LA ESTATUA DEL CAUDILLO 

 

 

Por Antonio Iglesias.

Con gratitud y profundo cariño recuerdo le España de Franco: la que él forjó y nos legó a los españoles. Digna herencia que se empezó a malbaratar desde el día siguiente al de su muerte.

Hoy no queda en la realidad cotidiana prácticamente nada de aquella España, de la esencia de España, que es y será siempre una idea, un concepto metafísico, que se puede hacer realidad tangible en el momento en que haya una fuerza que se lo proponga; una fuerza que no tiene por qué estar respaldada por una mayoría de votos; una fuerza que di dimane de unos pocos que actúen como fermento de la masa.

Es una posibilidad abstracta que sabemos lejana a la vista del perfil del español medio. ¡Cuántas ideas han pasado de lo abstracto a lo concreto!, en la vida de cada uno, en la Historia. Y en este caso todo puede cambiar debido precisamente a lo lábil de este español medio. Depende mucho de la voluntad, la planificación y el esfuerzo de unos pocos.

Estos pocos somos los que guardamos gratitud a Franco. Los que no ostentamos cargos públicos durante su reinado: eso sí que fue reinar; los que nos sentíamos orgullosos de nuestro Jefe del Estado y seguimos sintiéndonoslo de él, nuestro Caudillo; los que no nos limitamos a deplorar el secuestro de su estatua porque “es una torpeza”, tibio comentario políticamente casi correcto; los que denunciamos que es un acto ruin, propio de unos miserables; los que aún recordando, amando, proclamando a Franco y exaltando todo lo positivo de su mandato rechazamos, precisamente por ello, que nos llamen “franquistas”. Porque franquistas fueron el Rey, Suárez, Fernández Miranda y un largo elenco de personajes que se encargaron de derribar, con una pretendida legalidad,  que se quiere justificar por algunos historiadores, pero que se rechaza por expertos juristas–pero por supuesto con flagrante deslealtad , desde el perjurio en suma , el Régimen que habían jurado defender.

Aquellos polvos trajeron estos lodos. Lodos de cloaca, putrefactos, que es el calificativo que merecen todos los que directamente, por acción- el Gobierno socialista y su legión de corifeos, compuesta por maquis y tiorras con lenguaje de Frente Popular y actuaciones de “brigadas del amanecer” -o indirectamente, por omisión, el tibio  Ayuntamiento de Madrid con explicaciones dignas de Poncio Pilatos, han permitido que sea retirada la estatua del Caudillo de su emplazamiento en los Nuevos Ministerios, contra la voluntad y contra el sentir de muchos miles de españoles que se callan y de unos pocos que lo manifestamos con rabia.

Pero no podrán con nosotros si nos lo proponemos. Aunque seamos pocos podemos ser “la sal de la tierra”. Que la ira no nos paralice y sepamos encauzarla a  la acción para poder constituir el fermento que haga hincharse a esta masa, inerte, amorfa, en coma,  que es la inmensa mayoría de la sociedad española actual.

Encajemos el puñetazo o , quizá mejor dicho, la cornada del odio, sentimiento del que Zapatero y su ganadería  tienen una capacidad inagotable de generación.

Generadores de un rencor de vencidos en una guerra en la que no combatieron y cuyas heridas ya habían cicatrizado en vida de Franco; vencidos niñatos, hijos de papá, en una guerra en la que hoy serían incapaces de combatir porque son, ante todo, unos cobardes.

Rencor de vencidos, sí.

Pero la palabra vencido tiene dos acepciones: una, la del que ha sido derrotado en una disputa, en una contienda, en una guerra y que puede tener incluso una hermosa aureola de dignidad. Otra, la que en el idioma francés se designa con la expresión” vaincu”, que se utiliza como insulto, queriendo significar miserable y ruin.

Este es el calificativo que corresponde a estos vencidos de una guerra en la que nunca hubieran tenido el valor de combatir.

Todas estas reflexiones son las que quiero llevaros en el día de hoy a los españoles que os sentís orgullosos de Franco y que reivindicáis para hoy y para mañana la España verdadera que él nos legó.

De todas estas consideraciones, lo más importante, lo esencial es que contribuyamos cada uno desde nuestro puesto, integrados en un grupo nacional a un rearme ideológico y moral para que pronto vuelva a reír la primavera al paso alegre de la paz.   

26 de Marzo de 2.005.-

 

PÁGINA PRINCIPAL

OPINIÓN