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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Discurso al pueblo de Córdoba.

Pronunciado desde el balcón del Ayuntamiento de Córdoba, el 4 de mayo de 1961.

Cordobeses: 

Con vuestro recibimiento habéis puesto un broche apoteósico a mi visita a Andalucía. Es verdad, como dice vuestro alcalde, que vengo de recorrer las tierras sedientas andaluzas, de comprobar sobre el terreno cómo surge el agua de las entrañas de la tierra o se sedimenta en los pantanos, cómo las viviendas aparecen en todos los pueblos andaluces y desaparecen chabolas y barracas. Toda ésta es la obra social que emprendió el Movimiento hace veinticinco años y que progresivamente va extendiéndose por toda la geografía española.

Así podemos hoy, en medio de un mundo de tinieblas, disfrutar de nuestra paz, preparándonos para los años venideros, fortaleciendo nuestro cuerpo y nuestra unidad y creando un Estado nuevo con menos in- justicias y menores miserias.

Nosotros venimos a rectificar una política de siglo y medio de abandono, no porque no tuvieran voluntad aquellos hombres que os gobernaron, que individual- mente eran como nosotros y tendrían análogas ansias; pero lo que no lo permitía era el sistema político que imperaba, la política del dejar hacer, de la explotación del hombre por el hombre, de la permanencia de las injusticias sociales, del conformismo con la situación, del pesimismo y de la falta de fe. Y todo eso hemos venido a corregir lo, porque perseguimos el logro de una España mejor bajo el imperio de la ley de Dios, que sea más justa y más fraterna.

En el mundo se debaten dos sistemas: el liberal y el capitalista del dejar hacer, abandonando todo a la iniciativa privada; en que el Estado es indiferente, y el materialista, marxista, de negar las actividades privadas y hacerlo todo el Estado, esclavizando al hombre y negándole toda clase de libertades.

Entre estos dos sistemas, de no hacer nada el Estado o de hacerlo todo, existe una tercera solución, que es la solución española: el Estado deja hacer y encauza y estimula las iniciativas privadas; pero el Estado hace todo aquello que demanda el bien común y que está fuera de la esfera de los individuos y de las sociedades; un Estado que se preocupa, que se inquieta por la mejora de vida de sus ciudadanos, que permite el progreso, que no es indiferente a las injusticias y, obedeciendo a los dictados de la ley divina, realiza, en la medida de sus recursos, el bien común.

Esto nos permite presentar al mundo una España en paz, una España unida, una España plena de fe y de esperanza, una España justa y fraternal.

Quiero deciros también que con lo que hemos logrado todavía no hemos hecho más que empezar a fortalecer el cuerpo nacional y ocupamos de salvar al hombre para que no se pierda, desterrando la ignorancia, multiplicando las escuelas, extendiendo los centros laborales, las escuelas de trabajo y las colocaciones; pero no nos basta con eso, porque, pese a lo mucho hecho en la creación de propietarios agrícolas a través de la Obra de Colonización, en este viaje, como en otros, me he apercibido de la persistencia de muchas injusticias sociales, de grandes diferencias irritantes.

Y por eso invoco al señorío de Andalucía, a la generosidad de los hombres de esta tierra, a los que les hemos salvado sus posesiones y sus bienes, a los empresarios a que con espíritu cristiano colaboren a la justicia social y secunden de buena fe nuestra legislación sobre la materia, y que, en correspondencia, los obreros y trabajadores correspondan con su celo y entusiasmo en el trabajo para que la colaboración pueda traducirse en bienes para todos.

¡Arriba España!


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