Manipulación autorizada de la Historia de España.


Por Dr. Manuel Clemente Cera. 05/12/2007.  


El insaciable afán iconoclasta del gobierno socialista, genéticamente heredado de sus predecesores republicanos, expertos en la teoría y la práctica de la defenestración, no cesan en suprimir de nuestro ámbito geográfico, estatuas, rótulos, nombres de vías públicas y toda clase de simbologías pretéritas de una España triunfante. Su bisoñez y aversión al estudio sistemático de la Historia contemporánea, se presta a la confusión o a la tergiversación intencionada sobre acontecimientos sucedidos –no vividos por los promotores de la falsificación histórica– que requieren un planteamiento más serio y riguroso.

No satisfechos con la supresión de imágenes y estatuas –algunas de un valor escultórico excepcional– años o meses después, deben demolerse con el máximo apremio, las bases y pedestales residuales, sin más connotaciones actuales que el ornamento de un jardín, presuntamente ante el temor de que la efigie que sustentaban, pueda reintegrarse en el lugar del que ignominiosamente se desalojó.

Siguiendo disciplinariamente las consignas gubernamentales disfrazadas de consenso –soslayando prioridades nacionales más importantes para el bien común–, estos días se procede en Barcelona a la destrucción definitiva del soporte marmóreo del antiguo monumento dedicado a José Antonio Primo de Rivera, en la confluencia de la Avenida de Infanta Carlota –hoy nominada Josep Tarradellas– con Avenida de Sarriá.

Estos atentados escultóricos, consustanciales con el neoliberalismo español decimonónico, suelen realizarse de forma solapada, por etapas, con nocturnidad, procurando pasar desapercibidas a la opinión pública, evitando la irritación popular si presenciara la deleznable acción. De este modo, el ciudadano se encuentra con el hecho consumado, sin opción a la réplica en el momento oportuno.

Así sucedió con el Monumento a los Caídos de la Avenida Diagonal de Barcelona. Primero, la vandálica agresión a la importante escultura y paulatinamente con falaces argumentos, su total erradicación.

Una situación absurda, desencadenada por una pseudodemocracia autoritaria y rencorosa, plena de ideas fijas, inmutables e indiscutibles, que considera todos sus principios políticamente correctos y por ende no dialogables.

No satisfechos con la exhaustiva limpieza pública de toda la simbología que recuerde al antiguo Régimen, ahora le corresponde el turno a la profanación de las tumbas de aquellos que duermen el sueño de la paz eterna.

El bizarro Don Juan Tenorio –famoso seductor de nuestra literatura– con sus sacrílegos dicterios en el cementerio, llegó a decir: “No me causan pavor vuestros semblantes esquivos, jamás ni muertos ni vivos humillareis mi valor. Yo soy vuestro matador”, en tono desafiante, como hizo en vida de sus víctimas. En sus últimos momentos terrenales se convirtió.

La valentía temeraria del progresismo político, se exterioriza únicamente ante los sepulcros y mausoleos. Las agallas y prepotencia debieran manifestarlas como Don Juan en vida de los injuriados.

Como ni la paz de los sepulcros respetan, se cuestiona con insolencia el futuro inmediato de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos en Cuelgamuros, rodeada por la Sierra del Guadarrama.

Un momento sobrio y místico, construido por iniciativa y expreso deseo del Jefe del Estado Francisco Franco, inaugurado el 1º de Abril de 1959, para el eterno descanso de los caídos de ambos bandos de la guerra civil española. Del mismo modo, se edificó en su día el Monasterio de El Escorial por voluntad de Felipe II, en acción de gracias por la victoria obtenida en la batalla de San Quintín contra los franceses, el día 10 de Agosto de 1557, festividad de San Lorenzo.

La Basílica de la Santa Cruz, regentada desde su fundación por la Orden Benedictina, es un lugar de recogimiento, meditación y oración para los creyentes, recordándonos nuestro fugaz paso por este mundo, cuya reflexión debiera disuadirnos de tantos odios y rencores humanos, buscando la paz espiritual, la concordia y el bien común entre nuestros semejantes.

Con motivo de la invención gubernamental de la denominada “Memoria Histórica”, acepción gramatical reiterativa en los medios de comunicación de masas, se pretende fomentar de nuevo el enfrentamiento fratricida, cuyas secuelas quedaron plenamente cicatrizadas con la transición. Se trata de exacerbar y adulterar episodios dolorosos pasados, abusando de la letárgica pasividad del pueblo español, absorto en problemas más importantes para su futuro, así como también de una moderada inhibición parlamentaria de la oposición en este tema concreto, rayando en el consenso. Se esperaba de Partido Popular reacciones más enérgicas y contundentes en estos asuntos de interés nacional y alta conflictividad, que hieren la sensibilidad de más de media España, que no se ha podido pronunciar.

El cúmulo de despropósitos e ideas delirantes que reflejan últimamente los debates televisivos –esencialmente parciales– inducen a declinar la invitación, al retraimiento o al abandono de algunos contertulios del sector conservador, puesto que emergen periodistas sectarios con aires de autosuficiencia profesoral y anatema al opositor.

Entre esta pléyade de indocumentados, destaca un personaje atípico, inmaduro, con evidentes rasgos psiquiátricos, que a su vez goza del fervor mediático coyuntural por su “docta” erudición de especialista en la difamación, la injuria y la calumnia. Su currículum periodístico ignaro, germina con los agravios e improperios contra una egregia familia  a la que le unió vínculos conyugales, de cuya infamia vive, merced a la necedad de los que le escuchan y corean sus sandeces, obviando la expresión de vileza que refleja su rostro cuando profiere dicterios punibles en cualquier estado de derecho por muy liberal que sea.

Este iluminado, llegó a proponer, con el beneplácito de los contertulios, que adoptaron una actitud conformista, rayando en la satisfacción, retirar todos los objetos, imágenes y símbolos religiosos de la Basílica. Exhumar a los muertos comunes y trasladarlos a las correspondientes necrópolis. Desenterrar los restos de José Antonio Primo de Rivera y de Francisco Franco, para que sus familias respectivas se hagan cargo de los mismos.

Una vez efectuada la total desmantelación –como se hizo con algunos templos en zona republicana antes y durante la guerra civil– destrucción del Monumento con cargas explosivas, para que no quede rastro alguno para la posterioridad de la gigantesca obra del Valle de los Caídos. Al propio tiempo, no será causa de exasperación del progresismo durante su efímera vida temporal.

El socialismo y sus adláteres coaligados, están acostumbrados a las devastaciones y profanaciones. Recordemos a grandes rasgos, los graves sucesos de la Semana Trágica de 1909, la proclamación fraudulenta de la Segunda República, la revolución sangrienta de octubre de 1934 en Asturias, de carácter eminentemente golpista, al no querer admitir las izquierdas el triunfo electoral de la derecha. Tras las elecciones adulteradas de febrero de 1936, que otorgaron el triunfo al Frente Popular, se desencadenó una nueva ofensiva revolucionaria motivando el Alzamiento, que los ignorantes políticos actuales pretenden eludir, equiparando un levantamiento cívico-militar con un vulgar golpe de estado bananero. No obstante los libros de Historia ecuánimes y las hemerotecas están plagadas de fotografías e imágenes macabras.

Provocaciones de tal magnitud, pueden generar serios confrontamientos nacionales no deseados. Por ello, los políticos en general, deben moderar el lenguaje, ser precavidos y cautos, evitando hurgar en un pasado tenebroso, que debiéramos clausurar definitivamente, buscando el perdón, la concordia y el arrepentimiento.

Dediquen sus recursos y energías a la construcción de una España fuerte, próspera, saludable y competitiva para el futuro.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com