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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1960.


 
Discurso al finalizar la cena de gala ofrecida en honor de los Reyes de Tailandia.

En el Palacio Nacional, de Madrid, el 3 de noviembre de 1960.


Señor:

Permitidme que os agradezca, con la más honda sinceridad, el que hayáis querido honrarnos con vuestra presencia. Al expresaros la alegría de España por esta visita y daros la bienvenida con todo el calor de nuestra hospitalidad, queremos saludar en Vuestras Majestades, con respeto y admiración, a los jóvenes ilustres Monarcas del más antiguo reino del sudeste de Asia.

En vuestro viaje por Europa habréis, sin duda, recibido con frecuencia el testimonio del recuerdo, también respetuoso, que dejó, por todos los países que visitó, vuestro egregio abuelo el Rey Chulalongkorn, que hace sesenta y tres años se encontraba en este mismo Palacio recibido por Su Majestad la Reina de España, doña María Cristina. Entonces, el Rey de Tailandia dejó en España un rastro de admiración por sus virtudes de Monarca culto, progresivo y dedicado a labrar el bienestar de su pueblo. Hoy, Vuestra Majestad despierta entre nosotros análogos sentimientos cuando contemplamos la inteligencia y el esfuerzo que habéis ofrecido al servicio de vuestro país, en esta hora tan crítica del mundo, y precisamente en los momentos en que tantas inquietudes y peligros se ciernen sobre las regiones del sudeste asiático.

Vuestro pueblo, que durante miles de años ha guardado su independencia hasta el día de hoy, con un vigoroso espíritu de libertad y de soberanía, en una permanente afirmación de su fisonomía nacional, ha despertado desde hace siglos en España un interés y una atracción. Desde las minuciosas descripciones hechas a fines del siglo XVI por el franciscano padre Ribadeneira, que relataba la entrada, en 1582, del primer grupo de misioneros españoles que llegaron a vuestra tierra en una tarea de paz y de amor, hasta el informe del coronel don Melchor Ordóñez, que llegó en 1881 a Bangkok para invitar al Rey de Tailandia a venir a España, la imagen del bello y distante país de Thai ha suscitado entre nosotros con frecuencia una viva atención. España es una nación entrañablemente ligada al Lejano Oriente desde que encendimos en Filipinas un foco de espiritualidad y de civilización que constituye uno de los pocos enlaces profundos que existen hoy entre Oriente y Occidente. Desde entonces, Manila fue un centro cultural y económico que tuvo múltiples contactos con los países de aquella región, y a través del cual España mantuvo una relativa proximidad a pueblos físicamente lejanos que sólo muy posteriormente habían de ser más conocidos para Europa.

Por esta razón principal, contemplamos a Tailandia con el mayor interés. Dada su situación geográfica, en un punto neurálgico del continente asiático, cercana a poderosas fuerzas contradictorias, enfrentada valerosamente con los problemas de desarrollo económico que abruman a aquella región y con los peligros de la penetración comunista, la actitud firme de Tailandia, colocada en el centro de ese bastión militar que es la Seato, trabajando por su seguridad y libertad y dedicada afanosamente, al mismo tiempo, a promover su progreso y expansión económica, nos produce sincera admiración y, a través de la distancia que nos separa, nos hace sentimos solidarios con vuestra tarea.

En este sentido, nos complace el haber podido contribuir en alguna medida al progreso cu1tural de vuestro país por medio de la acción educativa de nuestros misioneros o con las enseñanzas aquí dadas a los estudiantes y cadetes tailandeses que han venido a formarse en nuestras Universidades y Academias Militares. También quiero recordar ahora, con agradecimiento, la noble actitud amistosa hacia España que Tailandia ha observado siempre en las Naciones Unidas. En este recíproco espíritu de cooperación -que, además, cuenta con los precedentes de nuestros Tratados de Amistad de 1870 y 1925- vemos la mejor garantía de las relaciones de los pueblos que se estiman y que tienen un alto concepto de la solidaridad internacional.

Al hacer votos por nuestra permanente amistad, permitidme, señor, que termine con las palabras que le decía, en 1718, el príncipe real de Tailandia al Capitán General de Filipinas, cuando acababa la misión diplomática desempeñada brillantemente en Bangkok por el enviado del Rey de España, don Gregario Alejandro de Bustamante, y éste, después de haber acordado con el Soberano tailandés la concesión de una zona de tierra para el establecimiento de Misiones españolas, instalación de astilleros navales y depósito de mercancías, abandonaba las aguas del Meinam, rumbo al puerto de Cavite: «Que nuestros Reinos sean unidos, como una hoja de oro, para siempre.»

Con este deseo en la 'mente, levanto mi copa para brindar por la salud de Vuestra Majestad y por la de Su Majestad la Reina, cuya gentilísima presencia adorna de belleza nuestra reunión, así como por la felicidad y prosperidad del pueblo tailandés.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.007. - España -

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