LO QUE ME PREOCUPA


El síntoma tal vez más característico de la debilidad del sistema actual y de su Ejecutivo queda perfectamente dibujado a través de las explicaciones de Oliart a Santiago Carrillo acerca del informe del CESID que acusaba a Ignacio Gallego. Nadie ha ofrecido, ni siquiera por decoro, una aclaración al poder judicial por la supuesta persecución del juez Varón Cobas por el mismo servicio de inteligencia militar. Se ha hecho público, en este caso, un desmentido oficial en quince líneas de teletipo y santas pascuas. Así se ha despachado a una personalidad que ha sufrido, al menos informativamente, un serio contratiempo. El ministro de Defensa, sin embargo, ha caído en la tentación, con los comunistas, del miedo al qué dirán o al qué harán, cuando ni pueden decir ni pueden hacer puesto que de momento ya lo han dicho y hecho todo. Han quemado conventos, iglesias, cuarteles, casas particulares -yeso cuando aún eran del PSOE-; han perseguido, torturado, delatado, asesinado... ¡Qué diantres es lo que tiene que explicar el señor ministro a estos señores!

Creo que ningún país en el planeta ha conseguido lo de España: Mantener en la vida política los mismos protagonistas de horribles responsabilidades históricas embanderando y propagan- do, con diversas tácticas, las mismas inquietudes de entonces. No me hago a la idea de una Francia dando cuenta a Petain -así viviese- de porqué un servicio secreto le había acusado de fascista o de traidor a la república democrática. O una Italia oficial pidiendo disculpas a Benito Mussolini -si viviese- de supuestos crímenes de guerra. O no digamos a una Alemania de nuestros días suplicando perdones a Himmler de alguna infiltración más o menos verosímil. Es algo impensable porque median hechos históricos resueltos, sin posible repetición sencillamente porque, primero, a los protagonistas no les han dado oportunidad de vivir para contarlo, y, segundo, porque, de haber vivido, nadie les hubiese otorgado legalidad para facultarles a disputar por las mismas ideas, es decir, por las causas que trajeron los efectos.

Lo que estamos viviendo en España es insólito. Mientras una vista pública discurre con serenidad, prudencia y respeto al mundo civil, una clase política trapichea acerca de declaraciones sumarial es que ponen a servicios de la seguridad del Estado con el trasero al aire. Y, entretanto, unos cuantos militares con profesionalidad y con heroísmo se van llevando las bofetadas y los insultos de unos señores que viven de la política y que se atreven a juzgarles por su cuenta, lo mismo procedentes del centro, de la izquierda, o de la derecha. Areilza los llama «terroristas» cuando del general Pavía manifestaba este mismo señor, hace más de cuarenta años, que «había prestado un servicio inmenso a la Patria, salvándola de un período de obyección y de sangre, al que estaba abocada de haber seguido en manos de aquel lamentable grupo de tribunos demagogos.» Hay que hacer la salvedad, eso sí, de que entonces José María de Areilzatodavía no era tribuno. No había nacido.

Luego tenemos a ciertos periódicos entorpeciendo el esclarecimiento de los hechos. Si precisamente está en marcha un juicio es para resolver sobre lo sucedido. Yeso sólo se va a conseguir si hay suficiente elegancia moral para conocer, mediante la verdad, todo lo que ocurrió antes de la seis y veinte de la tarde del 23 de febrero. Lo que venga después ya no tiene validez. y de eso es de lo único que nos están llenando las páginas algunos periódicos, una historia, por otra parte, que ya conocemos con pelos y señales. A mí me inquieta solamente una cosa: la preocupación que le embargaba, según Emilio Attard, en el «Ya» del día 4 de marzo, al corresponsal del «Times» acerca de la implicación de la Corona, o el titular de este periódico sueco, liberal e izquierdista, que tengo entre las manos, el «Dagens Nyheter» del 20 de febrero: «Kungen var med», dice en grandes caracteres tipográficos («El Rey tomó parte»). Esto es lo único que me desazona, no sólo por venir del extranjero, sino de determinado ángulo ideológico.

Luis F.-VILLAMEA

 

Fuerza Nueva. Nº 792. Del 13 al 20 de marzo de 1982.


ANTERIOR

PÁGINA PRINCIPAL