Los militares.


Por Julio Shön Geary. 30/03/2008.  


¿Qué les pasa a los militares? Es ésta una pregunta que muchos se hacen ante la actitud que toman los diferentes gobiernos con estos profesionales de la milicia, con personalidad y características muy peculiares dentro de la sociedad española. 

Lo que sorprende es esa especie de indiferencia, sometimiento ante lo inevitable, cansancio o postura de avestruz, cuando los desprecios a lo sentimientos, las ofensas y hasta las condenas morales de miles de militares, retirados o en activo, caen como imparable lluvia ácida. Una serie ininterrumpida de leyes, actitudes y hechos atacan tan directamente a la dignidad de tantos, que parece imposible que “tantos” guarden silencio y agachen la cabeza sin la menor muestra visible de rechazo o desagrado.

Es indudable la sospechosa indiferencia de los medios de comunicación ante los temas militares. Ni siquiera esas emisoras que se consideran enfrentadas a lo “políticamente correcto” muestran el menor interés por aquello que tuviera que ver con el Ejército, los militares, sus opiniones, sus sentimientos…, nada, silencio, despectivo silencio.

Nos cuentan que hace un par de años se reunieron más de doscientas firmas de militares, familiares y otros civiles que quisieron unirse a unas reflexiones muy meditadas, bien expresadas, sin alardes, con la verdad y el corazón por delante… Ningún medio quiso acoger esas reflexiones que solamente se extendieron por “Internet”, que es espacio que el sistema político no puede cerrar, aunque busca cómo hacerlo, Incluso se publicaron en algún país hispanoamericano, en España no, aquí el silencio y el desprecio.

En las cadenas de televisión, el las de radio, en la prensa escrita…, sólo interesa la noticia con militares cuando hay cadáveres por medio, errores del gobierno para que oposición disfrute o noticias sobre bodas de homosexuales de uniforme o sobre la admisión de travestís. Si por alguna razón una declaración de general, lógicamente en la reserva, o algún otro de menor gradación, escribe o dice algo que muestre su disgusto o su rechazo por algún hecho de esos que humillan a los de uniforme, saltan como lobos rabiosos para acallarlos porque, según tan inteligentes periodistas, el militar ha de estar callado que para “eso les pagamos su sueldo”. Si aquellos que cobran sueldos, que pagamos todos, tuvieran que estar callados, se extendería un beneficioso silencio sobre la superficie de este cansado país. Y si leemos, que ya son ganas de perder el tiempo, los programas publicitarios de las elecciones, ningún partido político muestra el menor interés por el tema de las Fuerzas Armadas, ni un apartado, ni una línea, nada… Aunque luego, en determinado momento o circunstancia, se chalanee para obtener pactos, poniendo sobre la mesa la descolorida carta de la baraja militar. En cierta ocasión, para conseguir el POSE el voto de CiU para algo que interesaba mucho al partido gobernante, admitió una sorprendente ley que habían pergeñado los catalanistas sobre la igualdad de género y las relaciones sexuales en centros militares.

Las propias Ordenanzas, incluidas las desconcertantes recientemente reformadas, hablan del respeto a las tradiciones, a la Historia, a los que precedieron, a los símbolos…, y sin embargo, cuando el más zafio rencor entra a saco en todos esos conceptos, la reacción es casi inexistente. Algunas cartas en “Internet” que van de amigo a amigo, quizá un comentario en la prensa, para quien el tema militar carece de interés, salvo que haya muertos por medio o pintorescas noticias sobre travestidos readmitidos, “bodas” de la fauna “gay”…, casi nada, el campo está libre para los rencorosos, los “odiadores compulsivos”, como nos dice un militar amigo nuestro.

La culminación de tanta insensatez, bien adobada en capas de perversidad, llega con la “Ley de Memoria Histórica”, algo que se veía venir pues no es Rodríguez Zapatero el único artífice de este contenedor de basura político, es algo que se empezó a gestar en tiempos de la UCD de Suárez, pese a que el general Gutiérrez Mellado, responsable por otro lado de las humillaciones que ha sufrido la paciente familia militar, hizo algunos inútiles esfuerzos para que se respetara la memoria del generalísimo Franco. “El futuro de la democracia, dijo, pasa por el respeto a Franco”.

Sí, la “Ley de Memoria Histórica”, auténtico monumento a la vileza, ha echado sobre los militares capas de cieno, porque a todos afectan sus increíbles artículos y su rabioso odio. Cuando preguntamos a los militares sobre esta ley, muestran su rechazo pasivo pero, resulta sorprendente, no hemos encontrado a uno solo que se la haya leído entera. La inmensa mayoría, ni un solo artículo. La respuesta más común es ésta: “no la quiero leer porque no la soportaría” o “dan ganas de vomitar”, pero al no oponerse, la soportan. Un amigo me dice: “si pudiéramos encerrar a un centenera de militares, en activo o retirados, y les obligáramos a escuchar la lectura íntegra de esta miserable ley, creo que dejarían aun lado esa actitud de rendición incondicional y mostrarían pública y mancomunadamente su rechazo”.  

La larga redacción de esta Ley firmada por el S.M. el Rey, posiblemente sin leerla, es como un apretar de tuerca que va cerrándose sobre el cuello de toda una institución en la que el valor es fundamental, institución que, en situación de “Activo”, calla, mientras que gran parte de los “Retirados”, convertidos en indignados silenciosos, consideran que ellos ya hicieron lo que tenían que hacer, que sean otros los que se “mojen”. Parece muy duro decir esto, pero lo hemos comprobado en conversaciones con militares en esta situación, ya que una frase muy corriente es ésta: “yo ya he hecho lo que tenía que hacer, a partir de ahora que lo hagan otros, no quiero saber nada, lo único que me interesa es que sigan pagándome mi pensión”. Muy duro.

Ha habido actuaciones tan ofensivas y despectivas hacia los sentimientos y tradiciones militares, como la destrucción de casi todos los monumentos a los Caídos de las ciudades y pueblos de España. No conocemos un solo caso en el que alguna institución militar haya tratado de defender el monumento condenado. Desaparecieron hasta de los acuartelamientos. De los museos regimentales desaparecieron objetos, recuerdos o retratos “molestos” de forma subrepticia y silenciosa, también escudos y lápidas fueron retiradas, incluso antes de que apareciera la inicua ley, pero ha habido dos hechos que marcan hasta qué punto la gran familia militar está anestesiada, sin médula espinal: la retirada de la estatua del generalísimo Franco de la Academia General Militar de Zaragoza, y la amenaza de destrucción o traslado de la vidriera que es el techo de un comedor de la Academia de Infantería de Toledo.

La retirada de la estatua fue ordenada por uno de los ministros más siniestros de los que han pasado por Defensa, aquel individuo de talante antipático que ponía medallas a “fallecidos en misión de paz”, en mangas de camisa. Se hizo en época vacacional, sin cadetes y sin General Director, aunque ya había sido nombrado uno que, según nos informan, en aquellos momentos era sólo coronel. Una empresa contratada desmontó la estatua ecuestre, con la ayuda solicitada al personal militar. Y no pasó nada En la abundante producción de revistas militares oficiales o subvencionadas, ni una palabra, ni una muestra de fastidio, ni un recuerdo a tantos y tantos años de desfiles y conmemoraciones frente a esa estatua que ya formaba parte del “paisaje” frontal de la Academia. No sabemos lo que pensarían aquellos cadetes que al regresar de las vacaciones veraniegas, se reincorporaran al siguiente curso, los últimos que desfilaron ante la estatua. O el nuevo general Director, el primero que se encontraba con una porción de tapia vacía. Viejas promociones pasaron después por la Academia en conmemoraciones que, al entrar en la Academia, mirarían para otro lado y así ignorar el tremenda bofetada dada por gentes incapaces de sentir la Historia, hueros de sentimientos nobles. “El menor gesto, y le cuesta el cargo al General Director”, nos dicen.

Se retiró la estatua y los revanchistas iniciaron la siguiente operación: la vidriera, que es también techo de un comedor de la Academia de Infantería toledana.

Esta operación va englobada en la de eliminar el odiado Escudo con el águila de San Juan, al que llaman de forma aburrida y torpe, “escudo franquista”. La ignorancia sobre este escudo es general en todos los ambientes, especialmente en el político y el periodístico. Nadie sabe que, hasta el mismo Adolfo Suárez, el que abrió la puerta a la revisión de la Historia, había legislado sobre este escudo, haciendo unas leves modificaciones, especialmente sobre la postura de las alas. Se habla de escudo pre o anti constitucional, cuando en la constitución no se habla de ningún escudo… Pero da igual, fue una ley promulgada en 1938 y por lo tanto, derogable.

Y las tribus iconoclastas recorren España arrasando escudos para que los eternamente vencidos en una guerra que acabó hace setenta años, se queden satisfechos. En el Castillo de Montjuic de Barcelona se ha cubierto un gran escudo de piedra que estaba depositado bajo unos soportales con un gran cajón blanco. Había que evitar que alguien pudiera verlo. El Capitán General de Barcelona estará pensando cómo solucionar el problema del hermoso Escudo que hay en la fachada de Capitanía. En muchas ciudades de España ya ha desaparecido, incluso siendo obras de una calidad artística notable. De ahí, que le llegue la hora a la vidriera toledana que es, según declaración de especialistas, una obra única e irrepetible.

Parece que esta programada destrucción ha conmovido a más militares que otros desmanes anteriores. Por “Internet” bullen los correos, los mensajes, las cartas y las quejas ante lo que se avecina. La opinión generalizada sobre la actitud de sometimiento vergonzoso de los Jefes de Estado Mayor de Defensa  es de que nada van a hacer para evitarlo y los comentarios sobre esta actitud que consideran cobarde, son desoladores. Pero los resentidos políticos encargados de estas campañas de destrucción sonríen antes estos chispazos de rabia, porque saben que no llegará la sangre al río, llevan muchos años haciendo lo mismo, apretando cada vez más el dogal, y la gran familia militar se somete, traga, se humilla, se encoge de hombros, mira para otro lado.

Pero es que estas leyes, estos desprecios y estas ofensas admitidas en silencio están consiguiendo un fin que es, sin duda, el previsto: romper el espinazo de la moral del militar al aniquilar su propia Historia, se les vacía de contenido al honrar a sus enemigos de épocas recientes, terroristas, brigadistas, bandoleros, maquis….; y se echa basura ingente sobre sus propios compañeros, víctimas de aquellos. Hemos conocido a militares que, desmoralizados y cansados, han solicitado la baja incluso cuando sus carreras parecían bien enfocadas. Uno de ellos, recién regresado de una larga misión en una de esas falsamente denominadas misiones de paz, al regresar a España, no pudo resistir el verse introducido en una mecánica profesional desalmada, monótona, politizada…, y se ha marchado a la vida civil porque su preparación profesional, como la de la mayor parte de sus compañeros, es excelente.

Las leyes que meten en el Ejército a un elevado porcentaje de extranjeros que buscan un medio casi heroico de permanencia en España; el aumento espectacular de la mujer-soldado “profesional” como combatiente; las inicuas leyes sobre travestidos, cambios de sexo, “gays”, relaciones sexuales en centros militares; las reglamentaciones de las Residencias Militares para admitir parejas de hecho, no importa el sexo; la reducción de unidades, o la creación de otra, de ambigua dependencia, juguete personal del Presidente que provoca un indudable malestar en el Ejército por ser una especie de sinapismo que se surte de otras unidades, ya de por sí deficitarias de material y personal.  

Con todo, da la impresión de que se ha tocado fondo y que lo que se vaya a hacer con la vidriera, tomado ya como símbolo de la dignidad pisoteada,  va a permitir que se de la salida a un monumental pateo de la gran familia militar hacia los altos mandos de DEFENSA a quienes, el haber sido calificados como cobardes por sus subordinados y compañeros, les seguirá durante toda su vida.

Somos conscientes de que lo que aquí se ha escrito, va doler a mucho militar, pero hemos querido decir la verdad o. No gustaría saber en qué hemos exagerado. A nosotros nos pasa hoy con las Fuerzas Armadas como a José Antonio con España, que la amamos porque no nos gusta.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com