EL JUICIO Y TODO LO DEMÁS


 

Sigue el Juicio por los sucesos del 23 de febrero de 1981. Hasta ahora, por sabido, cuanto han dicho unos y otros, a través de informes y anejos, no ha supuesto novedad ni, en cierto modo, aclaración que conduzca a una previsible solución, aunque en definitiva todo esto compete al Tribunal y el respeto al mismo exige que no se hagan conjeturas acerca de la culpabilidad de los acusados ni, en realidad, a todo cuanto concierne a un juicio, cuyos perfiles, van siendo cada vez más históricos. De ahí que al hablar lo hagamos con esta perspectiva y no otra.

Tras los hechos y los personajes que los interpretaron o vivieron hay siempre algo secreto, misterioso y oscuro. Y, como decimos, compete a la Justicia y no a nosotros desentrañar, en lo posible, razones, causas y motivos por los que se produjo un hecho que conmovió al mundo.

Resulta curioso, sin embargo, observar el desarrollo procesal a través de la Prensa y las reacciones de tirios y troyanos, aunque haya más tirios que otra cosa, y lo mismo en el área internacional. Resulta curioso, por ejemplo, que esas gentes advirtieran en el general Armada al máximo responsable o máxima figura de la lista de inculpados, porque en definitiva su protagonismo para el desenlace de los hechos del 23 de Febrero ha dejado constancia de todos los medios de comunicación, gráficos o escritos; ahora dando la vuelta a la tortilla, tratan de difuminarlo en la exculpación. Se dirá que, en parte, su defensor y sus declaraciones coadyuvan al empeño o cortina de humo, lo que enrarece y dificulta aún más la cuestión. Ahí está la clave de todo. El misterio se centra en esa persona y, por lo mismo, de él va a depender todo, a la hora de los pronunciamientos verbales.

De nada sirven cábalas y suposiciones, ningún tejemaneje dialéctico en quienes estamos y debemos estar al margen de un juicio. Pero, haciéndonos eco de lo que rodea al mismo, con su repercusión en la Prensa y en algunos medios no precisamente de comunicación, tenemos que reconsiderar el asunto y sorprendemos por estos cambios de actitud de algunos, por la emisión de opiniones como las que hace el sedicente jurista Emilio Attard, que ya tuvo la osadía de lanzar una serie de artículos antes del Juicio y todavía quiere influir en el corresponsal del «Times», Mr. Wigg, diciéndole cosas que no le competen y que son de la Justicia.

Otra incidencia curiosa es la que han protagonizado Oliart, Carrillo y Gallego, de resultas de un dato del referido Juicio. Lo que ha permitido poner de manifiesto la falta de autoridad y competencia del titular de Defensa que se brinda a dar explicaciones acerca de los Servicios Secretos del Ejército a unos particulares, aunque haya rubricado su torpeza con otra mayor, la de calificar de rumor un informe.

Así es que, entre unas cosas y otras, el Juicio se hace aún más nebuloso, aunque la luz pueda hacerse pronto en su etapa final. La Justicia es eso.

Por lo mismo, la Justicia o lo que en este caso la representa, el Tribunal militar, no se dejará influir ni por lo que diga la Prensa masónica y libertaria internacional, ni por lo que vomitan sus filiales de España, ni por lo que el tránsfuga Areílza diga, ni por presiones de ningún género. No se va a repetir el caso Sanjurjo, ni el de Nuremberg, ni el de Telaviv, porque lo de ahora es distinto a todo. Y, por eso, si Armada es el hombre clave en el caso, no es menos cierto que algunos etólogos, juristas e historiadores le asignan tal función a Tejero. Pero, repetimos, son los miembros del Tribunal quienes lo decidirán al margen de todo y solamente conscientes de hacer justicia con unos compañeros. La Historia lo dirá.

Fuerza Nueva. Nº 792. Del 13 al 20 de marzo de 1982.


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