| 
                     
                    Cuando arrancan tus monumentos con alevosía y nocturnidad, no eres tú
                    el que sobras, sino la cruz que tú defendiste; la Cruz de
                    la Victoria de Pelayo que dinamitaron en Octubre del 34 con
                    la Cámara Santa de Oviedo; la misma Cruz de la Victoria
                    que, una vez restaurada por ti, llevaste en mano a su sitio
                    en la misma Cámara Santa también restaurada por ti; la
                    misma cruz gigante que tú clavaste en el Valle de los Caídos
                    suplantando todos los odios de la guerra con la reconciliación
                    de todos los muertos sin excepción.
                    
                    
                     No está la Cruz de Cristo de sobra porque sobras tu, sino que tú estás
                    de sobra porque defendiste la cruz de Cristo que no es lo
                    mismo.
                    
                    
                     Frente a los
                    que quieren demoler la inmensa cruz de Cuelgamuros,
                    dinamitando tu obra en connivencia con ETA y el odio
                    separatista, yo levanto mi bandera de la coherencia, sin
                    abdicar ni un solo paso a favor de la mentira que nos
                    gobierna con odio. Y te doy las gracias en nombre de los
                    miles de mártires que dieron la vida por Dios y por España;
                    en nombre de aquel episcopado español que, agradecido, creía
                    en ti, incluidos el catalán Vidal y Barraquer, cardenal de
                    Tarragona, los vascos Mújica de Vitoria, Olaechea de
                    Pamplona, y Echeguren y Aldama, este de Oviedo, que murió
                    en plena guerra ofreciendo su vida por el triunfo del
                    Generalísimo. Y consecuente con mis ideas, te doy las
                    gracias en medio de tanta tozudez mental de quienes,
                    cobardes, arrancan hoy las lápidas de sus hermanos mártires
                    y las tiran a la escombrera, y de quienes, lo he dicho
                    muchas veces, se avergüenzan de los mártires, que son
                    lección que convence porque son Cristo de nuevo
                    crucificado, y no se avergüenzan de los apóstatas.
                     Gracias, Francisco Franco, porque ganaste la primera
                    batalla de la guerra civil en Octubre de 1934 en defensa de
                    la República y por orden de la misma, dictando tu
                    estrategia por teléfono, y gracias porque ganaste la última
                    batalla el 1 de abril de 1939.
                    
                     
                    Gracias porque te mereciste la máxima condecoración
                    de la Iglesia, la de la Orden de Cristo y por tu limpia
                    espada que entregaste a la Iglesia en Santa Bárbara de
                    Madrid en acción de gracias.
                    
                     
                    Gracias porque eres el único que ha vencido al comunismo con todas las
                    consecuencias, hasta que Juan Pablo II intervino empujando
                    el muro de la vergüenza.
                    
                     
                    Gracias porque devolviste a la Iglesia con creces
                    todos los bienes y medios del expolio producido por el
                    Frente Popular, y nos trajiste la libertad a cuantos estábamos,
                    en zona roja sometidos a esclavitud, algunos escondidos
                    hasta debajo de tierra.
                    
                     
                     
                    Gracias porque derogaste todas las leyes anticristianas de
                    la República y promulgaste leyes cristianas y levantaste
                    desde sus cimientos todos los templos destruidos, sólo en
                    Asturias más de seiscientos. 
                    
                     
                    Gracias porque nos diste cuarenta años de paz con prosperidad de novena
                    potencia, siendo, en virtud de la confesionalidad del
                    Estado, el mayor benefactor de la Iglesia en todos los órdenes,
                    desde los tiempos de los Reyes Católicos.
                    
                     
                    Gracias porque el Sindicato Vertical en cuarenta años no consentía que
                    ningún obrero fuese puesto de patitas en la calle a gusto
                    del empresario, mientras, ahora, los sindicatos de clase son
                    los primeros en constatar los miles de puestos de trabajo
                    que se han perdido, por ejemplo, en Asturias.
                    
                     
                    Gracias
                    porque convertiste en propietarios a todos los proletarios,
                    enmudeciendo el griterío comunista, y porque hiciste una
                    clase media tan fuerte, que ha sido el único fundamento de
                    una posible transición, de la que presumen cuantos creen
                    que han puesto una pica en Flandes. 
                    Gracias porque supiste morir como cualquier español en una cama de la
                    Seguridad Social creada por ti, y porque supiste morir
                    dentro de la Iglesia a pesar de tanta traición de una
                    “iglesia” de la que siento la satisfacción de no
                    haberme fiado nunca.
                    
                     
                    Gracias por tu testamento que, hasta ahora, ha sido respetado en sus
                    puntos capitales, un testamento que impactó al Papa Pablo
                    VI, exclamando demasiado tarde: "me he equivocado; no
                    sabía que este hombre era así”.
                    
                     
                    Gracias porque el día que fui engañado a embarcar en Santander en
                    aquel barco que iba a Rusia, tus aviones sobrevolaron la
                    ciudad y metido en un refugio todo el día me libré de ir
                    al paraíso soviético lejos de mi madre, cayendo en los
                    brazos de la madrastra Dolores Ibárruri.
                    
                     
                    Gracias sobre todo porque me diste la mayor alegría, cuando tus tropas
                    conquistaron el pueblo de Comillas, en cuya aldea de Trasvía
                    me encontraba, mientras los jerifaltes rojos huyeron como
                    alma que lleva el diablo en una avioneta escondida en las
                    dunas de la playa de Oyambre.
                    
                     
                    Gracias porque el título de VICTOR que te mereciste, es una página de
                    la historia que no se puede arrancar tan fácilmente como tu
                    estatua ecuestre, por unos enemigos que han salido a tornar
                    el sol de la revancha, resbalándose sobre su baba de odio
                    como los caracoles al sol después de la lluvia.
                    
                     
                    Gracias porque los rojos no mataron más de 6.838 sacerdotes en la
                    persecución religiosa más sañuda de todos los tiempos,
                    que si no es por ti, no queda ni uno, ni siquiera los
                    capellanes de los gudaris, como aseguró Belarmino Tomás
                    visitando el cerco de Oviedo, ante el sacristán de La
                    Felguera, condenando allí a trabajos forzados y fusilado al
                    día siguiente.
                    
                     
                    Gracias por
                    la religiosidad popular de la postguerra, de cuyas rentas ha
                    gozado Juan Pablo II ante 700.000 jóvenes en Cuatrovientos
                    en su última visita a España. 
                    Gracias porque hiciste la España una, grande y
                    libre. Una, la que ahora pretenden romper a expensas del
                    separatismo sin fundamento histórico unido otra vez al
                    Frente Popular. Grande, la que ahora se hace raquítica poniéndose
                    de rodillas ante el rey de Marruecos, ante Fidel Castro en
                    comparsa con Chaves y ante la vecina Francia que siempre nos
                    miró de reojo. Y libre, ahora esclava del libertinaje y de
                    la mentira podrida que sonríe encaramada en el poder, sobre
                    192 cadáveres; mentira celebrada cuando se llevan tu
                    estatua ecuestre con nocturnidad y alevosía como obsequio
                    al genocida Carrillo en su 90 cumpleaños, con 6.500 crímenes
                    a su espaldas que sepamos.
                    
                     
                    Y finalmente, mirando a Astucias, gracias porque tú, Alcalde Perpetuo
                    de Avilés, levantaste en 20 años a esta Villa, doy fe, a más
                    altura que antes en dos mil años, dedicándonos en
                    Asturias, después de tu muerte, a correr vertiginosamente
                    la carrera del cangrejo, ganando la meta a mucha distancia
                    del inmediato seguidor.
                    | 
                  
                    
                      
                        
                          
                             
                            
                              
                                  | 
                                Frente
                                  a la revancha, justicia..., por Pituca. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Los
                                  puentes hacia la libertad, por Almirante. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Franco,
                                  escudo de demócratas, por Ricardo Pardo
                                  Zancada. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                18
                                  de Julio de 2006, por Jakim Boar. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                18
                                  Julio, 70 años después, por Jaime Pérez. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                El
                                  Alzamiento en Málaga, por Eduardo. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Setenta
                                  años después, por Rafael. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Gracias,
                                  por J. Esteban. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                La
                                  necesidad y justificación de aquel día, por
                                  Miquel Ángel. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Cruzada
                                  espiritual de Occidente, por Pelayo. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                Alzamiento
                                  Nacional, por Quique. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                El
                                  eco de un pueblo, por Pedro. 
                                   
                                 | 
                               
                              
                                  | 
                                El
                                  18 de Julio y el cabezazo de Zidane, por
                                  Antonio. 
                                   
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                                Caminos
                                  a lomos de Gigantes, por Rafael.  | 
                               
                             
                     
                              
                            Especial
                            18 de Julio de 1936. 
                     
                    
                     
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