EN LA MUERTE DE FRANCO

 

Por José Mª RUIZ GALLARDON

 

Hablar, escribir de Francisco Franco en estos momentos de orfandad nacional es doloroso y triste. El no lo hubiera querido. Huía del halago, de la pompa. Su casa de El Pardo, y antes las del Cuartel General de Burgos, de Salamanca y Cáceres, dicen de su único acomodo en la austeridad. Fue un soldado, un gran soldado. Amó enfebrecidamente a España. ¿Se equivocó? Acaso en ocasiones, pero acertando siempre en lo principal. Que la Historia juzgue al último Grande de una época de grandes. Aunque si él me oyera, si él pasara sus ojos por estas líneas, estoy seguro que no serían de su agrado. "Hay que seguir, muchacho", me dijo un día muy frío en la Salamanca de 1937, siendo yo niño. "Hay que seguir, amando a España ..."

¡Amando a España ...! Como la ama el Rey Don Juan Carlos, por hijo de su padre, de quien lo aprendió. ¿Hay que seguir?... ¡Pues adelante! Porque hoy es ya el futuro.

Entonces, una muy simple reflexión. Esta:

¿Quién es capaz en estos importantes momentos de levantar bandera que no sea la de la paz y la unidad? ¿Quién hará primar sus intenciones, individuales o de grupo, sobre los de la nación entera? Porque ese es el peligro, el único peligro de la hora actual. No otro. No es momento de exigencias, sino de transacciones. No es caso de enfrentamientos, sino de compromisos. El que no sepa o no quiera ceder en lo menos, para aunarse en lo más, hará el mayor de servicio a España. Es la hora de la instancia suprema a la solidaridad. Alrededor de lo que tenemos como vinculo de unidad, de paz y de futuro: la Corona, encarnada por un hombre joven que sabrá conjugar en su acción las dos fidelidades esenciales exigibles: a la Historia, y al porvenir de su pueblo, de España, que continúa.


Estas líneas, sí, hubieran sido del agrado de Francisco Franco. Ahora, quizá me habría sonreído. Y, acaso, musitara muy en voz baja: "Así, así: amando bien a España, como la amó tu padre".

ABC. 21 de Noviembre de 1975


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