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Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Palabras en Montserrat.

12 de junio de 1952.

«Señor abad y comunidad de Montserrat:

Vuelvo a vuestro solar con la emoción con que siempre entro en este templo mariano y con la gratitud que debemos creer que constantemente, orando a los pies de la Santísima Virgen, consiguen para España los bienes que sobre ella constantemente se derraman.

La historia de España está íntimamente ligada a su fidelidad, a nuestra Santa Iglesia. Cuando España fué fiel a su fe y su credo alcanzó las más grandes alturas de su historia; en cambio, cuando, olvidando o negando su fe, se divorció del verdadero camino, España cosechó decadencia y desastres. Lo encontramos en :todos los acontecimientos de su historia; no se ha estudiado ni se ha escrito bastante todavía sobre el análisis y la filosofía de la Historia, buscando el paralelismo de la fe de España y de los gloriosos hechos de su pasado. El día que se haga se descubrirán los portentosos hechos al calor de los cuales nació nuestra grandeza, se fortaleció nuestra unidad y dimos días de gloria no solamente a España, sino al mejor servicio de la iglesia y del mundo. Nuestro descubrimiento de América, el secreto de los hechos , asombrosos de nuestros invictas capitanes, que se lanzaron a la aventura más bien como locos que como hombres cuerdos; fué la fe religiosa que campeaba en sus estandartes, y el que detrás de los capitanes, de los Tercios heroicos de aventureros, marchaba la Cruz de Cristo con el sacerdote a evangelizar aquellos pueblos. Y en un sentido contrario registremos hechos igualmente elocuentes: cuando, reconquistada nuestra unidad, alguna vez pusieron los reyes mano en los tesoros de la Iglesia o se olvidaron de Dios, cosechamos nuestras vergüenzas y desastres. y es que, indudablemente, sobre la vida de las naciones, por encima de la voluntad y los propósitos de los hombres, está la mano del Señor derramando bienes y favores o imponiendo tribulaciones.

Vosotros sabéis mejor que yo que en la vida futura a cada cual se ha de juzgar según su conducta; mas los pecados colectivos de las naciones no pueden castigarse allí, y so pena de que quedasen sin castigo, es en este mundo donde reciben la corrección: aquellas tribulaciones que por sus pecados colectivos merezcan. Hemos visto la suerte y la grandeza de Europa ir unida a su fe religiosa. Cuanta más fe y unidad religiosa tuvo Europa, más lauros consiguió. Y hoy, que sentimos sus angustias, vemos a ésta debilitada en su fe. Cuando en la capital de la un día cristianísima Francia se registran sobre dos millones de seres, que no han recibido el bautismo y se aprecian el materialismo, los vicios y el desprecio de la ley divina en tantas capitales y países de nuestro continente, comprendemos y nos explicamos el porqué de las tribulaciones y que se aleje de Europa el faro de la civilización y el predominio de la cultura.

Creen los hombres, en su orgullosa soberbia, dirigir el mundo y, sin embargo, sólo en la mano de Dios está su verdadero destino. No sabemos lo que en sus altos designios Dios tiene reservado a Europa; pero si quiere construir un mundo más justo, lo que más se aproxime a La ciudad de Dios, si podemos afirmar no lo hará sobre los muros agrietados y carcomidos, sobre edificios en ruinas, sino sobre sus solares, sobre terreno firme. Por todo ello, hemos de cuidar de nuestra fe y de nuestras virtudes si no queremos ser arrollados por el torbellino que sin duda le precederá.

Yo agradezco vuestras oraciones. Rogad por España; que todos los bienes que durante nuestra guerra y después Dios derramó sobre nosotros, tengo que hacer de ello expresión clara, fueron debidos más a la protección y bondades de Dios que a nuestros modestos y escasos merecimientos.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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