Notas de la Memoria y la Lealtad

 

¿Volveremos al 36?


Por Pablo Gasco de la Rocha, 18/05/2010.


Como también puede ocurrir hoy, nadie imagino entonces que la II República, pese a ser tan poco contestada por los partidos de la derecha (que casi desde el primer momento aceptaron el cambio de régimen propiciado por la acción de unos cuantos revoltosos tras unas simples elecciones municipales) y contar con la anuencia que le prestó el Ejército (pese a la conculcación que de la legalidad constitucional se hizo), terminara de la forma que terminó. Y es que aquel régimen nefasto se convirtió en impulsor de una política radical que no hizo sino acrecentar las tensiones sociales, pues la acción revolucionaria de la mayoría parlamentaria izquierdista, que siempre tuvo, cambió el principio de legalidad por el radicalismo ideológico y sectario, lo que propicio durante el tiempo que tuvo vigencia la división de los españoles mediante un amplio programa de reformas claramente beligerantes contra la Iglesia, el Ejército y finalmente contra la Derecha, a la que el PSOE, fundamentalmente, impedía gobernar so pretexto de desencadenar la revolución. Con todo, el régimen nefasto pudo subsistir merced al respeto y a la oferta de colaboración que al régimen y al sistema político le prestaba, hasta que fue materialmente imposible, la gran coalición de las derechas, la CEDA.

Sin embargo, la victoria del Frente Popular (socialistas, comunistas, anarquistas, radicales y masones: la chusma) en febrero de 1936 terminó de conculcar definitivamente todo principio de legalidad y seguridad jurídica para el adversario político, que a partir de ese  momento se convirtió en enemigo a abatir. Y hasta el punto fue así, que el asesinato del Jefe de la Oposición José Calvo Sotelo a manos de las Fuerzas del Orden Público marca el punto indeleble de lo que hasta dónde se podía resistir sin rebelarse contra aquella chusma de asesinos.  

El Levantamiento de una parte del Ejército -muchos de cuyos miembros eran republicanos y activos colaboradores en la implantación de la República- fue, pues, inevitable. Más aún, un acto de justicia y legítima defensa que de no haberse producido España hubiese quedado bajo la influencia de la Unión Soviética -“A Europa hay que tomarla por detrás, por la Península Ibérica”, dixit Lenin- como querían los partidos del Frente Popular, que pronto inundaron las calles de Madrid y de otras ciudades de España de retratos de Lenin y Stalin, y profiriendo “mueras a España” y “vivas a Rusia”.

Que España hace aguas por todas partes es algo tan evidente que a nadie se le escapa, salvo, quizás, a nuestras Fuerzas Armadas, enormemente concienciadas y sensibilizadas por llevar la cohesión territorial, la ley y el orden a inhóspitos lugares del mundo. Una contribución que es otro de los grandes sarcasmos de esta España que se nos hunde por cuanto esas mismas cuestiones que nuestros militares intentan resolver en otros sitios, como en el desierto de Afganistán, son las que hoy peligran en España: consultas secesionistas propiciadas por gobiernos y parlamentos autonómicos, clara desobediencia a la autoridad pública por parte de políticos y representantes de instituciones de la nación, y conculcación flagrante de valores democráticos. Problemas que ponen en peligro la estabilidad y la paz de España, al que ahora también han unido un claro y beligerante clima de enfrentamiento ideológico, que a poco que sigan azuzando terminará en enfrentamiento civil. De ahí que la pregunta recurrente no esté de más… ¿Volveremos al 36? O más exactamente, ¿quiere la izquierda PSOE, PCE, CCOO, UGT y partidos separatistas volver a las condiciones que hicieron posible, legítimo y necesario el gloriosos Levantamiento del 18 de julio de 1936?

Con todo, una cosa es cierta, el Partido Popular ha colaborado y sigue haciéndole en cuanto que no sólo se abstuvo de defender esa proposición criminal de condenar el Alzamiento del 18 de julio, que los comunistas llevaron al Parlamento para su reprobación, sino que vienen colaborando en tergiversar la historia con comentarios al uso de lo políticamente correcto y retirando estatuas, placas y menciones dedicadas a quienes nos salvaron de la “chusma que se sublevó contra la República” (dixit, Azaña). Lo que en parte no deja de ser lógico en quienes no sólo respetan y colaboran con un régimen nefasto para España, sino que proclaman toda regeneración en el llamado “espíritu de la Transición”.

De cualquier forma si lo que quieren es guerra, estoy seguro que somos muchos los que estamos dispuestos a dársela. Y dejándonos de tanta contemplación digamos claramente que, salvo algún ajuste de cuentas por parte de algún espontáneo, totalmente injustificado, se fusiló a cuantos se tuvo que fusilar. Ni a uno más ni a uno menos. Incluido entre bien fusilados al abuelo de Zapatero.     


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com