A LOS 24 AÑOS DEL 23-F

"EL PRÍNCIPE" DE NICOLÁS MAQUIAVELO


Nicolás Maquiavelo

Este preeminente hombre de Estado e historiador italiano nació en Florencia en 1469, de familia más noble que acaudalada. Recibió una sólida educación humanística, basada en el estudio de los clásicos latinos e italianos. En 1498 fue nombrado secretario de la República Florentina.

Maquiavelo sirvió como embajador del francés Luis XII, del emperador Maximiliano y de César Borgia, de quien se erigió en el amigo de confianza.  

En 1512, al ser exonerado Piero Soderini, gonfaloniero de Florencia, por el cardenal Julio de Médicis, perdió su puesto en la secretaría de Estado. Entonces se retiró con su mujer y cuatro hijos a Albergaccio, cerca de Florencia. Después de pasar el día cazando y charlando con los labriegos del lugar, se dedicaba a escribir y leer la Historia. Finalmente recuperó el favor perdido y en 1520 recibió el encargo de escribir la historia de Florencia. Dedicó esta obra, Istorie Fiorentine, a Julio de Médicis, que había ascendido al trono pontificio con el nombre de Clemente VII. En 1527, al rebelarse Florencia y proclamarse una vez más en república, Maquiavelo no fue considerado lo bastante hostil a los Médicis para seguir ocupando el cargo. Enfermo de pena, según se dice, por el giro de los acontecimientos, murió ese mismo año.

Filosofía política

Maquiavelo vivió en un siglo que contempló el nacimiento del nacionalismo, y fue el primero en usar la palabra estado en su sentido moderno. Contempló el estado como un vehículo del poder a disposición del déspota más bien que como un organismo capaz de procurar el bien moral o material del pueblo. Nicolás Maquiavelo no se distinguió ni por su amor ni por su respeto a sus semejantes.

“El Príncipe”

Es el hito de su pensamiento político, dedicado principalmente a enumerar las medidas políticas que han de ayudar al gobernante a hacerse con las riendas del Estado o mantener un poder adquirido por la fuerza de las armas o la suerte de la fortuna.

Se ha dicho que su teorización política ha tenido por modelo a César Borgia, justificando sus sagacidades, sus picardías, sus mañas sutiles.

“El Príncipe”, con “El contrato social” rousseauniano y “El espíritu de las leyes” de Montesquieu, al que habría que añadir el “Leviatán” de Hobbes, constituyen la tetralogía fascinante de la ciencia política antes de que la economía y la revolución industrial y científica cambiasen el sentido de la convivencia social

El capítulo XVIII de “El Príncipe” y el 23-F

La transcripción de una serie de párrafos del capítulo XVIII, nos pueden dar una visión bastante clarividente de algunos de los comportamientos, hechos y acciones desarrolladas en los acontecimientos del 23 de febrero de 1981.

“¡Cuán digno de alabanzas es un príncipe cuando él mantiene la fe que ha jurado, cuando vive de un modo íntegro y no usa de astucia en su conducta!

[...] Es menester, pues, que sepáis que hay dos modos de defenderse: uno con las leyes y el otro con la fuerza. El primero es el que conviene a los hombres; el segundo pertenece esencialmente a los animales; pero, como a menudo no basta con aquél, es preciso recurrir al segundo. Le es, pues, indispensable a un príncipe el saber hacer buen uso de uno y otro enteramente juntos.

[...] Desde que un príncipe está en la precisión de saber obrar competentemente según la naturaleza de los brutos, los que él debe imitar son la zorra y el león enteramente juntos. El ejemplo del león no basta, porque este animal no se preserva de los lazos, y la zorra sola no es más suficiente, porque ella no pude librarse de los zorros. Es necesario, pues, ser zorra para conocer los lazos, y león para espantar a los lobos; pero los que no toman por modelo más que el león, no entienden sus intereses.

Cuando un príncipe dotado de prudencia ve que su fidelidad en las promesas se convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que le determinaron a hacerlas no existen ya, no puede y aun no debe guardarlas, a no ser que él consienta en perderse.

Obsérvese bien que si todos los hombres fueran buenos este precepto sería malísimo; pero como ellos son malos y no observarían su fe con respecto a ti si se presentara la ocasión de ello, no estás obligado ya a guardarles la tuya, cuando te es como forzado a ello. Nunca le faltan motivos legítimos a un príncipe para cohonestar esta inobservancia; está autorizada en algún modo, por otra parte, con una infinidad de ejemplos; y podríamos mostrar que se concluyó un sinnúmero de felices tratados de paz y se anularon infinitos empeños funestos por la sola infidelidad de los príncipes a su palabra. El que mejor supo obrar como zorra tuvo mejor acierto.

Pero es necesario saber bien encubrir este artificioso natural y tener habilidad para fingir y disimular. Los hombres son tan simples, y se sujetan en tanto grado a la necesidad, que el que engaña con arte halla siempre gentes que se dejan engañar.

[...] Puedes parecer manso, fiel, humano, religioso, leal y aun serlo; pero es menester retener tu alma en tanto acuerdo con tu espíritu, que, en caso necesario, sepas variar de un modo contrario.

Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiere mantenerse, debe comprender bien que no le es posible observar en todo lo que hace mirar como virtuosos a los hombres; supuesto que a menudo, para conservar el orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, caridad, y aun contra su religión. Su espíritu debe estar dispuesto a volverse según que los vientos y variaciones de la fortuna lo exijan de él; y a no apartarse del bien mientras lo pueda, sino a saber entrar en el mal cuando hay necesidad. Debe tener sumo cuidado en ser circunspecto, para que cuantas palabras salgan de su boca lleven impreso el sello de las cinco virtudes mencionadas; y para que, tanto viéndole como oyéndole, le crean enteramente lleno de bondad, buena fe, integridad, humanidad y religión. Entre estas prendas no hay ninguna más necesaria que la última. Los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; y si pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto número el tocar. Cada uno ve lo que parece ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente; y este corto número no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo de sus ilusiones, la majestad del Estado que le protege.

[...] En las acciones de todos los hombres, pero especialmente en las de los príncipes, contra los cuales no hay juicio que implorar, se considera simplemente el fin que ellos llevan. Dedíquese, pues, el príncipe a superar siempre las dificultades y a conservar su Estado. Si sale con acierto, se tendrán por honrosos siempre sus medios, alabándoles en todas partes: el vulgo se deja siempre coger por las exterioridades, y seducir del acierto. Ahora bien, no hay casi más que vulgo en el mundo; y el corto número de los espíritus penetrantes que en él se encuentra no dice lo que vislumbra hasta que el sinnúmero de los que lo son no sabe ya a qué atenerse”.

Determinados aspectos del golpe del 23-F

A buen seguro que algunos de los preceptores del Rey, le hablaron o comentaron este capítulo XVIII de la obra de Nicolás Maquiavelo “El Príncipe”, pues algunos de sus párrafos, principalmente los que hemos señalado en negrita, los aprendió en todo su significado, aplicándolos posteriormente en el golpe del 23 de febrero de 1981. O sea, que borboneó, imitando perfectamente al león y luego a la zorra. 

En el prólogo que Carlos Rojas escribió para el libro “23-F: El golpe del Cesid” de Jesús Palacios, pone en boca de Ricardo Pardo Zancada: “Es mucho lo que siempre ignoraremos acerca del 23-F”. El teniente coronel Antonio Tejero Molina pedirá en su juicio que alguien le cuente la verdad acerca del 23-F. El general Sabino Fernández Campo, secretario entonces de la Casa Real y vencedor de la asonada junto con el monarca, me escribió a veces preguntándose –con una pizca de ironía asturiana, que comprendería su paisano Gaspar Melchor de Jovellanos y no se le escaparía a un florentino tan incrédulo como Nicolás Maquiavelo– cuál sería el sentido y la verdad de todo lo ocurrido aquel día y la vasta conspiración que lo precedió. Determinados aspectos del golpe jamás serán conocidos”

En un artículo titulado “El rompecabezas del 23-F”, que publicó el diario ABC, el mismo Sabino Fernández Campo, escribió: “El que busca afanosamente la verdad corre el riesgo de encontrarla”.

Amadeo Martínez Inglés en su libro “23-F. El golpe que nunca existió”, escribe: "En el otoño de 1980, La Zarzuela, para tratar de desmontar el golpe duro “a la turca” que los tenientes generales franquistas preparan para la primavera del año siguiente, encarga al general Armada, la puesta en marcha de la solución política que enseguida llevaría su nombre: la “Solución Armada”, y que consistía en ir a un Gobierno de concentración, unidad o salvación nacional presidido por un alto militar (el propio Armada), con carácter temporal (dos años), formado con representantes de los principales partidos políticos (socialistas y centristas, básicamente) y consensuado con la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM).

[...] Curiosamente, al salir mal la llamada “Solución Armada” por la alocada actuación de Tejero, el 23-F resultante (la reconducción de la reconducción), con el Rey ya en contra de esta maniobra, resultó todavía más reconfortante para la salud de la democracia y la Corona españolas que lo que nunca hubieran podido soñar los más optimistas colaboradores de Armada pues, entre otras cosas, desactivó en una sola tarde-noche el peligro golpista que, de haber salido bien la opción del general monárquico, se hubiera tardado por lo menos dos largos años en conculcar.

[...] Es decir, el 23-F, aun fracasando en sus planteamientos iniciales, triunfó rotundamente en su fin último: la salvación de la democracia española y la Corona".

Artículo de Javier Ortiz en “El Mundo”, sobre el libro de Martínez Inglés

Acerca del libro de Martínez Inglés, el periodista Javier Ortiz escribió en “El Mundo” (10/II/2001) un artículo titulado “El 23-F y el Rey”. Recuerda que su autor en el año 1990 fue encarcelado y apartado del Ejército –en los tiempos de Narcís Serra– por haber defendido públicamente la profesionalización de las Fuerzas Armadas, y que posteriormente estuvo asesorando a Izquierda Unida (IU) en asuntos de Defensa. 

[...] En lo que se refiere al plan conocido como la “Solución Armada”, aporta datos y detalles concretos que, en el caso de ser ciertos, evidenciarían la implicación directa y personal del Rey en la frustrada aventura político-militar del general Alfonso Armada. Ante lo cual, yo me digo que, una de dos: o Martínez Inglés se ha inventado lo que cuenta, en cuyo caso la Fiscalía debería actuar rápidamente y de oficio contra él, por difamador y libelista, o las informaciones que proporciona son verdad en lo esencial, en cuyo caso el titular de la Corona queda en una posición altamente comprometida. Porque, de creer a Martínez Inglés, el Rey estuvo conspirando con el propio Armada –viejo colaborador suyo– y con el entonces capitán general de Valencia, Jaime Miláns del Bosch –otro reputado monárquico–, para que el Ejército diera un “golpe de timón” que variara el rumbo de la política española al margen de los medios que la Constitución prevé para ello.  

[...] Ya digo, que una de dos: o el coronel miente en los puntos clave de su relato, o dice la verdad. En ambos casos debería producirse una reacción. Sería ridículo hacer como si todo eso no se hubiera publicado, negro sobre blanco.

Pero, no sé: algo me dice que el silencio –por muy ridículo que resulte– volverá a ser una vez más la gran respuesta nacional”.

EDUARDO PALOMAR BARÓ

 


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