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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en el Palacio de la Generalidad de Valencia.

27 de mayo de 1952.

Excelentísimos señores y señores todos:

Imaginaos lo complacido que he presidido esta sesión con motivo de la inauguración de este edificio y he escuchado la relación de las obras que tiene planteadas la Diputación Provincial de Valencia para esta nueva etapa. Del examen de todos los puntos, del interés que ellos despiertan para Valencia, de la trascendencia para España en general, se realza la importancia que estos organismos provinciales tienen para la vida del país.

Es verdad que constituye para nosotros una ilusión el alcanzar que las Diputaciones Provinciales obtengan un nuevo esplendor, que pueda emular el de aquellos viejos reinos que constituyeron la base para formar la gran Monarquía, la gran unidad española.

La estructura geográfica del país en que tuvimos la suerte y el honor de haber nacido; el compartimiento de sus comarcas y la falta de comunicaciones en aquella época obligaban naturalmente a que los pueblos y las comarcas vivieran aislados unos de otros, y sólo se uniesen cuando un peligro general a todos amenazaba, y lo mismo que la estructura geográfica imprimió su carácter a los distintos reinos que unió la Reconquista, igual fenómeno geográfico sucedió tras la invasión de los árabes con los reinos de Taifas. España, sin embargo, es un solo cuerpo; España tiene una sola unidad, que nos la representan Y acusan en la vida moderna estos ríos y estas cordilleras estas venas de agua que nos unen: y materialmente nos abrazan, y que, como habéis visto, al inaugurar dos pantanos, uno en tierras de Cuenca y otro en tierras de Valencia, remansan las aguas que, nacidas en otras regiones, fecundan vuestros campos. Son como las venas de España, que no pueden cortarse, por donde corre el oro liquido que da vida a la Nación al fecundar y hacer producir nuestras tierras.

Esta unidad de los hombres y de las tierras de España, conseguida a través de los años, es una obra hija de la Naturaleza, consagrada por siglos de vida en común, unida por el agua de sus ríos, de sus embalses y de sus líneas eléctricas, que, recorriendo la Naturaleza, multiplican y reparten la riqueza a todas las regiones y provincias.

Si a la unidad nos llama la Naturaleza, nos empuja la conveniencia y nos obliga la historia, al mismo tiempo, dentro de esa unidad, somos varios y diversos. y así variadas son nuestras comarcas, sus huertas y los campos, los mares tranquilos que vienen a besar esas tierras en que sus pinos llegan a la misma orilla, como bravíos son los del Norte, que rompen contra los castillos roqueros de Galicia, de Asturias, Santander o Vascongadas; todo esto y toda esta variedad de montañas y de valles acusa la necesidad de los organismos intermedios comerciales, que eviten la rigidez de la legislación y le permitan atender a las distintas modalidades. Por eso las Diputaciones Provinciales, órganos intermedios entre el estado y la provincia, han de tener vida y fuerza para servir el interés de la provincia; pero para ello tiene que existir, como antes refería el Presidente de la Diputación, una verdadera democracia orgánica, una verdadera comunión y convivencia con los pueblos.

¡Qué dolor no se siente recorriendo la geografía española, nuestras mesetas y parameras castellanas, esos pueblos perdidos en la montaña, sucios, desconchados, en que se acusa la falta de estímulo, la ausencia de la inteligencia que los ordene y levante, porque viven en un circulo vicioso! La miseria, la pobreza, la falta ,de agua, de bibliotecas y medios empuja a los hombres hacia la ciudad, y esa misma falta de los hombres más dotados en. los pueblos deja sin cabeza, abandonados completamente, a aquellos. Por eso, si ha de ser ,una realidad el resurgimiento español, si queremos que nuestras etapas sean de grandeza, tiene que edificarse sobre el resurgir de los pueblos; tenemos que vivir la vida de los pueblos y sus necesidades, yendo a buscarlas en el mismo corazón de los pueblos, no en la vieja especulación de
los votos.

Y ésta es la gran labor que tienen reservada las Diputaciones: la de servir el interés común de sus Municipios y todos los de la provincia, que, al tiempo que le permitan ser los brazos y los ojos del Estado para conocer sus necesidades, se conviertan en los ejecutores y servidores en lo que los pueblos por si no pueden hacer.

Hay dos etapas en la vida de las naciones: una, la de la creación de la riqueza, y otra, la del gasto. y nosotros habíamos abandonado la primera y no sabíamos más que gastar. Pero hoy nos encontramos con una etapa constructiva, y al tiempo que fomentamos y creamos una verdadera riqueza, hemos hecho unos planes de ordenación económicosocial de las provincias. Y no se nos ocurrió dictar desde Madrid lo que las provincias habían de tener, sino que preguntamos a las propias provincias, ordenamos que se reunieran las fuerzas vivas, las Hermandades, los Sindicatos, los hombres de inteligencia, los intelectuales que quedaban en los pueblos; el sacerdote, médico, farmacéutico y veterinario, todos aquellos que podían pensar y sentir, para que ellos nos dijeran cuáles eran sus anhelos y necesidades después de un examen detenido de sus regiones y cuáles eran las obligaciones a que el Estado debía atender respecto a ellos. En toda esta labor intervinieron con eficacia las Diputaciones, y en todos los programas del Gobierno, en todos los presupuestos del Estado. se va reflejando la satisfacción de esas necesidades una vez examinadas por las Juntas Centrales.

Nosotros estamos en una labor creadora. Hemos inaugurado dos pantanos que representarán en plazo corto el riego, en los años buenos y en los años malos, de miles de hectáreas de la huerta valenciana. y hay que darse cuenta de lo que esto representa para una comarca, para una región: el aumento del capital de la Nación, de la producción y bienestar de sus hijos. Pero esto nos puede acarrear otras dificultades. como la de la superabundancia o el envilecimiento de precios por una falta de ordenación debida de la producción.

Y aquí veis vosotros la necesidad de que exista una democracia orgánica, la necesidad de que el Sindicato tome fuerza, de que la Hermandad tenga también su fuerza relativa, que exista la Diputación, que pueda establecerse el diálogo y que suprimamos ese individualismo que tantas veces, incluso en Valencia, os ha traído la depreciación de vuestros productos por una falta de cooperación que dentro de los Sindicatos y de las Organizaciones naturales de los Ayuntamientos y Diputaciones, puedan encontrar un cauce natural para que el deseo, el ansia y las necesidades de los pueblos de España y de todas sus comarcas pueda reflejarse en orden a las disposiciones del Estado porque el Estado nuevo, el Estado Nacionalsindicalista, no aspira más que a que su obra de gobierno sea el reflejo del sentir de todos los españoles y de todos los pueblos de España. Y nada más.


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