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Actualizada: 27 de Junio de 2012.    

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  Memoria Histórica


 Asesinato del Cardenal Juan Soldevila Romero


  Por Eduardo Palomar Baró.


 



Juan Soldevila Romero nació en Fuentelapeña (Zamora) el 20 de octubre de 1843 en el seno de una familia modesta. Estudió bachillerato en el Instituto de Valladolid y en el Seminario de la misma ciudad cursó los estudios de Filosofía y de Sagrada Teología. Una vez graduado en Teología se licenció y doctoró en el Seminario de Toledo y de Santiago, obteniendo la calificación de “Nemine Doctorum discrepante”. En el Seminario de Tuy hizo los estudios en la Facultad de Derecho Canónico con la nota de “Meritíssimus” en todas las asignaturas.

Fue ordenado de presbítero por el arzobispo de Valladolid, cardenal Moreno y celebró su primera Misa en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Antigua, de Valladolid, el 30 de diciembre de 1867. Al poco tiempo fue nombrado cura ecónomo de la Parroquia de La Cistérniga (Valladolid).

En 1871 obtuvo igual cargo en la iglesia de San Nicolás de Bari, en Valladolid, y luego en la de Santiago, de la misma población. El obispo de Orense le nombró su secretario de cámara y gobierno. Fue nombrado canónigo de la Catedral por Alfonso XII, y en la misma capital desempeñó el cargo de vocal de la Junta Provincial de Beneficencia y de la Diocesana de Reparación de Templos.

La oración fúnebre que pronunció a la muerte de la reina Mercedes le valió el nombramiento de predicador de Su Majestad y Caballero Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

En 1883 fue nombrado canónico de la Metropolitana de Valladolid, y cuatro años más tarde se le designó para la dignidad de Arcipreste. Desempeñó también en Valladolid el cargo de secretario capitular y las obligaciones anejas a la Canonjía Magistral, el de secretario en el Sínodo Diocesano y del Concilio Provincial (1886-1887).

En abril de 1889 fue consagrado obispo de Tarazona, e hizo su entrada en la histórica ciudad aragonesa el 7 de junio de 1889. Fue nombrado también administrador apostólico de la diócesis de Tudela, en cuyo cargo estuvo durante doce años.

Asistió a los Congresos Católicos de Zaragoza, Sevilla, Burgos y al Congreso Eucarístico de Valencia. Presidió la peregrinación nacional obrera que fue a Roma en el año 1894.

Muerto el cardenal Antonio María Cascajares y Azara, que había sido presentado para regir la archidiócesis de Zaragoza, fue propuesto Soldevila para el arzobispado cesaraugustano. Preconizado el 16 de diciembre de 1901 por su Santidad León XIII, hizo su entrada oficial en Zaragoza el 21 de marzo de 1902.

Impulsó las obras del templo del Pilar y logró que éste fuera declarado monumento nacional.

En el Senado presentó una moción sobre el mal estado de las escuelas de primera enseñanza. También llevó al Senado una vibrante defensa de la ley del descanso dominical.

En 1905 hizo la visita ad Limina y llevó a Roma la corona que España ofreció a la Santísima Virgen del Pilar. Con motivo de la coronación, publicó una Pastoral agradeciendo a la nación el obsequio a la Virgen y la propagación del culto al Pilar. Creó la Corte de Honor de señoras.

Publicó una exhortación pastoral acerca de la enseñanza de la doctrina y constituyó como consecuencia una Junta Diocesana encargada de velar por la instrucción de los niños. En 1908, con motivo de la conmemoración del Centenario de los Sitios, propulsó la iniciativa de instalar en la Exposición Hispano-Francesa una sección de arte retrospectivo, proyecto realizado con la mayor brillantez.

El 20 de mayo de 1909 fue nombrado hijo adoptivo de Zaragoza, aniversario de la coronación de la Virgen del Pilar y fecha en que fue llevada al templo la bandera española.

Trabajó desde su escaño del Senado a favor del proyecto de los grandes riegos del Alto Aragón, a cuya obra ligó su nombre por lo tenaz de la campaña y por el excelente resultado que de ella se obtuvo. Intervino en la creación del nuevo arciprestazgo de Cariñena a Daroca; el relativo a la continuación de las obras del Pilar; la presentación a las Cortes de la exposición colectiva de prelados del arzobispado sobre las asignaciones del culto y clero; la petición, que le fue otorgada, para celebrar la Santa Misa a medianoche del 1º al 2 de enero, en recuerdo de la venida de la Virgen del Pilar en carne mortal a Zaragoza, etc.

En el Consistorio secreto del 15 de Diciembre de 1919 fue nombrado cardenal, y el 25 le impuso el rey la birreta cardenalicia. Con motivo de la guerra en el Riff publicó una Pastoral que fue comentada en casi toda la Prensa española. Realizó una intensa campaña a favor de los niños huérfanos como consecuencia de la I Guerra Mundial de 1914 a 1918.

A petición de miles de aragoneses, que firmaron pliegos solicitándola, le fue concedida la Cruz de Beneficencia. Cuando la pretendida reforma del Art. 11 de la Constitución, Soldevila dirigió al Gobierno un documento de protesta redactado en términos respetuosos pero enérgicos.

Poco tiempo después el cardenal, acompañado de su familiar Latre, iba, como casi todas las tardes, a su finca de recreo “El Terminillo”, en la cual había fundado unas escuelas; cuando el automóvil llegaba a la puerta de la finca fueron hechos sobre él de 15 a 20 disparos, resultando muerto instantáneamente el cardenal y heridos su familiar y el chófer Santiago Castanera.

Los autores de los disparos se dieron a la fuga, y hasta pasado algún tiempo no fueron detenidos. Las verdaderas causas del crimen no aparecieron claras, aunque se dijo que se trataba de un crimen de carácter social, trágica consecuencia de las exaltadas luchas de aquellos días. Cumpliendo los deseos expuestos repetidamente en vida por el prelado cesaraugustano, su cadáver fue sepultado en el templo del Pilar, frente al templete de la Virgen y bajo la bandera española. Una lápida modesta perpetúa la memoria del cardenal Soldevila. En “El Terminillo”, un pequeño y sencillísimo obelisco, recuerda el trágico fin de este príncipe de la Iglesia.

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“Los Solidarios”, también conocido como “Crisol”, fue un grupo de acción armada formado entre los años 1922 y 1923 en Barcelona como respuesta a la guerra sucia emprendida por sectores patronales y gubernamentales contra los sindicatos. Surgió como sucesor de un grupo anterior llamado “Los Justicieros” creado en Zaragoza.

El grupo “Los Solidarios” estaba integrado por anarcosindicalistas, que montaron una red para compra y depósito de armas con las que se atentaban a elementos del Sindicato Libre patronal. Se les atribuyeron atracos a bancos como el del Banco de España de Gijón, en septiembre de 1923, o el asesinato del cardenal zaragozano Juan Soldevila Romero. Después de este hecho y con la presión de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Durruti, Ascaso y otros miembros del grupo huyeron a Francia primero y después a Hispanoamérica, donde se les imputaron más atracos. Volvieron a Europa estableciéndose en Francia donde vivieron clandestinamente después de ser acusados de intentar asesinar al rey Alfonso XIII en una visita a París. Expulsados finalmente del país se establecieron en Bélgica, donde les fue permitida la residencia. Con la proclamación de la Segunda República española el 14 de abril de 1931, algunos de los miembros que habían podido volver a Cataluña decidieron ingresar en la FAI (Federación Anarquista Ibérica) con el nombre de “Nosotros”, aunque con posiciones más radicales que las de la federación. Al declararse la Guerra Civil española el grupo dejó de actuar como tal.

Se conserva una grabación sonora de un discurso de Juan García Oliver, uno de los principales integrantes de “Los Solidarios” donde califica los miembros del grupo, incluyéndose él mismo, “como los mejores terroristas de la clase trabajadora, los que mejor podían devolver golpe por golpe el terrorismo blanco contra el proletariado como los asesinatos de Salvador Seguí o Francesc Layret por parte de la patronal”. 

Formaron parte de “Los Solidarios”, entre otros: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso Abadía, Rafael Torres Escartín, Joan García Oliver, Antonio Ortiz Ramírez, Ramona Berri, Gregorio Jover, Antonio Martín Escudero, Miguel García Vivancos, Pepita Not y Ricardo Sanz.

 

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Nació en el seno de una familia obrera, el 14 de julio de 1896, en el barrio de Santa Ana de León. Segundo de los ocho hijos de Santiago Durruti y Anastasia Domínguez. Los Durruti eran de origen vasco-francés y los Domínguez de ascendencia catalana. De los ocho hermanos –Santiago, Buenaventura, Vicente, Plateo, Benedicto, Pedro, Manuel y Rosa– sólo tres sobrevivieron al finalizar la guerra.

Su padre fue curtidor y estuvo ligado a la lucha del proletariado español. En 1903, fue arrestado durante una huelga a favor de la reducción de la jornada laboral a diez horas. Todo esto, sumado a la miseria que vivió desde pequeño, determinó su vida como revolucionario. En el año 1910 Durruti se empleaba como aprendiz mecánico, y el amo del taller, Melchor Martínez, le iniciaba en la mecánica y en el socialismo. El 30 de octubre de aquel año tuvo lugar en Barcelona el congreso fundacional de la CNT. En agosto de 1917, Durruti que trabajaba como mecánico de ferrocarriles, colaboró a la huelga general con toda suerte de actos de sabotaje y enfrentamiento con la Guardia Civil, y los dirigentes socialistas de la UGT de León desautorizan a la brigada de sabotaje y hacen que pierda su empleo y que tenga que huir y esconderse en Gijón con su amigo “el Toto”, donde conoce a Manuel Buenacasa, miembro del comité nacional de la CNT que tendría contactos con él en momentos cruciales, como en 1919 y en la conferencia de la CNT de Zaragoza en 1922 en que, con Pestaña, Seguí y Peiró, fue desaprobada la postura de Joaquín Maurín de adherirse a la III Internacional.

Prófugo del servicio militar, Durruti estuvo en Francia hasta enero de 1919. Una de sus actividades allí fue la adquisición de pistolas y municiones para Barcelona, pues había contactado también con un grupo de anarquistas catalanes. El 1 de enero de 1919 Durruti vuelve a España enviado por la CNT para informar a los camaradas de Gijón de las actividades realizadas en Francia y entra en contacto con Laureano Tejerina que había fundado una asociación anarquista y un sindicato dependiente de la CNT. Durruti es detenido como sospechoso después de haber realizado nuevas operaciones de sabotaje. En La Coruña descubren su condición de desertor y lo envían a San Sebastián, pero con la ayuda de sus amigos leoneses logra evadirse y vuelve a Francia. A partir de julio de 1919 trabaja en París en una empresa de la Renault. Se entera del congreso de la CNT en Madrid y de la adhesión provisional a la III Internacional, y también de que Pestaña irá a Moscú.

Su entusiasmo por el éxito de la revolución rusa le mueve a regresar a España con ganas de actuar, pero muy pronto los escritos de Errico Malatesta, uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno, descubre que la dictadura del proletariado se convierte en la dictadura de un partido o, mejor, de los jefes de un partido.

Trabaja en Rentaría y Buenacasa le recomienda que marche a Barcelona, donde están Pestaña, Seguí y Peiró, donde se vive una dura lucha armada, siendo encarcelados éstos líderes barceloneses. Durruti y sus compañeros del país vasco crean el grupo “Los Justicieros” para hacer frente a la “represión institucionalizada” con la violencia, “como se viene haciendo en Barcelona”.

Para atentar contra el rey Alfonso XIII, que ha de ir a San Sebastián, Durruti va a Gijón en busca del explosivo, pero los preparativos del túnel subterráneo para colocarlos, son descubiertos por la policía y tiene que escapar a Zaragoza con Marcelino del Campo y Gregorio Suberbiela, acusados del intento por la prensa de San Sebastián. En Zaragoza entra en contacto con los “justicieros” aragoneses Inocencio Pina y Rafael Torres Escartín. Más tarde, con Francisco Ascaso Abadía, ahora detenido y amenazado con pena de muerte por terrorismo. Fue aquí donde proyectan fundar lo que luego sería la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Para dar a conocer este proyecto, sale para Andalucía con su compañera Juliana López (su “compañera fija, que no lo abandonará hasta el fin”; Emilienne Morin, lo fue a partir de 1924). Pero el día antes de su llegada el comando catalán de Pedro Mateu, Ramón Casanellas y Lluís Nicolau había asesinado al Presidente del Gobierno español, Eduardo Dato Iradier, (8 de marzo de 1921), como principal responsable, decían, de la “ley de fugas”. Durruti tuvo que salir con Juliana precipitadamente, rumbo a Barcelona. Pero la policía madrileña había desplegado enormes medios y controlaba barrios enteros. Durruti fue detenido como sospechoso, pero inventó una fábula de “hijo de buena familia que se hallaba allí con una amiguita, y necesitaba salvar la honorabilidad de la familia”, y lo pusieron en libertad. Al fin pudo llegar a Barcelona donde se entrevistó con Domingo Ascaso, hermano de Francisco. Con Suberbiela regresa a Zaragoza y con Torres Escartín a Bilbao para obtener armas y dinero con que ayudar a los anarquistas barceloneses. Atracan el coche pagador de una fábrica de Éibar, y con el botín compran cien pistolas Star y reparten ayudas a los sindicalistas detenidos en Zaragoza y Bilbao.

Muy limitados por la represión, Durruti y su amigo Francisco Ascaso, resolvieron ir a recaudar fondos a América. En el año 1924 llegaron a La Habana, donde se emplearon como estibadores portuarios, participando activamente en la organización del sindicato. Debido a esto, fueron perseguidos por la policía local. En 1925, llegaron a México donde se les unió Gregorio Jover, dieron un golpe y destinaron buena parte del dinero para financiar una escuela para los pobres en ese país y el resto para costear una biblioteca en París. Luego de una corta estadía en Perú, el grupo que ahora se autodenominaba “Los Errantes” se dirigió a Chile y a la Argentina, donde asaltaron bancos para recaudar plata para la lucha contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera. El mismo año pasaron por Chile y protagonizaron el primer asalto a un banco en la historia de ese país. En 1926, se refugiaron en Montevideo y Buenos Aires entre compañeros anarquistas. Luego regresaron a España, donde volvieron a la pelea, la cárcel y el exilio. Fueron quince meses de intensa batalla, expropiaciones importantísimas, persecuciones de película y fugas espectaculares; sus hazañas y sus nombres se convirtieron en leyenda.

En un nuevo exilio en Francia, Durruti trabajó como mecánico en Renault y Ascaso, de camarero. Ambos fueron detenidos por un pedido de extradición de España y de Argentina, donde estaban condenados a muerte. Su detención provocó un intenso repudio por parte de la sociedad francesa que logró movilizar a su sector más antifascista.

Mientras estaban en Francia, los dos compañeros conocieron a dos jóvenes del lugar, quienes los acompañarán desde entonces. Buenaventura y quien sería su compañera toda la vida, Emilienne Morin, se enamoraron en el exilio y desde ese momento se acompañaron siempre que pudieron. Pelearon juntos en el frente de batalla durante la Guerra Civil española cuando Emilienne se alistó en la Columna Durruti.

Sobre la muerte de Durruti en la contienda, ocurrida el 20 de noviembre de 1936, hay tres hipótesis sobre la procedencia de la bala que acabó con su vida. Unos dicen que fueron los comunistas, partidarios de la UGT; otros sostienen que fueron sus propios compañeros, y una tercera postura afirma que fue un accidente. La situación que se vivía en España en los días de la muerte de Durruti era dramática. La guerra estaba por perderse; los nacionales estaban en las afueras de Madrid. Entonces, todos, sin distinciones de partidos o grupos, pidieron a Durruti, que se encontraba en Aragón, que se trasladara con parte de sus hombres a Madrid. Ni García Oliver en Madrid, ni Buenaventura Durruti, estaban muy convencidos, pero, si no se salvaba Madrid, se desmoronaba el frente y era el fin. Durruti se trasladó con un grupo sin desmantelar el frente de Aragón.  El avance de los nacionales se detuvo en el Hospital Clínico, pero Durruti murió en circunstancias confusas. Su entierro en Barcelona fue multitudinario.

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Nació el 1 de abril de 1901 en Almudévar (Huesca) en el seno de una familia campesina que emigró a Zaragoza. Trabajó como panadero y camarero. Se vinculó con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y formó en el grupo de acción llamado “Los Justicieros”. Viajó a Barcelona en 1922, donde el grupo, que también integraban Buenaventura Durruti, Ricardo Sanz, Antonio Ortiz, Juan García Oliver y Gregorio Jover, pasando a llamarse “Los Solidarios”. Se enfrentaron a los pistoleros pagados por las patronales. Ascaso participó en varios asaltos a bancos.

En 1923, con la dictadura de Primo de Rivera, Ascaso y algunos de sus compañeros se exiliaron en Francia. Perseguidos por las autoridades, se trasladaron a América, participando en otras acciones violentas junto con anarquistas argentinos. De regreso en Francia tras un par de años, Ascaso y Durruti son detenidos el 25 de junio de 1926, acusados de preparar un atentado contra el rey de España Alfonso XIII que visitaba París; finalmente, ante la falta de pruebas, fueron expulsados y se les prohibió residir en Francia, Bélgica, Alemania, Suiza y otros países europeos. Durante la monarquía de Alfonso XIII fue acusado del asesinato del cardenal arzobispo de Zaragoza (4 de junio de 1923) y del asalto al Banco de España de Gijón. Permaneció clandestinamente en Francia, hasta que en 1931, apenas proclamada la II República, regresó a España fundando el grupo de acción “Nosotros”, de corte más radical que la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Participó activamente en las insurrecciones anarquistas de los primeros años de la República, y en 1932 es nuevamente detenido y deportado a las colonias españolas del África.

En 1933 reaparece en Sevilla, donde es detenido nuevamente.
Al comenzar el año 1934 fue nombrado secretario general del Comité Regional de la CNT de Cataluña. El estallido de la Guerra Civil española lo encuentra en Barcelona donde muere el 20 de julio de 1936 durante el asalto al cuartel de las Atarazanas.

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Nació en Bailo (Huesca) el 20 de diciembre de 1901. Hijo de Pedro Torres Marco y de Orencia Escartín Villacampa. Rafael vino al mundo en la casa cuartel de la Guardia Civil de Bailo, donde se encontraba destinado su padre.

Siendo estudiante en Huesca, fue introducido en el anarquismo por el pintor y periodista anarquista Ramón Acín. Abandonó los estudios por el oficio de pastelero. Desde 1918 militó en las filas de la CNT, concretamente en el sindicato de alimentación, y dejó Huesca para vivir en Zaragoza.

En la capital aragonesa se sumó al grupo anarquista “Crisol”, grupo que luego pasaría a llamarse “Los Solidarios”, compuesto por personajes destacados en el anarquismo como Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso. Vivió un tiempo a caballo entre la capital aragonesa y Barcelona, donde trabajó en el Hotel Ritz.

En 1923, el grupo “Los Solidarios” afirmaba que el cardenal Juan Soldevila y Romero, el gobernador civil de Barcelona Severiano Martínez Anido y el ministro de la gobernación Gabino Bugallal Araújo habían ordenado el asesinato del líder sindicalista Salvador Seguí, crimen que había sido perpetrado en Barcelona el día 10 de marzo. Con este convencimiento, decidieron asesinar al cardenal arzobispo de Zaragoza. El día 4 de junio, Rafael Torres Escartín, junto con Francisco Ascaso, asesinaron a tiros en su coche al cardenal.

Aunque en principio logró huir de la policía, Torres Escartín fue detenido durante el atraco al Banco de España de Gijón y a pesar de que consiguió volver a fugarse, fue de nuevo apresado y condenado a muerte. Torres Escartín enloqueció durante su estancia en el penal de Santoña, y su condena fue conmutada por un ingreso en un manicomio de Reus en 1931. Rafael fue fusilado al finalizar la Guerra Civil española en 1939. 

El asalto al Banco de España en Gijón tuvo gran resonancia. El 1 de septiembre de 1923, el anarquista Buenaventura Durruti y su grupo “Los Solidarios” perpetraron en el Banco de España de Gijón el primer gran atraco a mano armada en un banco llevado a cabo en España, con un botín de más de medio millón de pesetas, cuya finalidad era pagar la fianza de Francisco Ascaso y otros detenidos por el atentado contra el cardenal Soldevila.

Los medios de comunicación de la época publicaron el sumario de los asaltantes al Banco de España en Gijón: «El 29 de enero de 1924 quedó terminado el sumario instruido por el juez. Los encartados eran: José Buenaventura Durruti, de León, apodado “Boina”; Aurelio Fernández Sánchez, apodado “Jerezano” o “Asturiano”, de Oviedo; otro individuo apodado el “Catalán”, autor del atentado contra el ex gobernador de Vizcaya, González Regueral; Gregorio Martínez Gazan, apodado “Totó”, de León; Rafael Torres Escartín, de Huesca, que estaba en la cárcel de Oviedo, y otro cuyo nombre no llegó a averiguarse, pero que también era natural de Huesca. Durruti, el “Catalán” y “Totó” estuvieron primeramente en León, desde donde se trasladaron a La Coruña para atentar contra una personalidad que ocupaba un alto cargo público, plan que fue frustrado por la Policía.

De La Coruña fueron a Zaragoza, donde atentaron contra el cardenal Soldevila, en el cual atentado se supone que intervino el Torres Escartín. Desde Zaragoza marcharon a Barcelona, y luego vinieron a esta población con el propósito de realizar otro atentado contra una personalidad política, lo que impidió las circunstancias, decidiendo entonces el asalto a la sucursal del Banco de España.

Aquí, parte de ellos se hospedaron en el número 2 de la plaza del Seis de Agosto; frecuentaban el café “Dindurra”, y en él conocieron al presidente de una Sociedad obrera, quien tiene un hermano sastre, en cuyo domicilio se encontró el traje de uno de los individuos de la banda.

Antes de cometer el asalto a la Sucursal del Banco de España, dichos sujetos hicieron frecuentes viajes a Oviedo y a La Felguera, trabando en el último de estos viajes estrecha amistad con algunos sindicalistas, entre los que figuraba José González Pueyo que se encargó de cortar los hilos telefónicos entre Gijón y Oviedo cuando se consumó el asalto, para procurar que los asaltantes llegaran sin dificultad a la capital de la provincia y allí se guarecieron en el domicilio de Avelino Montes, mozo de café, trasladándose luego a la casa de huéspedes en la que fueron sorprendidos por la Benemérita, con la que trabaron lucha.

La labor realizada por el juez especial, D. Adolfo García González, está siendo muy elogiada».

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Nació el 20 de enero de 1902  en Reus (Tarragona). Significado anarquista que junto a Buenaventura Durruti fundó el grupo “Los Solidarios”, al cual se le adjudicaron varios asesinatos, incluyendo el intento de asesinato del rey Alfonso XIII. Perseguido tuvo que huir a Argentina y a otros países hispanoamericanos y europeos. Regresó a España en 1931. Empezó por difundir la práctica cenetista. Junto con Pestaña y Peiró organizaron un grupo de compañeros para liquidar a Severiano Martínez Anido y a otros perseguidores de la Confederación Nacional de Trabajo. Así nació “Nosotros”, con Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Ortiz, Jover y otros. Primero nacieron para enfrentarse al pistolerismo de la patronal y luego como grupo de afinidad ideológica contra el reformismo treintista que llegó a tener un peso importante dentro de la CNT. Fue el que definió el término de “gimnasia revolucionaria”, término que servía para referirse a la práctica de “putschs” revolucionarios, a la espera de la gran revolución que según ellos se acercaba. Fue uno de los protagonistas en la calle de los combates confederales que determinaron la derrota del ejército sublevado el 18 de julio de 1936, y también fue uno de los pocos lideres cenetistas que apostaban  “a ir por el todo”, lo que hubiese significado una revolución libertaria a fondo, propuesta que fue derrotada en el Pleno de locales y comarcales de la CNT del 23 de julio de 1936 y que llevó a la organización a integrar un frente antifascista amplio.

García Oliver al poco tiempo de defender esa postura radical de ir “a por todas” pasaba a formar parte del gobierno central de Largo Caballero, como ministro de Justicia, desde el 5 de noviembre de 1936 al 18 de mayo de 1937. Meses antes había sido consejero de la Generalidad de Cataluña. El trabajo de García Oliver al frente del Ministerio fue de los más avanzados en la historia de Europa. Su obra legislativa comenzó el 24 de noviembre con un decreto que permitía la auto-defensa de los propios acusados ante los tribunales. Intentó frenar los desmanes que se producían en la retaguardia (acaparamiento de víveres, municiones y materias primas y/o su especulación).

También promulgó otro decreto en el que se eliminaban todos los antecedentes penales por delitos cometidos con anterioridad al 15 de julio de 1936, o sea con anterioridad a la revolución. En diciembre creó los Campos de Trabajo como medida  para los presos “fascistas”, así como un Reglamento de Vigilantes de Campos de Trabajo. Todo ello en sustitución de las cárceles; con esta medida hacía hincapié en la reintegración y en la fe absoluta de los anarquistas en la educación. Finalmente presentó un decreto de amnistía total, que apareció promulgado el 25 de enero de 1937. Con este decreto no se hacía más que legalizar una situación que se había dado de hecho al abrir las puertas de las prisiones, pero que no garantizaban la libertad de todos aquellos que las atravesaron. Clausuró las prisiones del Frente Popular (como Fomento, 9) o la justicia arbitraria como los grupos de Margarita Nelken. Frenó las sacas de presos al nombrar, no sin dificultades, a Melchor Rodríguez como Director General de Prisiones.
Aprobó un decreto de Igualdad Hombre-Mujer. Estableció la mayoría de edad a los 18 años. Derogó la Ley de Vagos y Maleantes de Jiménez de Asúa, y las leyes represivas del 11 de octubre de 1934, tras la Revolución de Asturias en ese año. Redujo los plazos procesales en la sala de lo social del Tribunal Supremo. Traspasó el Consejo Nacional de Tutela de Menores al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que gestionaba Federica Montseny.

En los “hechos de Mayo de 1937 en Barcelona” llamó a un cese al fuego y al desarme de las bases obreras confederales y del POUM, lo que fue entendido como una flagrante traición a la Revolución del 36 y que facilitó la dura represión estalinista sobre libertarios y comunistas revolucionarios. García Oliver poseía una palabra fácil e impactante lo que le dotaba de una oratoria convincente.

Al finalizar la guerra civil se exilió en Guadalajara (México) donde murió en 1980.

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«A las tres de la tarde del día 4 de junio de 1923 fue objeto de un atentado, que le causó la muerte, el cardenal arzobispo de Zaragoza, doctor Soldevila.

Como de costumbre, el cardenal Soldevila se dirigía en su auto, acompañado de su familiar reverendo Latre, a la residencia de las Paulas, situada en el término de Casablanca, próxima al manicomio.

En una revuelta del camino, cerca ya y frente al convento, comenzaron a sonar disparos hasta doce, quedando muerto el cardenal y heridos el familiar y el chofer Santiago Castañera.

Al ruido de los disparos profirieron gritos en demando de auxilio las monjas y unas mujeres de las fincas próximas. Estas dijeron que vieron correr a dos hombree, pistola en mano, y que uno de ellos iba vestido de mecánico y el otro con un guardapolvo, que se quitó al huir.

Los médicos del Manicomio reconocieron al cardenal, certificando su muerte y curaron al familiar y al chofer.

El cardenal Soldevila tiene una herida con orificio de entrada por la región escapular derecha y salida por la región pericordial izquierda, que le atraviesa el corazón.

El familiar tiene dos heridas, una en la muñeca izquierda y otra en el antebrazo del mismo lado, de pronóstico leve. El chofer Santiago Castañera recibió una herida en la parte lateral derecha del cuello, alojándose el proyectil en el pabellón de la oreja.

Desde el convento se avisó al juzgado y a las autoridades, acudiendo inmediatamente al lugar del suceso el juzgado, que comenzó a actuar, tomando declaración a varias mujeres y torreros que viven próximos al lugar del suceso.

Todos coinciden en que fueron dos los asesinos, quienes, al huir, tiraron las pistolas, un guardapolvo y cayéndosele a uno de ellos una moneda de cinco pesetas.

Un labrador apellidado Valero, al oír los disparos, salió de su casa con su carabina, y disparó sobre los agresores que huían.

El auto del cardenal tiene marcados doce impactos de bala. En su mismo coche y acompañado del provisor doctor don José Pellicer, fue trasladado el cadáver del cardenal Soldevila al palacio arzobispal, escoltado por fuerzas de seguridad y de la benemérita. Seguían al carruaje otros con las autoridades.

Al llegar al cabildo el cadáver fue depositado en sus habitaciones particulares, siendo nuevamente reconocido por los médicos.

Seguidamente se cantó un responso.

El cabildo se ha reunido, tomando acuerdos relacionados con el entierro. El cadáver será embalsamado y expuesto al público. El obispo auxiliar se ha hecho cargo de la archidiócesis.

El familiar reverendo Latre, que acompañaba al cardenal, ha dicho que absolvió al prelado, en sus últimos momentos.

En la plaza de la Seo, donde se halla el palacio arzobispal, hay una gran multitud. La noticia ha producido dolorosísima impresión.

El cardenal Soldevila vino a Zaragoza en los comienzos del siglo y se había distinguido en el culto a la Virgen del Pilar, organizando su coronación y muchas peregrinaciones y haciendo el arreglo parroquial. Era muy querido y respetado. Contaba el finado 80 años.

Hasta el momento presente el juzgado no tiene ninguna pista, ni hay ningún detenido. Las autoridades han celebrado una extensa conferencia.

En el álbum colocado en el vestíbulo del palacio arzobispal han firmado representaciones de todas las clases sociales».

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«El 4 de marzo de 1925 se ha tramitado en la Audiencia de Zaragoza la causa instruida con motivo del asesinato del cardenal Soldevila, hecho que ocurrió el 4 de junio de 1923. Desde esa fecha hasta el 4 de noviembre último, el juzgado de San Pablo instruyó el sumario en el que aparecen procesados, dos de ellos declarados rebeldes por haberse fugado de la cárcel.

El sumario consta de 1.813 folios. A pesar de la extensión de los autos, en menos de tres meses se ha conseguido ultimar todos los trámites, hasta llegar al señalamiento de la vista.

Esta será los días 15, 16, 17 y 18 de abril próximo, ante cinco magistrados, por ser graves las penas solicitadas.

Los cinco procesados son los siguientes: Rafael Torres Escartín y Francisco Ascaso Abadía, acusados de autores; el primero se halla preso en la cárcel de Oviedo, con motivo del asalto al Banco de España de Gijón, en el que parece tuvo participación directa, y el segundo se fugó de la cárcel de Zaragoza, por lo que está declarado en rebeldía y estuvo procesado por el asesinato del periodista zaragozano D. Adolfo Gutiérrez.

Esteban Eleuterio Salamero Bernard, Juliana López Mainar y Manuel Lázaro, estos tres, cómplices. El último, como Ascaso, está declarado en rebeldía.

El fiscal D. Manuel Ballesteros ha formulado sus conclusiones con carácter provisional. En ellas se dice:

“Para vengar la muerte violenta del agitador sindicalista Salvador Seguí (Noi del Sucre), ocurrida en Barcelona en el mes de marzo de 1923, ciertos elementos de las mismas ideas de éste, entre ellos los procesados Torres y Ascaso, resolvieron cometer un nuevo crimen que causara espanto en la sociedad, dando muerte al eminentísimo señor cardenal arzobispo de Zaragoza, don Juan Soldevila Romero, anciano de ochenta años, quien, por aquella época, en el ejercicio de sus funciones episcopales, había dirigido al jefe del Gobierno cierto mensaje, del que se ocupó con extensión la Prensa periódica de toda España. Con tal objeto, dos o tres semanas antes del hecho de autos se trasladaron desde Barcelona a Zaragoza Rafael Torres Escartín y Francisco Ascaso Abadía, terroristas de los más exaltados, pertenecientes a la llamada banda de ‘Mirati’, conocedores de Zaragoza, por haber vivido varios años y ser naturales de la región. En esta capital, con toda frialdad y tenaz perseverancia, buscaron el sitio y ocasión que les pareció más a propósito para asegurar la ejecución del acuerdo antes referido, sin riesgo para sus personas, a la vez que encontraban facilidades para la huida y para no ser descubiertos. Averiguaron que Su Eminencia acostumbraba a ir todas las tardes a su finca del sitio conocido por ‘El Tempranillo’, donde había fundado unas escuelas dirigidas por una Comunidad de Religiosas, y comprendiendo que el sitio era propicio para sus fines, el Torres y su compañero, en la tarde del 4 de junio de 1923, fueron a las inmediaciones de la finca y esperaron su llegada, acechándole, y cuando el automóvil que le llevaba se acercó a la puerta central del edificio y, por tanto, iba con poca o ninguna velocidad, por la parte trasera del automóvil hicieron de improviso y con toda rapidez unos 15 disparos de pistola de precisión contra los que estaban dentro, quienes, por ir completamente desprevenidos no pudieron rehacerse ante tal agresión, resultando el señor arzobispo con una herida de bala que le atravesó el corazón y produjo la muerte de modo instantáneo. El familiar que le acompañaba, el reverendo Latre  y el chauffeur que guiaba el auto, Santiago Castañera, resultaron con heridas graves de bala que necesitaron asistencia facultativa por espacio de cuarenta y ocho y cincuenta y nueve días, respectivamente, produciendo en el automóvil desperfectos que fueron tasados por peritos en dos mil pesetas.

Los procesados Esteban Eleuterio Salamero Bernard y Juliana López Mainar, teniendo conocimiento del delito proyectado por Rafael Torres Escartín y Francisco Ascaso Abadía, desde la llegada de éstos a Zaragoza cooperaron a tal delito alentándoles y prestándoles sustento y habitación antes y después de cometido el atentado.

El fiscal considera a Torres Escartín autor de todos los delitos y a Esteban  Eleuterio Salamero y Juliana López Mainar, cómplices de asesinato y atentado. Aprecia la circunstancia de premeditación.

 Pide para Torres la pena de muerte con la accesoria de inhabilitación absoluta perpetua para caso de indulto, y para los dos cómplices, la pena de 14 años, 8 meses y un día de cadena temporal para el hombre y de reclusión temporal para la mujer.

El fiscal ha dispuesto para el acta del juicio, además de la lectura de varios documentos obrantes en el sumario, la comparecencia de 42 testigos y por los médicos forenses como peritos».

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