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             Por
            don Ángel Garralda. 
             
             
            
              
                
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             Así pregunta el PSOE ahumado por el incienso
            de sus capellanes. No me callo, responde la Iglesia, porque Cristo
            no se calló, más bien se  jugó
            la vida a la hora de llamar a quien corresponde, aquello de
            “Sepulcros  blanqueados”
            y “Raza de víboras”. A partir de entonces, iban a por él, lo
            que sucedió cuando llegó la hora del poder de las tinieblas. 
            La Iglesia, esposa de Cristo, no puede
            quedarse muda ni por cobardía ni por falta de fe ante los grandes
            ataques que recibe la familia cristiana en España, por parte de la
            masonería perfectamente adiestrada. Y lamento que tantos ciegos no
            lo quieran ver. De sobra sabía Cristo que, por usar con valentía
            el látigo de la verdad, se ganaba a pulso, denunciado por el Sanedrín,
            el griterío “demócrata” de “Crucifícale”, por político
            contra el César y por blasfemo al llamarse “hijo de Dios”. 
            El mismo griterío “demócrata” se ha
            levantado estos días en medios de comunicación afines al PSOE
            contra la Iglesia, ante el arrollador argumento de dos millones de
            manifestantes católicos presididos por sus obispos y cardenales a
            favor de la familia cristiana, al son de “Aborto, no”,
            “Divorcio exprés” tampoco, exigiendo, en vísperas de promulgar
            la ley de la eutanasia, que el Gobierno laicista se propone, el
            respeto al derecho inalienable de los padres a la educación moral
            de sus hijos. ¡Bendita la hora en que, desaparecidos los obispos
            cobardes, tenemos obispos valientes espoleados por Juan Pablo II y
            Benedicto XVI a la par! Por algo Felipe González dijo en su día
            que “Juan Pablo II no se mordía la lengua para hablar”. Y, por
            algo, el Gobierno laicista de turno no deseaba que el cardenal
            Ratzinger llegara a ser Benedicto XVI.
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            ¡Bendita la hora en que, se reconoce que los
            arrumacos de Tarancón a la izquierda, enemiga de la Iglesia, no han
            servido para nada bueno y sí para la burla a la Iglesia en España,
            a pesar de pretender cobrar tantos méritos a la hora de la transición,
            en virtud de tantos deméritos hacia quien más la benefició! 
            Pero, ¡cómo les ha
            dolido que la Iglesia de España haya sido capaz de, previa
            convocatoria de sólo cuatro días, congregar en Madrid dos millones
            de personas, en plena Navidad, un 30 de diciembre, con el frío del
            Guadarrama asomado en todas la esquinas de la capital, cuando a los
            pies sólo les interesa calentarse junto al brasero. 
            Creían que la tenían
            acorralada en las sacristías sin el coraje de los apóstoles,
            muerta de miedo como en tiempos de la República, atemorizada por la
            espada laicista de ZP, cuando de repente, les sorprende con la
            espada en alto de la verdad revelada sobre la familia cristiana. No
            esperaban una Iglesia en pie con dos millones de gargantas
            defendiendo la vida, el derecho más fundamental; derecho que roban
            a 106.000 niños, que se sepa oficialmente, asesinados el año 2006
            legalmente antes de nacer, de cuyo asesinato, 290 al día, el dignísimo
            P. Ángel García, que tanto defiende al PSOE por la cuenta que le
            trae, no dice una sola palabra. Una Iglesia, ahora tan criticada
            como criticado fue Juan Pablo II por ciertos curas que, en virtud de
            su ideología, arremeten contra los cardenales que bendijeron,
            promocionaron y presidieron la manifestación auspiciada por Kiko
            Argüello, el mismo que llena los Seminarios que el clero progre
            procura dejar vacíos. 
            A mi no me
            entristece que don José Blanco, alias cariñosamente “Pepiño”
            amenace con borrarse de cristiano. No te borres. 
            ¿¡Qué va a ser de la Iglesia española sin tu antorcha
            encendida en la estrella de Compostela?! No la dejes como una
            barcarola en la Costa da Morte entre peñascos rota sin tu luz en el
            faro de Finisterre. A mi no me entristece que el embajador de España
            ante la Santa Sede,  D.
            Francisco Vázquez aplauda el “puñetazo” de ZP contra el
            episcopado e intente cerrar el pico de los que exponen la verdad sin
            disimulo en la COPE. Más le valiera, él tan cristiano, dar el puñetazo
            en el morro de quien tanto destruye el sentido de la familia, después
            de 2000 años de cristianismo, en base a la fe recibida de nuestro
            Padre, Santiago, el “hijo del trueno”. A mi no me entristece,
            antes me provoca risa, la cara de feroche que puso el Sr. Chaves de
            Andalucía, exhibiéndose con una rabia cruel, como recién salido
            del toril con los pitones sin afeitar. 
            Lo que me entristece
            es todo lo contrario a la alegría de disfrutar viendo a dos
            millones de cristianos junto a los cardenales Rouco, García Gasco y
            Cañizares a favor del matrimonio indisoluble como comunidad de vida
            y amor, frente a tantas amenazas de abortos, divorcios exprés, los
            mal llamados matrimonios homosexuales que atentan contra la esencia
            y la verdad del matrimonio, investigaciones con células madre
            embrionarias y restricciones del derecho inalienable de los padres a
            la educación moral y religiosa de sus hijos y contra el anuncio de
            la implantación de una futura eutanasia… 
             
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