La yihad se hospedo en El Pardo.


Por Pablo Gasco de la Rocha. 05/09/2007.  


El día 18 de julio, y entre las más afectuosas acogidas que se recuerdan, hasta el punto que en un gesto poco habitual el rey Juan Carlos se trasladó hasta el aeropuerto de Barajas para darle personalmente la bienvenida, comenzaba la visita de estado de tres días de duración a España del rey de Arabia Saudí, el país que mayor esfuerzo y dinero emplea en expandir la yihad: "la guerra santa contra los no creyentes", uno de los cinco principios básicos y constitutivos de la religión islámica, que expande a través de las autopistas económicas del petróleo. Una expansión cuya peligrosidad está en la misma esencia de una religión, el Islam, que tanto en su versión yihadista como salafista les lleva a defender una absoluta y total incompatibilidad con los valores cristianos occidentales, que entienden ponen en peligro su propia identidad. Siendo un dato incontestable, se quiera o no admitir,   que desde las mezquitas de París, Londres o Madrid se inclina a los súbditos y adeptos a rechazar los valores de los estados de Europa en los que viven, por corruptos y contrarios al Islam.

Acogida, pues, demasiado afectuosa a tenor de lo que hemos dicho, que se completó por la tarde con una cena de gala que los reyes le dispensaron al saudí en el Palacio Real, y en la que el Abdúla, riéndose de España y de Europa, dijo, que "España como Arabia Saudí padecen y condenan el flagelo del terrorismo", al mismo tiempo que nos invitaba a "rechazar las interpretaciones injustas que quieren utilizar los credos o las culturas para sembrar entre nosotros el odio y la división". Abogando don Juan Carlos por la Iniciativa de Paz que para Oriente propugna Arabia Saudí, pese a que los saudíes son responsables del desarrollo de movimientos políticos y culturales de carácter terrorista en todo el mundo, y que afecta de modo muy preocupante a cuatro naciones con notables contactos con Occidente: Palestina, Egipto, Turquía y Marruecos. En cuyos países la población cristiana local observa preocupada cómo su libertad y su seguridad se ve cada día más restringida y amenazada. Mientras, por el contrario, el número de musulmanes que se instalan en Europa crece.

Terminando la fiesta un día después con la entrega de las Llaves de Oro   al Abdúla por parte del Ayuntamiento de Madrid. Despreciando que el problema es real y que la amenaza está en la ideología que exporta Arabia Saudí, que establece las bases teóricas para que algunos den el último paso, porque el terrorismo es una de las formas de acción política del islamismo, lo mismo que en el siglo pasado lo fue del anarquismo.

Nos encontramos ante una escenario bélico, con una estrategia de largo alcance y un instrumento nuevo: el terrorismo financiado a gran escala por varios Estados, especialmente Arabia Saudí, alimentado por una fanatización sistemática de sociedades enteras, cuyo objetivo es el sabotaje de cualquier democratización de la zona, la destrucción de Israel y la des-estabilización de Occidente. Lo que lleva a considerar, que la visita de este insigne personaje, a quien tan espléndidamente ha recibido el rey Juan Carlos, es la consecuencia de la voluntad de negar este hecho. Aunque negar el carácter bélico al terror islamista equivale a nuestra rendición. Una rendición que como a los cobardes de todas las épocas nos despertará un día a las puertas de nuestros hogares. Justo cuando sea demasiado tarde.   Y todo lo dicho, sobre la realidad que ellos, los moros de toda pelo y condición, nos hacen llegar a diario por activa y pasiva: con vuestras leyes os invadiremos, y gracias a vuestra falta de espíritu y de coraje os conquistaremos... Tiempo al tiempo.

Pese a todo, dos hechos conviene resaltar tras la visita del Abdúla. En primer lugar, la crítica que de la misma hizo el canelo fino, Ansón, en El Mundo, pese a ser el moro tan amigo de su amo y señor el Borbón. Y en segundo lugar, el permiso que dos días después de la visita se les otorgó a las mujeres musulmanas en nuestro país para que poder fotografiase con velo en el carnet de identidad.

 

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com