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                        | Los
                          medios de comunicación escritos y audiovisuales han
                          recordado el 63 aniversario de la llegada del Ejército
                          Rojo, el 27 de enero de 1945, al campo de concentración
                          de Auschwitz, relatando con toda crudeza
                          estremecedores relatos de la crueldad ejercida por los
                          nazis para con los prisioneros de distintas
                          nacionalidades. Pues bien, el  13 de febrero de 1945
                          conmemoración del 63º aniversario del Bombardeo de
                          Dresde, ha pasado este terrible hecho, completamente
                          desapercibido, no dando ninguna información la mayoría
                          de periódicos, televisiones y radios. Nadie, o casi
                          nadie han recordado el bombardeo continuo que durante
                          casi 20 horas sufrió la ciudad alemana de Dresde, y
                          que causó más víctimas que la bomba de Hiroshima.
                          Da la sensación que a 63 años de la finalización de
                          la terrible II Guerra Mundial, aún hay víctimas de
                          primera y de segunda clase. 
                          
                           El
                          bombardeo a Dresde fue inútil desde el punto de vista
                          estratégico y militar, resultando un mero acto de
                          venganza, realizado sobre la población civil. Sin
                          embargo, los vencedores no tuvieron su “Nuremberg”.
                          Aquí no hay dudas, ni revisiones posibles, 135.000 víctimas
                          y familiares, esperan justicia y el reconocimiento por
                          parte de los vencedores del error que supuso aquella
                          acción criminal. 
                          
                           A
                          principios de 1945, las fuerzas soviéticas avanzaban
                          hacia Alemania desde el Este, empujando no sólo al ejército
                          alemán, sino también a un gran número de refugiados
                          que huían de las hordas rusas. Fue en este contexto
                          en el que los Aliados se embarcaron en una política
                          de bombardeos sobre ciudades alemanas, siendo los
                          objetivos principales Berlín, Leipzig y Dresde. De
                          estas ciudades, Dresde era por aquel entonces la menos
                          industrializada. Era una ciudad histórica en la que
                          estaban muchos de los más hermosos edificios del
                          Renacimiento, del Barroco y de una mezcla de esas épocas
                          en inmuebles edificados a fines de la Edad Media y
                          poseedora de  maravillosos
                          tesoros culturales. Había también zonas industriales
                          pero la función de la ciudad principalmente era la
                          administrativa, a la vez que era un centro de
                          transportes y comunicaciones. 
                          
                           En
                          dos noches consecutivas, la del  13 y la del 14 de
                          febrero de 1945, los aparatos británicos llevaron a
                          cabo bombardeos masivos sobre Dresde, siendo el
                          objetivo el centro histórico de la ciudad. El daño
                          en términos de pérdida de vidas y destrucción de
                          propiedades fue catastrófico: hubo un elevadísimo número
                          de víctimas, siendo la mayoría civiles habitantes de
                          la ciudad y refugiados, y unos 15 kilómetros
                          cuadrados del centro de la ciudad fueron totalmente
                          arrasados. 
                          
                           La
                          Altstadt
                          ardió completamente en su mayor parte; en algunos
                          casos se mantuvieron las paredes exteriores de unos
                          pocos edificios terriblemente dañados. El arrabal Johannstadt
                          y el del sudeste ardieron o fueron destrozados en gran
                          medida. Entre las calles Schandauer
                          Strasse y Bodenbacher
                          Strasse quedaron completamente destruidas unas 800
                          casas en las que había unas 7.000 viviendas. El
                          ataque aéreo arrasó muchos monumentos irremplazables
                          del Barroco tardío de la “Florencia del Elba”
                          (como se le conoce a Dresde), entre otros la Semperoper,
                          la Frauenkirche, el Palacio de
                          Dresde, la iglesia de Santa
                          Sofía y el Palacio
                          Zwinger. No hubo reconstrucción después de la II
                          Guerra Mundial, ya que Dresde pasó a formar parte de
                          la República
                          Democrática Alemana (RDA), ignorando los
                          comunistas los monumentos destrozados y dejando caerse
                          muchos de ellos (como la iglesia
                          de Santa Sofía, la calle
                          Grosse Meissner Strasse, el Sekundogenitur y
                          otras) reforzando
                          con ello la impresión de devastación absoluta del
                          centro de la ciudad.
                          
                          En las zonas habitadas, sobre un total de 222.000 pisos, en mayo de 1945
                          se contabilizaron de 60.000 a 75.000 completamente
                          destruidos. Unos 18.000 estaban seriamente dañados y
                          solamente unos 81.000 habían sufrido pocos daños.
                          Las líneas eléctricas quedaron destruidas en un 75%,
                          las calles llenas de escombros y grandes cráteres en
                          el suelo debido a las bombas. Todos los puentes sobre
                          el Elba quedaron terriblemente dañados. El centro de
                          la ciudad, como nudo de comunicaciones de la circulación,
                          quedó intransitable. La mayoría de fábricas
                          tuvieron que parar su producción, o bien por estar
                          destruidas o muy dañadas, o porque muchos de sus
                          trabajadores habían muerto o bien porque no podían
                          llegar de ninguna manera a sus puestos de trabajo.
                          Quedaron interrumpidos los servicios de gas, agua y
                          electricidad. |  |  ARRIBA   
 
 
                    
                     El
                    jefe del Comando de Bombardeo de la RAF era el mariscal del
                    Aire Arthur T. Harris, 
                    que en la noche del 13 de febrero de 1945 iba a
                    lanzar un ataque contra Dresde, el cual sería el primero de
                    una larga serie de incursiones sobre las principales
                    ciudades del Este alemán, destinadas a dar el golpe final a
                    la moral germana. A Harris se le atribuye la invención de
                    los tristemente célebres ‘raids
                    millenium’, oleadas de mil bombarderos que durante días
                    y noches arrasaron las ciudades alemanas.
                    
                      
                    
                     La
                    «Operación Trueno», nombre clave de todos los bombardeos,
                    era otro paso que daba el Gobierno británico en su proyecto
                    de bombardear zona por zona, lo cual, según el parecer de
                    Harris, era el mejor modo de terminar la guerra. Al mariscal
                    Harris se le conocía como «Bombardero» Harris, mote que
                    no le desagradaba, y algunos periódicos llegaban incluso a
                    llamarle «Carnicero Harris», sin que él se diera por
                    aludido. Pensaba que ése era su trabajo, acabar con la
                    producción bélica alemana, y para ello tenía que destruir
                    ciudades y matar gente, aunque no fueran esos sus deseos. Su
                    forma de ser, y su agresiva manera de disponer el bombardeo
                    de las ciudades, le hicieron antipático para algunos, pero
                    también esto contribuyo a que fuera más apreciado entre
                    sus hombres, ya que luchaba lo más enérgicamente posible
                    para el equipo que tenía, mientras procuraba emplear los métodos
                    más seguros en la realización de los bombardeos. Los
                    antecedentes de la «Operación Trueno» fueron largos y
                    complejos.
                    
                      
                    
                     Dos
                    meses después del día D, sir Charles Portal, jefe del
                    Estado Mayor Aéreo, sugirió que en el momento en que
                    Alemania se aproximase a su derrumbe militar, se lanzasen
                    una serie de duras incursiones aéreas contra los centros
                    alemanes de población, a fin de apresurar la rendición
                    total. El Comité Conjunto de Inteligencia, integrado por un
                    grupo de expertos británicos, no se mostró entusiasmado
                    con la «Operación Trueno», ya que no era probable «que
                    obtuviese un éxito aceptable».
                    
                      
                    
                     Por
                    otra parte, el general H. H. Arnold, jefe de la Fuerza Aérea
                    de Estados Unidos, se hallaba en principio contra tales
                    bombardeos, y el Departamento de Guerra Psicológica de
                    Eisenhower llegó a calificarlos como actos de terrorismo.
                    Por consiguiente, la «Operación Trueno» fue archivada
                    hasta diez días después de la gran ofensiva soviética del
                    12 de enero de 1945, en que el director de la sección de
                    Operaciones de Bombardeo sugirió al ayudante de sir Charles
                    Portal, Norman Bottomley: «Si el ataque se lanza en el
                    momento en que la ofensiva rusa sigue en todo su vigor, ello
                    dará la impresión de que existe un plan coordinado entre
                    los rusos y nosotros».
                    
                      
                    
                     Con
                    objeto de revalorizar la «Operación Trueno», según este
                    razonamiento, el Comité Conjunto de Inteligencia informó
                    que una serie de bombardeos durante cuatro días, con sus
                    noches, probablemente provocaría un éxodo de las ciudades
                    alemanas, «lo cual crearía una gran confusión, impediría
                    el movimiento ordenado de las tropas y obstaculizaría el
                    mecanismo militar y administrativo alemán». Por otra
                    parte, «ayudaría a los rusos en la trascendental batalla
                    que se estaba desarrollando en el Frente Oriental, y
                    justificaría que temporalmente no se realizasen ataques
                    contra centros de comunicación u otros blancos que no
                    fuesen refinerías o depósitos de combustible». Además,
                    la operación seguramente tendría «valor político, al
                    demostrar a los rusos, de la forma que mejor nos es posible,
                    el deseo que tenemos los británicos y americanos de
                    ayudarles en la batalla que se está desarrollando».
                    
                      
                    
                     El
                    25 de enero, Bottomley llamó por teléfono a Harris para
                    tratar de hacer efectiva al fin la «Operación Trueno».
                    –Ya he pensado en Berlín –contestó Harris, y sugirió
                    que los otros centros podían ser Chemnitz, Leipzig y Dresde,
                    tres ciudades que no sólo eran el albergue de los
                    refugiados del Este, sino que eran también puntos clave de
                    comunicación con el Frente Oriental.
                    
                      
                    
                     Simultáneamente,
                    Churchill hablaba de tales incursiones con sir Archibald
                    Sinclair, secretario de Estado para la Aviación, y le
                    preguntaba acerca de los planes que tenía la RAF para «castigar
                    a los alemanes en su retirada de Breslau». No podía
                    decirse que esto fuera una coincidencia, ya que Harris solía
                    visitar con frecuencia a Churchill, con quien discutía las
                    operaciones, habiéndole urgido a que se iniciase la «Operación
                    Trueno». Al día siguiente Sinclair pasó la petición al
                    Estado Mayor del Aire. Pero Portal, el autor de «Trueno»
                    se hallaba poco entusiasmado en esos momentos con la operación,
                    y en su informe hizo notar que los blancos petrolíferos
                    tendrían prioridad, seguidos de las fábricas de aparatos
                    de reacción y de los astilleros de submarinos. Una vez que
                    esas tres actividades estuviesen bajo control, «dirigiremos
                    todos nuestros esfuerzos contra Berlín, y también contra
                    Dresde, Leipzig y Chemnitz». 
                    
                      
                    
                     Tal
                    vez el repentino interés de Churchill en la «Operación
                    Trueno» se debía a la conferencia que iba a celebrarse en
                    Yalta poco después. Acaso estaba deseando demostrar a
                    Stalin lo valiosas que las fuerzas aéreas aliadas podían
                    resultar para ayudar a la ofensiva soviética. Así pues,
                    Harris recibió la orden de atacar ciudades tales como Berlín,
                    Dresde y Chemnitz lo más pronto posible. El ayudante de
                    Harris, mariscal del Aire sir Robert Saundby, tenía algunas
                    discrepancias al respecto, ya que no veía la razón de
                    incluir a Dresde en el ataque, pues consideraba que la
                    ciudad no tenía importancia, pues aunque fuese un centro
                    ferroviario importante, no era un gran núcleo industrial,
                    ni se empleaba en movimientos de tropas en gran escala. En
                    consecuencia, pidió al ministro del Aire que excluyese a
                    Dresde como blanco de la operación. Al cabo de unos días
                    recibió la confirmación de que Dresde debería ser
                    bombardeada. En la mañana del 13 de febrero de 1945, se
                    informó que las condiciones climatológicas eran
                    favorables, y poco antes de las nueve de la mañana, Harris
                    ordenó que el grupo número 5 atacase a Dresde aquella
                    misma noche, tras lo cual seguiría un segundo bombardeo que
                    llevaría a cabo una fuerza combinada integrada por cuatro
                    grupos.
                    
                      
                    
                     En
                    horas tempranas de la madrugada, las «Fortalezas Volantes»
                    americanas atacarían la ciudad por tercera vez. Hacia el
                    mediodía, sin embargo, los meteorólogos informaron que las
                    condiciones atmosféricas habían cambiado. Las nubes se
                    extendían por todo el centro de Europa, y el cielo no
                    aparecería despejado sobre el blanco hasta las diez de la
                    noche. Para Harris, ésta no era una razón suficiente para
                    postergar el ataque, y aquella tarde el comandante Maurice
                    A. Smith, jefe de la primera ola de ataque, solicitó órdenes
                    de vuelo a la sección de Inteligencia de la 54.a base de
                    Coningsby. Su peligrosa misión consistiría en permanecer
                    sobre el blanco, a baja altura, dirigiendo el bombardeo.
                    Pilotaría un «Mosquito», rápido aparato biplano de armazón
                    de madera, que resultaba seguro a las elevadas altitudes por
                    las que solía volar, pero peligroso a baja altura, a causa
                    de carecer casi por completo de elementos protectores. Se
                    ordenó a Smith que concentrase el ataque sobre los centros
                    ferroviarios de comunicación de Altstadt (ciudad antigua) de Dresde, famosa por sus hermosos
                    edificios y monumentos. Los primeros aparatos que alcanzasen
                    Dresde serían dos escuadrillas de bombarderos «Lancaster».
                    A las 22:04 lanzarían bengalas verdes en paracaídas, con
                    el fin de señalar la situación de la ciudad. Seguirían
                    luego ocho «Mosquitos», que guiados por las bengalas
                    verdes lanzarían bombas rojas de situación en el Estadio
                    deportivo, que se hallaba justamente a la derecha del blanco
                    principal: el nudo ferroviario. Por fin, a la Hora Cero
                    –las 22:15–, la fuerza principal se presentaría para
                    bombardear el objetivo señalado con luz roja.
                    
                      
                    
                     Poco
                    antes de las 5:30 de la tarde despegaron los ocho
                    aparatos «Mosquito», cuyos pilotos recibieron la extraña
                    orden de evitar a toda costa un aterrizaje forzoso al Este
                    de Dresde. En lugar de ello, deberían poner rumbo al oeste,
                    aterrizando en territorio enemigo, a fin de que el nuevo
                    equipo electrónico no cayese en manos de sus aliados, los
                    rusos. Algunos minutos más tarde, el primero de los 244 «Lancaster»
                    comenzó a despegar del aeródromo del Grupo Nº 5, y hacia
                    las 18:00 horas, todos los bombarderos estaban en el
                    aire. A las 19:57 el comandante Smith, bombardero principal,
                    abandonó Coningsby en su «Mosquito». Después de cerca de
                    una hora de vuelo, comenzó a soplar un duro viento del
                    Oeste, y ello le permitió reunirse con los otros ocho «Mosquitos»,
                    que habían seguido una ruta indirecta. A más de 5.000
                    metros de altura sobre Alemania Occidental, los nueve
                    aparatos fueron empujados por un viento de cola de 85 nudos.
                    A las 21:49 los navegantes vieron la primera señal
                    en el «Loran», el aparato electrónico construido por los
                    norteamericanos, que les guiaría directamente hasta el
                    primer blanco. Ocho minutos más tarde deberían lanzar los
                    primeros aviones las bengalas verdes. A las 22 horas
                    apareció al fin la segunda señal, y el navegante de Smith
                    localizó su situación a quince millas al sur de Chemnitz.
                    Los nueve aparatos «Mosquito» viraron hacia el Noroeste,
                    buscando las bengalas verdes lanzadas por los anteriores
                    aparatos cuatro minutos antes. 
                    
                      
                    
                     Aunque
                    Dresde no era una ciudad abierta, sólo había experimentado
                    dos ataques aéreos de pequeña importancia, uno el 7 de
                    octubre de 1944, cuando treinta bombarderos de los Estados
                    Unidos atacaron sus nudos ferroviarios, matando a 435
                    personas. El otro bombardeo se produjo el 16 de enero de
                    1945, y en tal ocasión 133 aviones Liberator bombardearon
                    el mismo blanco, y dieron muerte a 376 personas.
                    Posteriormente se produjeron algunas alarmas aéreas, pero
                    como todas resultaron falsas, en la ciudad se tuvo la
                    convicción de que se había hecho un convenio secreto con
                    los Aliados: si los alemanes no atacaban Oxford, los Aliados
                    tampoco lo harían con Dresde. Después de todo, la ciudad
                    poseía escaso valor militar, y sus numerosos museos,
                    iglesias y otros edificios de estilo barroco, estaban
                    reconocidos como un tesoro arquitectónico.
                    
                      
                    
                     Así
                    pues, los 630.000 habitantes de la ciudad, no tenían
                    motivos para pensar en un ataque aéreo a su ciudad y a
                    pesar de los desastres del Frente Oriental, Dresde tenía
                    casi un aire festivo en aquella noche del 13 de febrero.
                    Ello se debía a que era un martes
                    Fasching, una de las fiestas favoritas de los alemanes,
                    en que los niños se vestían –como lo estaban en aquel
                    momento– con alegres ropajes de carnaval. Por
                    consiguiente, hubo poca inquietud cuando se dejó oír la
                    primera alarma aérea –el «cuco»–, hacia las diez de
                    la noche. Pocos imaginaban que se trataba de una incursión
                    devastadora contra la ciudad. Esta sensación de seguridad
                    de los ciudadanos se extendió a los centenares de miles de
                    refugiados procedentes del Este, así como a los que procedían
                    de Berlín y de Alemania Occidental. Las salas de espera de
                    los ferrocarriles se hallaban abarrotadas de estas gentes y
                    de sus pertenencias. Los edificios públicos, igualmente,
                    estaban atestados de catres y camas en los que dormían los
                    refugiados durante la emergencia. El flujo humano era tan
                    grande que hubo que habilitar el extenso parque de Grosser Garten con tiendas de campaña y chozas para unas 200.000
                    personas.
                    
                      
                    
                     En
                    la estación de ferrocarril casi no había cabida para más
                    trenes, a consecuencia de todos los que habían llegado del
                    Este, y al mismo tiempo, las carreteras procedentes del
                    frente seguían enviando riadas de refugiados a pie, en
                    carretas, coches y camiones. La ciudad crecía en población
                    por momentos, y se calcula que al producirse el bombardeo
                    había 1.300.000 seres humanos en Dresde. 
                    
                      
                    
                     El
                    sistema defensivo contra los ataques aéreos en Dresde era
                    sumamente deficiente. Los cañones antiaéreos que aparecían
                    montados amenazadoramente en las colinas que rodeaban la
                    ciudad, eran en realidad de cartón piedra, pues los
                    verdaderos habían sido enviados a los frentes oriental y
                    occidental, y sólo quedaban sus firmes bases de hormigón.  La
                    1ª División de Combate alemana situada en Klotszche, a
                    unos pocos kilómetros al norte de Dresde, se preparó para
                    defender la ciudad, pero como los germanos no sabían adónde
                    debían enviar sus cazas, tuvieron que esperar hasta que se
                    dijera algo en concreto. Sólo cuando los 244 «Lancaster»
                    pasaron sobre Leipzig y pusieron rumbo a Dresde, los
                    defensores supieron a qué atenerse, y no fue hasta las 21:55
                    que la Primera División de combate recibió órdenes de
                    hacer despegar su escuadrilla de cazas nocturnos. Pero
                    cuando estos aparatos estuvieron en el aire, ya era
                    demasiado tarde, pues los primeros aviones ingleses habían
                    lanzado ya sus bengalas verdes. Smith se estaba acercando a
                    Dresde, y se puso en contacto por radio con el jefe de
                    aviones de vanguardia, preguntándole si podía ver ya las
                    bengalas verdes, a lo que le contestó afirmativamente. A
                    250 metros de altitud el jefe de vanguardia abrió las
                    compuertas del aparato y su bomba indicadora de blanco, que
                    pesaba media tonelada, salió despedida, dejando un vivo
                    rastro rojo en su descenso. Eran casi las 22:07, y
                    faltaban ocho minutos para la hora cero. Los otros aparatos
                    «Mosquito» comenzaron a lanzar sus bombas indicadoras
                    donde había caído la primera. A las 22:09, el
                    locutor de una emisora de Dresde exclamó:    
                      –Achtung,
                      Achtung, Achtung! ¡Se avecina un ataque aéreo! ¡Vayan a
                      los refugios en seguida!  Los
                    ciudadanos hicieron lo que les ordenaban, pero de mala gana,
                    ya que la mayoría dudaba incluso de que se tratase de una
                    incursión real. En la ciudad antigua se procedió a apagar
                    todas las luces. Como la ciudad se hallaba evidentemente
                    indefensa, Smith ordenó a los bombarderos que descendiesen
                    más bajo de lo previsto. Poco después la ciudad antigua se
                    estremecía bajo el impacto de potentes bombas explosivas, a
                    las que seguirían las bombas incendiarias.
                    
                      
                    
                     A
                    las 22:21, el bombardero principal Smith vio la
                    ciudad envuelta en llamas. Llamó entonces a uno de los «Lancaster»
                    y le ordenó que enviase el siguiente mensaje por radio a
                    Inglaterra: «Objetivo atacado con éxito». La segunda
                    oleada, integrada por 529 «Lancaster», o sea, más del
                    doble de la primera, se hallaba ya en camino. Cuando las
                    dotaciones de los aparatos supieron su objetivo, cundió la
                    preocupación, ya que era un vuelo muy largo que llegaba
                    casi al límite del radio de acción de los aviones «Lancaster».
                    Luego el cielo se aclaró repentinamente, y las baterías
                    germanas abatieron tres «Lancaster». En aquel momento ya
                    se podían divisar las señales luminosas para la segunda
                    oleada de aviones, pero cuando el jefe de estos bombarderos
                    llegó sobre el objetivo, a la 1:28 de la madrugada,
                    la ciudad antigua se hallaba convertida en una hoguera. Se
                    había producido en aquel momento una tormenta semejante a
                    la de Hamburgo. Era un fenómeno meteorológico causado al
                    elevarse la temperatura ambiente a unos 5.000ºC., como
                    consecuencia de varios grandes incendios simultáneos. Este
                    enorme calor provocaba una succión de aire frío hacia el
                    centro del fuego, originándose un viento de gran violencia.
                    El resultado era un infierno rugiente. El jefe de
                    bombarderos de la segunda oleada se decidió a actuar sobre
                    las zonas que no había alcanzado la primera oleada. Emitió
                    el mensaje correspondiente a sus aparatos, y pocos minutos más
                    tarde comenzaron a caer las bombas. A diferencia del primer
                    ataque, se emplearon bombas demoledoras para extender los
                    incendios. Luego se lanzaron 650.000 bombas incendiarias con
                    lo que el fuego se extendió con increíble violencia por
                    toda la ciudad. El espectáculo era estremecedor con las
                    calles envueltas en llamas. 
                    
                      
                    
                     A
                    las 4:40 de la madrugada las dotaciones de la Octava
                    Fuerza Aérea de Estados Unidos recibieron la orden de
                    atacar sus dos objetivos principales: Dresde y Chemnitz. La
                    1ª División Aérea debería atacar Dresde. 450 fortalezas
                    volantes iban a bombardear algunos cuarteles y la estación
                    de ferrocarril de Neustadt, situada en la orilla norte del
                    Elba. Los navegantes recibieron instrucciones de seguir el
                    rumbo hasta la ciudad de Torgau, y luego remontar el curso
                    del Elba durante unos setenta kilómetros. La próxima
                    ciudad importante que hallasen sería Dresde. Las dotaciones
                    estaban prestas en sus aparatos a las 6:40 de la mañana,
                    pero llegó una orden de esperar, y la primera fortaleza
                    volante no despegó hasta las ocho de la mañana. A la
                    oleada de bombarderos se unieron 288 «Mustang P-51». La
                    mitad de los cazas debería permanecer con los bombarderos
                    para evitar los ataques de la Luftwaffe; en tanto que los
                    demás colaborarían en la destrucción de la ciudad. El
                    grupo 457 dio dos pasadas más, sin hallar una abertura en
                    las nubes inferiores. Por fin, en la cuarta pasada, hallaron
                    un claro. Debajo, seguían elevándose las llamas de los
                    incendios producidos en los dos primeros ataques. Nubes
                    pardas y rojizas se extendían hacia Praga, esparciendo
                    restos ennegrecidos a muchos kilómetros de distancia. 
                    
                      
                    
                     El
                    famoso teatro de la Ópera, donde por vez primera se había
                    puesto en escena Tannhaüser, estaba convertido en una
                    fulgurante antorcha. El palacio Zwinger,
                    uno de los más hermosos ejemplos de arquitectura barroca,
                    no era más que una ruina humeante, lo mismo que el castillo
                    y el Hofkirche. El Kreuzkirche,
                    con su cúpula envuelta en humo, aparecía milagrosamente
                    intacto. La Lindenauplatz
                    estaba sembrada de cadáveres, los vestidos de los
                    cuales aparecían quemados o habían volado con las
                    explosiones. Varios centenares de personas aparecían
                    ahogadas en una charca no muy profunda. En el parque Grosser
                    Garten los árboles más robustos habían sido
                    arrancados de cuajo. Otros estaban desgajados o cortados
                    limpiamente en dos. La hierba aparecía cubierta de cuerpos.
                    Esparcidos entre la gente se veían también los cuerpos de
                    los animales del zoológico. 
                    
                      
                    
                     Al
                    no existir comunicación entre Dresde y las demás ciudades,
                    los detalles de la catástrofe no llegaron a Berlín hasta
                    las últimas horas del día. Un informe oficial previo
                    estableció que por lo menos cien mil personas –muchas más
                    probablemente– habían perecido en las dos incursiones aéreas
                    sucesivas y que una de las ciudades más antiguas y queridas
                    del Reich había quedado totalmente destruida. Los ingleses
                    se enteraron de lo ocurrido en Dresde hacia las 18 horas,
                    cuando los boletines radiados anunciaron que se trataba de
                    uno de los grandes ataques proyectados por Roosevelt y
                    Churchill en Yalta. 
                    
                      
                    
                     
                      «Nuestros pilotos declaran que hubo escaso fuego antiaéreo, por lo que
                      pudieron hacer las incursiones sobre los blancos sin gran
                      peligro, informó el locutor. En el centro de la ciudad se
                      llevó acabo un ataque de gran eficacia».
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                     En
                    la noche del 13 de febrero de 1945 comenzó uno de
                    los peores ataques aéreos de la II Guerra Mundial. Todo el
                    centro de la ciudad de Dresde, así como los barrios
                    adyacentes fueron destruidos totalmente por los bombarderos
                    de las Fuerzas Aéreas Americana y Británica.
                    
                                
                    
                    
                     Mientras
                    las fuerzas angloamericanas arrojaron sobre Alemania casi
                    2.000.000 de toneladas de bombas, sobre Inglaterra cayeron,
                    incluyendo las armas “V”, poco menos de 75.000
                    toneladas. Estas cifras reflejan claramente la enorme
                    desproporción de fuerza y violencia con que fueron
                    golpeadas las poblaciones germanas. El objetivo de la
                    estrategia de bombardeo masivo, llevada a su máxima expresión
                    por Sir Arthur Harris, era destruir la moral de la población.
                    En Londres se sabía que estos bombardeos no cumplían su
                    objetivo, pero a pesar de ello, se siguió castigando a la
                    población civil.
                    
                      
                    
                     Una
                    pregunta que surge, es lo que habría ocurrido si el poderío
                    anglo-estadounidense hubiese actuado desde el principio
                    contra objetivos militares, fábricas y redes de transporte.
                    Historiadores y estrategas coinciden en que la guerra
                    hubiera terminado un año antes, y que las tropas aliadas
                    hubieran podido ocupar la totalidad de Alemania y el resto
                    de Europa Oriental. Pero el hecho de que los aliados
                    occidentales mantuvieran la idea de que la guerra finalizaría
                    mediante bombardeos masivos sobre civiles indefensos, no sólo
                    retrasó el fin del conflicto, sino que también permitió
                    que la URSS se adueñara de todo el Este de Europa
                    originando así un problema político-militar de proyección
                    mundial y de efectos completamente negativos para los países
                    que se vieron sometidos a la brutalidad, a la falta de
                    libertad, a la violencia, a los crímenes y a la miseria
                    bajo la terrible dictadura del terror impuesta por Stalin,
                    bajo la bota del Ejército Rojo y del comunismo.
                    
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                            | Frauenkirche  (Iglesia de Nuestra Señora) una vez desalojados los escombros para proceder a su reconstrucción. |  | Durante
                    200 años marcó la iglesia barroca de Nuestra Señora, con
                    su cúpula en forma de campana, la maravillosa silueta de la
                    ciudad artística de Dresde. Construida entre los años 1726
                    al 1743 con el apoyo de donaciones obtenidas de los
                    ciudadanos, los dresdenses la querían de una manera
                    especial, no sólo por ser una maravilla arquitectónica
                    sino también por ser un símbolo de la creencia, de la
                    fuerza y de la unión. La grandeza del conjunto cultural y
                    artístico de la ciudad a orillas del Elba, y con la famosa
                    iglesia Frauenkirche,
                    se hundieron entre los escombros. El aspecto espantoso de
                    las ruinas quemadas y la destruida iglesia se convertiría
                    en lugar para la devoción y la exhortación. Los escombros
                    de esa joya del barroco tardío, se convirtieron en los años
                    de la desaparecida República Democrática Alemana en símbolo
                    de guerra.
                    
                      
                    
                     Tras
                    el derrumbamiento del régimen comunista y la reunificación
                    de Alemania en 1990, se puso en marcha una iniciativa
                    ciudadana para reconstruir la Frauenkirche.
                    Las obras se iniciaron en mayo de 1994 y se recuperaron
                    8.400 piedras ennegrecidas por el fuego, las cuales se
                    midieron, catalogaron y almacenaron. Mediante un programa
                    informático SIG diseñado a medida en gran parte con este
                    fin, se pudo seguir la pista de muchas de estas piedras
                    recuperadas encontrando el lugar original que ocuparon en su
                    momento. De ese modo se rescataron de los escombros 8.400
                    piedras o trozos de ellas, y de éstas se incorporaron 3.539
                    a la fachada exterior. 
                    
                      
                    
                     Los
                    180 millones de euros que costó la reconstrucción
                    procedieron en dos tercios de donativos de todo el mundo y
                    los 60 millones restantes los aportaron el Gobierno Federal
                    alemán, el Estado Libre de Sajonia y el Ayuntamiento de
                    Dresde. Medio millón de euros costó la cúpula y los
                    donaron en el Reino Unido, el país de donde procedían los
                    bombardeos que asolaron la ciudad. La cruz dorada que corona
                    a más de 90 metros de altura la cúpula, fue obra de Alan
                    Schmidt, un artista de Londres y que su padre iba en unos de
                    los aviones que bombardearon Dresde. No fue éste el único
                    símbolo de la reconciliación entre los pueblos. La cruz de
                    clavos del altar procede de la catedral de la ciudad de
                    Coventry (Reino Unido), destruida por las bombas alemanas en
                    1940.
                       Coincidiendo
                    con los 60 años del bombardeo, el 13 de febrero de 2005 se
                    inauguró por último el interior de la Frauenkirche
                    en una ceremonia silenciosa. Reabrió sus puertas el 30 de
                    mayo de 2005 con una solemne ceremonia a la que asistieron
                    1.700 invitados, y otras 50.000 personas que se congregaron
                    fuera del templo. 
                    
                      
                    
                     La
                    reconstrucción duró algo más de 11 años. El 30 de
                    octubre de 2005 se volvió a consagrar la iglesia y con ello
                    se le dio su futuro destino como casa del Señor. 
                        (fotografía) |  
                    
                    
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