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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Declaraciones al representante del «New-Week»

24 de agosto de 1951.

- ¿Cómo ve Su Excelencia la participación de España en la defensa de la comunidad del oeste europeo? ¿Cómo sería mejor la participación de España en esta defensa? ¿Las tropas españolas serían autorizadas para prestar sus servicios en el propuesto Ejército de Europa?

«La participación de España en la defensa del oeste europeo está en íntima relación con el espíritu y voluntad de resistencia de las otras naciones ubicadas en esta área occidental. Si en ellas existiese esa unánime y firme decisión de defensa, tan indispensable, los españoles nos sentiríamos felices y tranquilos, sin que España, colocada en su extremo espolón occidental, tuviese que sentir especial preocupación.

Cuanto más enteras y fuertes se sientan las naciones que puedan unir sus fuerzas ante la amenaza, tanto más fácilmente se disipará el peligro. La guerra es un mal negocio para quien la inicia cuando se sabe ha de tropezar con una resistencia dura y obstinada. Por otra parte, una preparación ideológica frente al comunismo paralela a la preparación militar contribuirá eficazmente a deshacer la amenaza.

Es mucho lo que Europa pierde frente al comunismo por sus divisiones intestinas y por las «quintas columnas» comunistas que operan en el interior de las naciones. Tanto en el caso de que las naciones de Europa puedan defenderse sin el apoyo de España como si las cosas le van mal, ha de tenerse en cuenta que la preparación y el robustecimiento de la fuerza española no sólo pesarán en la balanza, sino que, llegado el caso, y para suerte de Europa y del mundo, pueden ser decisivos. Respecto al empleo de las tropas españolas, éstas tienen las fronteras naturales de su actuación y no suelen ir a donde no se las llama.»

- En vista de los ocho mil quinientos millones de dólares de ayuda financiera ahora pendientes de resolver en el Congreso, ¿qué ayuda económica y política considera Su Excelencia necesaria para las fuerzas de tierra, navales y aire y para la restauración de la economía nacional? ¿Qué apoyo moral y material reportará a España los Estados Unidos como consecuencia de la petición de ayuda que se la ha hecho?

«Los Estados Unidos han considerado que la mejor defensa contra el comunismo en los países de Europa consiste en ayudarles a restaurar su economía y a elevar su nivel de vida. Así es como su plan Marshall ha prestado la ayuda más generosa incluso a j naciones que siempre se distinguieron por su riqueza y bienestar. Mientras tanto. España penosamente y con sus propios recursos viene esforzándose en superar las dificultades inherentes a la posguerra, por lo cual, aunque su marcha es firme, por la limitación de sus recursos se hace forzosamente lenta. En estas condiciones no se pueden espontáneamente afrontar los nuevos sacrificios de otra situación. de emergencia; y si la situación del mundo exige alguna cooperación de parte de España, es obligado ayudarla para su pleno y rápido restablecimiento económico y para su más perfecta preparación militar.

Los cuarenta millones de habitantes de la Península Ibérica, comprendiendo a nuestra hermana Portugal, bien armados, con alto espíritu combativo y estratégicamente colocados, pueden pesar mucho en el concierto del occidente europeo, pagando con creces los sacrificios que se hagan en su favor.

El aumento de la capacidad de compra y de comercio que del restablecimiento económico se deriven favorecerá, además, sus relaciones económicas con Norteamérica.»

- ¿Continuará Su Excelencia manteniendo la opinión que expuso al corresponsal Edward Weintal en 1948 acerca de la actitud de Francia y Gran Bretaña en el desarrollo normal de las relaciones entre España y Estados Unidos? ¿Qué opina Su Excelencia más conveniente sobre estas relaciones con Francia y Gran Bretaña?

«Los hechos demuestran a cada paso que estas naciones han rectificado poco desde entonces. No saben prescindir esos países de los conceptos imperiales de su vieja política. Los prejuicios del reparto de zonas de influencia del debilitamiento de los vecinos en provecho propio Y demás lindezas por el estilo presidieron las relaciones del siglo XIX y la primera mitad del XX, y se quiere que ahora sobrevivan tales arcaísmos. Si a esto se unen las pasiones políticas de partido que los socialistas desatan frente al Régimen español por haber derrotado éste a sus congéneres, se comprenderá mejor la sinrazón de que, pese al dictamen autorizado de los técnicos, la política de esas dos naciones discurra en contra no sólo de los intereses del occidente de Europa, sino de los, aún sagrados, de sus propios pueblos. Se aprovechan de las ventajas que la amistad de los Estados Unidos les ofrece, y, sin embargo, sienten celos de su grandeza y no quieren que España y los Estados Unidos puedan entenderse directamente.

Esta es la prueba más clara de que esos países no han sabido aprovechar las lecciones de la guerra en el sentido de que las naciones en lo futuro serán muy poco aisladamente y que si quieren conservar su independencia y ser respetadas necesitan guardarse lealtad y ayudarse entre si, para que los sumandos que compongan la suma, que es lo único que al final cuenta, sean lo más fuertes y sanos que se pueda.

Por desgracia, su intoxicación política es tan grande que sólo el tiempo y los fracasos podrán abrir les los ojos. La realidad, sin embargo, pesará más que las razones.»

-¿Cómo ve Su Excelencia el desarrollo económico, político y social dentro de un futuro inmediato? ¿Cuáles son las relaciones internacionales que España viene desenvolviendo?

«Por habernos adelantado en quince años en plantear el problema politicosocial y económico de nuestro tiempo estamos más cerca de tenerlo resuelta que los otros pueblos europeos.

El mundo vive una honda crisis politicosocial, de la que en vano las naciones pretenden desentenderse. No es, a nuestro juicio, apuntalando lo arruinado como podrá sostenerse el edificio. Los tiempos nuevos exigen remedios nuevos. No es posible insistir en una oposición sistemática a la evolución politicosocial impuesta por los tiempos. Vivimos bajo una era de signo social que nos demanda remedios eficaces y soluciones rápidas. Desgraciados de los pueblos que se limiten a galvanizar viejos cadáveres.

Una de las características de la civilización es la tolerancia y el respeto a la ideología y a la vida interna de los demás. España, cuando en el año 1936 se deslizaba por la pendiente del comunismo, se planteó a sí misma estos graves problemas políticos, de contenido económico social, de nuestra época. y España ha avanzado en estos últimos diez años más que en el medio siglo transcurrido anteriormente, pese a todas las dificultades acumuladas en su camino. Que hemos superado en estos años las más difíciles pruebas y las más fuertes coacciones, nadie puede ponerlo en duda. y que, gracias al Régimen español, el telón de acero comunista no se levanta en las orillas del Atlántico es también públicamente reconocido. Contrasta esta firmeza y seguridad de que da muestras la nación española con el clima de divisiones y de inseguridad que en otros países se respira. Por causas pequeñas, que a las naciones no interesan en realidad, vemos caer a los Gobiernos y la política de las naciones se muestra ahora escindida. ¿Qué no pasará, pues, en los momentos graves, cuando el problema que se ventile sea el de la propia seguridad, afrontando las pruebas de una guerra?

Las tardías rectificaciones de doctrina que los socialistas europeos han registrado en sus últimos Congresos constituyen el reconocimiento más amplio de la crisis de su propia doctrina.

España, con el sentido ecuménico que caracterizó a sus siglos de oro, se siente con juventud y decisión suficientes para continuar la obra que interrumpieron nuestras guerras civiles. Un sentido histórico la empuja hacia las jóvenes naciones de América, unida a ellas por tantos vinculas, así como hacia los países árabes, cuya vieja cu1ltura dejó en nuestra Patria hondas huellas, y aunque no deserta de su puesto entre las viejas naciones de Europa, le duelen su decrepitud y su materialismo.»

Considerando a Su Excelencia como militar, ¿cuál es la mejor estrategia que Europa y Estados Unidos deben perseguir contra Rusia?¿Cómo piensa Su Excelencia respecto al proyectado Ejército de Europa como fuerza de choque? ¿Este esfuerzo amalgamado será más efectivo que el de los ejércitos nacionales? 

«El Ejército de Europa no podrá ser nunca más que la suma de los Ejércitos de las Naciones europeas.

Lo nacional es lo fuerte y consolidado por la Historia. Es muy difícil crear nuevas nacionalidades: no se  forjan en el papel, ni por la voluntad exclusiva de los gobernantes; es el transcurrir de la Historia, con sus vicisitudes y sacrificios, quien las forja. Una cosa es buscar entendimientos, cada vez mayores, en el área de los intereses comunes e incluso pedir que se pronuncien con una lealtad de reservas que ayude poco a poco a desplazar egoísmos y forjar otro espíritu, y otra cosa muy distinta es pedir imposibles y renuncias fundamentales a los pueblos. ¿Cómo puede pedirse a los alemanes que se desprendan de su sentido nacional, cuando se los mantiene en calidad de vencidos y ven asomar los recelos y las reservas que una historia de luchas ha hecho arraigar en su vecina Francia? ¿Cómo pueden las naciones creer en sus vecinos, si a cada paso tropiezan con traiciones, intrigas y acciones de mala fe?

La mejor estrategia frente a Rusia es ésta: que paralelamente al fortalecimiento militar, se logre asimismo el espíritu económico, político y social de los países de Europa; alentar y mantener el fuego sagrado de la independencia de los países europeos, hoy cautivos del comunismo soviético, sin aceptar los hechos consumados del dominio ruso sobre ellos; hacer llegar por todos los medios al pueblo ruso la declaración solemne de que no se ambiciona ni una sola pulgada de sus territorios; afirmar la voluntad de paz y la buena voluntad hacia él de todas las naciones occidentales, que sólo defienden la independencia de todos los pueblos, por ser el régimen ruso el que a unos atenaza y a otros amenaza; y ayudar, en fin, a todos los pueblos económica y militarmente a resistir al comunismo soviético.»          


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