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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Mensajes de fin de Año.


 
30 de diciembre de 1971.

A las diez de la noche, Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, dirigió a la nación, a través de la Radio y la Televisión, el tradicional mensaje de fin de año. El Caudillo se expresó en los siguientes términos:


Españoles:

En el final de un año que pasa y en vísperas de otro que comienza, os dirijo mi mensaje tradicional, con el que me depara Dios la alegría de poder llegar, con mis deseos de felicidad y mis votos fervientes de hermandad, alegría y paz, a toda nuestra común familia.

El año que acaba ha sido muy señaladamente un año de fe. El año Santo Jacobeo ha vuelto a poner de manifiesto el sentido espiritual que impregna nuestra conciencia de cristianos y españoles. Y fue, asimismo, un año de fe nacional, de clara certidumbre hacia el futuro de un pueblo que hace siete lustros decidió, con arrojo y esfuerzo, su propio destino.

SOLIDARIDAD Y FIRME ADHESIÓN

Fe y confianza, hacen posibles las arduas tareas de cada cual al frente de sus actividades, en el desvelo de sus deberes familiares, en la hermandad con sus conciudadanos y también en las tareas, no menos arduas a veces, que imponen las funciones de mando y de gobierno. Por eso hemos podido mantener una solidaridad que hoy día se contempla con asombro desde muchos lugares de la tierra. Vuestra firme adhesión, tan repetidamente demostrada, ha robustecido mis propósitos y alentado mis horas de trabajo. Quiero que conste así y que llegue en estos momentos de intima emoción familiar a vuestros hogares, a todos nuestros hogares españoles.

En las metas iniciales de nuestro Movimiento Nacional, figura, y eso lo estáis también experimentando año tras año, el desarrollo económico de nuestro país, la elevación del nivel de vida de los españoles. Ese nivel de vida ha podido alcanzar alturas antes no sospechadas gracias precisamente a vuestra fe, a las elevadas miras de nuestro pueblo, a las preocupaciones y desvelos cotidianos, y al sacrificio de quienes sin pedir nada, todo lo dieron al servicio de una patria mejor. A ellos y a su ejemplo nos debemos, cuando contemplamos los avances de un desarrollo evidente, con grandes logros y anchas perspectivas. Ese desarrollo lleva dentro las esencias de los más nobles ideales, lleva la intensa fuerza motriz que sólo la fe puede engendrar.

El año que acaba ha sido pródigo en acontecimientos en los que habéis dado muestras de vuestro espíritu de unidad y de vuestra lealtad de siempre. En todas las poblaciones que recorrí a lo largo de este año, pude comprobar la fe y el entusiasmo de los hombres y mujeres de España; fe y entusiasmo que culminaron en la magna concentración de la Plaza de Oriente, al cumplirse el XXXV aniversario de la fecha en que asumí el timón de la nave de la patria.

Mi gratitud, pues, por esta constante muestra de fidelidad, eco renovado del rotundo referéndum por virtud del cual, hace poco más de un lustro, la nación se dio a sí misma su propia constitución política genuinamente española, sin plagios ni mimetismos, de acuerdo con su tradición y con los principios fundamentales del Movimiento Nacional.

SOLIDEZ DEL ORDEN INSTITUCIONAL

La historia no se detiene. Este año ha visto también el acceso de nuevas generaciones a la vida pública con el inicio de la décima legislatura de las Cortes. La normal sucesión de las etapas legislativas –ya son dos las constituidas con arreglo a la Ley Orgánica del Estado-, así como la renovación, en los términos que señalan nuestras leyes fundamentales, del Consejo del Reino y el Consejo Nacional, contribuyen al arraigo de las instituciones políticas, a la forja de nuevos hombres, que son exponentes de su solidez y garantía de continuidad.

Nuestras leyes fundamentales aseguran con dinamismo la solidez del orden Institucional y el desarrollo político y social dentro de su cauce natural. Por esta vía seguiremos avanzando. Tras la promulgación en este año de la Ley Sindical y del nuevo reglamento de las Cortes, se ha remitido a la Cámara Legislativa una ley básica para la vida de nuestros pueblos y ciudades, de nuestras provincias y municipios, como es la Ley de Régimen Local. Y se hallan en estudio otros importantes textos legales que se están elaborando en cumplimiento de lo preceptuado en la Ley Orgánica del Estado para el debido desarrollo de la misma.

EL FUTURO QUEDA ASEGURADO

Carecen, pues, de fundamento los que pretenden tacharnos de inmovilistas. En cada momento oportuno se han ido dando los pasos necesarios. Y así, el 23 de julio de 1969 fue proclamado sucesor en la Jefatura del Estado el Príncipe don Juan Carlos de Borbón, lo que vino a consagrar el desarrollo normal de un proceso previsto en nuestras leyes que, robusteciendo el principio de unidad, asegura la continuidad y la firmeza de nuestro sistema. Hecho decisivo que ha sido reafirmado por la ley de 15 de julio último, que determina las funciones del Príncipe de España en los casos de ausencia o enfermedad del Jefe del Estado, con lo que queda perfectamente asegurado el futuro de nuestra patria. Así como las clamorosas muestras de adhesión que el Príncipe viene recibiendo en sus contactos con el pueblo español son una prueba del amplio asentimiento popular que aquellas medidas han merecido.

No debéis nunca olvidar que esta normalidad política es la que permite las mejoras sociales, meta permanente de nuestra actuación, la igualdad de oportunidades en la educación y en el trabajo, el desarrollo económico y social sostenido a lo largo de los años, cuyos logros son reconocidos por propios y extraños y están en la conciencia de todos los españoles de buena voluntad.

LA MÁS LARGA ERA DE PAZ

No están, pues, justificadas las objeciones de quienes, admitiendo nuestro desarrollo económico y social, preconizan, como cosa nueva, un desarrollo político. En nuestro sistema ambos desarrollos corren parejos a través de un proceso ininterrumpido, abierto a las necesidades y perspectivas del momento histórico. Nuestro desarrollo político es precisamente el que viene asegurando la era de paz y prosperidad más larga que ha conocido el país. Otra cosa sería si bajo las palabras “desarrollo político” se pretendiera la vuelta a los errores del pasado, a los partidos políticos y con ello a la ruptura de la unidad nacional. Este supuesto sería sencillamente suicida y el pueblo español ha acumulado sobrada experiencia para negarse en redondo a un nuevo salto en el vacío, y tiene voluntad suficiente para continuar su camino en un sistema orgánico, basado en las instituciones naturales, y, por ello, más pluralista, eficaz y auténticamente representativo que el sustentado por el liberalismo parlamentario inorgánico de tipo formal o por las llamadas democracias populares.

A esta normalidad política interna, que no quiere decir falta de problemas, sino conciencia plena de los mismos, voluntad para preverlos y medios idóneos para resolverlos, se ha correspondido, a pesar de las adversas circunstancias del mundo que vivimos, con una normalidad semejante en nuestras relaciones exteriores, España está cada vez más presente y con mayor eficacia en el mundo internacional. Mantenemos relaciones de amistad y comercio con todos los sectores del dividido mundo de nuestros días, cultivamos nuestras amistades internacionales, reforzamos nuestros vínculos con el resto de Europa. Y en cuanto a Hispanoamérica, está reciente la visita de nuestro ministro de Asuntos Exteriores a los países hermanos del otro lado del mar, que ha dejado constancia de nuestra voluntad de cooperación estrecha con los países nacidos, como España, de la tradición cristiana y occidental. Todos los españoles deben percatarse de cuán importante es la actualización de nuestra estirpe, que miran hoy hacia España con amor y confiada expectación.

La llamada a la concordia y a la comprensión entre los pueblos, grupos raciales y sociales, debe ser la gran consigna para esta hora delicada del mundo. ¡Cuán cierto es que la humanidad no está madura para que los destinos de las naciones, grandes o pequeñas, puedan abandonarse en las manos de una organización internacional que, en tantas ocasiones, ha puesto de manifiesto su ineficacia e impotencia ante los que desoyen sus argumentaciones!.

Por ningún motivo podríamos hoy prescindir de una vigilancia constante y del fortalecimiento de nuestra propia capacidad de defender la soberanía e independencia de nuestro Estado, como el mejor medio para salvaguardar nuestra existencia y el progreso de nuestro pueblo. Al lado de esa voluntad de legítima defensa, España afirma su propósito de colaborar con todos los hombres de buena voluntad en la adopción de medidas que sean beneficiosas para la paz mundial.

PRINCIPIOS DE NUESTRA POLÍTICA INTERNACIONAL

Creemos, en consecuencia, que España es fiel a esta línea. Nuestra concordia interior da testimonio de ello. Las diferencias con los credos políticos de los regímenes imperantes en diversos países, no han sido óbice para nuestros contactos o intercambios en todos los campos propicios a cualquier progreso útil para la vida de todos. La convivencia no presupone identificación ideológica, ni conjunción con aquellos principios; significa simplemente voluntad de entendimiento en cuestiones concretas de interés común.

La no ingerencia en cuestiones internas, el respeto mutuo y la apertura a todos los horizontes del mundo, siguen siendo los principios cardinales de nuestra política internacional.

Bien es verdad que las realidades de España, cuya raíz está en la pluralidad de nuestro pueblo, su tradición histórica y su consiguiente misión intransferible, son todavía incomprendidas y aun hostilizadas por los recalcitrantes de la vieja política liberal, que viene extinguiéndose progresivamente sin pena ni gloria. Mas todo ello puede cada vez menos contra un país que ha recorrido ya tantas leguas en su camino, que está a la vuelta de tantos espejismos, repudia instintivamente los partidismos y que, con la salvaguardia y unidad de sus fuerzas armadas, defiende celosamente el imperio de sus leyes.

NUEVOS E IMPORTANTES LOGROS SOCIALES

El perfeccionamiento integral de los españoles es tarea a la que siempre hemos dedicado especial atención. El año 1971 ha sido particularmente fructífero en este aspecto. Continuamos la tarea de aunar a los españoles en nuevas formas de participación. La Ley Sindical de 17 de abril, al mismo tiempo que adecuaba la legislación a las exigencias del orden constitucional, establecía como principios primordiales del sindicalismo español los de unidad, generalidad y representatividad; autonomía, asociación, participación y libertad de acción. Complementa esta integración de los aspectos más amplios del mundo del trabajo, la protección al trabajador y a sus familias, de acuerdo con la fundamental legislación social del Régimen, que ha logrado este año nuevos e importantes objetivos, de forma tal que unos millones de españoles están ya acogidos a la protección de la Seguridad Social, al extenderse sus beneficios a los trabajadores del campo, y nuevas ayudas han venido a aliviar la carga económica que pesa sobre las familias numerosas.

Por su parte, los españoles que trabajan fuera de nuestras fronteras no podían quedar apartados de la protección posible del Estado. A este fin la Ley de Emigración, aprobada el 18 de julio, ampara plenamente a los trabajadores españoles en el extranjero, concediéndoles los oportunos derechos de asistencia laboral.

Los objetivos que nos hemos fijado se están consiguiendo a través de toda esta compleja trama de atención legal, económica y social del trabajador. Y asimismo es una auténtica revolución, considerada necesaria, lo logrado en el campo de la formación cultural. No se trata solamente de garantizar por medio de la obligatoriedad las enseñanzas básicas, la educación de todos los sectores de nuestra sociedad. Estamos ante un momento histórico en el cual la educación y la cultura, unidad y apoyadas por una información consciente van a modificar profundamente la sociedad española, poniéndola en condiciones, mediante una adecuada capacitación, de hacer frente al desafió de los tiempos.

LA CONFIANZA EN LA PESETA NO ES PRODUCTO DE LA CASUALIDAD

El signo dinámico del año que acaba se ha reflejado de manera evidente en el sector económico.

A pesar de algunas desfavorables condiciones climatológicas, que perjudicaron localmente algunos de nuestros cultivos y la falta de pastos de otoño para su ganadería, la balanza global de nuestra agricultura ha sido favorable.

Igual juicio podría darse en la mayor parte de los servicios, sobre todo de los transportes y el turismo.

A pesar de la elevación de los precios, defecto general de la economía en todos los países durante el año que termina, los resultados finales y globales son satisfactorios ante la gran reserva de divisas acumuladas, la notable liquidez bancaria y, sobre todo, el ánimo empresarial, condición básica necesaria para iniciar un período expansivo en el nuevo año que ahora comienza.

No voy a cansaros con el relato abrumador de los datos favorables que figuran en todas las publicaciones de final de año. Baste recordar que la solidez de la economía española y el alto índice de sus reservas monetarias han hecho posible que, pese al temporal financiero y a la galerna sufrida en los mercados internacionales, el Gobierno haya podido mantener la paridad de la moneda con el oro y, lo más importante, que estas relaciones, dentro de la estructura económica del país, no sufran ninguna acción violenta y menos negativa.

Esta confianza en la peseta, como comprenderéis, no es producto de la casualidad. Los mercados sólo conceden crédito a quien se lo gana. Y España se ha ganado merecidamente este crédito, por la forma con que ha sabido llevar su economía. Gracias a una actuación previsora, España ha triplicado en dos años sus reservas, que hoy se hallan cautamente distribuidas entre los distintos activos internacionales disponibles.

La constancia de nuestra política monetaria ha evitado las cuantiosas pérdidas instantáneas que se seguirían si se hubiese aceptado pasivamente una devaluación de la peseta. Al contrario, su revalorización, en forma moderada, permite aliviar la tensión de los precios interiores, al poder mantener el valor de los bienes importados, que aseguran una continuidad en el precio de los suministros interiores de los bienes de inversión necesarios para nuestro desarrollo y para la considerable mayoría de empresas que renuevan su utillaje con el pago aplazado. A esta ventaja en el frente interno se añade la aportación que con esta decisión realiza España al restablecimiento del equilibrio económico internacional, que prueba una vez más nuestro deseo de cooperar al desarrollo del comercio y los intercambios en el mundo libre.

APERTURA AL MUNDO, UNIDAD EN EL INTERIOR

Como vela, nos hemos afanado por que España sea un pueblo donde pasa la tradición, lo que no ha impedido estar a la altura de los tiempos. Jamás pudimos aspirara a que el país se constituyese en un islote de calma, al margen de las inquietudes del mundo. Al contrario, nunca nos hemos encontrado más sensibles a las incidencias exteriores. Las características de la actual civilización determinan un conocimiento cercano en cuanto en el mundo acaece, de lo bueno y de lo lamentable. La actitud española ha sido la de la serenidad y el trabajo sin tregua, la del equilibrio y la del dinamismo en todos los órdenes; pero esta insoslayable apertura al mundo, que es una exigencia de los tiempos, nos impone la necesidad de recordar una y otra vez que en la unidad está la base de nuestra fortaleza, que en el trabajo diario y cotidiano está la clave de nuestra pujanza, que sin ser una economía fuerte no cabe pensar que sea posible establecer una política avanzada y ésta a su vez no puede darse, sin un trabajo continuado, eficaz y colectivo. Unidad, continuidad y paz han sido las claves del renacer español, y si aspiramos a mantenerlo y completarlo, esas deben seguir siendo las supremas consignas para el futuro.

En el orden interior ha sido trascendental el cambio operado en las líneas directrices de la educación española. Medidas excepcionalmente renovadoras, que demuestran el espíritu social que inspira toda nuestra acción política. Ni un solo joven tendrá cerradas las puertas al estudio, no sólo en la enseñanza secundaria, sino en la superior, si reúne las condiciones y aptitudes necesarias para ello. España necesita de esa juventud laboriosa, capaz de dar, mediante su estudio y trabajo, nuevos títulos que la engrandezcan y dignifiquen. Es de justicia el que la juventud de hoy reconozca ese celo que el Estado pone en mejorar sus condiciones de trabajo, en facilitarle el acceso a los distintos grados de la educación, en renovar sus planes de enseñanza conforme a las exigencias más modernas que inspiran las reformas de la educación en todo el mundo. Con un ejemplar esfuerzo de renovación, el Gobierno trata de poner al servicio de las exigencias docentes cuantos resortes o instrumentos se aconsejen como necesarios para la mayor eficacia del aprovechamiento y formación de nuestra juventud.

MENSAJE DE EXIGENCIA A LA JUVENTUD

Por esto a las generaciones jóvenes deseo enviarles, junto a mi saludo, un mensaje de exigencia. Si aspiráis a ser mejores que vuestros padres y a lograr más altas metas, vuestros conocimientos habrán de ser también más profundos; vuestras jornadas universitarias impregnadas de un mayor rigor, vuestra preparación más completa, y esto nunca podrá lograrse más que con el trabajo continuo y metódico de profesores y alumnos en un mismo quehacer y con un mismo ideal. De vosotros depende que la Universidad pueda marchar a la vanguardia de nuestro progreso. Estamos viviendo la más grande de las transformaciones que jamás hubo en la historia, y sólo la acción común de todos hará posible alcanzar las altas ambiciones que nos hemos trazado para superar injustificados desfases y ponernos, tanto en lo material como en lo espiritual, a la altura que exige nuestra historia y nuestro propio decoro.

En el orden espiritual importa que una vez más recapitulemos sobre la necesidad de que el pueblo se mantenga fiel a las esencias de la patria, a cuyo servicio se ofrendaron los mejores, haciendo posible con su sacrificio estos treinta y cinco años de paz y de progreso.

PODER TEMPORAL Y PODER ESPIRITUAL

En ese sentido se ha inspirado la política nacional en relación con el problema religioso. La propia confesionalidad de nuestro Estado nos obliga a mirar el futuro libres de perjuicios y con un perfecto conocimiento de cuáles son los derechos que limitan el ámbito entre el poder temporal y el espiritual.  La Iglesia Católica y el Estado constituyen dos poderosas fuerzas vitales que coinciden en el propósito de promover la perfección del hombre y su bienestar espiritual y material.  Sus finalidades no pueden contradecirse, porque ello produciría una lamentable crisis social. El respeto recíproco entre las libertades de cada una de estas sociedades soberanas, es la garantía de una armónica colaboración en las finalidades conjuntas que ambos persiguen. Pero lo que no puede hacer un Estado es cruzarse de brazos ante determinadas actitudes de carácter temporal asumidas por algunos eclesiásticos. El Estado se opondrá a cuantas interferencias de su soberanía le lleguen con finalidades perturbadoras de la sana convivencia entre los españoles. En último término lo que nosotros deseamos es la consolidación de la paz cristiana dentro de nuestras fronteras y contribuir con ello a la gran empresa de la pacificación del mundo. Por eso quiero deciros cuánto agradezco ese cotidiano plebiscito que me dais de trabajar por España con el esfuerzo, anónimo, callado y profundo que realizáis en el taller, la fábrica, en el laboratorio o en la cátedra, cumpliendo como un honor el trabajo de cada día.

A vosotros los que trabajáis en los más apartados rincones de la geografía española o del extranjero, a los que creéis que vuestro denuedo es ignorado, quiero llegue hoy con mi pensamiento de aliento y de esperanzas para el año próximo, mi reconocimiento emocionado por la manera abnegada y tenaz con que estáis fraguando el futuro. Que el Señor colme de venturas vuestros hogares y haga que vuestra vida alcance los frutos de ese bienestar que,  como hijos ejemplares de la Patria, os merecéis.

La firmeza y fortaleza de mi ánimo no os faltará, mientras Dios me dé vida, para seguir rigiendo los destinos de nuestra Patria.

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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