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                        | 
							Los medios de comunicación anunciaron 
							que el lunes 29 de junio de 2009, todos los grupos 
							municipales de Madrid reunidos en Pleno, acordaron 
							retirar al Generalísimo Franco, los títulos 
							recibidos por parte del Consistorio. Así Francisco 
							Franco dejaba de ser alcalde honorífico de la 
							capital de España e hijo adoptivo de la ciudad, 
							gracias a la aprobación de los tres grupos 
							municipales de una iniciativa de IU, que reclamaba 
							se aplicara la Ley de Memoria Histórica. 
							El debate de la propuesta no estuvo 
							exento de polémica, ya que la edil de IU Milagros 
							Hernández instó al Grupo Municipal Popular a 
							“dejar claro ya que no tolera el terrorismo ni 
							tampoco el fascismo, porque ambas son contrarias al 
							sistema democrático que se quiere para la ciudad”.
							“Ante la evidencia de que hay personas que 
							lucharon por la democracia en la ciudad sin 
							reconocimiento alguno, tenemos que dejar limpio de 
							apoyos a los dictadores en las instituciones 
							democráticas, e iniciar una nueva etapa de 
							aplicación justa y objetiva de la Ley de Memoria 
							Histórica” (todo eso, manifestado por una 
							comunista, no deja de tener su guasa). Añadiendo 
							además su preocupación por el “resurgimiento de 
							movimientos nazis” en los últimos años, un 
							fenómeno “super preocupante” al que el Consistorio 
							“deberá hacer frente”.  
							Ante estas peticiones, el portavoz 
							del Gobierno municipal y vicealcalde, Manuel Cobo, 
							recordó que “esta iniciativa está sobrepasada por 
							múltiples iniciativas tomadas en los últimos años en 
							las instituciones democráticas, empezando por el 
							Congreso”, y rechazó que IU dé “ninguna lección 
							sobre que el Ayuntamiento deje clara su oposición al 
							fascismo y al terrorismo” porque “el Grupo Popular y 
							el PP han condenado el régimen dictatorial de Franco 
							en muchas ocasiones”. “Ese régimen y cualquier otro 
							que haya en el mundo, incluso los de los amigos que 
							nos traen puros a las fiestas del partido, también 
							ésos hay que condenar porque no hay libertad ni 
							elecciones democráticas”, afirmó Cobo en referencia 
							a situaciones como la cubana. “Quizá, a diferencia 
							de otros partidos, el PP y el PSOE no hacemos 
							exaltación de personas que apoyan sin duda a 
							partidos terroristas, como Sastre”, destacó. Además, 
							criticó que la concejala de la coalición de 
							izquierdas inste al Partido Popular a “pasar ninguna 
							reválida” porque ya se superó con “la Constitución y 
							la Ley de Amnistía” para “retirar todos aquellos 
							actos o signos de exaltación a la dictadura”. 
							 
							Por su parte, el portavoz 
							socialista, David Lucas, recordó que la propuesta 
							buscaba “hacer justicia con quienes perdieron la 
							vida por la lucha de la libertad y que sufrieron la 
							represión fascista” y subrayó que mantener los 
							honores sería un “insulto a las víctimas, a los 
							represaliados, a sus familias y a todos los 
							demócratas”. “A partir de este momento otros 
							seguirán nuestro ejemplo, todos debemos adoptar este 
							acuerdo por dignidad democrática”, zanjó. 
							Después de estas surrealistas y 
							cómicas manifestaciones realizadas por ‘los 
							demócratas de toda la vida’ como los comunistas, 
							socialistas y los maricomplejines del Partido 
							Popular, vamos a exponer un histórico e 
							interesantísimo documento, en el que se relata la 
							concesión al Generalísimo Francisco Franco, de los 
							títulos de Alcalde Honorario, Hijo Adoptivo, Medalla 
							de Honor y Medalla de Oro que el Ayuntamiento de 
							Madrid concedía a los ciudadanos excepcionales.
							
                     
							
							ARRIBA   
 
 
					El acuerdo se adoptó por unanimidad en un 
					Pleno extraordinario celebrado el 17 de marzo de 1964, 
					coincidiendo con el XXV aniversario de la liberación de la 
					capital de España. 
					Presidió aquella histórica sesión el 
					entonces alcalde, don José Escrivá de Romaní, conde de 
					Mayalde. En el curso de la sesión plenaria se dio cuenta de 
					una moción de la Alcaldía Presidencia, concebida en los 
					siguientes términos: 
						
						«Este año se cumple el XXV aniversario 
						de la liberación de la capital de España por las tropas 
						nacionales y de la terminación de la guerra. Con tan 
						fausto motivo, en todos los rincones de nuestra Patria 
						se dispone a celebrar los 25 años de paz que, gracias a 
						nuestro Caudillo, venimos disfrutando los españoles. 
						El Concejo madrileño que cada año, por 
						estas fechas, ha hecho acto de presencia ante el 
						Generalísimo para rendir cuentas de la labor 
						desarrollada y presentar el plan de necesidades del 
						ejercicio siguiente, tiene especiales razones para 
						destacar, en el momento actual, tan significada 
						efeméride. 
						A estos efectos se han organizado 
						diversos actos, la mayoría de ellos de tipo popular, con 
						el fin de que el vecindario madrileño se una 
						jubilosamente a la iniciativa municipal. 
						El Caudillo de España, que ya está en 
						posesión de la Medalla de Honor de Madrid, ha demostrado 
						siempre su gran preocupación por cuantos problemas 
						fundamentales afectan a la Villa y nosotros, cuantos 
						constituimos la gran familia madrileña, sabemos valorar 
						y apreciar debidamente estos desvelos, de los que nos 
						sentimos orgullosos. Año tras año ha venido animando al 
						Ayuntamiento a poner en marcha los proyectos existentes, 
						nos ha dado consejos y orientaciones y ha demostrado un 
						interés excepcional, minucioso y constante por los 
						asuntos y problemas de Madrid, pues su ilusión, como la 
						de cuantos hemos ostentado puestos de responsabilidad en 
						el Concejo, es lograr que Madrid se convierta en una 
						ciudad grande, alegre, limpia y progresiva, digna de ser 
						la capital de nuestra Patria. 
						Su apoyo lo hemos sentido a través de 
						las disposiciones publicadas en el “Boletín Oficial del 
						Estado”, sobre realizaciones de grandes obras, 
						establecimiento de servicios y, recientemente, la 
						concesión de un régimen especial para el Municipio. 
						Como obligado reconocimiento a esta 
						actitud y en recuerdo de la ejemplar y meritoria labor 
						por él realizada, el Ayuntamiento madrileño, siguiendo 
						tradicional costumbre y al igual que ya se hizo con 
						diversos monarcas españoles –entre ellos Su Majestad el 
						Rey Don Alfonso XIII–, estima que, con arreglo al 
						artículo 307 del Reglamento de Organización, 
						Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones 
						Locales, debe otorgársele el máximo honor o distinción, 
						a cuyo efecto, el que suscribe tiene el honor de 
						proponer a Vuestra Excelencia acuerde nombrar a Su 
						Excelencia Don Francisco Franco Bahamonde, Alcalde 
						Honorario de la capital de España, con las máximas 
						preeminencias y honores que esta distinción lleva 
						consigo.» |  |  
					Leída esta moción por el secretario general 
					se dio cuenta de otra, también de la Alcaldía Presidencia, 
					que decía: 
						
						«Desde que terminó la guerra de 
						Liberación, el Caudillo de España, que había residido 
						durante muchas épocas en nuestra Villa, ha sido vecino 
						de la misma, en especial desde que el término municipal 
						de El Pardo se anexionó al de la 
						capital.                   Su cariño a la Ciudad y su 
						vinculación a la misma es tan considerable que mueve a 
						todos los miembros de la Corporación a proponerle para 
						su nombramiento de Hijo Adoptivo de Madrid, máxima 
						distinción que el Concejo madrileño, celoso de sus 
						tradiciones, ha guardado con verdadero rigor en cuanto a 
						su concesión. 
						En virtud de lo expuesto y coincidiendo 
						con el acuerdo que en esta sesión se adopta del 
						nombramiento de Alcalde Honorario de la capital de 
						España, el que suscribe, interpretando el sentir unánime 
						del pueblo madrileño de gratitud y reconocimiento hacia 
						tan ilustre vecino de la Villa y el deseo de todos de 
						honrar a quien nos honra, tiene el honor de proponer a 
						Vuestra Excelencia que, de conformidad con el artículo 
						307 del Reglamento de Organización, Funcionamiento y 
						Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales y con el 
						de Honores y Distinciones de la propia Corporación, se 
						nombre Hijo Adoptivo de Madrid a Su Excelencia Don 
						Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado español y 
						Generalísimo de los Ejércitos nacionales.» 
					Terminada la lectura de las dos mociones 
					hizo uso de la palabra el alcalde, conde de Mayalde, que 
					pronunció el siguiente discurso: 
						
						«Señores concejales: Cómo habéis oído, 
						estos acuerdos nos llevan a cumplir un deber que 
						teníamos con quien desempeña la más alta magistratura de 
						la Nación. 
						España entera, como quien de repente se 
						da cuenta de algo inusitado, extraordinario y grato, se 
						prepara para conmemorar el XXV aniversario de la paz; 
						veinticinco años de paz es verdaderamente algo 
						extraordinario en cualquier país, pero más en España, 
						porque si miramos atrás en la historia de nuestra 
						Patria, casi estoy seguro de que no los podemos 
						encontrar; veinticinco años de paz consecutiva, 
						auténtica, de solidaridad y concordia entre todos los 
						españoles al servicio de una causa común: la grandeza de 
						la patria. Antes de estos veinticinco años de paz tuvo 
						España un período de tres años de guerra civil, la más 
						tremenda de todas las que ha padecido nuestro país, tres 
						años en la que combatimos la mayor parte de los que 
						estamos aquí a las órdenes del Caudillo, en una lucha 
						que para todos parecía desesperada y que sólo para 
						nosotros, que habíamos depositado la confianza en 
						Franco, únicamente podía terminar con la victoria. Antes 
						de estos años de paz vivimos tiempos difíciles, 
						dramáticos y de ruina, con constantes cambios políticos. 
						Un hombre que estaba al frente de una guarnición se puso 
						al frente de nuestro Ejército y salvó a nuestra Patria. 
						La victoria representaba la hora de la paz, pero ésta 
						pronto se vio nuevamente perturbada, porque 
						inmediatamente después de terminada nuestra Cruzada 
						empezó la gran guerra universal, en la que parecía 
						inevitable e irremediablemente que se viese envuelta 
						nuestra Nación. Los que tuvimos la suerte y el honor de 
						colaborar con el Caudillo y conocíamos su modo de 
						pensar, sabíamos que España no iría a la guerra. Pero 
						esto, qué pocos lo creían porque parecía prácticamente 
						imposible. Sin embardo, la prudencia de Franco, su 
						tacto, su serenidad a toda prueba, pudo salvarnos. 
						Franco nos salvó de haber entrado en una contienda y de 
						haber perdido una guerra que, evidentemente, habría 
						acabado con nuestro país. 
						La paz se salvó, la primera etapa de la 
						paz, la más dramática y difícil. Llegó después el cerco 
						de incomprensión absoluta y de hostilidad de una gran 
						parte de los vencedores, que presionaron sobre el pueblo 
						español para acabar con la paz lograda. Y otra vez la 
						serenidad de Franco, secundada de un modo emocionante y 
						grandioso por el pueblo español, representado por este 
						pueblo de Madrid, que se congregó en la plaza de Oriente 
						y como un solo hombre respaldó al Caudillo, que 
						nuevamente salvó a España de una catástrofe peor, 
						seguramente, que la de 1936. 
						Después, fatigosamente, España ha ido 
						día a día ganando el camino de la paz, y hoy, en 
						vísperas de este aniversario de la Victoria, nos 
						encontramos con que hemos vivido veinticinco años de 
						paz, de una paz constructiva y que nuestro país no se 
						está todavía forjando para salir adelante, sino que 
						nuestra Patria tiene una situación firme y sólida en el 
						mundo, logrado todo ello gracias a la serenidad, al 
						equilibrio, al talento político de Franco. Y el pueblo 
						español, que le ha secundado y que reconoce la ingente 
						obra, continúa junto a su Caudillo, firme y unido, 
						decidido a seguirle para el mejor servicio de la Patria. 
						Y en estas circunstancias, cuando vamos 
						a celebrar los veinticinco años de la paz, los ediles, 
						los administradores de Madrid, queremos expresar nuestro 
						reconocimiento a quien nos ha dado este inmenso 
						beneficio. Por eso yo, interpretando el sentir unánime 
						de todos vosotros, planteé en la Comisión Municipal de 
						Gobierno, hace unos días, la necesidad de exteriorizar 
						nuestro sentimiento, de asociarnos al júbilo de la 
						Patria en esta efemérides de los veinticinco años de la 
						paz, y asimismo manifestar nuestra gratitud, una vez 
						más, al Caudillo de la forma más solemne posible: 
						concediéndole aquellos honores y dignidades que el 
						Concejo puede otorgar y que hasta ahora no habían sido 
						concedidas al Jefe del Estado, principalmente porque 
						todos conocemos su modo de ser modesto, su afán de 
						eludir la ostentación, de no querer aparecer en primer 
						plano. Prueba de ello es que uno de los primeros 
						acuerdos que quiso tomar el Ayuntamiento de Madrid, 
						después de la Liberación, fue el de dar el nombre del 
						Jefe del Estado al paseo de la Castellana, decisión que 
						fue rechazada por Su Excelencia. 
						De acuerdo con lo que la Comisión de 
						Gobierno ha decidido, vienen aquí estas propuestas y yo 
						os pido que por unanimidad, aclamación, puesto que brota 
						del fondo de vuestro corazón, recojáis ambas propuestas 
						y las hagáis vuestras con el mayor entusiasmo, de un 
						modo unánime y definitivo.» 
					Finalizado el discurso del alcalde, los 
					concejales, puestos en pie, aplaudieron largamente las 
					propuestas y las palabras pronunciadas. Hecho de nuevo el 
					silencio, el Conde de Mayalde manifestó que la calurosa 
					acogida que habían tenido ambas propuestas y la 
					prolongadísima ovación que había subrayado sus palabras 
					constituían la más grata recompensa que había podido recibir 
					en su vida, interpretando fielmente el sentimiento de todos 
					los miembros de la Corporación municipal. 
					Sin embargo, la primera distinción que el 
					Jefe del Estado recibió de la Corporación y el pueblo de 
					Madrid fue en el año 1942. Se trataba de la primera Medalla 
					de Oro que el Ayuntamiento concedía. Su otorgamiento se hizo 
					en un Pleno extraordinario celebrado el 31 de diciembre de 
					ese año. La moción por la que se solicitaba tal distinción 
					decía: 
						
						«Creada por acuerdo reciente la Medalla 
						de Madrid para galardonar servicios relevantes prestados 
						a la Villa, nadie podrá ostentarla con mayores títulos 
						que el Caudillo insigne que en gloriosa Cruzada, que su 
						genio hizo triunfar, salvó la España del más grave 
						trance de su historia, y que dedicó, en el curso de la 
						épica campaña liberadora, su máxima atención a rescatar 
						Madrid del poder rojo, y una vez lograda la ansiada 
						liberación, en los días de paz que han seguido a los 
						imborrablemente trágicos de cautividad marxista, ha 
						mostrado incesantemente sus preferencias por la capital 
						de España y no ha omitido, desde las altas esferas del 
						Gobierno que solícitamente rige, ni su estímulo 
						constante ni su valioso apoyo a la ardua empresa de 
						restauración de la Ciudad para que ésta recobrara, como 
						por fortuna ha sucedido, el rango que antes tuviera y 
						que la horda roja trató infructuosamente de arrancar 
						para siempre. 
						Por todo ello esta Alcaldía, haciéndose 
						intérprete del común sentir del Concejo y pueblo 
						madrileños, se cree en el deber de proponer a Vuestra 
						Excelencia que se honre otorgándole la primera Medalla 
						de Oro de Madrid, instituida por acuerdo municipal de 10 
						de los corrientes, a Su Excelencia el Jefe del Estado y 
						Generalísimo de los Ejércitos Nacionales Don Francisco 
						Franco Bahamonde, y que se autorice a la Alcaldía para 
						llevar a efecto este acuerdo con la solemnidad y decoro 
						que merece la gloriosa personalidad del Caudillo de 
						España.» 
					Años más tarde, el 30 de diciembre de 1959, 
					se le concedía la también recién creada Medalla de Honor, 
					distinción que hasta la fecha actual ha sido únicamente 
					concedida a la Patrona de Madrid, Virgen de la Almudena, al 
					Generalísimo Franco, al Presidente Eisenhower, al almirante 
					Carrero Blanco, éste a título póstumo, y al Presidente del 
					Gobierno don Carlos Arias Navarro. 
					Referente a la propuesta de concesión de la 
					Medalla de Honor para el extinto Jefe del Estado decía, 
					entre otras cosas: 
						
						«Cuando en el año 1957 hubo de ponerse 
						de manifiesto el propósito de la Corporación de redactar 
						un Reglamento de Distinciones Honoríficas, con la 
						creación, sin perjuicio de las entonces existentes, de 
						una Medalla de Honor para su concesión por el 
						Ayuntamiento en determinadas y especiales 
						circunstancias, se previó que esta nueva distinción se 
						otorgaría en primer término a la Patrona de la Villa, la 
						Santísima Virgen de la Almudena, y a Su Excelencia el 
						Jefe del Estado, que estaban ya en posesión de la 
						Medalla de Madrid, en su categoría de oro. 
						 
						Y es llegado el momento ahora, en que se 
						somete a Su Excelencia en esta misma sesión, la 
						redacción definitiva de aquel Reglamento, de que la 
						Corporación acuerde, como se permite proponer esta 
						Alcaldía, ratificando aquella decisión, la concesión de 
						la Medalla de Honor de la Villa a la Santísima Virgen de 
						la Almudena y a Su Excelencia el Generalísimo Franco, 
						sin que sea necesario en estos dos casos aducir mayores 
						méritos que abonen tal determinación, ya que están en el 
						ánimo de todo el Concejo.» 
					A lo largo de su vida, Franco ha tenido 
					numerosos contactos con el Ayuntamiento madrileño. Todos los 
					años, con motivo de la liberación de Madrid, el Caudillo 
					recibía en su residencia de El Pardo a la Corporación en 
					pleno para interesarse por las realizaciones, proyectos y 
					problemas de la Ciudad. Pero también en varias ocasiones el 
					Generalísimo Franco honró al Ayuntamiento con su presencia 
					en la Casa de la Villa 
					La primera vez fue en junio de 1947, con 
					ocasión de una cena de gala ofrecida en el Salón de Tapices 
					a Eva Duarte de Perón, durante su viaje a España. 
					Una lápida 
					conmemorativa, colocada junto al retrato del Caudillo que 
					preside el Salón de Sesiones, da constancia del hecho. En 
					ella se lee: 
						
						«Francisco Franco, Caudillo de España y 
						Generalísimo de los Ejércitos, por quien Madrid reanudó 
						su destino, visitó por primera vez esta Casa de la Villa 
						el día XII de junio de MCMXLVII. En memoria del 
						acontecimiento y como testimonio de fidelidad la 
						Corporación dispuso fijar esta lápida.» 
					El 17 de mayo de 1953 volvió de nuevo el 
					Caudillo  a la Casa de la Villa. En esta ocasión el motivo 
					fue la cena de gala ofrecida por el Ayuntamiento al 
					Presidente de la República portuguesa, Craveiro Lopes, 
					durante su estancia en España. Cuatro años más tarde, el 30 
					de octubre de 1957, el Jefe del Estado presidía de nuevo en 
					el Salón de Tapices una cena, ofrecida esta vez al 
					Presidente libanés señor Chamoun. 
					Asimismo, el Jefe del Estado asistió a la 
					recepción que en la noche del 28 de junio de 1958 el 
					Ayuntamiento ofreció al Cuerpo diplomático en los jardines 
					de Cecilio Rodríguez de El Retiro, y años más tarde –el 3 de 
					julio de 1962– y en el mismo lugar a una cena de gala que el 
					Ayuntamiento organizó en honor del Presidente Macapagal, de 
					Filipinas. ARRIBA   
 
 
					Por su gran interés, transcribimos unos 
					párrafos del artículo publicado en el Boletín 
					Vistazoalaprensa.com, en la semana del 8/07/2009, titulado“Apuntaciones 
					sobre la derecha y el franquismo” de Antonio Castro 
					Villacañas. 
						
						[…] Cualquiera que tenga un mínimo 
					conocimiento de lo que Francisco Franco fue antes y después 
					del 18 de julio de 1936, y sobre todo desde esta fecha hasta 
					la de su muerte, no encontrará nada de extraño en que 
					quienes se precien de ser comunistas o socialistas hagan 
					cuanto puedan para privar de reconocimientos, títulos y 
					honores a quienes les derrotó en diferentes batallas bélicas 
					y políticas durante casi cuarenta años. Verdad es que 
					Milagros Hernández, la concejal comunista encargada de 
					presentar y defender la moción condenatoria de referencia, 
					fiel a la línea de actuación y a la manera de ser de su 
					partido, se pasó de la raya cuando argumentó que con la 
					retirada de los títulos honorarios concedidos a Franco “se 
					dejaba claro que no se toleraba el terrorismo ni tampoco el 
					fascismo, porque ambas actitudes y prácticas son contrarias 
					al sistema democrático que se quiere para la ciudad”. Tanto 
					ella como su propio partido y el partido aliado sabían y 
					saben de sobra que a Franco pueden reprochársele muchas 
					cosas, pero que esas dos no son precisamente las más 
					adecuadas aunque resulten útiles para examinar al PP de lo 
					que IU y el PSOE llaman “reválida democrática”… 
						[…] A mi leal saber y entender, en nada 
					disminuye o incrementa la valoración histórica de Franco el 
					que los hoy concejales del Ayuntamiento de Madrid hayan 
					acordado retirarle los títulos de Alcalde Honorario e Hijo 
					Adoptivo y las Medallas de Oro y Honor que le fueron 
					concedidas antaño por otros concejales. Dicho acuerdo solo 
					representa una doble mancha en el libro de historia de la 
					Corporación citada: por un laso, una gota de mala leche 
					reveladora de que hay mucha gente que ni olvida ni perdona 
					lo que sucedió hace entre 34 y 70 años (asusta pensar qué 
					habrían hecho estos espíritus justicieros si en vez de haber 
					perdido la guerra en 1939 hubieran salido entonces 
					vencedores de ella); junto a esta gota, otra más grande, no 
					se sabe bien si es de sudor o de baba, procedente de la 
					frente o la boca de quienes sólo actúan por miedo o por 
					halago, contribuye a ensuciar la página de la historia 
					madrileña correspondiente al día 29 de junio del año 2009.
						 ARRIBA 
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