EL “MR. BEST-SÉLLER” DE LA TRANSICIÓN
Muere Fernando Vizcaíno Casas
Un cáncer pone fin a la vida del autor de “Y al tercer año resucitó”


    Fernando Vizcaíno Casas, uno de los escritores de mayor éxito en España desde los años setenta, con más de cuarenta títulos en su haber y cuatro millones de ejemplares vendidos, falleció ayer en Madrid a los 77 años a consecuencia de un cáncer, “contra el que estuvo luchando hasta el final”, según su familia.

    La muerte de este autor, que llegó a ser conocido como “Mr. Best-séller” pero también como “el Corín Tellado de la derecha franquista”, llevó ayer al secretario general del PP, Mariano Rajoy, a subrayar la “gran pérdida que representa para las letras y la cultura españolas”. El académico Luis María Anson declaró que fue “uno de los grandes humoristas de las últimas décadas”, mientras que Alfonso Ussía dijo que “era muchísimo más liberal de lo que muchos suponían”.

Nacido en Valencia en 1926 de madre catalana, Vizcaíno Casas pasó parte de su infancia en el barrio barcelonés de Gracia. No quiso seguir con el negocio de paraguas de su padre, que cambió tempranamente por el derecho y el periodismo. A los 23 años ganó con “La senda iluminada” el premio Teatral para Universitarios Hispanoamericanos. Escribió más dramaturgia, fue guionista de telenovelas y se especializó en la problemática jurídica del teatro y los actores: entre sus clientes y amigos figuraron Paco Rabal, Alberti o Juan Antonio Bardem.

    Su lanzamiento literario llegó con la novela “Contando los 40” (1971), que le convirtió en uno de los autores más vendidos, pero su gran éxito fue “Y al tercer año resucitó” (1978), con cientos de miles de ejemplares. De entre sus libros destacan “Niñas, al salón” (1976), “¡Viva Franco! (con perdón)” (1980) o “Los rojos ganaron la guerra” (1989). Más tarde publicó varias crónicas sobre fechas clave del franquismo, como “1975. El año que Franco murió en la cama” (1992), y varios títulos contra el Gobierno del PSOE: “El señor de los bonsáis” (1992) o “Todos al paro” (1995).

    Buena parte de sus textos son ironías que abordan el desencanto por la evolución de la sociedad española. Él mismo se calificaba de “narrador costumbrista, siempre desde una óptica de humor y con cierto toque de nostalgia”. Socarrón, amable, “mal católico”, aficionado a la buena mesa –aseguraba que le habían detectado estrés de hígado y sólo podía beber las mejores añadas–, tenía clavada la espina de la crítica española, que, según él, confundía “la profundidad con lo que está mal escrito”, por lo que siempre recordaba las tesis de las que había sido objeto en otros países europeos. El escritor será enterrado hoy a las 13 horas en el cementerio de Navacerrada.

La Vanguardia. 3 de Noviembre de 2.003

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