UN LEGADO DE ESPERANZA

 

Por Antonio BARRERA DE IRIMO

 

Son estas horas dominadas por la emoción y, por tanto, poco propicias para intentar acompañar los sentimientos con argumentos de razón que den toda la dimensión que para la vida de un pueblo desde sus más diversas perspectivas tiene una figura de la proporción histórica de Francisco Franco.

Pero es, sin embargo. esta una ocasión excepcional para decir y decirnos cuál es la hondura con que su voluntad de gobernante se hace voluntad de un pueblo :v se sobrepone a la lógica de las cosas con ímpetu sobrecogedor.

Algún día con sosiego habrá de hacerse la disección del «milagro» económico español. pero tengo por seguro que por encima de los episodios que compone la historia de la economía mundial de este dilatado período, ondeará la voluntad perseverante y la fe rotunda que en esa España mejor y posible puso Franco frente a los pesimismos y las tibiezas de los más clarividentes y responsables.

La España del fatalismo y de la frustración económica. la de la «decadencia y el desastre». la que alienta en nuestra literatura bajo el espectro de la pobreza, la que disimula bajo tantos tópicos su radical desconfianza en su propia capacidad y destino, es hoy de la mano y por el afán de este español excepcional. no ya un país más o menos rico, sino y sobre todo un pueblo entrenado en el progreso, sabedor de su capacidad de esfuerzo y de conquista.

Sobre las coyunturas económicas, los programas. las medidas y los planes, Franco mantuvo siempre inalterable su voluntad y confianza en el progreso económico de España. Desde la economía de guerra hasta la del consumo de masas: desde la autosuficiencia hasta la liberalización comercial; desde la escasez endémica de capitales a los más ambiciosos compromisos de inversión; a lo largo de cuarenta años no hubo un sólo quiebro en su línea de ideales.

Conocidas son sus convicciones que aplicó afanosamente al servicio de España sin ceder al oportunismo ni al éxito político; renunciando Incluso con inestimable sacrificio a ilusiones vivamente sentidas pero disciplinadamente supeditadas a su propio orden.

Su respeto a la política presupuestaria. su dedicación a la consolidación de las reservas exteriores, el mantenimiento a ultranza de nuestro crédito internacional y tantas otras piezas clave de su quehacer económico ha sido frutos de un afán ambicioso y previsor cimentado en la lección histórica de nuestras pasadas quiebras y debilidades.

El pueblo español creyó v sirvió este mensaje y hoy encuentra como herencia inestimable del estadista de excepción esta confianza en su capacidad probada sin auxilios externos ni eldorados interiores. Vencido nuestro multisecular complejo de impotencia, esa confianza es promesa de futuras conquistas.

Franco amó y soñó a España redimida de su carga de pobreza. Creyó a despecho de tantos en su propio empeño y demostró que sobre las teorías y las estrategias de la técnica prima siempre la responsabilidad y el merecimiento de los pueblos.

Durante cuarenta años sostuvo al nuestro en una larga marcha que será para los siglos una lección ejemplar y para los de nuestra raza fundamento imperecedero de su vocación de destino sobre la Tierra.

ABC. 21 de Noviembre de 1975


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