MILITARES


 

Por Jesús Flores Thies.

Coronel de Artillería (retirado).

Como España es un país de paradojas, se dan casos como el de los “obreros parias de la tierra”, que una vez encaramados en el poder político (no importa si el nivel es de “Estado”, “Taifa” o “Local”), se convierten en millonarios; o el de los “ultras” de la izquierda que, siendo legión, sólo son considerados “ultras” los cuatro gatos de la derecha; o para meternos “en harina”, el de los componentes de la gran familia militar (activos, “pasivos, familiares…), es decir, los que dependen de DEFENSA (los “veteranos” ya no dependen de DEFENSA), y que son los españoles más inermes y desprotegidos, mejor dicho, los únicos inermes y desprotegidos de la sociedad, porque hasta los “okupas” están mejor protegidos, con más derechos y mejor defendidos, incluso por instituciones oficiales.

Gracias a la habilidad de la izquierda rencorosa y a la habitual cobardía de la derecha sesteante, se ha conseguido crear en España una especie de rechazo hacia el Ejército, hoy FF.AA. que ha conseguido indudables frutos, podridos, pero al fin y al cabo frutos importantes: el primero de todos, dejar al Ejército en los huesos y con una anemia preocupante.

La precipitada y suicida eliminación del servicio militar obligatorio (recordemos que fue el PP), previamente desmedulado por un feroz apoyo a la insumisión (recordemos también a las “Nuevas Generaciones del PP”), fue maniobra esencial para llegar hasta los límites actuales. Previamente, las mentes gobernantes, legislaron para convertir al Ejército español, no en la “grande muêtte” (el gran mudo), sino en la “grande aveugle” (ciego) y la “grande sourde” (sordo). Y con el Ejército silenciado y silencioso, todo era ya posible.

No sin cierta razón, los políticos consideraban al Ejército como heredero del denominado de la Victoria, es decir, que los mismos principios que privaban en aquel, se mantenían en éste, y decidieron en pura lógica desmedularlo para que al final no fuera ni carne ni pescado, ni fu ni fa…, simplemente una entidad (“¡¡colectivo!!”) más o menos uniformada (los uniformes desaparecieron de las calles por propia y triste decisión), y más que disciplinada, silenciosamente obediente. Cuando surgió el fenómeno de la UMD que, siendo sólo una mínima parte del total tenía indudablemente mucha importancia, sus componentes, apoyados por los políticos de la cómoda oposición ilegal, propugnaban un Ejército, no callado y sometido al poder (franquista), sino con voz y con posibilidad de decidir sobre su forma de actuar y de exponer sus ideas sin censura y sin represión alguna. Una vez que nos inundaron los beneficios de la democracia de partidos, todos esos cantos de sirena enmudecieron repentinamente y nunca los componentes del Ejército han sido obligados a mantener un silencio más pétreo.

Hay que tener en cuenta que los miliares entraron en la “época democrática” con sentimientos dispares. Un número, no mayoritario, pero nada despreciable, la acogió con entusiasmo; otro similar, con rechazo indisimulado; y una gran mayoría con matizada esperanza de que llegaran esas formales libertades democráticas que nos prometían, para sumarse a las reales que ya teníamos. Algo muy parecido a la acogida de los militares a la segunda república, que pronto descorazonó a los que esperaban otra cosa.

Al principio anduvieron los legisladores con pies de plomo, pero pronto se dieron cuenta de que se podía ir más deprisa. Creemos que si en el año 1978, el de la última Constitución (aunque por todas las trazas parece que va a ser por ahora la penúltima), hubieran dicho que se iba a hacer desaparecer toda vestigio del “franquismo”, eliminar estatuas, placas, lápidas, monumentos, cruces… de mártires, caídos y  héroes de la guerra civil, que en publicaciones oficiales de las FFAA toda referencia a hechos relacionados con aquella contienda se iban a silenciar, que las biografías de generales iban a sufrir un raro vacío en los años de servicio a España bajo el mando del Caudillo, que se iban a quemar banderas españolas impunemente, que en la impresentable televisión todo lo referente a esa época de servicio a España se iba a presentar como un túnel miserable… , es posible que no se hubieran aceptado, así como así, Constituciones tan demoledoras. Y no sólo la familia militar… Eso debieron pensar los políticos, porque empezaron poco a poco la tarea de quitar la médula al Ejército, hasta que se dieron cuenta de que, sobre todo a partir del 23-F, el monte ya era orégano. Cualquier manifestación de afecto, nada más que por simple compañerismo, hacia los militares que actuaron en aquella jornada histórica, era cortada de raíz. Y ya, cualquier mención favorable a Franco representaba para el atrevido el cese inmediato, sin que los compañeros del represaliado, que indudablemente pensaban como él, dijeran una sola frase en su apoyo. De los libros, revistas, publicaciones etc militares oficiales desaparecieron menciones y referencias relacionados con Franco, hechos, unidades o circunstancias relacionadas con la guerra civil o la posguerra. Revistas como “Tierra” o “Revista General de Defensa”, con unas abultadas y bien pagadas redacciones (en las que a veces hay algún militar) ignoran la Historia de España de forma asombrosa. Se da el caso de hacer un breve resumen de la Historia de la Guardia Civil, dando un salto desde año 1934 a Kosovo, sin mencionar ni Simancas, el Alcázar o Santa María de la Cabeza, o la lucha contra el bandolerismo del maquis.

Viendo que todo el campo era suyo, los políticos, no importa en qué lugar de la rosa de los vientos estuvieran situados, se dedicaron a la tarea de despojar al Ejército de las “rémoras franquistas” y vinieron en cascada decisiones como la del desalojo del Museo del Ejército de Madrid que, asombrosamente, fue aceptada por una parte del generalato, que no quisieron fijarse en el simple detalle de que, el desalojo de este Museo no se hizo para mejorarlo, circunstancia que a los políticos les importaba más bien poco, sino como despectiva forma de echarlo fuera para ampliar el Prado. Ese museo, entre itinerante y expectante, no tiene una instalación definitiva, instalación que se alarga por aquello del espacio, los presupuestos, la mala fe y el desinterés de mucho responsable político, que no militar. Después vino la maniobra para humillar al Ejército con órdenes y decisiones vergonzosas en el Museo Militar de Montjuich en Barcelona, aceptadas suicidamente por el “Mando” con la rara y equivocada idea de templar gaitas y “evitar males mayores”. Este Museo, está en vías de ser reducido a la mitad o sencillamente trasladado de sitio, para dejar sitio a un Museo de la Paz que se instalará allí, precisamente, por decisión de lo más granado de lo anti-español y anti-militar de los políticos catalanes. Y sin olvidar la interminable y triste serie de monumentos a los Caídos destruidos en los propios cuarteles, de cuadros enviados al desván, de lápidas destruidas, almacenadas en depósitos de chatarra, de objetos y recuerdos escondidos o simplemente arrojados a los contenedores de basura. Como símbolo patriótico dedicado a los Caídos se ha seleccionado en Madrid un pebetero, que más parece un símbolo masónico, en un monumento que ya existía dedicado a los héroes del 2 de mayo, pebeteros que han aparecido en otros lugares todavía militares con sus mismas humaredas pestilentes y, en algunos casos, sin una cruz que ennoblezca el lugar. En los museos de algunos acuartelamientos desaparece toda referencia a Franco o al Alzamiento, al parecer no existieron porque, obedeciendo al “Gran Hermano” que Orwell creó en su obra “1984”, se han reescrito todos los libros de Historia, los Diccionarios, las novelas… Y la gran familia militar enmudece, no oye, no ve… Muda, sorda, ciega.

En las Cortes, con el apoyo del PP, se condena el Alzamiento y, no sólo la “posguerra franquista”, sino toda esta época hasta la llegada de la salvadora y reconciliadora Constitución, y con esto, todo lo que envuelve a esa palabra ya maldita (“Régimen de Franco”), entre lo que se encuentran nuestras Hojas de Servicio que se escribieron sirviendo a España en el Ejército a las órdenes del Generalísimo. Somos unos represores, golpistas morales o efectivos… en definitiva, unos malditos fascistoides a los que conviene echar unos exorcismos democráticos para introducirnos de hoz y coz (y casi martillo) en las mieles de la democracia que se decía reconciliadora. 

Esa especie de hidra que parece dirigir los destinos de esto que antes era España, ha decidido eliminar, ya de forma definitiva, todo vestigio del “régimen” y eliminará la estatua del Caudillo frente a la que tantas generaciones de cadetes han desfilado en la Academia General Militar de Zaragoza, y no pasará mucho tiempo para que el “Valle de los Caídos” sea modificado para darle otra “orientación histórica”, posiblemente un templo en recuerdo de las “víctimas del franquismo” o dedicado a una hipócrita “reconciliación“. Los restos de Franco y José Antonio serán entregados a sus familiares (nos imaginamos que los de este último serán entregados a un tal Miguel) para que hagan con ellos lo que quieran, pero en privado y más bien ocultos y en secreto.

Y la Cripta del Alcázar y su pequeño museo del Asedio serán desalojados para dejar sitio a otro museo de la Paz o a una exposición permanente de carteles republicanos de la Guerra Civil. Y así hasta que de España se borre todo vestigio de una Historia heroica, sacrificada y noble.

   El silencio, la sumisa aceptación y un encogimiento de hombros de gran parte de la familia militar hará más fácil esta felonía institucional. En La Gran Peña se comentará con tristeza este fin de nuestra Historia, en alguna reunión de veteranos, de nostálgicos de ésta o aquella unidad, se hablará con rabia de estas cosas, en el Club de Polo, en la Dehesa, en aquella residencia, en este otro balneario, en un aniversario de la Academia General, o de tal o cual promoción de Estado Mayor, en tertulias de amigos, en conversaciones privadas, en quejas frente al espejo…, se llorará por nuestro pasado escarnecido y arrojado a los cerdos, pero nada ni nadie se moverá porque nos aseguran que las Reales Ordenanzas dicen que ¡¡a callar!! mientras que la poterna que la Constitución deja para la libre expresión queda oculta por la yedra que impide ni tan siquiera un resquicio para pasar por ella.

Si mañana, debido a los pactos y componendas, y a la terrible fórmula democrática de que 2 es mayor que 1, un gobierno decide aceptar autodeterminaciones y quiebras de la unidad nacional, el Ejército tiene la obligación histórica (que, ¡oh sorpresa!, también es constitucional), de impedirlo. Decía José Antonio que la disciplina es esencial en los Ejércitos pero que podría ocurrir que por obediencia ciega a esa disciplina, cuando al fin los militares se decidieran a actuar para salvar a una España en peligro de desaparecer, se encontraran con que no había nada que salvar porque España ya había desaparecido. 

Tenemos la esperanza de que las próximas, vengativas, rencorosas, inicuas, feroces y criminales decisiones institucionales contra “símbolos del pasado” encuentren en el Ejército, activo o pasivo, su firme oposición. Exactamente igual que la de cualquier otra colectividad o gremio social al que se atacara en sus más íntimos sentimientos. Porque, al parecer (eso dicen) los españoles somos iguales ante la ley. Y tenemos esperanza, porque las nuevas generaciones de jefes, oficiales y suboficiales mantienen sin quiebra un envidiable espíritu y un patriotismo que, con lo que está cayendo, ya tiene mérito.

 10 de Mayo de 2.005.-

 

 


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