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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en Pamplona.

 04 de diciembre de 1952.

Navarros aquí congregados y españoles que me escucháis:

Yo hubiera deseado en esta visita a Navarra el haber podido acercarme a todos los pueblos y a todos los lugares para poder estrechar la mano de !todos los navarros, para sentir el calor de su lealtad y de su entusiasmo, y reiteraros la gratitud eterna de la Patria por vuestra aportación a la Cruzada; pero, ante la imposibilidad de hacerlo, se realiza esta grandiosa concentración ,en que los combatientes de ayer, los hijos de los combatientes de antaño y sus descendientes, esperanza y promesa del mañana, vienen a hacer un acto de afirmación nacional, de fe en los destinos eternos de la Patria, en el que, después del grandioso que ayer celebramos con motivo del cuarto centenario de la muerte de aquel navarro insigne, símbolo de la espiritualidad de esta tierra y airón magnífico del espíritu español, podamos transmitiros mi pensamiento sobre la hora presente.

La Cruzada española, nuestra guerra de Liberación, fué una Cruzada fecunda, una nueva guerra de la Independencia, consagración de aquellas otras luchas civiles a que los navarros dedicaron tantos esfuerzos, esterilizados, en aquel siglo de indiferencia y de liberalismo, por las infiltraciones antiespañolas; porque nada más opuesto al bien de España, a la felicidad de un pueblo católico, como las concesiones al mal, todo aquello que abre la puerta, para acabar destruyendo la fe de los pueblos y el espíritu de las naciones.

EL SACRIFICIO NO PUEDE SER ESTERIL.

Yo siento en estos momentos la emoción ante este cuadro que se nos presenta de las madres, de las esposas y los hijos de nuestros Caídos. Yo pido a todos los navarros y a todos los españoles que me escuchan que tengan un momento de meditación, y ante este cuadro de honor de familias transidas de dolor me atrevo a preguntarles: ¿Qué habéis dado los demás? Pues si nuestros mejores murieron por una España mejor, si estas familias nos dieron lo que más amaban, imaginaos lo que estamos obligados a dar los de- más. ¿Qué representa el pequeño sacrificio de cada día? ¿Qué significan las pequeñas renunciaciones por una Patria y por un destino? Esta es la filosofía de nuestro Movimiento. Hemos venido a salvar a la Patria y hemos dado la sangre de los mejores, y no podemos consentir que su sacrificio se pierda, admitir debilidades en el servicio de la Patria, divisiones que nos llevarían a un nuevo siglo XIX, en que la masonería y el marxismo volviesen a presidir los destinos de nuestra Patria.

Hay timoratos que se impresionan porque tengamos un pensamiento distinto al de otras naciones, y yo os pregunto: ¿Dónde encontráis una nación realmente católica, dónde encontráis en el mundo un Estado que responda a esta conciencia católica, un Estado católico? Pues si somos un Estado católico, si tenemos una conciencia tal, ¿cómo vamos a pensar como los pueblos que no lo son o como los que han vendido su fe y su unidad?

Forzosamente tienen que existir entre nosotros y ellos grandes diferencias. La incomprensión es una carga que hemos de llevar sobre nuestras espaldas. ¿Cómo pueden comprender la unidad de la fe, el sentido católico de la vida, la confesionalidad de los Estados aquellos otros que predican el indiferentismo ante las confesiones, que propugnan el laicismo y tienen la masonería incrustada en la administración de sus Estados? ¿Cómo han de comprendernos? Lo más que podemos admitir es el sufrir los y el que nos soporten. Forzosamente han de existir hondas diferencias en nuestros ideales, en nuestro concepto de Patria, lleno de tradiciones y de fe como las que atesoraron vuestros padres, sienten vuestras esposas y practican vuestros hijos.

¿Pero es que nosotros por eso renegamos de la democracia? Nosotros no renegamos de la democracia. Siglos antes que muchas naciones nacieran a la civilización existía ya una unidad y una Patria española, en que se practicaba la democracia, en que sus reyes visitaban las ciudades y pueblos, abrían audiencia pública y hacían justicia en las plazas de los pueblos. Porque la democracia no encarna en esos formularios en que un hombre cada cuatro años, metiendo un papel en una urna de madera o de cristal, satisface los formulismos de la democracia. Y desde aquel momento, privado en cuatro o cinco años de voluntad, ve cómo en su nombre se discute de lo divino y de lo humano y en divorcio pleno con su sentir votan si existe Dios, si ha de haber iglesias o conventos o si pueden destruirlos...

Pero el ejemplo más elocuente de la democracia popular lo tenéis en aquellas horas decisivas para el destino de la Humanidad, en las que una multitud apiñada recibía un día con palmas y vítores al Salvador, a Nuestro Señor Jesucristo, la misma que días después, movida por escribas y fariseos, en un monstruoso plebiscito popular, gritaba: «¡Barrabás! ¡Barrabás! ¡Barrabás!», como gritaron ayer multitudes de españoles ante pobres sacerdotes acorralados. No sabían lo que gritaban. Era la malicia y el fariseísmo masonicomarxista el que, explotando pasiones y sentimientos, los movía para gritar otra vez contra España: «¡Barrabás!»

FRENTE A LA FALSA DEMOCRACIA, NUESTRO RÉGIMEN

Frente a esta falsa democracia, anuladora del in- dividuo, oponemos nosotros una democracia orgánica. Abominamos de los partidos políticos, porque habían reducido a España a su más simple expresión tras un siglo de luchas cruentas de unos contra otros. Para nosotros, la existencia de la Patria no puede ser sacada a discusión de los hombres; hay cosas que están por encima de los derechos de los hombres. La fe de un pueblo y la existencia de la Nación son patrimonio inalienable que recibimos de nuestros mayores Y que hemos de entregar a nuestros hijos y sucesores, si es posible aumentadas y engrandecidas.

Aquélla división artificiosa de derechas e izquierdas, nacida al calor del régimen liberal que nos trajo la independencia, forzosamente había de conducimos a la ruina, como vivíamos antes del Movimiento Nacional: escindidos los pueblos, peleadas las ciudades, españoles contra españoles, menospreciadas las esencias de la Patria, paralizado el trabajo, atropelladas las conciencias, detenido el progreso, sin la menor mejoría del bien común, objeto de toda política honrada.

AL SERVICIO DEL PROPIO PUEBLO

Nosotros vamos a buscar la democracia en el ser- vicio del propio pueblo; buscamos el hombre a través de los medios en que vive y se desenvuelve: en el Sindicato, en su trabajo, en la Hermandad, que no admite que sean organismos muertos; queremos que sean organismos vivos, que allí llevéis vuestras ideas y que podáis sostener el diálogo con el Estado y que el verdadero sentir de la Nación se plasme en obras en beneficio de todos, como llevamos realizando estos años. ¿Qué mejor democracia que ir a todos los lugares y pueblos de España a buscar e indagar sus necesidades, el haber escuchado para ello a las personas más significativas, a sus sacerdotes, a las Hermandades, a los maestros, a los intelectuales, y pedirles su cooperación? ¿Es que los planes de ordenación económico social de las provincias, que se han confeccionado en toda la geografía española, y que nos han traído las inquietudes de tantos pueblos, sus estadísticas Y estado de pobreza, sus aspiraciones tantas veces frustradas, las traídas ,de aguas prometidas y no cumplidas, ilusiones de los pueblos que parecían irrealizables, tantas veces prometidas al pedir el voto y siempre menospreciadas y olvidadas; el buscar y realizar todo esto no constituye una forma evidente y real de practicar la democracia?

Hoy veis cómo en todos los lugares de España se levantan magníficos edificios para albergar a los enfermos, escuelas, centros laborales y de trabajo, saltos de agua, regadíos, nuevas fábricas y explotaciones y traídas de agua. y todo esto se está realizando en las condiciones más difíciles, en la época de medios económicos menores, no sólo por las guerras y cerco exterior, sino también por el robo de los tesoros movilizados de la Nación, obra del marxismo demoníaco, que después de explotar los sentimientos de nuestras clases más modestas especuló y se llevó hasta los depósitos de las Cajas de Ahorro en la España que dominaron.

LOS PROBLEMAS QUE ENTRAÑA EL PROGRESO ECONÓMICO

Los problemas que entraña el progreso económico de una nación son problemas complejos. Solamente con constancia, tenacidad y sacrificios, por el esfuerzo aunado de .todos, es como alcanzaremos la grandeza por la que murieron nuestros mejores. La Patria por la que combatimos durante tres años, que estaba en las ilusiones de tantos pechos, la que soñaron aquellos viejos carlistas en sus viejas campañas, la que soñaron los que en las cárceles rojas sufrieron cautiverio, la que canta la canción de la Falange, la que forjaba nuestra ilusión en nuestros años mozos de Academia, la que nos pide que la empujemos y la elevemos. Por eso no podía bastamos el ¡Viva España!, por estático. Teníamos que darle nuestro esfuerzo y para darle este esfuerzo y levantarla surgió nuestro ¡Arriba España!, que era el compromiso y el empeño en levantarla y que encierra el juramento de ser fieles a aquellas gloriosas tradiciones que por vuestras y nuestras son hoy las de España.

En este momento y esta hora de plenitud sentimos el dolor de los vacíos a nuestro lado. La figura del glorioso general Mola, capitán glorioso de la Cruzada en el Ejército del Norte; la del conde de Rodezno, gran hidalgo español y benemérito tradicionalista, que tanto nos ayudó en la primera hora; la de Víctor Pradera, insigne batallador tradicionalista, mártir heroico, que con el Cristo en la mano, en postura muy similar a la de nuestro Francisco Javier, gritaba a sus verdugos: «A éste no le matáis»; la de Ruiz de Alda, el glorioso aviador Y excelente navarro, sacrificado y muerto en el cautiverio, Y tantos excelentes compañeros que dejaron sus vidas o sus cuerpos en jirones en las montañas del Norte o en el cautiverio tremendo de las cárceles. Presentes en nuestro afán sentimos el vacío de su ausencia. ¡Qué magníficos colaboradores perdimos!

NO PUEDE SER UNA COSA PETRIFICADA

El tradicionalismo como movimiento político no puede ser una cosa petrificada Y estática. Nació como Movimiento Y ha de adaptarse a las necesidades de cada hora. Así lo entendían Vázquez de Mella, Donoso Cortés, Balmes y vuestros pensadores del siglo XIX. Así lo realizarían si viviesen en nuestro tiempo. No pesarían sobre ellos los problemas minúsculos Y aldeanos; serían los grandes problemas nacionales y del mundo los que ocuparían sus inquietudes. Hoy nos encontramos ante una era mucho más importante, ante problemas más graves para la suerte del mundo. Y los países que por nuestra solera católica, por las inteligencias de nuestros pensadores hemos sabido conservar íntegro el espíritu de la fe, el espíritu del patriotismo, podemos mirar con más tranquilidad todas las amenazas que sobre el horizonte; se proyectan si conservamos nuestra unidad.

El mundo vive hoy una era de revolución social en pleno desarrollo. Poco importa que algunos quieran desconocerla. y esa bandera de la revolución social es la que intenta explotar el comunismo arrastrando al mundo hacia el caos materialista. Seria necio querer desconocerla; hemos de acomodar a esa era social, hemos de abrirle cauces a ese torrente, dirigirlo y evitar por todos los medios que pueda entrar y esclavizar las tierras y los valles españoles. Y eso lo alcanzaremos con nuestro esfuerzo y con nuestra unidad y nuestra doctrina. A una doctrina engañosamente cautivadora hay que oponerle otra verdadera que cautive más. No podemos volver jamás a aquélla desdichada división a que antes me refería, de derechas e izquierdas en buena hora superada. Puede un mundo suicida no querer verlo y, apegados a sus sinecuras, con sus partidismos y tinglados caciquiles, seguir con sus viejas divisiones; mas si el peligro llega serán arrollados por la revolución roja.

LA IGLESIA NO PODÍA ESTAR CONTENTA EN LA ESPAÑA DIVIDIDA

Yo os invitaría a preguntaros interiormente si la Iglesia Católica podía estar contenta en España con aquélla división, si en ella ocupaba el lugar que le correspondía. Vosotros sabéis muy bien que por estar inspirada por la masonería y el marxismo y practicar la persecución de la fe religiosa y la negación de Dios, a la Iglesia se la forzaba a encuadrarse en el lugar que la dejaban en el campo del orden que patrocinaba la derecha conservadora, desfigurando así el sentido social que la fe católica entraña. ¿Es que estaba contento el obrero que le pusieran en pugna la natural aspiración de alcanzar su bien y seguridad social con sus sentimientos íntimos, con el mantenimiento de la fe de sus mayores?

NO SOMOS PARTIDO, SOMOS UN MOVIMIENTO

¿Y es que estaban conformes las personas burguesas,  las personas piadosas, las personas que tenían una fe y que querían y deseaban justicia y caridad, con que las encuadraran en el campo de la injusticia? Era una división artificiosa, en que todos perdían y en la que sólo los de fuera eran los únicos que ganaban. Y acabó el que por encima y debajo de los partidos políticos se impusieran otras realidades. Por eso murieron los partidos políticos.

Se equivocan los que hablan algunas veces del partido. Nosotros no tenemos partido. Nosotros somos un Movimiento, como el Tradicionalismo y la Falange no quisieron ser nunca partidos, aunque para la lucha aparecieran como tales; somos un Movimiento que hemos cogido de todos los ideales españoles y de nuestras tradiciones aquello que nos es común, aquello que nos une y no lo que nos divide. Y sobre eso hemos levantado nuestro Movimiento; un Movimiento que no está hermético ni tiene escalafones; un Movimiento abierto a todos los españoles de buena fe que quieran militar en el servicio político de la Nación. No negamos a nadie un puesto, abrimos los brazos a todos y sentimos dolor cuando algunos equivocados o apegados a viejos errores permanecen en casa y no prestan su brazo e inteligencia al esfuerzo común de levantar a España.

El mundo, cómo os de tía, vive una crisis muy honda. Catorce naciones que creyeron en la democracia inorgánica abrieron con ella la puerta a la esclavitud comunista. Rusia domina sobre mil y pico de millones de seres. La esclavitud más grande y más abyecta reina donde el comunismo pasa: no existe hogar libre, no existe la menor seguridad ni la libertad para el trabajo; todo es negado en los lugares donde el comunismo se asienta. Y, sin embargo, el comunismo avanza y se impone por el terror; el comunismo prepara sus armas, respaldado hoy por una nación potente, que ha saqueado a la mitad de los países de Europa en su provecho, y el comunismo amenaza un día tras otro con sumir a toda Europa en el caos de la esclavitud de la hoz y el martillo.

DEBEMOS ESTAR DESPIERTOS

Ante ello los españoles tenemos que estar despiertos, no preocupándonos de cuál será el día en que pudiera llegar el nuevo azote; pero si reforzando nuestra unidad y nuestra fe, seguros de que con nuestra unidad y nuestra fe lograremos la misma victoria que logramos contra él en nuestra Cruzada.

Esta es la terrible realidad de la hora presente. La necesidad de seguir combatiendo por el porvenir y la seguridad de España. Sin confiarnos en que porque hayamos dejado atrás nuestra Cruzada no pueden alcanzamos nuevos peligros. Hay que velar las armas día tras otro, hay que tener tenso el espíritu para que no nos sorprenda el enemigo en la hora de las debilidades; hay que cerrar las puertas a todo aquel que quiera despertar en nosotros ambiciones o apetencias; es necesario hacer un frente cerrado, una sólida muralla a las insinuaciones de fuera, a las pretensiones de entorpecer nuestra paz o nuestro trabajo.

Vosotros, que habéis sido artífices de la Victoria. que habéis arrancado a golpes de bayoneta y a fuerza de sangre y corazón la Victoria con los demás españoles en nuestra Cruzada, tenéis la obligación de ser sus fieles guardianes, de inculcar a vuestros hijos aquélla confianza, de dar continuidad de generación en generación a este esfuerzo de honrar a estas madres, a estas esposas y a estos hijos, que son el cuadro de honor de esta concentración y hacia los que van los afanes más grandes de nuestros corazones y los de España entera.

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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