EL EJEMPLO DE JUAN PABLO II

 

Por José Antonio Vera.

Han tenido que transcurrir 26 años de pontificado para que algunos se den cuenta de la relevancia de Juan Pablo II, de su coherencia, de su independencia, de ese discurso sólido que no ha cedido nunca a las presiones, que se enfrentaba al poder, que se revolvía contra la injusticia y enarbolaba la bandera del ecumenismo y de la paz. El Papa se ha ganado su prestigio a pulso. Ahora extraña ver gente de la izquierda hablando bien del Papa. Hace un tiempo, todo eran reproches, descalificaciones, soflamas envenenadas de quienes identifican a la religión con el opio del pueblo, de quienes veían en el obispo de Roma a la derecha y recelaban de todo lo que salía del Vaticano porque no creían en el Vaticano ni en la Iglesia ni en los representantes de esa Iglesia. Han tenido que transcurrir 26 años, pero al final muchos de ellos se han dado cuenta de que el Papa merece el respeto que le negaban, la consideración que no le dieron, el reconocimiento que le hurtaron. Juan Pablo II ha llegado a ser el líder más prestigioso del mundo. A sus 84 años, ha hecho un centenar de viajes y se ha pateado los cinco continentes predicando la unión entre los pueblos y la reconciliación de las culturas, sin importar razas, colores, doctrinas o creencias. Lo único que importa de verdad es la reconciliación, que los hombres se acerquen y se entiendan, que hablen el mismo lenguaje y proclamen el mensaje universal de la concordia. Ése ha sido Juan Pablo II. Siempre pidiendo por los que sufren. Siempre contra la guerra. Siempre con su Iglesia. Wojtyla, como le llamaron los comunistas, ha demostrado a los comunistas que no era el Papa de la derecha. Como líder espiritual, ha estado siempre por encima de los partidos y las ideologías. Si criticó y combatió al comunismo es porque el comunismo, que él tanto conocía, había degenerado en una explotación del hombre por el hombre que atentaba contra la humanidad, que no respetaba la libertad individual. Pero el Papa no ha sido un político. Ha movilizado a más gente que ningún político, pero él no ha sido político. No pidió la caída del muro porque estuviera al servicio de los que desde el mundo capitalista clamaban por la caída del muro. Lo pidió porque era lo que procedía. Lo pidió porque el Papa ha estado 26 años condenando las tiranías, clamando contra el terror y la violencia. Lo pidió por convicción, pero no porque fuera el Papa del capitalismo, como le llegaron a calificar los voceros del comunismo. No sabían éstos que las mayores diatribas contra el consumo exacerbado iban a salir de la boca del Papa. No sabían que los más duros ataques contra la sociedad del dinero los iba a realizar el Papa. No sabían que la crítica más severa hacia el mercantilismo la iba a protagonizar el Papa. Juan Pablo II se ha enfrentado a Bus padre y a Bus hijo, los emperadores del capitalismo, con motivo de las guerras del Golfo, y ha sostenido contra el criterio de unos y de otros que las guerras siempre son una derrota para la humanidad. No nos equivoquemos. Que no se equivoque nadie, porque el Papa estuvo siempre con los débiles, no ha sido ni de derechas ni de izquierdas, ni conservador ni progresista, ni reaccionario ni revolucionario, y a la vez ha sido todo eso y mucho más, pues el único interés que le ha movido es despertar las conciencias y hacer el bien. Algunos han pretendido secuestrar al Papa encuadrando sus mensajes en los idearios de los partidos a los que representan. Grave error, porque Juan Pablo II ha dejado claro que no era clasificable. Hay quien se decía seguidor del Papa, pero luego hacía lo contrario que el Papa. Ha  habido mucho aprovechado que ha querido sacar partido de la popularidad del Papa, pero que a la hora de la verdad le importaban poco las proclamas del Papa. Igual que los que se apuntaban al discurso papal porque coincidía con sus pancartas.

Juan Pablo II ha estado siempre por encima de las miserias políticas. Nos ha dado a todos una lección de coherencia. Si se está por la vida, se está contra el aborto y la eutanasia y contra la salvajada de Terri Schiavo, pero también contra la guerra. No se puede estar contra el aborto y a favor de la guerra, ni contra la guerra y a favor del aborto. Eso no es coherencia. No es lo que él predicaba.

Nos ha emocionado ver cómo este anciano débil y enfermo iba de aquí para allá con el mismo mensaje, con la garganta destrozada sin poder comer ni hablar, arrastrando su deber, cumpliendo su obligación, sin faltar a la misa de seis, sin dejar de acudir al balcón a saludar para transmitir con su mirada y con la mano ese mensaje de paz y de justicia que tanto necesitamos y tanto nos reconforta.


La Razón. 02 de Abril de 2.005.-
   


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