La Transición como impulso: autores y cómplices de una traición a España (y II).


Por Pablo Gasco de la Rocha , 09/06/2008.  


-A los que se quedaron en el camino, a los que sufrieron la Patria, a don Blas Piñar-

 

Definida la Transición como coartada, argumento que se esgrimió por quienes se propusieron acabar con la obra de los 40 años de paz y prosperidad más larga de la historia de España, y como fracaso, que es el resultado de la actual situación de España. Obviando la llamada “razón de Estado” que como argumento máximo imbricó todo el proceso del que hablamos, sobre todo en lo que hizo referencia a los tres hechos o acontecimientos capitales de aquel proceso involutivo: el magnicidio de Carrero Blanco que descabezaba moralmente al Régimen del 18 de Julio una vez hubiera muerto Franco; la matanza de los abogados de Atocha, que supuso la legalización del Partido Comunista de España (PCE), una cuestión que se hacia de todo punto imposible, y de sus máximos dirigentes, asesinos convictos de genocidio y autores de múltiples asesinatos, robos y saqueos, y el “suceso” del 23-F, que no sólo abortó los distintos golpes civiles y militares que estaban preparándose ante la situación de máxima gravedad de la nación, sino que aniquiló el Ejército garante de la unidad e integridad de España. Ocupémonos ahora del aspecto que considero de mayor importancia, esto es, del impulso que como instigación de una estrategia planificada y perturbación del orden jurídico-social se dio a aquel proceso de involución o conculcación, vulnerando la legalidad vigente sobre la base del engaño que se efectuó sobre el pueblo y cuyos autores constan hoy, para la crónica histórica del mañana, como culpables de la actual descomposición social y moral de España.

¿Quiénes fueron, pues, los que instigación y perturbaron España a la muerte de Franco, cuyo devenir es hoy el causante de su descomposición social y moral?

En primera instancia la propia Monarquía, que representó un paso inicial de enorme peso. Cuyo último impulso, consciente de la ancianidad de Franco y desde la seguridad que le proporcionaba su condición de residente en Estoril -donde era mantenido entre otros por el papá de Ussía-, se permitía (14 de junio de 1975) perturbar la paz de los españoles haciendo público un comunicado a través del cual pedía se entregase todo el poder del Estado a una denominada Plata-Junta Democrática, a la que él, el porteador de la corona de papel que jamás logró ceñirse sobre las sienes, don Juan de Borbón (una de las biografías más falsificadas de la historia contemporánea de España), se había ofrecido como rey, presidente o simple comparsa.  

En segundo lugar, por la conspiración de toda esa tribu que se agrupo en esa denominada Plata-Junta Democrática, compuesta por comunistas, socialistas, socialdemócratas, demócrata-cristianos y grupos de significación maoísta, que a finales septiembre de 1975 llamaron a la rebelión a la opinión pública a tenor de las condenas a muerte que se habían impuesto a una serie de terroristas convictos de asesinatos y estragos, así como contra el Decreto-Ley “contra el terrorismo” que a tenor de la escalada de la violencia por parte de la incipiente ETA se había contemplado como absolutamente necesario, como a la postre se demostró.  

Y en tercer lugar, por la Jerarquía de la Iglesia Católica española acaudillada por el célebre y no tan celebrado cardenal Vicente Enrique Tarancón, al que su edecán ha pretendido subir a los altares, sin darse cuenta, en el mejor de los casos, que tal acción provocaría un cisma dentro de la Iglesia Católica. Una Jerarquía ésta, la española, que ha seguido, salvadas excepciones, en la misma línea de actuación que la seguida durante toda la Transición, y que es responsable, al menos por omisión, de esa confusión que domina en la grey católica de España, que es capaz de votar a formaciones que propugnan leyes anticristianas sin el menor rubor y sin caer en la cuenta que están faltando contra el primer mandamiento del Decálogo o Ley de Dios. Una Jerarquía que muestra su imagen más plástica y contradictoria en las muestras de cariño que los monseñores, como el propio Cañizares, dispensan al rey, causante con su firma del asesinato de cientos de miles de niños en los vientres de sus madres, y por otra, poniéndose al frente de las manifestaciones contra el aborto siempre y cuando perjudiquen al PSOE, partido inundado de católicos, incluso practicantes, con las bendiciones de esos mismos prelados.   

Y como el engaño bien hecho (de “ley a ley sin salirse de la ley”) ofrece buenos resultados, el Monarca que puso Franco, el otrora “príncipe mudito” que no se había permitía rechistar en presencia de Franco, otorga a un experto en “dossieres”, manejado por la izquierda ante la que finalmente se rinde y bendecido por la Jerarquía, Adolfo Suárez, un breve plazo para que “devuelva la democracia” a España. Que fue el argumento que sustentó el fallo real o decisión del monarca contra todo pronóstico, frente a una postura tibia y derrotista por parte de quienes tenían la obligación de velad “los supremos intereses de la Patria y del pueblo español”, según les había ordenado Franco, que dejaron la puerta abierta a gentes sin escrúpulos, de cuya labor recogemos hoy los resultados. Aunque de esto se haya perdido completamente la perspectiva y se imputen todas las desgracias nacionales al atribulado de Zapatero, pues hasta los peperos, la Jerarquía de la Iglesia Católica Española y los generales que ya se han hecho con el fajín salvan de la quema incluso a Felipe González, el “mister X” del crimen de Estado, de la corrupción generalizada, de la perversión de las instituciones del Estado y de la degradación moral de trece años de España.

Entregada España al mejor postor, verdaderos “piratas” del patrimonio nacional, que no sólo se han apropiado de forma indebida de los bienes ajenos, sino que han destruido valores incalculables, faltan medios y sobran recelos para abordar un verdadero Plan Nacional, si bien es hoy una cuestión de extrema necesidad. Por eso convendría buscar apoyos a escala internacional en otros países con circunstancias similares (inmigración y crisis económica), reforzando la acción política conjunta. Y es que los argumentos son tan sólidos, que cualquier de las fuerzas nacionales de nuestro entorno estarán dispuestos a atender las pretensiones españolas, como bien demuestran los últimos discursos políticos con resultados ciertamente sorprendentes en todo los países de nuestro entorno.  

Estamos llamados hacernos más tarde o más temprano con los destinos de la Patria, y es cuestión que empecemos a estar preparados. Y estar preparados significa, seguir en la misma línea de pensamiento, manteniendo la fuerza de nuestras razones y extremando la rigurosidad en los planteamientos. Pero sobre todo, manteniendo una postura de total exclusión de intereses personales. Algo que no hemos conseguido, pero que reclama una solución urgente y prioritaria.   

 


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com