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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en la Asamblea Nacional de Hermandades del Campo.

22 de febrero de 1953.

Autoridades y jerarquías de la Universidad, estudiantes y camaradas: 

He venido hoy a pasar unas hora entre vosotros, porque he querido alentar con  mi presencia la obra de este I Congreso de Estudiantes. He dicho muchas veces, y ahora lo repito, que creo en la juventud. Tal vez por las características de mi profesión de soldado, en que al correr de toda
mi vida he vivido entre la juventud, haya podido apreciar de una manera más clara sus valores y virtudes, la gran calidad de nuestros hombres cuando,
no están desfigurados por el vicio o la mala política. Y porque creía en esta juventud me he puesto al frente del Movimiento Nacional Español, y porque estaba seguro de ella no he medido el obstáculo y marchado contra todo lo que se oponía a la grandeza
y el servicio de España, seguro de la victoria.

Yo sé que ante este Congreso de estudiantes ha habido pequeños sectores farisaicos, gracias a Dios una pequeña minoría, que se rasgaban las vestiduras preguntando: «¿Qué hay que esperar de un Congreso de Estudiantes, si a éstos les corresponde sólo estudiar?» ¡Qué ausencia de visión! Es cierto que a los estudiantes les corresponde estudiar, que ésta es su misión especifica; pero esto no basta: ellos tienen la sensibilidad de la juventud, ellos están en contacto con la Universidad, viven las palpitaciones de la Universidad española y no se conforman con que la decadencia de España no se extirpe de los centros universitarios. Si hemos de realizar una Revolución, si hemos de alcanzar una transformación total, es necesario que la aristocracia de las inteligencias, que las Universidades españolas marchen delante, al frente de la Revolución.

Y esto no es de ahora. Al través de nuestra historia, en todos los alzamientos nacionales, la Universidad española apareció al frente de estos alzamientos, aunque luego, por una falta de dirección y de concreción políticas, se malograsen. En el año 1808, cuando nuestra guerra de la Independencia, el nervio del alza. miento nacional fue constituido por batallones universitarios de las distintas provincias españolas, y no olvidemos nosotros, los soldados, que la primera Academia General Militar se fundó con los estudiantes de la Academia de Toledo, sobre aquel batallón glorioso de sus estudiantes, que en Granada formó la primera Academia General Militar después de la invasión, que habla de constituir la madre de las generaciones futuras. La contribución de la juventud universitaria al Movimiento y la Cruzada toma forma concreta y valiosa en las promociones de alféreces provisionales, que tiene su expresión más emotiva en el manto de la Virgen de las Angustias de Granada, cubierto por las estrellas de los alféreces de aquella capital caldos por Dios y por España en nuestra Cruzada.

Lo que a la juventud corresponde y puede hacer lo confirma nuestra propia historia: salimos nosotros en el año 1910 de la Academia, donde aquellos doctos profesores nos habían instruido y templado para el servicio de la Patria; pero cuando fuimos a los cuarteles, Cuando ingresamos en los establecimientos militares, nos encontramos con el pesimismo, la decadencia y el escepticismo de los más. ¿Qué pasaba? Que aquellos hombres, aquellas generaciones que nos precedían, habían estado en Cuba y en Filipinas, y de allí habían vuelto descorazonados, vencidos por los Gobiernos y la mala política, y, sintiéndose traicionados, en las zarzas del camino habían dejado, en jirones, Su fe y su entusiasmo. Y eran los menos los que seguían manteniendo la fe en los altos destinos de la Patria. Y entonces fuimos la juventud, nuestra juventud, un puñado de hombres de ella, los que no nos conformamos. Y con nuestro esfuerzo, con nuestra constancia, con nuestro entusiasmo y ejemplo, fundamos aquella escuela de fe y de energía que hicimos de Marruecos, que dio un día a España tanta gloria. No era que no admitiéramos y respetásemos a nuestros superiores -los había magníficos, como entre vosotros-, pero les faltaba el calor de la juventud, el empuje formidable de la interpretación juvenil, de la fe segura y firme para caminar.

Hoy vivimos momentos trascendentales de la vida. Al mundo se le quedó el traje viejo y anticuado. Y aquí en España hemos cortado uno nuevo para nosotros, al realizar nuestra Revolución Nacional, creando una nueva política, no de partido -nadie nos puede decir que hacemos una política de partido-; hacemos una política nacional española, hacemos una política al servicio de la colectividad, para el pueblo, para la unidad de los españoles y la grandeza de la Patria, que es nuestra grandeza. 

Vosotros lo sabéis bien, los que aquí estáis unidos en este Congreso universitario. Pero los momentos son cruciales, los momentos del mundo son difíciles, y si nosotros hemos de vencer en las batallas interiores y en las exteriores, hemos de reforzar esta unidad, la unidad entre los hombres y las tierras de España, en la que la Universidad tiene un gran papel. La Universidad tiene que romper sus muros, tiene que proyectarse sobre España, tienen que ir al taller, tomar contacto con el campo, las minas o los trabajadores del mar, como han ido, estas organizaciones del trabajo universitario; que no puedan jamás pensar los obreros españoles, como creían antaño, que en la Universidad se crean señoritos. No se crean los señoritos: se crean los hombres de ciencia, los empresarios, los técnicos, los hombres de acción, capaces de guiarlos y dirigirlos, de mejorar su vida, y que, por conocer perfectamente todas las necesidades, todas las injusticias y los dolores por que pasan, están dispuestos a corregirlos.

Si hemos de formar una España mejor necesitamos de la aristocracia de las inteligencias para encuadrar a España, necesitamos hacer reinar la confianza mutua, sentirnos solidarios todos de una misma. empresa. Y eso solamente se consigue con la juventud, con el esfuerzo y el calor de los universitarios. Sólo
así se realizarán esos ideales que se han concretado en este Congreso de Estudiantes; porque no basta que levantemos edificios, que gastemos el dinero, que hagamos laboratorios si no está vivo el espíritu entre las Universidades y si éste no vuela de collado en collado y de monte en monte, hasta los últimos rincones de España.

Que ha de ser así, me lo demuestra vuestro entusiasmo. Por ello cierro estas palabras, que no pretenden ser un discurso, con este 

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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