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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1957.


 
Brindis pronunciado con ocasión de la comida de Gala ofrecida al Presidente de la República del Líbano.

30 de octubre de 1957.

El pueblo español, señor Presidente, saluda hoy en vuestra persona y en la de vuestra esposa a la más alta y adecuada representación de la República del Líbano, y es para mí un señalado honor el dar a tan ilustres visitantes la más cordial de las bienvenidas.

Desde la hora primera de esta civilización mediterránea -que ha dicho y está llamada a decir palabras definitivas en la Historia- las naves de Tiro y Sidón nos trajeron, con el impetuoso espíritu de intercambio que animó a la talasocracia fenicia, desde los caracteres del alfabeto hasta los útiles más necesarios a la vida y los objetos que la embellecían con el arte.

Este recuerdo histórico, ya viejo de milenios, vive todavía hoy en la toponimia peninsular y en cierto modo permanece en el perfil inconfundible que refleja en las aguas atlánticas del golfo gaditano, la más antigua ciudad del Occidente.

Interrumpido luego, por el curso de la Historia, el diálogo directo de ambos extremos mediterráneos, el impulso expansivo de los pueblos árabes llegó hasta nuestro suelo, uniéndonos durante siglos en un arco de influencias y culturas que se tendió desde el Próximo Oriente hasta Al-Andalus, enfrentándose con el medioevo europeo y fecundando en buena parte -a través de los Reyes hispánicos- los tiempos modernos.

España quiere reafirmar ahora su tradicional amistad con los pueblos árabes ante uno de sus más ilustres y caracterizados representantes y proclamar su gratitud hacia ellos, que en no pocas ocasiones, junto con nuestros hermanos de Hispanoamérica, supieron caballerosamente defenderla.

Vuestro pueblo, señor Presidente, dotado de tan característica individualidad dentro del propio mundo árabe, se configuró nítidamente como una nación antes de ser Estado independiente. Y al llegar a serlo, guiado por tan prudentes gobernantes como Vuestra Excelencia, ha sabido y sabe obedecer a los imperativos del tiempo que vivimos; sin olvidar los valores de una tradición entrañada en su ser histórico; exigir solidariamente la justicia que se debe a una de las grandes y más nobles familias espirituales de la Humanidad, sirviendo con eficacia al mismo tiempo, en forma ejemplar y resuelta, la causa de la paz del mundo.

España, señor Presidente, se siente hoy unida por innúmeros lazos al Líbano, en el pasado en el presente, por vuestra Historia, por vuestra estirpe, por la religión que profesáis no pocos, por la laboriosa presencia de vuestros hijos en ese continente americano donde está nuestra sangre y nuestro espíritu, por las felices relaciones políticas, culturales y económicas que mantenemos; por todo eso, el futuro de nuestra amistad -hoy con tanta firmeza establecida- ha de ser particularmente fecundo.

Brindo, señor Presidente, por la prosperidad de ese gran pueblo árabe que es la nación libanesa; brindo por el bienestar personal de tan egregio visitante y hago votos por que de vuestra estancia en nuestra Patria llevéis el mejor de los recuerdos; brindo, finalmente, por que esta visita pueda servir para fortalecer la amistad de nuestros dos pueblos, resueltos a seguir siendo, en esta hora que atravesamos, los más decididos y serenos defensores de la paz.


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