La grandeza de ser militar

 Por Francisco Guirado Burguete es coronel de Infantería
   Militar: persona que profesa o se dedica a la milicia. Milicia Nacional: Conjunto de individuos del orden civil, que organizados militarmente se dedican a la defensa del sistema de gobierno.
   Son definiciones contenidas en el Diccionario de la Real Academia Española.
   De la primera se puede deducir que es una profesión; y, de la segunda, que lo es para la defensa del sistema de gobierno.
   Pudiera entenderse como profesión en tanto en cuanto es algo que se ejerce públicamente, pero, a mi entender, creo que para profesarla debe tenerse vocación para ello. La vocación es la inspiración con que Dios llama a algún estado. En ese sentido, podremos hablar de la profesión religiosa, de la profesión médica, y así todas en cuantas el fin primordial de ejercerlas no sea la contrapartida económica sino el servir a los demás.
   Pertenezco a una promoción de la Academia General Militar, que juró bandera en el mes de diciembre del año 1957, en el patio de armas del citado centro castrense. Era una mañana fría, en la que el Moncayo soplaba, pero no en demasía, sólo como si quisiera hacer acto de presencia y no perderse tan emotivo acto. El trémulo palpitar de nuestros corazones ante la responsabilidad que íbamos a contraer al jurar «...derramar, si es preciso, en defensa del honor e independencia de la patria y del Orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre», así decía el juramento, juramento que se hacía a Dios, se prometía a España, y se refrendaba con un beso a la bandera, se veía incrementado cuando nuestras mentes volaban hacia África, a Sidi-Ifni, donde en aquellos momentos estaban muchos españoles dando su vida por la patria, unos como soldados de reemplazo que cumplían el Servicio Militar y otros, sus mandos, que habían jurado bandera en el mismo patio de armas sólo unos años antes.
   Desde hacía dos meses, unidades del Ejército daban cuando podían para, junto a los valencianos, quitar de las calles el barro que había dejado la riada del 13 de octubre, que tanto luto y pesar trajo a Valencia.
   En uno y otro escenario se actuaba bajo un lema común: «Servir a la patria». Qué difícil resulta servir a alguien a quien no se conoce. Qué duro y difícil cumplir un juramento que te exige dar la propia vida, si no se sabe, porque nadie se lo ha explicado, qué es la Patria. La Patria no es algo intangible, inconcreto. No. La Patria es el lugar donde se nace, el hogar donde se crece, la escuela donde se aprende a leer y escribir, la fábrica donde se trabaja, la universidad que nos forma, la novia, la familia que uno crea, los hijos... y finalmente la tierra que nos cubra. Esto sí que es algo tangible, concreto. Esto es algo a lo que todos queremos. En defensa de todo ello, para servir a todo eso, está el Militar.
   Ejemplos recientes como la ayuda para combatir incendios, un guardia civil sacando en hombros a una persona, rescatándola de una inundación en Bilbao; la muerte de un guardia civil al intentar rescatar a un conductor de su coche, arrastrado por las aguas en Cataluña; Guardia Civil a la que pocos días antes no se le permitió desfilar en la Conmemoración del Día de las Fuerzas Armadas, por razones que desconozco.
   Son ejemplos claros de ayuda y de servicio a la población.
   Actuaciones en Centroamérica, Kosovo, Bosnia y, actualmente, Iraq. Todas en cumplimiento del mandato recibido de quien tiene autoridad para ellos: el Gobierno de la Nación, aplicando lo que nuestra Carta Magna, la Constitución española, explicita en su artículo octavo, Constitución que acatamos y a la que nos acogemos.
   Allí están con su bandera, con su uniforme, con la sonrisa en los labios para ayudar a la población iraquí. Saben que quizás, Dios no lo quiera, algunos no volverán, como ha ocurrido con siete de sus compañeros. Pero no les importa. Es su deber.
   Ha extrañado la dignidad y ejemplar comportamiento de los familiares. Es natural que así sea. El dolor que sienten por la pérdida de un ser querido, se compensa en parte porque saben que han muerto en defensa de lo que habían jurado. Por todo lo expuesto, el militar se siente grande, en tanto en cuanto es grande lo que defiende, que no por otra circunstancia.

La Razón. 16 diciembre de 2.003

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