EL SOLDADO FRANCISCO FRANCO

 

Por Manuel DIEZ ALEGRÍA.

 

«Old soddiers never die, they only fade away»  «Los veteranos no mueren, sólo se desvanecen», dice una antigua balada militar inglesa. Si el norteamericano general Mac Arthur pudo aplicársela en su emotivo discurso ante el Congreso al haber sido destituido de su mando, aún más parece atribuible al Generalísimo Franco, al que solo tras una lucha titánica ha rendido la muerte. La estampa del veterano Francisco Franco, aunque el paso del tiempo pueda difuminarla no morirá nunca en la Historia de España.

A esta Imagen de soldado quiero dedicar estas mal pergeñadas cuartillas, tan pobres de calidad como hench1das de emoción. No al Franco político, al Presidente de Gobiernos y Jefe de Estado, protagonista de la Historia Universal. Es ésta una dimensión que no pretendo alcanzar. Ni siquiera al cristiano, al hombre de familia ni al simple ser humano, aspectos todos en que él destacó.

Pero nadie como un soldado puede pesar en su corazón la valía de otro, y el mío rebosa de emoción al evocarla en esta hora. Recordando simplemente que la última vez que le vI, el pasado julio, al repasar servicios pretéritos me dijo simplemente: «Usted es un soldado», despertando en mi con ello las reminiscencias de toda una vida y haciendo latir acompasadamente nuestros corazones. Porque irremisiblemente un soldado más moderno, si de veras lo ha sido, ha tenido que conformarse, aun sin conciencia de ello, al ejemplo de virtudes militares que Franco practicó y que nos lega a los hombres de armas españoles como un paradigma inmarcesible.

Es la del amor patrio la que corona a todas. Franco es un ejemplo de veneración por España, a la que consagra su existencia, en la que piensa al morir y que preside todas las acciones de su carrera militar. Conservo sus Instrucciones personales que una vez me entregó al marchar al negociar con los militares norteamericanos y en las cuales la preocupación patriótica se refleja sobre todas.

El Oficial Franco fue en todo momento un hombre de honor. Nunca faltó a su palabra y aun en la vida azarosa de la guerra su conducta fue ejemplar. Pocos como él han sentido la llamada del deber que le lleva una y otra vez al combate, posponiéndole sus
grandes amores: su madre, su esposa.

Es un canon su concepto de la disciplina, esa virtud, columna vertebral de los ejércitos y las naciones, que -y son sus palabras- «reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando».

Legendario fue su valor personal. Dejemos que nos lo diga Arturo Barea, testigo presencial, encarnizado adversario suyo y de la España que rigió. Nos dice en «La forja de un rebelde», publicada fuera de aquí: «Franco se pone a la cabeza y... bueno, es alguien que tiene riñones, hay que admitirlo. Yo le he visto marchar a la cabeza de todos, completamente derecho, cuando ninguno de nosotros nos atrevíamos a despegar los morros del suelo, de espesas que pasaban las ballas... Te quedabas allí con la boca abierta, esperando que los moros le llenaran de agujeros a cada momento; y a la vez asustado de que lo hicieran porque entonces estabas seguro que echabas a correr.»

Pero no era el suyo un valor ciego, Impetuoso, irrefrenable. Aceptemos otro testimonio difícilmente recusable, el de Indalecio Prieto. «Le he conocido -nos dice- cuando era comandante. Le he visto pelear en África; y para mi el General Franco... llega a la fórmula suprema del valor, es hombre se. reno en la lucha.»

Esa serenidad, ese realismo Inconmovible, cualidad suprema de los grandes jefes, el General Franco lo atesoraba. Recuerdo una tarde de despacho en que me contaba con efusión algunos detalles de la famosa entrevista de Hendaya. Hitler le asía expresivamente el antebrazo, ponderándole el brillante papel de España en el mundo nuevo que los suyos Iban a crear. Y con el pensamiento siempre en esa España, en la que tantos deseaban entonces lanzarse locamente a la suicida aventura, Francisco Franco permanecía cortés pero Inconmovible.

Franco tambIén ha sido escritor, pero, para no salirme del marco que me he impuesto. sólo quiero citar dos obras técnicas a él debidas: «Comentarios al reglamento de grandes unidades» y «A B C de la batalla defensiva», que, publicadas durante las contiendas española y mundial, vinieron a llenar en el momento un gran vacío doctrinal.

Con estas cualidades, el General Franco fue un extraordinario pedagogo militar, un gran forjador de hombres. Basquets nos dice que de los 700 cadetes que procedentes de la Academia General Militar subsistían en 1936, sólo 34 no formaron en las filas nacionales. Definitiva prueba de la eficacia de un método y de un ejemplo.

Bastan ya estas líneas que no aciertan a expresar ni aun levemente la marejada de los sentimientos. ¡Que los militares españoles pongan toda la abnegación de que su espíritu es capaz en emular a distancia los ejemplos que en su vida militar nuestro adalid Francisco Franco a todos nos legó!.

ABC. 21 de Noviembre de 1975


PÁGINA PRINCIPAL

ATRAS