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Actualizada: 11 de Febrero de 2012.    

Generalísimo Franquismo Guerra Civil Personalidades Historia Actualidad Difusión Enlaces

FRANCO: Esta fue su vida.

Franco cursó sus primeros estudios en el colegio del Sagrado Corazón. Posteriormente fue alumno del Colegio de la Marina, donde se preparó para ingresar en la Academia Naval, proyecto que hubo de abandonar más tarde. En la imagen aparece Francisco Franco, en los primeros años de su niñez, junto a su hermano Nicolás.

 ¿JURÁIS a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando en función de guerra o en preparación para ella?

  Los trescientos ochenta y dos «novatos». de quince a dieciséis años, respondieron como un solo hombre un vibrante:

-¡Si, juramos!

  En el Alcázar de Toledo, el 13 de octubre de 1907. Los cadetes de la nueva promoción prestan juramento de fidelidad a la bandera y al rey. Entre ellos, llama la atención un muchacho muy joven y menudo, que todavía no ha cumplido los quince años. Se llama Francisco Franco Bahamonde. El nuevo cadete no puede ocultar la emoción que le embarga: ha quedado ligado para siempre al Ejército y a la Patria.

  Sus más íntimos amigos saben. sin embargo, que la verdadera vocación del joven Franco Bahamonde no es la de combatir en los campos de batalla, sino a bordo de los buques de guerra. Anhelo lógico y natural en un muchacho nacido en El Ferrol y en el seno de una familia de marinos. Francisco, en efecto, es el hijo segundo de un funcionario naval, don Nicolás Franco Salgado, y de doña Pilar Bahamonde Pardo. hija a su vez de un intendente de Marina.

  Mientras en el patio de armas del Alcázar toledano se celebraba la emotiva e inolvidable ceremonia, el cadete Franco recordaba los más importantes hechos de su infancia, todavía tan cercana...

QUERÍA SER MARINO

  Había nacido el día 4 de diciembre del año 1892. la vida en El Ferrol transcurría plácida, monótona. recatada. La casa donde vivían los Franco, en la popular calle de María, sólo se animaba con los gritos y juegos de los cuatro hijos de don Nicolás y doña Pilar: Nicolás, Francisco, Ramón y Pilar. los niños recibían una educación muy de acuerdo con la clase media española de comienzos de siglo los domingos y días festivos asistía toda la familia a misa.

  Francisco comienza sus estudios en el viejo colegio del Sagrado Corazón. Terminados los primeros estudios, pasa al Colegio de la Marina. ¿Cuál es, entonces. el más ferviente deseo de Francisco Franco? Ingresar en la Escuela Naval. Pero su gran sueño no podrá hacerse realidad: el rey don Alfonso XIII, en mayo de 1902, ordena la reapertura de las academias militares (clausuradas a consecuencia de la catástrofe de 1898, cuando España, en desigual guerra, había perdido sus últimas colonias: Cuba y Filipinas), pero, por razones económicas, no hace lo mismo con la Escuela Naval.

Francisco Franco fue, a lo largo de su larga vida militar, objeto de gran cantidad de condecoraciones, otorgadas todas ellas en reconocimiento de su valor y méritos castrenses. En la imagen, el rey don Alfonso XIII impone al Generalísimo la medalla militar.

  Así es cómo Francisco Franco Bahamonde ve frustrada su vocación de marino y decide ingresar en la Academia de Infantería.

«FRANQUITO», EN LA ACADEMIA

  A Franco, en la Academia de Toledo, sus compañeros le llaman cariñosamente «Franquito», por ser un muchachito menudo, de aspecto débil. Llego a pensarse en darle un mosquetón en vez del pesado fusil reglamentario. La respuesta de Franco no se hace esperar:

¡Todo lo que haga el más fuerte de mi sección puedo hacerlo yo también!

  Y «Franquito» lo demuestra con hechos a la hora de los ejercicios físicos, tan duros como agotadores.

  En este tiempo llegan a la Academia noticias sobre los primeros combates del Ejército español, en Marruecos. Los periódicos publican algunos croquis de las batallas, que Franco estudia y comenta. Ya se ha revelado en la Academia como un. experto en topografía militar. El joven cadete demuestra muy pronto un marcado interés por el arte de la guerra, así como ideas personales, que sus profesores no dudan en calificar de brillantes.

  El 13 de julio de 1910, Francisco Franco abandona la Academia de Infantería con el grado de segundo teniente. Ha sido destinado al Regimiento de Zamora número 8, de guarnición en El Ferrol. No puede disimular su desilusión: hubiera preferido que le enviasen a Marruecos, pero sus superiores opinan que todavía es demasiado pronto para destinarle aun teatro de operaciones. Acababa de cumplir diecisiete años.

  En su destino de El Ferrol, Francisco Franco vive un periodo plácido, tranquilo, reñido con su alma ardiente de soldado. Es cierto que ha vuelto con su familia, con sus amigos... Pero Franco no oculta a nadie que preferiría estar en las tórridas arenas africanas, combatiendo con el Ejército español.

  Muy pronto, Franco verá convertido en realidad su sueño de incorporarse al Ejército de África. El director de la Academia de Toledo, coronel José Víllalba Riquelme, está ahora al mandó del Regimiento de África número 68. El propio coronel apoya la petición de cambio de destino de su antiguo alumno.

  El 12 de febrero de 1912 es una fecha clave en la biografía de Francisco Franco Bahamonde. ¡Ya está en Marruecos!


Francisco Franco, arengando a los cadetes. Esta foto fue obtenida en 1930. El general Franco fue director de la Academia Militar hasta el 14 de julio de 1931, en que despidió el curso y la vida de la Academia, que fue clausurada.

 ÁFRICA

  La guerra de Marruecos había comenzado, prácticamente. tras la catástrofe de 1898, cuando España perdió sus últimas colonias y el país se vio sumido en el más profundo de los pesimismos. La zona española de Marruecos presentaba una orografía difícil, salpicada de macizos montañosos en la que habitaban tribus belicosas a las que España trataba de apaciguar. La mayor parte de los españoles veía con desagrado la guerra de Marruecos, pues estaban bajo la pesimista impresión que les causara el desastre de 1898. El comienzo de una nueva guerra colonial sumía a todos en la intranquilidad.

  Cuando Francisco Franco llega a Marruecos, la situación militar es precaria. Los combates, aunque breves y esporádicos, son crueles e inhumanos. 

  Pero los sufrimientos las fuerzas son aún mayores por culpa de las desastrosas condiciones en que se mueven. Falta de agua, exceso de calor, insuficiencia de los avituallamientos, falta de medios de transportes, marchas extenuantes bajo el tórrido sol africano, un enemigo experto en la lucha de guerrillas, que asesta sangrientos golpes de mano, y que no respeta las leyes de la guerra...

  Franco recibe su bautismo de fuego al tomar por asalto el aduar de Haddú-Allal-u-Kaddur. El coronel Dámaso Berenguer contempla admirativamente el perfecto avance de la sección mandada por el joven segundo teniente recién llegado. Dos meses más tarde -julio de 1912- Francisco Franco asciende a teniente. Será su único ascenso por antigüedad en su fulgurante carrera militar.

BAUTISMO DE SANGRE

  El coronel Berenguer organiza unas unidades de Policía indígena, llamadas «regulares». Piensa que. al estar compuestas por nativos, habituados al medio ambiente en que se combate, darán buen resultado. En abril de 1913. el teniente Franco es destinado a Regulares. Durante varios años convivirá con ellos. Son hombres rudos y valerosos. Ellos y el teniente Franco protagonizarán vibrantes gestas en África.

  En poco tiempo, Francisco Franco seria condecorado tres veces con la Cruz del Mérito Militar, en recompensa a sus extraordinarios servicios. El 5 de enero de 1915, a consecuencia de la heroica toma de Beni-Hosmar. es citado en la Orden del día y ascendido a capitán. Tiene veintidós años, y es el capitán más joven del Ejército español.

  Entre los «regulares» a sus órdenes -que le obedecen con fe ciega- es creencia general que el capitán Franco es invulnerable a las balas. Dicen de él que tiene la «baraka». una fuerza misteriosa que defiende. al que la posee, de la desgracia. Lo cierto es que en 1916, tras cuatro años de continuas batallas, Franco es uno de los únicos siete oficiales que todavía no han recibido ni un rasguño.

  Su bautismo de sangre no tardará en llegar. Es a fines de junio de 1916. durante una terrible batalla al norte de la península del Yebala. Franco, al frente de sus hombres, tiene que conquistar al asalto unas alturas bien defendidas. Durante el ataque. le alcanza una bala en el vientre.

-Sentí -relataría más tarde- algo así como si me hubieran aplicado un sinapismo ardiente que me abrasaba las entrañas y me cortaba la respiración.

  Franco, en una camilla. es transportado al cercano puesto de socorro. Así se le hace una cura provisional. Le llevan al campamento de Kudea-Federico. Los médicos dictaminan: su estado es gravísimo y no es posible trasladarlo al hospital de Ceuta. Y afirman que la trayectoria de la bala es «milagrosa»: no hay perforación del intestino y la temida infección no se presenta.


El Generalísimo aprovechaba en su período de vacaciones algunos momentos para jugar a los naipes con sus colaboradores y amigos. Mero pasatiempo, pues Franco aborreció siempre el juego.

 EL COMANDANTE MAS JOVEN

  El comunicado de la batalla cita una vez más al capitán Franco «distinguido por su innegable valor, sus dotes de mando y la energía que ha desplegado en el curso del duro combate». Y se le concede la Cruz de María Cristina. El alto comisario de España en Marruecos, general Gómez Jordana, da su parecer favorable en el sentido de que Franco sea ascendido a comandante. En algunos sectores se duda antes de conceder el merecido ascenso: ¿no será excesivamente joven un comandante de veintitrés años?

  Mientras Franco se restablece de su gravísima herida, le llega la gran noticia: su ascenso a comandante (el más joven del Ejército español). Pero algo le entristece: es destinado al Regimiento de Infantería del Príncipe número 3, de guarnición en Oviedo. Francisco Franco, con profunda tristeza. dice adiós a sus bravos «regulares», junto a los que ha vivido inolvidables jornadas en los cinco años de estancia en África.

  En Oviedo. Franco retorna otra vez a la vida tranquila. Los ovetenses le miran con simpatía y le admiran porque su breve pero intenso historial guerrero es conocido por todos. El joven comandante entabla relaciones con una joven de buena familia asturiana. la señorita Carmen Polo y Martínez Valdés. En sus ratos libres. Franco lee mucho: historia, sociología, economía. política, revistas militares... E incluso pronuncia conferencias ante sus compañeros de armas, comentando las grandes batallas de la primera guerra mundial que desde 1914 asola a Europa.

  Sin él sospecharlo, el destino está preparando su retorno a África. Todo comienza cuando, a finales de septiembre de 1918. Franco abandona Oviedo para asistir, en Madrid. a un curso de perfeccionamiento dedicado a comandantes, Entonces conoce a un hombre alto, enjuto y exaltado, llamado José Millán Astray. Millán -cuarenta años- había combatido en Filipinas y Marruecos. Tenia un ambicioso proyecto: crear una Legión Extranjera. análoga a la francesa; una fuerza de choque para el Ejército español de África.

  Millán Astray escribiría:

«Desde el día en que tuve la suerte de conocer a Franco me di cuenta claramente de sus cualidades extraordinarias y de sus aptitudes generales. Como mi pensamiento constante en aquellos días era la fundación de la Legión. sabía que tendría necesidad de la ayuda de hombres extraordinarios, y principalmente de un hombre que sería mi lugarteniente. Después de haberlo conocido, ya no pensé más que en Franco.»

  Franco aceptó inmediatamente la oferta de José Millán Astray.


El Caudillo, abrazando al más glorioso de los mutilados de España, el general Millán Astray. Compañeros de armas en Marruecos, jefes de la Legión Española y amigos entrañables, Francisco Franco y Millán Astray dieron buena muestra del vinculo de estrecha amistad que existía entre ellos, en diversas ocasiones.

LA LEGIÓN

  De nuevo en Oviedo, Francisco Franco hace los preparativos para su matrimonio con la señorita Carmen Polo. cuando recibe un telegrama de Millán: la organización de la Legión comenzará de un momento a otro. Le necesita a su lado, Franco aplaza su boda, Es el mes de septiembre de 1920.

  En octubre, Franco ya está en Algeciras dispuesto a embarcar rumbo a Ceuta. Hace la travesía con los primeros cien legionarios españoles y extranjeros, Millán les espera en Ceuta. Les dirige una vibrante arenga. Lanza. al fin. el grito de guerra:

-¡Viva la muerte!.

  En el campamento de Riffien comienza la Legión a vivir su apasionante aventura africana. El comandante Franco la relataría en su libro «Diario de una Bandera», publicado en 1922 y reeditado en 1956. En él, Franco, como jefe de la Primera Bandera de la Legión. cuenta con estilo directo la vida de su unidad desde la llegada a Ceuta de los primeros legionarios hasta las operaciones de abril de 1922.

  El día 2 de noviembre, los legionarios salen hacia Uad-Lau, donde permanecerían seis meses preparándose intensamente bajo el mando del comandante Franco. Los oficiales y soldados esperan con ansiedad la ocasión de entrar en combate.

  En abril de 1921 llegó ese gran día cuando el Alto Mando decide ocupar el importante macizo montañoso de Gomara, para consolidar las posiciones españolas en Xauen. ocupada en octubre de 1920. La operación se convertiría en un auténtico
paseo militar, y los legionarios. defraudados regresaron a su campamento sin haber oído silbar las balas. Pero muy pronto tendrían ocasión de oír el siniestro silbido.

  La llegada de la primavera dio paso, de nuevo, a las grandes operaciones. Millán Astray y Franco pidieron a sus superiores que la Legión fuese situada en vanguardia. Así fue cómo los legionarios, al fin, recibieron su bautismo de guerra y de sangre. Y cayeron los primeros soldados. Entonces, Franco escribe estas líneas llenas de amargura:

«En nuestra vida de Xauen nos llegan los ecos de España. El país vive apartado de la acción del Protectorado y se mira con indiferencia la actuación y el sacrificio del Ejército.»

  A principios de julio, la Legión es llamada al frente de Larache. Las operaciones son penosas debido, más que al adversario, al extenuante calor. Días después, de madrugada, Millan Astray llama al comandante Franco y le comunica que debe partir urgentemente con sus tropas hacia el Fondak. La marcha es atroz. Ya en el Fondak, una nueva comunicación de Millán Astray les ordena llegar cuanto antes a Tetuán, para seguir a Ceuta y allí embarcar para Melilla.¿Por qué tanta prisa? Franco lo averiguará en Tetuán: en Melilla ha ocurrido un desastre. En efecto, la plaza, sin guarnición, está a merced de un ataque de las tribus enardecidas. El Ejército español habla perdido unos quince mil hombres y todo el dispositivo militar de la zona oriental del Protectorado se habla venido abajo.

  El deber de la Legión era salvar a Melilla, la ciudad amenazada.


La campaña de África fue tan larga como penosa para España. La angustia de los hombres y del propio Franco, que combatían sin tregua, fue en ocasiones terrible. Esta fotografía corresponde al año 1921 y fue tomada en Melilla. El entonces teniente coronel Francisco Franco aparece aquí observando, a través de un catalejo, el avance de las tropas enemigas.

SALVAR A MELILLA

  Puerto de Melilla. Una ingente y apretujada multitud espera a los legionarios. La situación es resumida así a los expedicionarios:

  «El Ejército, derrotado; la plaza, abierta, y la ciudad, loca, presa del pánico. Hace falta levantar la moral del pueblo, darle la confianza que le falta.»

  Los legionarios cantan «La Madelón». Millán Astray dirige al gentío una vibrante arenga. Los legionarios, precedidos por la banda de música, desfilan marcialmente por las calles de la ciudad. Los melillenses, enfervorecidos, aclaman a sus salvadores.

  Y comienza la gran epopeya de la Legión.

«En la guerra hay que sacrificar el corazón», escribe Franco en su diario.

  La orden de ataque para reconquistar el terreno perdido es dada por el general Sanjurjo, el 17 de septiembre de 1921. Millán Astray es herido en el pecho. Franco, interinamente, asume el mando de la Legión. Y ocupa Nador, que semanas atrás había sido saqueada por las tribus rebeldes. Los cadáveres de los españoles están salvajemente mutilados.

  El 1 de octubre de 1921 comienza la reconquista del monte Gurugú. Los combates son feroces. En la batalla de Sebt la Legión pierde 143 hombres y siete oficiales. El día 10, tras sangriento combate, es ocupado el monte Gurugú. Allí muere el ayudante de Franco, barón de Misena, de un balazo en la cabeza.

  En esta y otras acciones bélicas se perfila aún más el carácter y estilo de Francisco Franco, que todos admiran, sus propios hombres y sus adversarios. Ensalzan su sangre fría y audacia. Un combatiente-escritor dice de él:

«Lo he visto marchar a la cabeza de todos, completamente derecho, cuando ninguno de nosotros nos atreveríamos a despegar los morros del suelo, de espesas que pasaban las balas.»

  Tras un breve permiso que aprovecha para ir a El Ferrol a ver a su madre, Franco regresa a Marruecos, donde los combates continúan. El Ejército español utiliza, por primera vez, carros de combate ligeros. En una de las batallas muere el comandante Fontanes, jefe de la Segunda Bandera. Y Franco, apesadumbrado, escribe en su diario:

«La Legión está de luto. Ha perdido uno de sus mejores jefes, y los soldados están tristes. Sus ojos no lloran porque en sus cuencas ya no quedan lágrimas. ¡Han visto caer ya tantos oficiales y camaradas!»

  El 30 de junio de 1922 el alto comisario concede al comandante Franco la Medalla Militar, señalando que «se ha distinguido particularmente a la cabeza de dos Banderas, demostrando que posee las más brillantes cualidades militares, siempre en primera línea, sabiendo inspirar a las Banderas del Tercio su espíritu intrépido y dirigirlas según los mejores principios de la técnica militar». Dicha Medalla le es impuesta en el campamento de Dar Drius, el 12 de enero de 1923. Después, a consecuencia de una combinación de mandos, Franco regresa a Oviedo, donde podrá reunirse con su novia y, tal vez, casarse. Estos son sus proyectos más queridos cuando ya ha cumplido treinta años. Pero una vez más tendría que aplazar su matrimonio con la señorita Polo, porque...


 

JEFE DE LA LEGIÓN

  En Marruecos ha renacido la acción rebelde. En una operación llevada a cabo por la Legión para liberar el puesto de Tizi-Azza, muere en combate el teniente coronel Valenzuela, jefe de la Legión. Era preciso reemplazarle. No se piensa en Millán Astray, que está al mando del Regimiento de la Princesa. Sí se piensa. en cambio, en Franco. Mas se plantea de nuevo el eterno dilema: ¿no es demasiado joven para ser ascendido a teniente coronel? Alfonso XIII se pronuncia a favor del ascenso, y el Consejo de Ministros da su beneplácito. Así es cómo Francisco Franco Bahamonde. el teniente coronel más joven del Ejército español, recibe la orden de regresar a África para ponerse al mando de la Legión. Y el 18 de junio de 1923, en Ceuta, asume la jefatura legionaria.

  Nuevos combates, más sangre y heroísmo. Cuando el puesto de Tifaruin está cercado y se sabe que no podrá resistir mucho tiempo a sus asaltantes. el jefe de la pequeña guarnición recibe este mensaje:

«Resistid durante unas horas. Franco viene en vuestro auxilio.»

  Esta es la respuesta:

«Si viene Franco, resistiremos. ¡Viva España!»

  Franco ataca por la espalda y los rebeldes, cogidos entre dos fuegos. huyen en desbandada. El puesto es liberado.

  Y llegan unos días de calma. Franco los aprovecha para trasladarse a Oviedo y contraer matrimonio, el 16 de octubre de 1923, con Carmen Polo la novia que tan pacientemente había sabido esperar ese momento. Franco disfrutaría de un mes de vacaciones. Después... otra vez el fragor del combate. en África.


 En la fotografía, Franco, horas después del desembarco de la Legión en Alhucemas, recorre el campamento instalado en la playa de Axdir, acompañado del teniente coronel Badía. El general Primo de Rivera, al conceder recompensas por los méritos de guerra, otorgó a Franco la segunda medalla militar. El 3 de febrero de 1926, a los treinta y tres años de edad, ascendió a general de brigada. Era el general más joven de Europa.

ALHUCEMAS

  El general Primo de Rivera. que había instituido un Directorio militar, está plenamente decidido a terminar con la sangría de Marruecos, pacificando definitivamente el Protectorado. y planea el desembarco en la bahía de Alhucemas. centro vital de la rebeldía. Esta decisión entusiasma a Franco (el 7 de febrero de 1925 había sido ascendido a coronel), que siempre abogó por asestar al enemigo el golpe decisivo. precisamente en Alhucemas.

  La vanguardia estará mandada por el coronel Franco, y compuesta por dos Banderas del Tercio, tres tabores, una batería de montaña, dos compañías de zapadores, el Tercer Batallón de África y los correspondientes servicios. Escoltados por una escuadra franco-española, los buques de transporte se concentran en la bahía el 8 de septiembre de 1925. Los acorazados bombardean las posiciones. Los aviones ametrallan la playa. Los legionarios saltan al agua. Llevan los fusiles sobre la cabeza. Franco, escribe:

«Como hileras de hormigas se les ve a los legionarios escalar por las vaguadas de la abrupta cuesta. Es un empuje arrollador.»

  Tras duros combates. se alcanzan los ansiados objetivos; Alhucemas es conquistada por el Ejército español. Un Real Decreto nombra a Francisco Franco general de brigada. por sus méritos contraídos en campaña. Tiene treinta y tres años y es el general más joven de España... y de Europa.

  El 10 de julio de 1927, el general Sanjurjo proclamaría que la zona del Protectorado español de Marruecos estaba totalmente pacificada. Era el final de una larga y dramática pesadilla que había costado a España muchas vidas y muchos sinsabores.

  El general Franco no participó en esta última fase de la guerra de Marruecos.

  Había sido llamado por Primo de Rivera para mandar la Primera Brigada de Infantería de la Primera División, en Madrid. Era un puesto brillante. Pero siempre recordaría con emoción sus años en África, adonde volvería en 1936 para ponerse al  frente del Alzamiento que habría de cambiar el rumbo de la historia de España. Esos recuerdos estarían durante mucho  tiempo simbolizados en la medalla de la  Virgen del Pilar que el 1 de marzo de 1925 le enviara Alfonso XIII, junto a estas entrañables líneas:

«Te ruego que lleves contigo esta medalla, tan militar y tan española, que seguramente te protegerá. Recibe mi felicitación y mi gratitud por tu comportamiento. Ya sabes cuánto te quiere y aprecia tu amigo muy afectuoso, Alfonso XIII.»


COMIENZA LA GUERRA

  Era el 17 de julio de 1936. El general Franco, capitán general de Canarias, sabia que aquel fin de semana le aguardaba un largo viaje. A las tres de la madrugada del día siguiente, recibió la noticia de que el Ejército de África había entrado en acción. Inmediatamente, se puso en movimiento, y, tras enviar varias órdenes a las guarniciones bajo su mando, redactó su primer manifiesto para ser retransmitido por radio Tenerife a las 7,00 horas:

«¡Españoles! A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la nación os llama a su defensa... Sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez y por este orden, la trilogía FRATERNIDAD, LIBERTAD E IGUALDAD. Españoles: ¡VIVA ESPAÑA!, ¡VIVA EL HONRADO PUEBLO ESPAÑOL!»

  El general Franco tomó un avión con destino a Tetuán. Al llegar a esta ciudad, fue recibido con la frase: «Sin novedad en Marruecos, mi general.» Sin embargo, en la Península la situación tenía otro matiz.


EN MARCHA

  El plan del Alzamiento al que Franco se había unido era muy simple. El Ejército de África encajaba en el plan general de la forma siguiente: se pondría en marcha el «Día D» menos uno, en nombre del general Francisco Franco, el cual llegaría el «Día D». Se anticipó que la reacción inmediata del Gobierno ante las noticias del Alzamiento en Marruecos consistiría en enviar buques de guerra desde Cartagena y El Ferrol. Estos serian los barcos que, si todos seguían el plan previsto, llevaría y darían escolta al Ejército de África desde Marruecos a la Península, para formar una columna que avanzase sobre Madrid desde el Sur.

  El consejo dado por Franco al general Fanjul, en Madrid, habla sido que actuase inmediatamente y sacara las tropas de sus cuarteles, conduciéndolas hacia el Norte, para unirse a la columna de Mola, que estaría avanzando hacia el Sur. Sin embargo, no emprendió acción alguna hasta la tarde del 19 de julio. Tras la muerte del general Sanjurjo, en un accidente aéreo: el 20 de julio, el Alzamiento se quedó sin generalísimo. Franco era jefe del Ejército de África; Mola era Jefe del Ejército del Norte, y Queipo de Llano, jefe del hasta entonces en preparación Ejército del Sur.

  Bajo las órdenes del general Franco estaban seis banderas de la Legión de extranjeros, seis escuadrones de caballería españoles y seis baterías de artillería de campaña, servicios de apoyo y unidades de guarnición. Todo ello suponía un total nominal de 32.800 hombres y un efectivo de 24.100. Además, el jalifa había puesto a disposición de Franco su Mehalla, el equivalente marroquí de la Guardia Civil, lo cual representaba otros 6.000 hombres. Franco podía retirar 17.000 de estos 30.000 hombres, dejando bien protegido el Marruecos español. Estos 17.000 hombres, añadidos a los 23.000 de la Península, concedían a los hombres del Alzamiento una superioridad numérica sobre las fuerzas del Gobierno. Pero lo que resultaba más importante es que tales hombres eran, en su mayoría, soldados profesionales.


LA TRAVESÍA DEL ESTRECHO

Franco, para cruzar el Estrecho de Gibraltar, necesitaba medios de transporte: barcos o aviones. Tan sólo contaba de forma inmediata con unos cuantos aeroplanos y dos vapores de los que hacían la travesía del Estrecho. Para su protección, también contaba con un cañonero, un guardacostas y una docena de anticuados cazas y bombarderos.

Por su parte, el Gobierno del Frente Popular. para impedirle cruzar el Estrecho. tenía un acorazado, tres cruceros, catorce destructores: seis submarinos y seis torpederos. De los 111 aparatos con que disponía la fuerza aérea hubieran podido concentrarse 59 bombarderos y cazas.

El Gobierno del Frente Popular pidió al Gobierno francés bombarderos modernos y bombas más pesadas que las que tenían. Por su parte, los hombres de Franco solicitaron del III Reich, cazas, bombarderos y, asimismo, bombas. Veinte JU 52 y seis cazas biplanos fueron enviados a África vía Sevilla. De igual modo, Mussolini accedió a mandar 12 trimotores Savoia Marchetti 81. Franco inició su puente aéreo hacia la Península. Después de muchas dificultades técnicas, y ante la presencia en Tánger de parte de la fuerza naval del Gobierno del Frente Popular, el general Franco consiguió trasladar, a través del Estrecho de Gibraltar. 12.800 hombres y unas 400 toneladas de material bélico.

Tras de ello, Franco avanzó a Sevilla al mando de su columna, y se entrevistó, el 13 de agosto. con el general Mola en la ciudad de La Giralda. Los dos generales estuvieron de acuerdo en que, dado que Mola no contaba con los hombres ni con las armas suficientes para avanzar hacia Madrid, desde sus posiciones en el Guadarrama, a unos cincuenta kilómetros de la capital de España, mientras su situación no tomase un carácter bien definido, se podía hacer el intento de privar a los milicianos vascos de su frontera con Francia. San Sebastián, el 13 de septiembre de aquel año de 1936, se rindió a las fuerzas del Alzamiento. Durante agosto y septiembre empezaron a formarse los frentes perfectamente delimitados. Mola había establecido una línea defensiva de 600 kilómetros con las ciudades clave de Jaca, Huesca, Zaragoza, Belchite y Teruel. De esta forma la zona Norte del Alzamiento quedaba al mando de Mola y la zona Sur bajo el control de Franco.


EL CAUDILLO

En Burgos estaba enclavada la Junta de Defensa Nacional. El avance del Ejército de Franco desde el Sur resultaba impresionante. El 26 de agosto trasladó su cuartel general a Cáceres. Durante ese tiempo la necesidad de que se designara un mando único se fue haciendo cada vez más evidente. Franco, a sus cuarenta y cuatro años, seguía siendo el más joven de los generales, y su nombre seguía en los labios de los moros y legionarios como ejemplo de pericia y valor.

El 1 de octubre, en Burgos, el general Cabanellas entregó formalmente el mando supremo de los Ejércitos nacionales y los poderes absolutos del nuevo Estado español a Francisco Franco Bahamonde, que, a partir de entonces, se convirtió en El Caudillo.

Al ser investido como jefe del nuevo Estado español y Generalísimo de los Ejércitos españoles, Franco dijo:

«... Señores generales y jefes de la Junta: podéis estar orgullosos; recibisteis una España rota y me entregáis una España unida en un ideal unánime y grandioso. La victoria está a nuestro lado... Yo os aseguro que mi pulso no temblará Llevaré a la Patria a lo más alto o moriré en mi empeño:..»

Con su título de Generalísimo de los Ejércitos, mandaba unos 150.000 hombres en armas. Franco dio instrucciones al general Varela para que intentase tomar Madrid. «Sí nos damos prisa, aún podemos conseguirlo.» No había tiempo para que sus fuerzas dieran un rodeo hacia el norte de la capital, el sentido más lógico y fácil, y Varela tendría que aproximarse a Madrid por el Sur o el Oeste.

Franco reforzó la original «columna Madrid» del general Varela, que había liberado Toledo, hasta un total de poco más de 10.000 hombres, y la dividió en cuatro columnas. Como durante todo el avance desde Mérida, contarían con el apoyo de varios escuadrones de Caballería. La ofensiva, cuyo punto final era la capital de España, empezó el 6 de octubre de 1936, comenzando en una zona situada a 60 u 80 kilómetros de las inmediaciones de Madrid. Diez días más tarde, las tropas de Franco se encontraban a 35 kilómetros de distancia en su punto más próximo a la capital, Valmojado. Franco tenía noticia de la llegada de varios barcos cargados con armas rusas a partir del 13 de octubre. Sus esperanzas, por otra parte, estaban puestas en la entrega de armas y hombres procedentes de Alemania.


AL ASALTO DE MADRID

El 6 de noviembre, tras las conversaciones de Franco con los representantes del III Reich, la formación que llegó a ser conocida como la Legión Cóndor estaba lista para la acción. El 7 de noviembre, el general Varela ordenó que comenzase el asalto. Avanzaron, pero luego tuvieron que retirarse parcialmente. El domingo 8, una fuerza constituida por entre dos mil y tres mil hombres desfiló en perfecta formación por las calles de Madrid. Se trataba de las Brigadas Internacionales. Durante los nueve días siguientes, los hombres de Varela cruzaron el río, y tomaron posesión de la Ciudad Universitaria, e incluso llegaron, con sus tanques, a la madrileña calle de la Princesa. Ese fue el límite de su avance.

Franco ordenó al general Varela que cortase la carretera de La Coruña, o sea, las líneas de comunicación entre Madrid y parte de las posiciones republicanas en el Guadarrama. Asimismo volvió a ordenar que se hiciese un intento semejante para cortar la carretera Madrid-Valencia. Entre las fuerzas nacionales y sus objetivos corría el río Jarama. La mitad de los atacantes y defensores murieron en sus orillas durante las siguientes cuatro semanas. En diciembre, Mussolíni envió a sus Camisas Negras, que atacarían Málaga; luego, ascenderían por la costa, hasta Valencia, y, tras un amplio movimiento envolvente, se adentrarían hasta Guadalajara.

El 8 de marzo de 1937 comenzó el ataque de Franco, junto con las tropas italianas, cuyo avance fue indeciso. Tres días de retraso hicieron posible que las fuerzas republicanas y las Brigadas Internacionales se reorganizasen. El 18 de marzo, setenta tanques Vickers avanzaron contra las dos divisiones italianas, precediendo a un grueso de Brigadas Internacionales y republicanas. Las 250 tanquetas de los italianos resultaron inútiles, y los combatientes trasalpinos fueron presa del pánico, retrocediendo hacia sus puntos de partida.

Franco, entonces, decidió centrar más sus esfuerzos en el Norte. La operación hace la guerra a España, sino que la libera. No debo destruir al enemigo, ni las ciudades, ni los campos, industrias y medios de producción. Por eso no puedo obrar apresuradamente. Si lo hiciera, sería un mal español; si me apresurarse, no sería un patriota. Me comportaría como un extranjero.»

El 3 de junio, el general Mola falleció al estrellarse su avión contra la falda de una montaña oculta por nubes bajas. Bilbao fue tomada el 19 de febrero. Cuando Franco preparaba el asalto a Santander, una pregunta se formulaba en el cuartel general: ¿dónde atacarían los republicanos? Desde Aragón hasta Andalucía se producían ataques. El secreto no se des- veló hasta la madrugada del 6 de julio. Un punto a 25 kilómetros al oeste de Madrid. Concretamente en Brunete. Sin embargo, el 18 de julio, Franco contraatacó con 60.000 hombres. Ocho días más tarde, el Ejército Popular había retrocedido, no a su línea de partida, sino a otra que, como frente permanente, era más desventajosa que la ocupada por Franco. El bando nacional había sufrido 12.000 bajas, mientras que el republicano se calculaba en más de 20.000. En agosto de aquel año de 1937, el Ejército Popular volvió a lanzar otra ofensiva en Aragón. Ello no impidió que Franco frenase su toma de Santander, pues muy previsoramente había logrado formar una reserva estratégica.

El Generalísimo consideró otro siguiente paso. En su opinión, lo ideal sería un avance desde el frente de Aragón hacia el mar, a fin de partir en dos el tercio de España.

Los preparativos para la ofensiva nacional Guadalajara-Alcalá llevaron más tiempo del que Franco había previsto. No le fue posible fijar una fecha más temprana que el 18 de diciembre de 1937. Pero el día 15 de aquel mes, el Generalísimo recibió una fuerte e inesperada conmoción. El Ejército Popular había comenzado una ofensiva al Norte contra Teruel. Franco recuperó la ciudad el 20 de febrero de 1938. En aquellos momentos, Franco contaba con 25 divisiones de Infantería y una de Caballería. Aproximadamente unos 250.000 hombres con los que maniobrar. Iba a comenzar la famosa batalla del Ebro. El 22 de marzo, después de tomar posiciones frente al río Ebro, el Generalísimo ordenó cruzarlo. Después de una original e inesperada contraofensiva republicana, las tropas de Franco avanzaron hacia las costas del Levante español.


HACIA EL FIN DE LA CONTIENDA

A partir de entonces se precipitarían los acontecimientos. El general Franco no era tan sólo un militar de cualidades excepcionales, sino un político que supo contener diplomáticamente las exigencias alemanas e italianas en algunas de sus ayudas.

Franco mismo comentó en alguna ocasión: «La guerra era lo mío; de eso estaba yo seguro.» Pero la política exterior del Caudillo, como Jefe de Estado, podría ser también considerada como una extensión de su guerra.

Con la toma de la mitad Norte del país, Franco controlaría Barcelona y toda la importantísima región industrial de Cataluña, reduciendo el frente en más de 300 kilómetros.

Al cabo de tres meses de luchas en la costa mediterránea, las tropas de Franco estaban, por fin, sobre Maestrazgo. En la importante batalla del Ebro, concretamente el 3 de octubre, las siete divisiones afectadas iniciaron el ataque, que fueron precedidas por el fuego de más de 500 cañones. Dieciséis días más tarde, en la orilla occidental del Ebro, no quedaba ni un solo soldado beligerante: del Ejército Popular. las fuerzas del Generalísimo habían perdido 41.000 hombres. las republicanas no menos de 70.000. Franco había demostrado la efectividad de sus métodos. las Brigadas Internacionales, la «crema» del Ejército Popular, sufrieron abrumadoras bajas. Ahora bien, el Caudillo libró aquella batalla enfrentándose a dificultades extremas, En Roma, Mussolini, que no podía entender el motivo de que Franco actuase tan lentamente, dijo a Ciano: «Anota en tu diario que hoy, 29 de agosto de 1938, te profetizo la derrota de Franco. Ese hombre o no sabe hacer la guerra o no quiere hacerla. los rojos son luchadores; Franco, no.» Por su parte el Generalísimo había comentado: «No comprenden, no comprenden. En esa bolsa tengo la crema del Ejército Rojo.»

Con la llegada de nuevas municiones suministradas a finales de noviembre, Franco se aprestaba a dar el golpe final a la Guerra Civil. El 14 de enero de 1939, el general Yagüe tomó la segunda ciudad de Cataluña: Tarragona. Después de esto, el avance fue poco menos que un paseo militar. Barcelona, a su vez, cayó militar- mente el 26 de enero de 1939.

Hacia mediados de febrero, la lucha en el Noroeste había prácticamente termina- do. Por fin, el 28 de marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid. El 1 de abril de 1939, el Generalísimo emitió su último parte de guerra:

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares.»

La guerra había terminado.


LA DIFÍCIL TAREA POSBÉLICA

Franco redactó su último parte de guerra estando en cama. Se encontraba enfermo de gripe. la enfermedad retrasó su entrada triunfal en Madrid hasta el 18 de mayo. Al día siguiente presidió un desfile de 25 kilómetros de longitud, en el que formaron 120.000 soldados, y que fue sobrevolado por 500 aviones.

El 20 de mayo, el cardenal Gomá recibió al Caudillo en la iglesia castrense de Santa Bárbara. Ante el altar, Franco recitó una oración:

«Señor: acepta complacido la ofrenda de este pueblo que conmigo y por tu nombre ha vencido con heroísmo a los enemigos de la Verdad, que están ciegos. Señor Dios, en cuyas manos está el derecho y todo el poder, préstame tu asistencia para conducir este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria Tuya y de la Iglesia. Señor: que todos los hombres conozcan a Jesús, que es Cristo, Hijo de Dios vivo.»

El domingo 3 de septiembre, Franco radió una apelación a las naciones «en cuyas manos se encuentra el desencadenamiento de una catástrofe sin antecedentes en la Historia».

De izquierda a derecha aparecen Ramón Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores, Franco y Mussolini durante su reunión celebrada en Bordighera el 12 de febrero de 1940.

 

  Había estallado la segunda guerra mundial. «Con la autoridad que me da el haber sufrido durante tres años el peso de una guerra para la liberación de nuestra Patria, solicito de las naciones que eviten a los pueblos los dolores y tragedias que a los españoles alcanzaron.»

  El lunes día 4 de septiembre de 1939, Franco decretó que todos los españoles debían guardar la más estricta neutralidad. El 12 de junio de 1940, dos días después de que Mussolini entrase en la contienda, el Caudillo pasó de la neutralidad a la «no beligerancia».

  El 23 de octubre de 1940, Hitler se encontró con Franco en Hendaya, después de hacer esperar al dirigente alemán más de tres cuartos de hora. Hitler deseaba privar a Inglaterra del Mediterráneo. Tenía, incluso, planes para la conquista de Gibraltar por tierra. Pidió al Generalísimo que entrase en la guerra de su lado. Pero también se observó que Hitler salió muy disgustado de la reunión; en cambio, Franco sonreía. Según comentarios posteriores, Hitler dijo: «Prefiero que me saquen tres o cuatro muelas a tener que hablar otra vez con ese hombre.» Sus tropas no llegaron nunca a entrar en España, hecho que sin lugar a dudas constituyó un éxito total del Caudillo en el terreno político y diplomático.

  El 22 de junio de 1941, Hitler ordenó invadir Rusia. Tres semanas más tarde, una fuerza de españoles que llevaban uniforme con camisa azul, y que no era del Ejército español, cruzó los Pirineos camino del frente ruso. El cuerpo fue llamado la División Azul.

  Sin embargo, en el tiempo que transcurrió la segunda guerra mundial, Franco, demostrando su incuestionable habilidad política, salvó a España de cualquier involucración directa en la contienda mundial. Muchos de los habitantes de Estados Unidos, Inglaterra y Francia creían sinceramente, en los difíciles momentos del término de la guerra mundial, que Franco debía su victoria a Hitler y Mussolini, y que él, a su vez, les había ayudado a ellos.

  Estos pensamientos precipitaron un suceso importante en la historia reciente de nuestro país: la recomendación de las Naciones Unidas a todos sus miembros a que «retirasen sus embajadores y ministros plenipotenciarios», al tiempo que excluía a España de todos los organismos de la ONU.

  Franco recibió la noticia en la mañana del día 13 de diciembre de 1946 en El Pardo, su residencia oficial desde 1939. El Jefe de Estado se comportó como si nada hubiera ocurrido. Pasó toda la tarde pintando, «hobby» que adquirió durante la Guerra Civil. las Naciones Unidas podían pensar que acababan de asestar un golpe a Franco, quien, por su parte, sentía que le habían insuflado en él nueva vida.

  El 9 de diciembre tuvo lugar una magna manifestación frente al Palacio Real, en el que se congregaron casi medio millón de personas. Aquello era una aclamación popular sin precedentes, una viril reacción española ante las injerencias extranjeras, gracias a la cual se probó la torpe equivocación de los políticos de aquellos países que se proponían imponer otro régimen a nuestra Patria.


Los Jefes de Estado de España y Portugal, Generalísimo Franco y mariscal Carmona, acompañados de diversas personalidades de ambos países, saludan a las banderas de las unidades del Ejército portugués, ante ellos concentradas momentos antes de iniciarse el desfile. Esta imagen se obtuvo durante la visita de Francisco Franco a Lisboa, en el mes de octubre de 1949.

 

 AISLAMIENTO

  Muchos países, siguiendo la consigna de la ONU, ordenaron a sus embajadores que abandonaran Madrid, menos Argentina. En octubre de 1946, el general Perón, primer mandatario del hermano país, compensó las deficiencias cosecheras españolas vendiendo a crédito y a un interés muy bajo 400.000 toneladas de trigo y 120.000 de marzo Puede decirse que si Argentina no hubiese ayudado a España durante el periodo 1947-49, el pueblo español hubiera sufrido una penuria económica tan grave como la experimentada entre 1940 y 1942. Por otra parte, España fue excluida del Plan Marshall. Referente a ello, el Generalísimo, a comienzos de 1949, comentó: «Si en una isla desierta hay ocho hombres y llega un barco con comida para siete de ellos, puede imaginar lo que siente el octavo. Y resulta que España es ese octavo hombre.»

  Por otra parte, y aunque en un principio careció de mucha importancia, hacia 1950, el tráfico turístico se convirtió en un flujo constante. En la España de 1950 había escasez de alimentos y hambre, pero en doce naciones de Europa la miseria era aún mayor.

  Franco había dedicado todo su cariño a Carmencita, su única hija. En 1950 la muchacha contaba veintidós años, los padres del doctor Cristóbal Martínez-Bordíu, de veintisiete años, habían solicitado formalmente al General y a su esposa, doña Carmen Polo de Franco, la mano de Carmencita para su hijo, la boda se celebró el 10 de abril, en la iglesia de El Pardo.

  Después se reanudaron las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países europeos y americanos que en un principio se habían opuesto al Régimen de Franco.


LAS RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS

  El 28 de agosto de 1953, Martín Artajo, ministro por aquel entonces de Asuntos Exteriores, en representación de Franco, y el entonces embajador estadounidense, James Dunn, en representación del presidente Einsenhower, firmaron tres acuerdos. El Jefe del Estado español garantizaba al país norteamericano el derecho a establecer y utilizar cuatro bases aéreas -una cerca de Madrid, dos en las inmediaciones de Sevilla y una junto a Zaragoza- y una base naval -la de Rota- en la bahía de Cádiz; a la par que sancionaba la construcción de seis depósitos de combustible y municiones. Sin embargo, su utilización por los norteamericanos estaría limitada a diez años. a no ser que los convenios fuesen renovados. El Jefe del Estado español se reservaba el derecho de solicitar la retirada de los estadounidenses en el plazo de seis meses. Y sobre todo, lo que era mucho más importante: las bases se encontrarían en todo momento bajo dominio español, y la bandera española continuaría ondeando en ellas.

  Los norteamericanos, en contrapartida. se comprometieron a ayudar económicamente a nuestro país con fuertes inversiones. Durante la noche del 26 de septiembre de 1953. Franco dijo a sus allegados: «Al fin he ganado la guerra española.»

  Se abría un capítulo muy importante en el devenir histórico español de los últimos años. Franco, efectivamente, había ganado una decisiva batalla para el futuro de su gobernar al frente de España.

  Difícil resulta dejar de asociar la imagen y la vida de Franco con la que ha sido su residencia desde el año 39 hasta el fin de sus días: el palacio de El Pardo. Treinta y seis años de historia española se han escrito desde ese Versalles recoleto y solariego, que sólo dista trece kilómetros del centro de Madrid. Un Versalles sin corte ni cortesanos, donde Franco ha vivido austeramente con su mujer, su hija, antes de casarse ésta, y sus colaboradores, bajo la protección de su guardia española y de su guardia mora, hasta 1958, en que fue licenciada a raíz de los incidentes ocurridos en Ifni.

  Haciéndonos eco de la obra escrita por José Montero Alonso «Si el palacio de Uria hablase...». ¡qué gran documento histórico nos proporcionarían sus salones, si el palacio de El Pardo hablase...! Porque desde él, en paz, Franco ha dirigido los destinos de nuestra nación durante todo el cogollo de un siglo conmocionado y revuelto como pocos.


Ya hace algunos años que fue tomada esta fotografía. El Caudillo recibió en audiencia, en el palacio de El Pardo, al príncipe heredero del Japón. Aki-Hito, quien entonces, allá por el año 1953, realizaba un viaje por España.

 

DESDE EL PARDO

  Humanamente, hasta los enemigos de Franco, incluso los más virulentos, han reconocido siempre el carácter irreprochable de su vida privada.

  Desde el palacio de El Pardo, y hasta el palacio de El Pardo, en un continuo ir y venir de él, ha discurrido la imagen de Francisco Franco. Con relativa frecuencia, el Caudillo hacía acto de presencia en Madrid, bien para pronunciar un discurso ante las Cortes, bien para recibir a un jefe de Estado extranjero. bien para que le fueran presentadas las cartas credenciales de un embajador acreditado, bien para presidir una inauguración, un congreso, una corrida de toros o una manifestación deportiva.

  Una vez al año, además, el Generalísimo atravesaba la ciudad para ir a presidir el paso de las tropas por el paseo de la Castellana. En una primera época de su Jefatura, su coche. escoltado por la guardia mora, pasaba lentamente por las calles que conducen del Palacio Real a la gran avenida madrileña. Ante el Palacio de Oriente se congregaba una gran muchedumbre pidiendo a gritos que se asomase el Caudillo al balcón y saludase. El Jefe del Estado fue dejando en desuso esta concesión a la popularidad. En los últimos años, una vez terminado el desfile, Franco regresaba directamente al palacio de El Pardo y allí recibía a sus invitados.


Esta instantánea fue tomada en 1958. En ella aparecen el Caudillo, Francisco Franco Bahamonde, su esposa, doña Carmen Polo de Franco, y sus nietos.

 

CARA A ESPAÑA

  Pero como Madrid no es toda España, Franco no se contentaba con los informes que le llegaban a El Pardo para juzgar la situación de las provincias. y solía realizar viajes a distintos puntos de la geografía española, para cambiar impresiones di- rectas con los respectivos administradores, personalidades, delegados de sindicatos, etcétera, sobre la particular situación de determinada provincia.

  Casi todos los años, pasaba algunos días en Barcelona, o con ocasión de la Feria de Muestras, o a principio del otoño, Y durante el verano visitaba las provincias septentrionales. Era tradicional que, una vez concluidas las ceremonias del 18 de Julio, Franco salía hacia el Norte. Normalmente, en su ruta hacia San Sebastián, en cuyo palacio de Ayete pasaba una temporada, se detenía en Burgos. y de la capital donostiarra a Galicia, despedía el verano y el veraneo en su residencia del Pazo de Meirás, cerca de La Coruña. Allí, lo mismo que en El Pardo, no se concedía largos ratos de ocio. Recalcitrante madrugador, se levantaba al apuntar la mañana y trabajaba hasta entrado el mediodía. Era entonces cuando se concedía un relativo reposo. 

  Visitaba el jardín. Pero, eso si, casi a diario, embarcaba en su yate, el «Azor», y emprendía un corto crucero, satisfaciendo así su frustrada vocación de marinero, por un lado, y su afición a la pesca, por otro.

  Tres deportes favoritos tenia Franco: la pesca -de altura, en cuya práctica obtenía grandes piezas, especialmente atunes; y fluvial, en los ríos salmoneros del Norte-, la caza mayor y menor -por cientos pueden contarse los jabalíes y cérvidos abatidos por el Caudillo, y por miles las perdices- y el golf, que llegó a ejercitar hasta el último verano de su existencia.

  Los amigos que solían acompañar a Franco en sus jornadas de pesca se sorprendían de su paciencia.

  Tras el solaz estival, el Generalísimo volví a sus negocios de Estado.


«¡PRODUCIR, PRODUCIR...!»

 
Sin descuidar en un sólo instante la marcha de la nación, Franco se preocupaba sobre todo de su progreso económico. Este objetivo llegaba a obsesionarle. Al poco de concluir la Guerra Civil, decía: «Debemos levantar y reconstruir España. Hay que hacer efectiva nuestra revolución nacional, mejorando las condiciones de vida de nuestra clase popular.» Su consigna fue siempre: «Producir, producir, producir.» y el lema: «Producir artículos que tengan aceptación en el mundo, cuya producción será estimulada por el Estado, que asegurará su distribución en los mercados..., producir a buenos precios y, para obtenerlos, mantener a toda costa el poder adquisitivo de nuestra moneda.»

  Su objetivo, consigna y lema comenzaron a ser realidades a partir de 1951, en que el régimen de restricciones se suavizó. Los primeros créditos extranjeros permitieron la importación de materias primas industriales y, con ellas, el desarrollo creciente, aunque pausado, de nuestras producciones.

  En cuanto al interés de Franco por la evolución social de España, no hay duda de que, en parte, supo predicar con el ejemplo. Así, en septiembre de 1958, entregó sus títulos de propiedad a los agricultores de las aldeas gallegas de San Juan de Barcala y de Santa María de Cobas. Otros propietarios siguieron su ejemplo. De ese modo, se distribuyeron más de 750.000 hectáreas, realizándose una revolución silenciosa en el campo español.

  Otra frase de Franco, a la que pretendió ser fiel, queda escrita en estos términos: «Debemos y podemos aspirar a alcanzar el nivel de los pueblos más adelantados». Y complementándola, el Caudillo, que no carecía de humor, suspiraba a veces: «¡Si yo tuviese los poderes del presidente de los Estados Unidos ...!».


Instantánea obtenida en junio de 1973. Francisco Franco y el Príncipe de España, durante la celebración del desfile de la Victoria, intercambian opiniones.

 

 

PREVISOR

  El paso de los años iba dejando huella, sino en su mente, que permaneció lúcida hasta sus últimos días. sí en su semblante, Franco comenzó a envejecer. Sus sienes. encanecidas. y sus pasos. ya no tan ágiles, lo atestiguaban, Pero seguía vigoroso, alerta. y conservando su capacidad de atención Y estudio, Todo lo más. manifestaba una emotividad nueva en él, A finales de 1956. el Caudillo había cumplido sesenta y cuatro años. ¿Qué ocurriría si una enfermedad repentina lo abatiese sin haber designado sucesor?

  Sin duda, después del referéndum de junio de 1947. la Ley de Sucesión definía claramente qué habría de ocurrir: reunido el Consejo de Regencia, propondría a las Cortes un miembro de la familia real que Aprobada por una gran mayoría, al día siguiente don Juan Carlos era investido Príncipe de España y sucesor del Jefe del Estado a título de Rey.

  Se recordará, también, cómo en 1954, y por una ley especial de las Cortes, se permitió que el primer nieto varón del Generalísimo pudiera llevar su apellido. Así, el primer varón y tercero de los hijos de los marqueses de Villaverde pasó a llamarse Francisco Franco. Por esta extraordinaria medida se deja entrever que una de las mayores penas del que fuera Jefe del Estado español fue no haber tenido un hijo que continuara su estirpe.


Franco, ante el pleno de las Cortes (julio 1969). Momento crucial en la historia política de España. Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, propone al Pleno de las Cortes a su sucesor, el Príncipe don Juan Carlos de Borbón, a título de Rey. Al día siguiente volvieron a reunirse ante este Pleno, para tomar juramento al Príncipe.

EL PRINCIPIO DEL FIN

  La primera voz de alarma respecto a la posible desaparición de Franco cundió en el mes de julio de año pasado. Aquejado de flebitis, tuvo que ser internado en la Ciudad Sanitaria Francisco Franco. Su salud parecía gravemente minada y por esa razón, aunque de forma provisional, el Príncipe de España asumió la Jefatura del Estado. No faltaron quienes consideraron que el traspaso de poderes estaba consumado. Sin embargo, una vez recuperado, el Generalísimo volvió a ocupar su puesto, al frente de la nación. Que Franco estaba dispuesto a conservar el poder hasta que careciese de fuerzas para ello no ofrecía la menor duda. Ya el 29 de diciembre de 1.962, en un mensaje al pueblo español, lo dio a entender: «Quién recibe el honor y acepta el peso de la dirección del Estado, no puede, en ningún momento, entregarse al descanso», fueron sus palabras. 

  Y el 27 de mayo, dirigiéndose a los alféreces provisionales en el cerro Garabitas, de Madrid, expuso: «Me siento tan joven como vosotros.» Y añadió: «Todo quedará bien atado y garantizado por la voluntad de la mayoría de los españoles que, con el Movimiento, constituyen el nervio y la esencia del país, y por la salvaguarda fiel de nuestros Ejércitos.»

  La serenidad de Franco, lo mismo ante los tristes como ante los alegres acontecimientos, tanto públicos como privados, puede ser ya leyenda. Muchas veces se le vio sonreír, pero ninguna reír y, menos aún, llorar. Raramente traslucía sus emociones. Y más raramente aún, por no decir nunca, obraba a impulsos de éstas. Sin embargo, a raíz de la muerte -víctima de un atentado- del almirante Carrero Blanco, ocurrida en diciembre de 1973, más fueron las jornadas de dolor que de alegría vividas por Franco. Y eso, quiérase o no, tuvo que repercutir en su salud y en su ánimo.

Esta imagen fue obtenida con motivo del cincuenta aniversario del matrimonio de Francisco Franco y doña Carmen Polo, es decir, sus bodas de oro. En la fotografía aparece el Generalísimo saludando a su hermano, don Nicolás Franco. Era el año 1973.

  Si acaso la boda de la segunda de sus nietas (Mariola Martínez-Bordíu contrajo matrimonio con Rafael Ardíd, el 14 de marzo de 1974) y los nacimientos de dos bisnietos (Luis Alfonso, segundo hijo de los (juques de Cádiz; y Francisco de Borja, hijo del matrimonio Ardid-Martinez-Bordíu) fueron los únicos paréntesis de contento -familiar, que no político- que tuvo desde aquel diciembre de 1973.

  Cabe ser sumado a éstos ese 1 de octubre de 1975, en que varios cientos de miles de personas, convocados ante el Palacio de Oriente, le aclamaron con ardor patriótico. Y en un gesto apasionado, Franco se fundió en un abrazo con el Príncipe de España. Pero... fue el principio del fin. Veinte días más tarde, cuando todavía no se habían apagado los ecos de algunas campañas extranjeras contra el Gobierno español, cuando el terrorismo continuaba cobrándose nuevas víctimas, cuando Marruecos -el querido Marruecos de Franco- levantaba su espada de Damocles contra el Sáhara con la amenaza de una invasión, cuando, en fin, España entera parecía cogida en una tela de araña, el Jefe del Estado sufre una crisis coronaria aguda que, días más tarde, le produciría el fatal desenlace.


© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.012. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com