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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1959.


 
Discurso en contestación a las palabras pronunciadas por el Ministro del Ejercito en el almuerzo ofrecido por el Capitán General de la Primera Región, en el campo de maniobras, al finalizar la Operación «Dulcinea»

15 de julio de 1959.

Mi general, compañeros:

Solamente unas palabras para saludaros a todos, mostraros mi satisfacción por estar entre vosotros y porque un acto más del servicio me haya devuelto a mi vida militar y al seno de mis camaradas.

Hemos presenciado un ejercicio de una unidad experimental; hemos apreciado la puesta a punto en instrucción de estas unidades y el esfuerzo desarrollado durante un curso de instrucción para ofrecernos este espectáculo maravilloso de las nuevas unidades moviéndose en la guerra moderna.

Vosotros conocéis tan bien como yo que la doctrina militar se deduce generalmente de las enseñanzas de las grandes contiendas. Así, la última gran guerra universal ha impreso su carácter a las organizaciones modernas de las distintas naciones. Por eso, si nosotros queremos formar un juicio exacto de nuestras organizaciones actuales, hemos de buscar el antecedente en las condiciones en que se desarrollaron las últimas contiendas y deducir en consecuencia las razones de la nueva organización.

En este juicio no podemos olvidarnos que no constituimos un elemento aislado; que somos un sumando dentro de un conjunto de naciones; que formamos parte del Occidente, y por ser un trozo de ese Occidente, en los casos de peligro que a todos afecte estamos llamados a concurrir con los otros elementos de las demás naciones occidentales a cubrir la brecha y a defenderlo.

Esto nos impone una primera obligación, que es la homogeneización de nuestras unidades con las unidades europeas. Podrían, tal vez, incluso éstas equivocarse, pero sería mayor equivocación el que cada una de las naciones tirase por su lado y tuvieran organizaciones dispares, incapaces de intercambiarse en las acciones de la batalla. Eso explica que hayamos adoptado. estas primeras unidades experimentales para practicar con ellas en nuestra nación, y que contemos con algunas de esas grandes unidades en nuestra organización, y que buenas son al haber las forjado los Estados Mayores de Europa, compuestos por hombres capaces, hombres estudiosos, tras análisis y discusión.

Sin embargo, si nosotros volvemos la vista a los fundamentos, si miramos las condiciones en que se ha desarrollado la última gran guerra, observamos el terreno en que esta contienda ha tenido lugar y analizamos la situación de los distintos países, nos encontramos con que en la última guerra europea han pesado dos grandes factores para la victoria: el factor superior del material y el factor de la masa. Las naciones aliadas, por reunir una superioridad extraordinaria y de industria y medios materiales Y de masas humanas, por tener de su lado la mayor demografía, extremaron sus esfuerzos en el material y en los medios humanos para resolver su papeleta, y la resolvieron cumplidamente.

El territorio en que se movieron era llano, pleno de caminos y de carreteras, la zona más poblada, llana y transitable de Europa, en la cual los medios de combate pesados, los tanques y los vehículos, tenían una perfecta adecuación.

Hemos de pensar nosotros si las guerras futuras se han de desarrollar en los mismos teatros y en las mismas condiciones y si han de ser conflagraciones generales en que todos tomen parte, como se reconoció al término de la última conflagración, en que se acabaron las guerras chicas, o éstas han de perdurar. La realidad de los catorce años transcurridos desde el término de la contienda, nos demuestra que aquello que se consideraba casi imposible viene siendo tristemente una realidad.

Existen las guerras grandes, las conflagraciones generales, de las que pocos podrán zafarse; pero existen también las guerras chicas. En pocos años hemos contrastado como en Corea ha tenido lugar una guerra chica, en Indochina, en el Oriente Medio y en otros lugares, como en Argelia, donde todavía persevera. Es decir, que no estamos libres de las necesidades de las guerras chicas en que no juegan las armas atómicas, no se libran en terrenos surcados de comunicaciones, ni tienen aplicación las concentraciones aplastantes de material, y, por lo tanto, el problema que se nos presenta es el de estar preparados para la guerra grande sin dejar de estarlo también para la guerra chica; sin que por adscribirnos a la defensa común, dejemos de estar preparados para nuestros propios problemas, que puede haber casos de emergencia para los cuales debemos conservar nuestras características tácticas y nuestras experiencias de tantos años. En conjugar hábilmente estos dos problemas está la solución adecuada; sin que nos privemos de los medios potentes y modernos cuando se hacen necesarios, aligerando a las grandes unidades de ellos cuando por la clase de batalla no son menester. Lo que ha de ser propio y lo que puede ser adaptado.

El ministro del Ejército, sabía y oportunamente, hace que todos los años se efectúen ejercicios de dos categorías: los de la guerra grande, como éste que hemos presenciado, y los de las guerrillas, los de la guerra chica, la guerra irregular y de las pequeñas unidades.

Por eso quiero recomendaros que conservéis en vuestro espíritu las lecciones de una vida adscrita al servicio militar, que aceptéis esta obligación general de europeos y de occidentales, sujetándonos a las características europeas; pero sin perder por ello nuestras características tácticas, la facilidad para adaptarnos a todas las situaciones. El factor hombre es para nosotros esencial. Puede ahorrarse vidas humanas por lo aplastante del material, pero a última hora será siempre un soldado con una bandera el que tenga que trepar por las alturas, sea de día o sea de noche, para arrancar al enemigo la victoria y tomar posesión del terreno.

Las naciones, para la guerra, necesitan contar con tres elementos: necesitan las armas, que dependen de una preparación científica e industrial; necesitan del hombre, del temple del soldado, de sus virtudes y patriotismo, que faciliten el que saque el debido partido a aquellos elementos, y los medios. Los medios son la preparación económica de las naciones, que puedan resistir la prueba y satisfacer los sacrificios y dispendios que la guerra entraña. En la última guerra hemos visto naciones que tenían armas, preparación y técnica, pero que les faltaban los medios. Los medios los dió la poderosa economía de América. Y hemos contemplado otras que, contando con medios y con técnicas, les faltaba la masa, sus elementos estaban concentrados, mientras los de sus adversarios estaban diseminados. y como correspondía tuvieron que ser vencidas,

Por todo ello no olvidemos aquellos tres elementos. Necesitamos que nuestros recursos científicos e industriales respondan a lo que la guerra moderna exige. pero necesitamos también una fortaleza económica que puede respaldar ese factor maravilloso que tenemos en el hombre, que siempre nos ha dado los dieciocho quilates en toda clase de guerras. Con estos tres elementos: afianzamiento del adelanto científico, progreso industrial y resurgimiento económico, el Ejército puede ofrecer a la Patria, en su unión y lealtad acrisoladas, la base más firme de su destino histórico.

Muchas gracias a todos por vuestro entusiasmo. 

¡Arriba España!


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