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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1959.


 
Brindis en la comida de Gala ofrecida al Presidente Eisenhower.

21 de diciembre de 1959.

Señor Presidente:

De nuevo quiero expresaros nuestra gratitud por la prueba de estimación que nos habéis dado al deteneros en nuestra nación en este importantísimo y trascendental viaje de buena voluntad con que queréis acrecentar el clima de paz que todos deseamos.

Es la primera vez en la Historia que el Presidente de los Estados Unidos viene a España y la Providencia ha querido que ello ocurra en un momento en que nuestras relaciones alcanzan un punto de madurez y de comprensión y en el instante en que nuestros dos países están alineados en el mismo frente de defensa de la paz y de la libertad. Esto es un motivo de satisfacción para nosotros, que vemos en los Acuerdos de 1953 no solamente un instrumento circunstancial de cooperación política limitada, sino un paso más en el camino de la amistad de dos países que, por razones históricas evidentes, estaban llamados a juntarse, por encima de los avatares de la vida, en un encuentro de solidaridad. Las figuras heroicas de Ponce de León, de Hernando de Soto y de Coronado; la santa figura de fray Junípero Serra, el Apóstol de California; los nombres españoles de tantas ciudades vuestras; de montañas, de ríos y de llanuras de vuestro país, son los testimonios de que nuestras historias se unen en el pasado de manera imborrable. Pues el destino de España es, en parte, americano y ha quedado sellado no solamente en esos nombres antiguos que son una prenda de futuro entendimiento, sino en todos los amados países de la América hispana que han heredado nuestra cultura y nuestra lengua. Nosotros nos alegraríamos sinceramente si un día próximo pudiera Vuestra Excelencia visitar esas maravillosas tierras en donde viven los pueblos americanos hermanos de España.

España tiene grandes esperanzas puestas en vuestra noble misión. Sabemos que a vuestra energía y generosidad y a las de vuestro pueblo debemos la paz que disfrutamos y que el Occidente de Europa haya permanecido libre, sin caer bajo el yugo comunista. Nuestro país conoce por experiencia dolorosa las durezas de la guerra y por eso está decidido firmemente a guardar su actual orden y su paz. Así como está convencido de la necesidad de perseverar unidos, fuertes y alerta, en defensa de nuestra común civilización. Por ello se identifica a vuestra tarea y ofrece a la misma su adhesión más sincera.

Vuestro viaje se acaba, señor Presidente, bajo un signo cercano y alegre de paz, bajo el signo, tierno y poderoso al mismo tiempo, de la Natividad de Cristo, cuyos Ángeles prometieron hace veinte siglos Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Vos sois uno de ellos y estoy seguro de que este augurio feliz ha de premiar vuestro esfuerzo, y os ha de dar una larga y fecunda vida. como todos deseamos ardientemente.

Permitidme, señor Presidente, que alce mi copa por Vuestra Excelencia y por la egregia dama que comparte vuestra vida y esperanzas y que lejos de aquí os espera en el hogar. En un hogar en donde en este momento se celebrará alegremente el cumpleaños de vuestra nieta más pequeña, a quien desde aquí felicita en la persona de sus padres. Son los niños, por ser nuestro futuro, la razón de todos nuestros esfuerzos y nuestras preocupaciones, y para que ellos vivan en un mundo mejor luchamos nosotros. Y brindo también con toda cordialidad por el gran pueblo norteamericano. Nosotros no podemos olvidar la grandeza con que ese pueblo acepta los sacrificios que le impone la misión histórica que el Destino le ha señalado. Tampoco podemos olvidar la generosidad amistosa y sincera con que ha ayudado a España en el cumplimiento de esa misión. Al expresar aquí en nombre de mi Patria nuestra profunda gratitud, hago votos, de todo corazón, por el bienestar y la felicidad de los Estados Unidos.


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