ABRAZO REAL A CARRILLO

 

Por Eduardo Palomar Baró.

Nuestra singular democracia, sucedáneo de lo que etimológicamente se entiende como tal, desde que suplantó al régimen autoritario por procedimientos ambiguos y falaces, aprovechando la deslealtad de determinados políticos de las altas esferas, que fueron fagocitados por el propio sistema que instauraron, nos tiene acostumbrados a continuas sorpresas y sobresaltos.

Un novedoso y ejemplarizante régimen en el que todo está permitido, tolerado y ocasionalmente apoyado, sin que nadie se rasgue las vestiduras ni disienta públicamente de tantas incongruencias.

Un claro ejemplo demostrativo de la sinuosa trayectoria del sistema, inmune a toda crítica constructiva, mitificado en occidente, son los continuos desatinos que observamos a diario.

Con motivo de la solemne apertura de las Cortes de la VIII Legislatura, celebrada el 22 de abril de 2004, y después de la toma de posesión del nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo lugar la recepción real, resaltando con gran sorpresa, el indigno y decepcionante abrazo protagonizado por el Monarca con el genocida de Paracuellos del Jarama, Santiago Carrillo Solares.

Incomprensible, impropia e ignominiosa esta reacción del Rey Juan Carlos I,  por cierto que es la segunda vez que manifiesta esa efusión hacia este individuo de pasado tan oscuro y siniestro, figura prominente en la represión del Madrid rojo. Ahora que está de moda lo de recuperar la “memoria histórica”, vale recordar que en la noche del 6 al 7 de noviembre de 1936, en el Ministerio de la Guerra, se designó al joven Santiago Carrillo como consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, con la expresa misión de aniquilar a la quinta columna. Carrillo tenía entonces 21 años y era el secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas, una figura de extraordinaria relevancia política, pues no en vano, en julio de 1936 las JSU contaban con más de 30.000 militantes. Según manifestó el propio Carrillo, solicitó su entrada en el Partido Comunista el 6 de noviembre de 1936, en un encuentro con José Díaz.

Jesús de Galíndez, miliciano vasco que prestaba servicios en la delegación de Euzkadi en Madrid, nos ofrece un testimonio excepcional: “El mismo día 6 de noviembre se decide la limpieza de esta quinta columna. Por las nuevas autoridades que controlaban el Orden Público”. Es decir, por Santiago Carrillo y sus colaboradores. “La trágica limpieza de noviembre fue desgraciadamente histórica; no caben paliativos a la verdad. En la noche del 6 de noviembre fueron minuciosamente revisadas las fichas de unos seiscientos presos de la cárcel Modelo y, comprobada su condición de fascistas, fueron ejecutados el día 7 en el pueblecito de Paracuellos del Jarama. Dos noches después otros cuatrocientos. Total 1.020. En días sucesivos la limpieza siguió hasta el 4 de diciembre”. Y Galíndez concluye: “Para mí la limpieza de noviembre es el borrón más grave de la defensa de Madrid, por ser dirigido por las autoridades encargadas del orden público”.

           

Cifras de la matanza del terror rojo en Madrid

En Paracuellos del Jarama se efectuaron unos diez mil enterramientos. De ellos hay 2.750 víctimas perfectamente identificadas que descansan allí en el mismo sitio en que fueron asesinadas por decisión de las autoridades de Orden Público ejecutada por las Milicias de Vigilancia de la Retaguardia, entre los meses de septiembre y diciembre de 1936. La mayoría de estas víctimas corresponde al mes de noviembre del 36. Se llevaron además a Paracuellos 5.300 personas más, asesinadas en diversos puntos de Madrid y su provincia (entre ellas casi un centenar de mujeres) enterradas fuera de lugar sagrado y allí trasladadas al término de nuestra guerra. El resto hasta la cifra indicada de diez mil corresponde a personas no identificadas que perecieron de igual forma en las inmediaciones del campo de muerte en que hoy descansan.

El general Ramón Salas Larrazábal en “Nueva Historia” de junio de 1977, escribía: “De los ocho mil muertos de noviembre y diciembre aproximadamente, el 15 por ciento cayeron antes del 8 de noviembre, de ellos mil en números redondos el mismo día 7 y unos 40 entre el 1 y el 6. Quiere decir que durante el período de responsabilidad de Carrillo fueron muy cerca de siete mil los madrileños que cayeron sin juicio de ninguna clase ante las tapias de cualquier cementerio de los alrededores de Madrid y con predilección en Paracuellos del Jarama. Este es un hecho histórico que nadie podrá negar jamás”.

El 24 de diciembre de 1936 dejaba Santiago Carrillo la Consejería de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid y pasó a ocupar este puesto su amigo y correligionario José Cazorla Maure. Entre el 4 de diciembre –la última gran saca desde Porlier– hasta el 24 fueron asesinados en Madrid 87 personas, de cuya muerte es igualmente responsable Carrillo, que tenía el poder en la mano y lo usaba para seguir “limpiando la retaguardia”.

Después de esos asesinatos en masa registrados en la época en que Carrillo fue consejero de Orden Público, se hizo cargo de la dirección de prisiones el anarquista sevillano Melchor Rodríguez, a partir de cuyo momento cesaron las sacas de presos de las cárceles y sólo se cumplieron las sentencias de muerte dictadas por los tribunales populares, restaurándose el orden y la disciplina en los establecimientos penitenciarios y se restableció en el ejercicio de sus cargos a los funcionarios de prisiones, siendo despedidos los milicianos que se habían hecho responsables de la custodia de presos y detenidos. Melchor Rodríguez inició una serie de canjes de prisioneros políticos entre las dos zonas contendientes, siendo muchas las personas del bando enemigo que salvaron sus vidas gracias a esta eficaz, inteligente y humanitaria labor. Al finalizar la guerra, se quedó en Madrid, siendo designado concejal del ayuntamiento por el profesor socialista Julián Besteiro Fernández, haciendo entrega, el 28 de marzo de 1939, de la ciudad al alcalde nombrado por el gobierno nacional, don Alberto de Alcocer. 

 

Carrillo: odio a Franco y “piropos” a Juan Carlos

El día 10 de octubre de 1975, la periodista italiana Oriana Fallaci publicó en “El Europeo” una resonante entrevista con el secretario general del PCE, Santiago Carrillo, en la cual dejó desbordarse su odio hacia Franco: “Estoy entre los españoles que piensan que ver morir a Franco en su lecho sería una injusticia histórica. Existen pocos pueblos en Europa que hayan luchado tanto por la libertad como nosotros y no nos merecemos verle morir con la ilusión de que su tiranía sea indestructible. No debe tener esa satisfacción. Debe ver con los ojos abiertos el fin de su tiranía.. Yo no he esperado nunca que Franco muriese y he hecho lo posible para echarle antes. Todavía cuento con realizarlo antes de que muera... La condena de muerte de Franco la firmaría”.

En la misma entrevista dedica el siguiente requiebro a Juan Carlos: “Es una marioneta que Franco manipula como quiere, un pobre hombre incapaz de toda dignidad y sentido político. ¿Qué posibilidad tiene Juan Carlos? Todo lo más ser rey por algunos meses”.

En la conversación mantenida con el hispanista Max Gallo y Régis Debray para su libro “Demain l’Espagne”, publicado en la editorial Seuil de París en octubre de 1974, decía Carrillo del futuro Rey de España: “Juan Carlos sería el continuador del régimen. Además se ha desacreditado ante el pueblo español porque vendió a su padre por una corona y eso no se lo perdonan ni los monárquicos”.

En el volumen editado en Bucarest en 1972, titulado “VIII Congreso del Partido Comunista de España”, dedicó Carrillo su primera alabanza y elogio al príncipe Juan Carlos, en estos términos: “Juan Carlos es una criatura de Franco, educada bajo su control, que ha jurado los principios del Movimiento, es decir los principios fascistas. Sin duda ha prometido en secreto a unos u otros que cuando reine hará de su capa un sayo y olvidará su origen y sus juramentos. Sin duda está ya borboneando a diestro y siniestro, lo que viene muy acorde con las tradiciones familiares. Pero la oposición no puede dejarse trastear por ese tipo de promesas y guiños, métodos políticos del siglo pasado totalmente desplazados hoy”.  

Una de las grandes virtudes de Carrillo es sin duda la coherencia. Y así, primero fue socialista, luego comunista, para volver luego a la querencia del PSOE. Primero repudió a su padre Wenceslao y luego adoptó como mentor a Stalin, para luego repudiar al sanguinario dictador pero sin abandonar el stalinismo. Primero insulta a don Juan Carlos y luego cultiva su amistad. Primero aborreció la democracia y luego se erigió en campeón de la transición democrática. Primero ensalzó a Largo Caballero y luego lo traicionó. A todas luces, la congruencia queda patente en sus actuaciones fundamentales.

 

Contactos del Rey con Carrillo

Según manifiesta Ricardo de la Cierva en su libro “Carrillo miente” (Ed. Fénix, 1994), desde el punto de vista histórico los contactos del Rey con Santiago Carrillo parecen justificados y la relación entre los dos, dentro del marco institucional, merece –según la divertida expresión que solía utilizar el diario monárquico “ABC” cuando Anson era su director– para estos menesteres, el calificativo de “impecable”. Pero para quienes conocieron directamente la contienda, o han estudiado con detenimiento los aspectos históricos de la República y la guerra civil, no pueden evitar la expresión de su desagradable sorpresa por la “fascinación” del Rey por Carrillo.

“Comprendo y admiro –escribe Ricardo de la Cierva– que el Rey, al tratar institucionalmente con Carrillo, olvidara los estúpidos insultos que le había prodigado Carrillo. Pero me resisto a aceptar la “fascinación” del Rey ante la ejecutoria completa de un hombre a quien según el editorial de “El País” los españoles habían rechazado por millones en junio de 1977 porque su ejecutoria se hundía en las sombras de la guerra civil... y en tantas oscuridades del exilio, los años que he llamado de hierro y de sangre. El hecho de que la represión de Madrid se dirigiera salvaje pero fríamente a la aniquilación en masa de muchos miembros de las Fuerzas Armadas, de muchos sacerdotes y monjas, de muchos profesionales y trabajadores, de mujeres y de niños, sin que ni uno solo de ellos fuera sometido a un proceso legal incrementa mi repulsa no por la relación del Rey con Carrillo sino por el evidente desbordamiento de esa relación. Con ese desbordamiento, con esa “fascinación” no sabe el Rey el terrible daño que ha hecho a miles de españoles entre los que me cuento”.

“Con todo respeto y toda comprensión: nos ha hecho un daño incalculable”.

Para más inri, los españoles de bien hemos tenido que tragar en la apertura de las Cortes del 22 de abril, otro bochornoso, inconveniente y vergonzoso abrazo Real a Carrillo...    

30 de Enero de 2.005.-

 

 


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