La Bandera

Alfonso Ussía
Siempre que se ondea una bandera republicana caemos en el error de compararla con la Bandera de España. Se le concede a la tricolor una importancia que no tiene, ni en la ejemplaridad ni en la Historia. Grímpola equivocada, de vigencia efímera. Añadir el morado de Castilla a la bandera de la República fue uno de sus iniciales y más hirientes errores. En Italia, cuando fue proclamada la República, se limitaron a eliminar el escudo de los Saboya, pero la bandera, que era patrimonio de todos los italianos, se mantuvo igual, y así hasta nuestros tiempos.
   La bandera republicana se ha convertido en un símbolo pancartero contra el sistema. Muchos de los que la alzan y tremolan no tienen ni idea de su origen ni de lo que representa. Para un buen número de ignorantes, la Bandera de España la inventó Franco. Es la bandera franquista. Así nos van las cosas, con esa «intelectualidad» progresista aleccionando a los indocumentados. Curiosamente, los que quieren trocear España, los que buscan nuestra desunión, los que reivindican para sus autonomías el reconocimiento de «Estado», gustan de la bandera republicana, que fue la nacional durante los cinco años de la Segunda República y los tres de Guerra Civil, si bien tan sólo en uno de los lados contendientes. La Bandera de España no es la de Franco. Viene del reinado de Carlos III, primero como pabellón de la Armada y posteriormente como enseña de España. Los siglos no mienten.
   La utilización de la bandera republicana para agrietar la armonía del sistema es también una traición. Esa bandera fugaz en nuestra Historia fue Bandera de España, y por ella lucharon y murieron decenas de miles de españoles que sólo querían ser españoles. Memoria de la Historia, pero siempre respetable. Hoy no se sabe bien qué se pretende con su exhibición. Si algún día en España se proclamara por tercera vez la República, dudo mucho que la tricolor fuera recuperada. Se sustituiría el escudo de la Bandera, y así se evitaría la herida en el concepto simbólico de la mayoría de los españoles.
   De ahí que no se comprendan actitudes como la del Alcalde de Madrid y sus colaboradores. Que Llamazares ignore que la Bandera de España nace en el reinado de Carlos III es lógico y normal. Que Ruiz-Gallardón sea vencido por un complejo de inferioridad creciente y galopante y haga lo posible por ocultarla, se me antoja indignante. No se ha atrevido todavía a arriar la que ondea en la Plaza de Colón, pero tiempo al tiempo. En esto de la bandera, hay socialistas como Bono, Vázquez, Ibarra, Redondo y compañía, infinitamente más consecuentes y, por lo tanto, menos sometidos a los miedos que procura el retroprogresismo en el ánimo del señor Alcalde de Madrid.
   El mayor homenaje de respeto que puede recibir la bandera tricolor de la Segunda República es la memoria histórica. Fue, pasó y perdió su significado, probablemente por ser consecuencia de una invención chapucera y oportunista. No cabe duda de que algunos partidos políticos y sus lamentables dirigentes la seguirán humillando y manipulando sin sentido. España es una vieja nación sólo odiada por algunos españoles. Incluso en sus años de vigencia, la bandera republicana, símbolo oficial de España, se vio relegada y postergada en beneficio de la bandera roja. Para entender a una parte de la Izquierda española hay que recordar su más famoso grito de exaltación patriótica en aquellos tiempos terribles. ¡Viva Rusia!
   La bandera es el símbolo constitucional que nos une y ampara nuestros derechos, deberes y libertades. Esconderla es, además de una cobardía, una concesión humillante a quienes la escupen sin saber por qué la escupen. Y ocultarla el día de la boda del Heredero de La Corona, no es sólo una cobardía, una concesión y una equivocación rotunda. Es una gilipollez clamorosa que exige una explicación sincera y contundente. Pero mucho me temo que esa explicación no se va a producir jamás. Quien es capaz de ocultar la Bandera de España, o de esconderla, o de sustituirla por abanicos, no está capacitado para dar la cara. También se esconde, pero de sí mismo.

La Razón. 28 de Mayo de 2.004.-

 


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