Carta abierta al Alcalde de Barcelona Jordi Hereu.


Por Eduardo Palomar Baró. 12/08/2008.  


Sr. Alcalde D. Jordi Hereu:

En mi condición de veterano natural de Barcelona, pues hace muchos años que peino canas, permítame que muestre mi descontento y mi más gran repulsa hacia su actuación como alcalde de la Ciudad Condal.

Nunca nuestra querida Barcelona ha estado tan descuidada, tan sucia y tan dejada, como lo está bajo su mandato. A raíz de los Juegos Olímpicos, cada vez se ha ido degradando más, llegando a la más alta degeneración, en todos los sentidos, en la actualidad.

Ante todo, consiéntame hacerle unas preguntas, que verdaderamente considero de enorme relieve e importancia y que me gustaría contestase.

Desearía saber lo que nos cuesta a los barceloneses sus campañas propagandísticas a través de esos folletos de auto bombo y auto complacencia que nos envía periódicamente, mostrándonos una Barcelona, que ríase Vd. de Alicia en el país de las maravillas.       

Dos grandes preocupaciones que nos invaden a los barceloneses es el conocer qué se puede hacer en caso de ser atropellado por las bicicletas, que tanto pululan por la ciudad y que incumpliendo con las ordenanzas, transitan impunemente por las aceras, por el paseo central de la Rambla de Cataluña –donde curiosamente está la señalización de prohibido bicicletas, y que se pasan por el arco de triunfo–, al igual que lo hacen, mayoritariamente, con los semáforos en rojo. Debido a la ausencia total de guardias urbanos y a la carencia de matrícula, si somos arrollados ¿qué hacer? Esta pregunta también es válida para los acróbatas de los monopatines.

Y en el caso de los perros, después de oír la clásica frase de su propietario/a: ¡no muerde! pero si en aquel momento al chucho se le cruzan los cables haciendo caso omiso a la aseveración de su dueño/a, o se abalanza sobre el indefenso ciudadano propinándole un buen susto, ¿qué hacer? ¿A quién recurrir?

La proliferación de pintadas en las fachadas, monumentos, mobiliario, puertas metálicas, etc., es una verdadera vergüenza, dando un aspecto tercermundista a la ciudad. A ustedes, los políticos, que tanto les gusta viajar por todo lo alto a costa del nunca bien ponderado y sufrido ciudadano-pagano, le propongo visite la ciudad norteamericana de Chicago, y se quedará “pasmao” (que decía el inefable socialista Alfonso Guerra) de la limpieza y carencia absoluta de ‘graffitis’. ¿Sabe como lo consiguió el alcalde Richard M. Daley de la hermosa ciudad estadounidense? Pues sencillamente, imponiéndoles a los ‘artistas’ –aparte de una sanción económica– la obligación durante unos determinados fines de semana, de dejar como una patena lo ensuciado, distinguiéndolos con un llamativo y flamante chaleco de color naranja, para ‘reconocimiento’ y escarnio ante los ciudadanos, de sus proezas.

Otra ‘moda’ para dejar aún más sucias las paredes de los edificios, consiste en empapelarlas de propaganda, curiosamente patrocinadas muchas de ellas por el Ayuntamiento y la Generalitat, dando de esa forma un buen ejemplo de la prohibición de fijar carteles.   

Al no haber ninguna vigilancia, las motos también se dedican a ir por las aceras, en contra dirección, a velocidades vertiginosas y elevadísimos decibelios. Los giros, tanto las motos como los coches, hacen caso omiso al pobre peatón que tiene verde, y en el caso de tímida protesta, le llueve una verdadera catarata de improperios.

En el tiempo de la oprobiosa, en los chaflanes de las calles barcelonesas los guardias urbanos se encargaban de controlar el tráfico a la vez que proporcionaban información y ayuda a los viandantes, asistiendo en caso necesario a los ciudadanos, tanto peatones como automovilistas, multando las infracciones, etc. etc. Por las noches actuaban los cuerpos de Serenos y Vigilantes, servicios impensables en esta frustrante democracia ‘que nos hemos dado’. Te abrían los portales, acudían a las farmacias en busca de medicamentos solicitados, avisaban a los médicos ante el requerimiento de los vecinos, intervenían en las escasísimas peleas nocturnas, dando una seguridad y protección absoluta a los barceloneses. Eran conocidos y queridos en el barrio.      

Ya pueden establecer leyes cuando en realidad no las hacen cumplir, como por ejemplo con la tristemente famosa sobre las banderas, ‘olvidándose’ en muchas instituciones la bandera de España, o no poniéndola en el sitio que le corresponde, o sea en el mástil central. He llegado a observar en hoteles y bancos, verdaderas filigranas para no colocar nuestra enseña nacional, a base de figurar la bandera catalana, la de la ciudad, la del Mercado Común, y la correspondiente a la entidad.

Se ha llegado a esta lamentable situación actual, –salvo contadísimas excepciones– gracias a la enorme cantidad de ineptos políticos, con una exasperante nula preparación, carentes muchos de ellos de los más elementales estudios, ocupando cargos que no hubiesen imaginado en su vida. Y así nos crece el pelo.

Esta carta se podría convertir en el ‘libro gordo de Petete’, pero por hoy acabo para no distraerle más en sus importantes cometidos.

Con mi máximo respeto me veo obligado a manifestarle que ni Barcelona ni los barceloneses, nos merecemos tener un tan nefasto Alcalde.

Le saluda muy atentamente, 

EDUARDO PALOMAR BARÓ


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com