Y ahora, Majestad, ¿a quiénes exportaremos la Transición?

 

España, treinta y cinco años después de Franco (II)


Por Pablo Gasco de la Rocha, 18/02/2010.


A la muerte de Franco, España no sólo conculcó su legalidad sobre el fraude de una supuesta Reforma, verdadera ruptura que bien podemos calificar de "golpe de Estado" encubierto, sino que, sobre todo, se cayó en el tremendo error político de condenar todo el contenido del inmediato pasado: Anti-Franquismo. Una categoría de valor democrático mayormente evidenciado cuanto más se ha ido extendiendo la corrupción, la inmoralidad y la pobreza en España.

Así, entonces, deprisa y corriendo, cediendo y claudicando, y en restaurantes de “cinco tenedores”, se elaboró la norma suprema de la nueva organización política de España, la Constitución de 1978, cuyo texto, como de sobra han denunciado destacados constitucionalistas, mira más a lo cercano que a lo futuro, pues se tuvo que contentar a todos: conservadores, liberales, socialistas, comunistas y separatistas.

De esta suerte, Majestad, la falta de atención a determinadas cuestiones ha sido y sigue siendo la cuestión pendiente y prioritaria que tenemos planteada. A saber, la falta de contenido real y explícito del papel que usted, como Jefe del Estado, debería jugar en el organigrama de la organización política de la nación, como denunció entre otros Sabino Fernández Campo en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas: "Una relectura de El Príncipe", el 28 de junio de 1994. El poder cuasi absoluto de los Partidos Políticos, que han terminado por controlar todo el sistema con total ausencia de valores, pues ni siquiera en su estructura interna son democráticos. La difícil gestión de nuestro Estado autonómico, "una singularidad" –en expresión textual del propio Tribunal Constitucional-, que obliga al Estado a una permanente necesidad de consenso a la hora de aplicar políticas estatales. Y la Ley de Representación Política, fueron, sin duda, cuestiones en las que apenas se reflexionó, evidenciando la nula prevención de lo que se estaba haciendo con España.

Sobre el estado de hedonismo insustancial que domina hoy España, cuya base se asienta en el llamado “espíritu de la Transición”, como reconocimiento del discurso de la algarada, “Movida” (involución,  engaño y tergiversación), una ideología insustancial se ha venido infiltrando en todos los campos de la sociedad española, en un intento de imponer una única visión de entender y hasta de sentir a través de sus poderosos medios de comunicación. Y como primera cuestión en ese ámbito de proyecto, el mismo concepto de Nación, término con el que la propia Constitución también denomina a las Comunidades Autónomas, expresión de la crisis nacional que padecemos, que ni el mismo Tribunal Constitucional es capaz de resolver ante la insurgencia de los separatistas. A lo que hay que añadir una crisis total de valores, consecuencia de la conculcación que del orden moral se ha hecho en lo social y cultural, que sumerge al Estado y a la Nación en una deliberada debilidad, conducida por la acción de los partidos de izquierda y por la omisión del PP. A la par del gravísimo problema de una invasión extranjera, a la cabeza de Europa, de toda clase de etnias y culturas, que determina buena parte de nuestros problemas sociales y que  estrangula ya nuestra capacidad económica.

Y todo eso, Majestad, en un ambiente de crisis económica sin precedentes, de muy difícil solución, y sin proyecto nacional viable.

Ahora, pues, cuando lo que más nos duele, la economía, tanto nos afecta en negativo, es cuando muchos se dan cuenta, pese a todo lo que se ha venido viendo a lo largo de estos treinta y cinco años, del estado de completa putrefacción de España a todos los niveles. Y aunque desde hace algún tiempo se vienen oyendo voces que abogan por una reforma de la Constitución en lo que refiere a determinados fallos, con insólitos comentarios incluso respecto a la Transición que en otro tiempo hubieran sido calificados de “desestabilizadores”, dichas voces siguen siendo interesadamente políticas, por lo que tales críticas pasan por el tamiz tramposo de la palabrería hueca y vacía que ellos mismos han conformado para explicar la realidad. Pues hasta el mismo concepto de las palabras puede cambiarse según convenga, según ha reconocido el mismísimo director de la Real Academia de la Lengua Española, Víctor García de la Concha, en relación a cambiar la definición actual de la palabra o término "Franquismo", según postula ese movimiento político de tendencia totalitaria que es la Ley de Memoria Histórica.

Ahora, pues, aprendemos la lección. Justo cuando han convertido a España en un lodazal de mierda, donde todos los Poderes del Estado e Instituciones se revuelcan, mientras los dos actores principales: los Partidos Políticos y los Medios de Comunicación se emplean en ocultar sus vergüenzas, hinchados de hipocresía.

Por ello resulta esencial considerar que a tenor de la situación que padecemos esta comedia de enredo se puede transformar en drama y después en tragedia. Un duelo entre verdaderos enemigos, que no adversarios. Entonces, pautado constitucionalmente durante treinta y un años, mal aconsejado y poseído, sin duda, de un exceso de confianza, la primera pieza que se cobre la crisis nacional sea usted, Majestad. A no ser, naturalmente, que el "soberano" (como algunos llaman al pueblo), pese a su indomable espíritu democrático y sana rebeldía no llegue a preguntarse nunca qué clase de gobernantes quiere.

Aunque sobre cuánto hemos reflexionado, Majestad, tengo la profunda convicción que ninguno de los jaleadores del sistema se dará por aludido. Un sistema con muy diversos actores, que se entroniza tras un "golpe de Estado" encubierto y que ha propiciado la mentira, el crimen, la cobardía y la corrupción hasta extremos hoy irresistibles. Realidades que han convivido entre nosotros con pasmosa tranquilidad, porque aquí cualquier asesino, embustero o corrupto no sólo ha podido votar, sino que ha gozado de la presunción de inocencia más allá de toda evidencia razonable. Mientras se nos ponía y sigue poniendo a los pies de los caballos a quienes hemos venido denunciando el sistema desde sus albores.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com