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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1963.


 
Discurso al pueblo de Lérida.

Pronunciado en la Plaza de España, de Lérida, el 30 de junio de 1963.


Gracias, catalanes y españoles todos; gracias por vuestro entusiasmo, por esta afirmación de fe, por esta adhesión. inquebrantable que durante veinticinco años me venís prestando. Esta es la demostración más clara de democracia, de la identificación absoluta del Gobierno con el pueblo. Pueden decir fuera lo que quieran; pueden criticamos por la forma de practicar la democracia; pero yo les llamaría a esos extranjeros, los enemigos de nuestra paz y de nuestro progreso interno, para que vinieran por esta región catalana, como por los demás territorios de España, y contemplasen cómo, hace días en Murcia, posteriormente en Barcelona, ayer mismo en Tarragona, hoy en Lérida, se pone en pie todo un pueblo para respaldar la política de sus hombres de Gobierno.

La política ha sido siempre cosa de minorías, de hombres inasequibles al desaliento que quieran servir a los demás; pero nunca entendió tan fiel y ordenadamente como se refleja en nuestro sistema representativo. No es el papelito que se echa en una urna para en seguida romper los lazos de los representados con los representantes; es el diálogo perenne, la práctica de una democracia que activa aquellos lazos y que se mantiene durante todo el mandato; es la conjunción de las voluntades por los cauces naturales en donde el hombre y la familia se encuadran y por donde llegan al conocimiento de los gobernantes para que éstos puedan realizar lo que el pueblo anhela y desea.

Una política tiene dos vertientes: la primera, la del servicio de lo espiritual. Si somos católicos, si somos creyentes, hemos de creer en su doctrina con sus dos vidas, la terrenal y la eterna; aquélla, pequeña, ésta otra, dilatada y sin límites. ¿Cómo vamos a sacrificar la vida pequeña por lo que es salvación eterna de los españoles?

La otra atañe a lo material. Es la social, comprende las aspiraciones de los hombres, la justicia distributiva, la elevación del nivel de vida. Y ¿cómo podría, realizarse esto sin que exista una ley moral que lo presida, sin un espíritu de caridad, sin una fraternidad cristiana que nos haga tratar al prójimo como a nosotros mismos? 

He aquí cómo en el mundo de la política tiene más importancia trascendente el mantenimiento de los valores espirituales. Estos valores espirituales, que, como nos decía hace pocos momentos vuestro santo obispo, estaban a punto de perecer en España, porque se encontraba la religión escarnecida, los templos violados y profanados; los sacerdotes y religiosos, perseguidos y asesinados. Todo esto se salvó. Y como nación católica, imprimimos a toda nuestra vida esta espiritualidad.

Por otra parte, esas realizaciones sociales no podrían hacerse sin una unidad y continuidad, sin el esfuerzo unido de los hombres de España. y esto lo conocéis vosotros por la mejora de vuestros campos y tierras; se destaca en ese alarde de tractores que nos esperaban a la entrada de la ciudad y que reflejan la aplicación de la técnica moderna a la agricultura. A este respecto de la transformación del campo, yo sólo puedo deciros que no cejaremos, que no descansaremos hasta que no se pierda el agua de vuestros ríos. Todas vuestras ilusiones serán una realidad que descansa en la pervivencia del Movimiento Nacional y en esa estabilidad que todos vosotros respaldáis con vuestro entusiasmo y vuestra firmeza.

Esta es la prenda más valiosa que yo os agradezco, la afirmación de fe y confianza en el futuro. Con vuestra confianza y firmeza no nos importa que fuera nos ladren los perros. 

¡Arriba España!


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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