las cumbres de ese Poder.

      Ahora se abre una perspectiva que no es posible contemplar sin emoción. España inicia un tiempo nuevo; una experiencia esencial para su destino. ¡Monarquía popular! ¡Universidad moderna! ¡Una Iglesia reformadora, sin el clericalismo histórico, según se nos asegura! ¡El Mercado Común Europeo como meta de supuestas prosperidades duraderas!

      Nos aguarda un mundo de misteriosos llamamientos, de esperanzas y también de inquietudes. Va a ponerse a prueba el pronóstico de Franco. El pueblo confía en que, efectivamente, todo quedó atado, «muy bien atado».


BIOGRAFÍA