EL ULTIMO SERVICIO A FRANCO

 

Por Licinio de la FUENTE

ESTOY escribiendo estas líneas al regreso de la Residencia de La Paz, y mientras se desarrolla, tal vez, el último combate de su batalla frente a la muerte; una batalla que ningún hombre puede ganar, definitivamente, y que él está librando tan dramática como serenamente, defendiendo en términos increíbles ese bien, que no es suyo porque es de Dios y de España: su vida.

No sé si cuando estas líneas puedan leerse en letra impresa, esa batalla estará definitivamente decidida, pero pienso que son válidas cualquiera que sea su resultado e, incluso, si las espadas siguen en alto. De uno u otro modo, todo parece indicar que en breve espacio de tiempo vamos a enfrentarnos, si no nos estamos enfrentando ya, al posfranquismo.

Y esto es algo muy importante para España, para todos los españoles. Lo más importante que ocurre desde hace casi cuarenta años y lo más importante, seguramente, de lo que pueda ocurrir en lo que queda de siglo, porque todo lo que ocurra en los próximos años, de una u otra forma derivará de este hecho fundamental, no menos decisivo por esperado e inevitable.

Toda una época de la Historia de España, de nuestra vida, de la tuya y de la mía, lector, de la de todos, está a punto de cerrarse; y otra nueva se abre ante nosotros. Podemos no darnos cuenta los primeros días, los primeros meses (yeso será lo mejor que pueda ocurrirnos); pero cuando veamos con perspectiva este momento, tengo la seguridad de que tomaremos conciencia clara de ello. A la etapa inolvidable de Franco sucederá la etapa del Rey, que por fuerza tiene que ser distinta. Muchas cosas van a cambiar, tienen que cambiar y es conveniente que cambien. Porque si no cambiara nada, la situación política no se adaptaría a la nueva situación institucional, y ello no sería bueno para nadie.

El cambio es necesario, seguramente inevitable y puede ser bueno para España. Lo importante es que el cambio no afecte a los cimientos de esta convivencia creadora y pacífica que ha costado tanto levantar; lo importante es que el cambio no "arrastre ni los valores permanentes de España, ni las conquistas de estos años, que tan positivamente han cambiado la faz de España. El cambio tiene que ser congruente con la situación, y con todo lo que la situación tiene de apoyo en el pasado y de proyección en el futuro; tiene que ser racional y lógico, acorde con la problemática real del país, y no pura improvisación! doctrinal y menos intento revanchista; tiene que ser prudentemente dirigido, y no alocada, incontroladamente provocado.

Desde mi profunda lealtad a Franco, me atrevo a hablar de cambio, de evolución, cuando todavía mi corazón está latiendo con el suyo, y mi vida esta acongojada por la posible proximidad de su muerte.

¿Y por qué hablo de cambio, de evolución, y no de continuidad? Precisamente en función de la continuidad, hablo de evolución y de cambio.

Porque quiero la continuidad de una España en paz y en progreso constante, hablo de evolución y de cambio.

Porque la continuidad de la etapa de Franco es la consolidación y el triunfo de la etapa del Rey, hablo de evolución y de cambio.

Porque la continuidad de la mejora de la calidad de vida de los españoles, de todos los españoles, exige reformas y perfeccionamientos políticos constantes, pero los impone muy especialmente al consolidarse la Sucesión, hablo de evolución y de cambio.

Va a hacer muy pronto veinte años de mi primer servicio importante a España a las órdenes de Franco. En la congoja de estos días, y muchas veces en la vigilia de estas noches, iba y venia por mi cabeza la idea de un último servicio, en el último momento, al hombre que tanto ha hecho por España, al hombre que ha dado todo un sentido a mi propia vida, como a la de tantos españoles.

Y pensaba en un acto de servicio vivo, radicalmente leal, aunque tuviera más riesgos, y aunque pudiera incluso ser mal interpretado. Tenía que ser algo más que la expresión de una lealtad formal, traducida en la exaltación de su biografía, de sus realizaciones, de su excepcional talento de gobernante. y me han salido estas palabras: evolución y cambio, al tratar de expresar, desde mi corazón y desde mi inteligencia, mi lealtad.

¿Cómo podemos ser más leales a Franco? ¿Defendiendo con intransigencia lo que ha sido el modo de ser y vivir político de España, mientras él la ha dirigido? ¿O promoviendo el máximo desarrollo social y democrático de nuestro sistema institucional, y facilitando las reformas necesarias para hacer posible el triunfo y la consolidación del Rey, que él ha querido que sea el eje de la Sucesión, y en cuyo triunfo va implícita la paz y el progreso de España tal vez por muchos años?

Cuando tantas veces he hablado de José Antonio, siempre he dicho que la mejor manera de ser leal a su figura, no es el recuerdo mimético de su vida, de sus gestos, de sus actitudes o afirmaciones circunstanciales, sino el servicio de sus ideales de unidad, de justicia social y humanismo político. Así, también, entiendo que la mejor manera de ser leal a Franco es ser leal a España y a su futuro, no a talo a cual frase, no a talo a cual aspecto concreto de una organización política que él mismo ha cambiado varias veces en su vida, en función de las circunstancias. Si hay algo que defina, más que ninguna otra cosa, la irrepetible figura de Franco es su concepto de servicio a los supremos intereses de España, por encima de cualquier otra consideración personal o instrumental. y no seremos del todo leales a su ejemplo si no somos capaces de ser lo mismo.

¿Seremos capaces, sus leales, de sacrificar, si es necesario, con generosidad, lo circunstancial, lo contingente, lo no esencial, de su obra y su sistema político, para defender lo esencial de su lucha por la unidad, la integridad, la justicia, la paz y el progreso de España.

El Rey necesita una amplia base de apoyo popular promovida a través de la más activa participación del pueblo. Y no podrá reinar desde la misma e idéntica articulación política, ni con el solo contexto de personas con que ha gobernado Franco; porque la Propia Constitución, los cambios sociales y generacionales, la realidad de la vida en este momento y las expectativas de futuro requieren otra cosa. Y hay que facilitar y estimular en el momento de la Sucesión esta difícil y delicadísima tarea de ampliación de bases y apoyos, de reformas y cambios, tarea que hay que realizar con la máxima prudencia, pero que no puede dejar de hacerse.

Considero de todo punto necesario que seamos capaces de promover y articular los perfeccionamientos, desarrollos y cambios necesarios, desde las bases firmes de la legalidad en que se apoya la seguridad de vida del pueblo, precisamente para evitar que ésa legalidad se ponga en trance de revisión total, como pretenden algunos, abriendo con ello un abismo de incertidumbre y de riesgo para el futuro de los españoles. Y me gustaría que podamos ser también capaces de unirnos, con nuestras naturales diferencias de criterio, todos los que queremos una convivencia democrática, sin extremismos ni violencias, para trabajar juntos con el Rey en el futuro de España.

Para ello hace falta mucha generosidad por parte de los que estamos más comprometidos en el sistema y por parte de los que están menos o no se sienten ahora comprometidos. Si todos no renunciamos a algo, será difícil que lleguemos a entender- nos. Y es necesario un amplio entendimiento nacional en esta hora de España, desde la derecha a la izquierda, con la sola exclusión de marxismos o totalitarismos de cualquier clase, que por su propia naturaleza excluyen un verdadero pluralismo democrático y auténticamente nacional.

En estos momentos dramáticos, el pueblo español está ahí sereno, expectante y dolorido por la posible pérdida de quien hasta ahora con tanta sabiduría y prudencia ha sabido dirigirlo. Mando al Príncipe, que pronto será Rey, con los ojos abiertos a la esperanza de que el mañana no será peor, sino mejor que hoy. Inquieto ante las reacciones de la clase política, de la que tiene derecho a esperar orientación y ejemplo.

Tenemos que dar a ese pueblo la paz y el orden que necesita para seguir trabajando, progresando.

Tenemos que dar a ese pueblo confianza en el futuro para que pueda emprender y crear.

Tenemos que dar a ese pueblo justicia social, que quiere decir mayor igualdad de oportunidades, mayor igualdad de promoción social y mayor participación política.

Esto es lo importante, y hay que hacerlo defendiendo lo que haya que defender y cambiando lo que haya que cambiar.

Mi General. Cuando la última y definitiva batalla rinda "la espada mas limpia de Europa”, pienso que miles, millones de voluntades, como otras tantas espadas, seguirán levantadas para hacer honor a la espada rendida a la muerte; para seguir trabajando y peleando por España. Y pienso que vamos a pelear no defendiendo, sino atacando, no encerrándonos detrás de las murallas, sino saliendo a campo abierto, donde está el pueblo; para ganar las batallas del pueblo, las batallas de España, y no
para defender las posiciones de nadie. Me gustaría que ese fuera nuestro último servicio, mi General.

En la noche del 19 de noviembre de 1975


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