¡FRANCISCO FRANCO!

 

Por José Luis TAFUR

¡Presente!, gritarían millones de voces si pudiera llegar a él el homenaje de fidelidad.
Tanto más honrosa cuanto que no queda lugar para el premio.

«Único Jefe de Estado que logró detener ante sus fronteras las divisiones acorazadas de Hitler», ha resaltado un Ilustre escritor. Sólo por este hecho le debería gratitud el mundo occidental y por descontado todos los españoles. Pero ese «noveno» de gratitud -que resalta el Evangelio de los diez leprosos curados- acusa la ruindad del corazón humano.

Un rápido itinerario de su hoja de servicios nos revelaría al Jefe en el que siempre confiaron sus tropas, desde las columnas africanas hasta las de difíciles y arriesgadas operaciones; también la lealtad al mando con la carta al ministro de la República, Casares Quiroga, meses antes del Movimiento, Iniciado cuando en verdad no quedaba otra solución para salvar a España.

Político, sin otros medios que su ganado prestigio 'para aunar y compaginar la natural tendencia al clan y a la desunión característica de los españoles.

Imperturbable ante el riesgo, paciente ante la dificultad, constante en el amor a España.

«Es el único que ha hecho algo por el obrero de cómo vivíamos a cómo vivimos...”; tal fue el comentario oído en un mercado popular.

Creyente sin ostentación, ha sido un Caudillo cristiano que obtenía de la oración di acierto de sus más difíciles decisiones.

Cientos de periódicos han escrito su biografía, pero el juicio sólo podrán darlo los futuros historiadores cuando los hechos confirmen muchos de los juicios y previsiones formulados por el Generalísimo.

Como español sobresaliente no podía ser ajeno a las salpicaduras de la «leyenda negra» que azota a España siempre que surge con rasgos de personalidad propia. No importa la falsedad; la «opinión" atiende hoy exigencias electorales, como ayer las comerciales; y ambas «no pueden» posponerse a la verdad.

Entre la estrategia del enemigo y la futurología de los políticos, caen en la «redada” españoles de buena, mediana y mala fe que otrora fueron los «afrancesados» y hoy son -con diversos y seductores nombres de «homologación» con Europa-, sin que veamos un lúcido análisis selectivo (chequeo al menos) de lo que podemos importar sin merma de la verdad y de la utilidad.

Franco ha sacado al pueblo español de su postración, en milagro no menos social que económico, con el vació, la pasividad o la hostilidad de quienes exigen sin dar y favorecen al enemigo cuando es más fuerte o calculan que al fin triunfará.

Pero de esta «hechura» no es el pueblo español. Y por eso llora a Franco y eleva a Dios su oración.


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