12 de
              mayo de 1954.
              Cacereños,
              extremeños todos que me escucháis:
              Siempre que vengo
              a vuestra tierra y piso esta capital de Cáceres, siento toda la
              emoción y el recuerdo de aquellos primeros días de nuestro
              Movimiento, cuando la guarnición de Cáceres, respaldada por el
              pueblo de Cáceres, encuadrado en aquella Falange de primera hora,
              movilizando los pueblos, guardaba las fronteras de la provincia.,
              en espera de la llegada de las tropas que desde el Sur avanzaban
              para liberar la Patria oprimida. Y en aquellos momentos, cuando
              necesitábamos de todos nuestros medios para marchar sobre la
              capital y liberarla de las manos marxistas, cuando yo pedía
              hombres y mozos para la batalla, era la provincia de Cáceres la
              que me ofrecía todas las noches la flor de su juventud para empuñar
              las armas y, relevando a nuestras tropas, montar la guardia en la
              línea de contacto de la provincia cubriendo vuestros hogares.
              Esto nos demostró,
              demostró a España entera que Extremadura conservaba vivas las
              esencias de aquellos conquistadores, de aquellos capitanes y de
              aquellos pecheros que, unas veces en los Tercios de Flandes y
              otras en las naves españolas, lucharon por dilatar el mundo para
              España.
              
              Yo jamás olvidaré
              la sensibilidad exquisita con que ofreció a la Patria cuanto poseía,
              pues cuando llegó otro momento en que, habiéndonos robado el
              oro, necesitábamos éste para la guerra y para salvar a la
              Patria, se acusó también el patriotismo de los pueblos pobres
              cacereños, que se apresuraron a ofrecernos aquellos pequeños
              alfileritos, aquellos zarzillos, aquellos botoncitos de oro, el
              diminuto tesoro guardado de madres a hijas y que, siendo lo poquísimo
              que poseían, lo ofrecían de buen grado a la Nación...
              Vosotros tuvisteis
              desde el primer momento la intuición de lo que el Movimiento
              representaba para la vida de la Patria; vosotros comprendisteis,
              aun dentro de vuestra miseria secular, lo que podía ser el
              dominio del marxismo para vuestros hogares, y hoy tenéis la
              satisfacción de vuestra razón cuando conocéis de la vida de
              otros pueblos dominados por el comunismo, lo que representa creer
              en sus engaños y abrirle la puerta. ¡Lo que encierra el paraíso
              comunista! Nuestros bravos combatientes de la División Azul,
              aquellos tenaces españoles que sufrieron en los campos de trabajo
              y muerte, os pueden decir lo que es e1 paraíso rojo, del que habéis
              librado a España con vuestro esfuerzo.
              Por eso aquello
              que hemos conquistado a costa de tanta sangre y de tanto
              sacrificio lo hemos de conservar con la unidad de los hombres y de
              las tierras de España, con la unidad que representa nuestro
              Movimiento político de la Falange Española Tradicionalista y de
              las J. O. N. S., que recogiendo todo lo que de puro y común hay
              en nuestros ideales se ofrece voluntario para formar la vanguardia
              civil. Que respaldando a nuestros Ejércitos, mantenga la unidad
              política entre los españoles.
              Aquella promesa
              que un día os hicimos desde esta misma ciudad, de que haríamos
              una España mejor, la estamos llevando a cabo, pese a todas las
              dificultades y situaciones con que hemos tenido que enfrentamos. Y
              ahora mismo, que vengo de recorrer vuestra provincia, que entré
              por las altas cumbres de la sierra de Gata, que recorrí Las
              Hurdes, donde hay ya más de 16.000 hectáreas repobladas, dando
              pan y trabajo a todos sus habitantes y constituyendo una riqueza,
              son promesas de un bienestar mayor en el
              futuro; siento la satisfacción de la redención de tantos
              desheredados. Y al bajar a los valles, a vuestros ricos valles,
              con esos ríos torrenciales, cuyas aguas llevaban siglos perdiéndose
              estérilmente en la mar, los vemos ya en parte aprisionados por
              nuestras obras de ingeniería, que, realizando el plan estudiado
              para Cáceres, derramarán los bienes y la justicia por la
              provincia.
              Y los hombres que
              hoy vegetan en las mesetas rocosas y sus subsuelos, y en las
              tierras áridas, bajarán a los llanos, a poblar los pueblos de
              los valles, y los llenarán de cantos de alegría y ofrecerán su
              producción al acervo nacional.
              Y todo esto puede ser así por vuestro sacrificio, por la unidad que
              mantenemos entre los españoles, por haber cerrado la puerta a la
              anti-España y por la voluntad, el genio y el espíritu de España.
              ¡Arriba España!