La gran prueba en una hora de angustia.

  
 
      La vida de la primera Bandera de la Legión, y la de su jefe, el comandante Franco, transcurrieron durante los últimos meses de 1920 y los primeros de 1921 sin acciones de guerra. Se llevaban todo el tiempo las tareas de organización, los cuidados de orden administrativo, la preparación castrense, en espera de que se presentara, de pronto, el bautismo de fuego. Llegado ese instante, la Legión tenía que dar el mayor rendimiento imaginable, según lo había prometido el fundador, y según lo esperaba España. Corresponde al vizconde de Eza, ministro de la Guerra a la sazón, el honor de haber comprendido el interés nacional de los planes presentados por Millán Astray.

       A Francisco Franco hay que atribuirle la responsabilidad y el mérito en la formación de la mencionada primera Bandera. Esta hubo de ser la Unidad que señalara los criterios convenientes para alcanzar unas finalidades militares reiteradamente anunciadas y anheladas. La primera Bandera fue, pues, el modelo; y a medida que se fueron organizando otras, la consigna de los jefes respectivos era ésta:

        -Hagamos las cosas de modo que la Unidad que vamos a crear se parezca a la primera.

        Franco consumía horas y horas en asegurar una instrucción consumada y en infundir un fuerte espíritu de combate, sostenido por una resistencia física a toda prueba y por una inquebrantable solidez moral. Al mismo tiempo, iba poniendo en pie todo un sistema administrativo de vida, de trabajo y de responsabilidad. La culminación de tantos empeños se resumió en el inolvidable Campamento de Riffien, ejemplo de instalaciones militares, que movía sentimientos de admiración en cuantos lo visitaban. Traída de agua, granja agrícola, pabellones de alojamiento de oficiales, acuartelamiento moderno para la tropa, sanidad bien dotada, construcción de un buen sistema de alcantarillado, granja avícola, establos para la ganadería vacuna, explotación porcina, talleres para la reparación de vehículos, fabricación de calzado, confección de uniformes: todo un pequeño mundo, en fin, que incorporó a la Legión cuantos servicios se consideraron importantes para su desarrollo. Jefes, oficiales y soldados estuvieron siempre orgullosos de los medios de existencia y de acción militar que Franco preparó y que sólo encuentran parangón en ciertas organizaciones inglesas o americanas creadas para determinadas Unidades a lo largo de la segunda guerra mundial.

       Merece especial mención, entre otras actividades, un periodo de seis meses que el comandante Franco pasó en la zona ,de UadLau con la primera Bandera. Seis meses de instrucción incesante, de disciplina rigurosísima, de maniobras de combate, tanto durante el día como en horas de la noche, de los más ásperos supuestos tácticos y de ilustración sobre distintos problemas mediante conferencias y lecciones orientadoras. Podía, pues, decirse que cuando llegara la ocasión de acudir al primer llamamiento de mando, la respuesta sería perfecta. Esto aconteció el 18 de abril de 1921.

      A las órdenes del coronel Castro Girona -a quien Franco recordaría frecuentemente con respeto y afecto-, la primera Bandera emprendió marcha hacia Targa, Tiguisas y Tagasut, formando parte de una fuerte columna. Targa fue ocupada después de un choque muy duro. «Acampamos -dice un testigo- en el zoco de Sidi-Alí, de Beni Aros. La situación era comprometida. Los moros estaban tan cerca (para atacar y caer en masa sobre la Bandera, al amanecer) que oíamos sus  toses. En la tienda del comandante hubo luz toda la noche. Antes del alba, el oficial de guardia fue allí para preguntarle "qué había que hacer".

  Franco contestó:

       - Que toquen diana floreada.

  Los legionarios atacaron la línea enemiga y la arrollaron. Vino luego la conquista de Tiguisas; luego, la de Tagasut; finalmente, el 18 de mayo, se entró en Xauen.»

       Siguieron las operaciones para la ocupación de Miskrela. El comportamiento de los legionarios produjo admiración. Franco es- taba satisfecho. A partir de aquellas jornadas, ya no se daría situación difícil o compromiso apretado en que no interviniese la Legión. Por lo pronto, la zona de Larache reclamaba una acción enérgica para salir al paso de la subversión cabileña que estaba hostilizando los campamentos españoles de vanguardia. Ardía en guerra buena parte del territorio de Beni Aros y de algunas cabilas vecinas. En vista de ello, el día primero de julio de aquel año 1921, Franco recibió la orden de trasladarse a la zona mencionada, y hubo de entrar en fuego sin perder un minuto. Bajo un sol abrasador se coro, batió desde el amanecer hasta el crepúsculo de la tarde. No se borrará nunca de la memoria de Franco el nombre de Robba el Gozal. Costó mucho esfuerzo defender esta posición. Y el día 22 de julio de 1921, cuando apenas quedaba tiempo para unas horas de descanso, recibió una orden secreta y muy urgente, según la cual debía trasladarse con sus tropas a Tetuán, y hacerlo a marchas  forzadas. Una vez en Tetuán, y tras brevísimo reposo, continuaría hasta Ceuta. ¿Qué acontecía? El 23 de julio embarcaba la. Bandera, en el puerto ceutí a bordo del «Ciudad de Cádiz». Destino, Melilla. Sanjurjo iba al frente de las unidades de socorro. El vizconde de Eza, ministro de la Guerra, había dicho a los periodistas madrileños:

«La Comandancia de Melilla se ha desplomado. Todo el territorio de la zona está en poder de los cabileños rebeldes».

    En su «Diario», Franco anota: 

«Sólo se sabía que en Melilla había ocurrido un gran desastre».

      La publicación España en sus héroes ha recogido una breve impresión de aquellos instantes. Los legionarios, con Franco a la cabeza, habían recorrido cien kilómetros en día y medio, cargados con un pesado equipo. Llevaban dos noches sin dormir.

  -Esta noche hay que dormir de prisa: seis horas en tres –dijo el comandante a sus soldados cuando estuvieron a bordo.

El día 24 llegaban a Melilla; tres días después del hundimiento de aquella zona oriental del Protectorado.      
 


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