UN SUEÑO EN MI CORAZÓN

Por Pituca.

 

          Pilar estaba muy nerviosa, ya que había oído hablar mucho del Palacio del Pardo en donde había vivido Francisco Franco y por fin iba a verlo. Cuando llegó a la puerta y, según seguía la visita, cada vez su rostro se ponía más serio: ¡No comprendía nada! ¡Allí no había ninguna cosa de Franco! En una pared observó un tapiz que no pegaba nada y al levantarlo por una esquina se quedó asombrada: tapaba una inscripción del Caudillo. Bueno... por fin había visto algo... aunque escondido...

          Entonces abrió más los ojos y decidió actuar de detective. Se fijó que todos los escudos de Franco habían sido cambiados por los del rey... ¡Pero si él no ha vivido nunca aquí!

          Además se puso furiosa porque a lo lejos  vio un retrato, en donde fue el despacho de Franco, y pensó: ¡Por fin una foto! pero al acercarse no conoció al que estaba retratado. La dijeron que era un Jefe de Estado de un sitio absurdo. Las demás fotos que fue viendo también eran de gente rara, pero ninguna de Franco o su familia. ¡Vaya chasco!

          El resto de la visita la pasó con los brazos cruzados y deseando que terminara, ya que no era lo que ella esperaba, pues pensaba que cuando se va a un sitio donde ha vivido alguien importante, es normal que se conserven cosas suyas y se hable de él, y en esta visita sólo se veía de pasada la habitación, el comedor y un cuarto con algunos uniformes y poco más.

Pero todo de pasada, sin darle la menor importancia. Todo como muy destartalado,  deprisa y corriendo y con más fotos de gente extraña, que no entendía por qué tenían que venir al Palacio del Pardo cuando están en España, con la de sitios a los que pueden ir, pues creía que era una manera de hacer olvidar que El Pardo fue la casa de Franco.

          Al terminar la visita pasaron a una tienda en donde se podían comprar recuerdos y pensó que allí algo encontraría, pero sólo había postales, libros del Pardo, recuerdos del rey y de otros sitios. No había nada de nada sobre Franco, ni una cosa chiquitita. ¡Nada! ¡Vaya excursión! Se sentó en los jardines para comer algo y empezó a encontrarse fatal, ¡lo que faltaba!

          Cuando llegó a su casa se metió en la cama corriendo, pues, aparte del enfado, se había enfriado. Sus padres le preguntaron cómo se lo había pasado y sólo les dijo que desde luego no era lo que esperaba... Además no había podido traer ningún recuerdo que le gustara...

          Se quedó dormida enseguida y empezó a soñar que estaba en los jardines del Palacio del Pardo comiéndose un bocadillo, de muy mal humor por la visita que había tenido y que no era ni mucho menos lo que ella esperaba. Cuando más distraída estaba se le acercó un viejecito y le preguntó por qué tenía esa cara tan seria. Pilar le contó todo lo que había pasado dentro del Palacio. Como el viejecito la escuchaba muy atento, ella no paraba de hablar  y de decir que no estaba de acuerdo con eso, que lo normal es que se hablara del Caudillo porque había sido una persona importante para la Historia de España, aunque haya gente que no lo quiera reconocer...

          El viejecito sonreía  y la dijo que no se preocupara, pues tarde o temprano todo el mundo sabría la verdad y se alegraba de que hubiera niños como ella. Se metió la mano en el bolsillo y la regaló una insignia diciéndola que ya que no había podido comprar ningún recuerdo, él le daba uno para que no se olvidara de ese día. Pilar lo metió en su mochila y siguió hablando con el simpático viejecito pues, según lo hacia, su enfado  iba desapareciendo...

          Cuando más a gusto estaba soñando, oyó la voz de su madre que la despertaba:

          - "Pilar ¡vaya sorpresa que nos has dado! decías que no habías podido traer ningún recuerdo y resulta que al deshacer la mochila me he encontrado una insignia preciosa".

          - "¿Qué insignia?" - Preguntó asombrada Pilar a su madre, pues estaba segura de no haber comprado nada.

          A lo que respondió su madre:

          - "Pues el Víctor, que representa la victoria de Franco sobre el marxismo. Lo que no entiendo es como has podido comprar esta insignia hoy en día, pero conociéndote, no me extraña nada..."

          Pilar se quedó pensativa y con una sonrisa cogió la insignia, la dio un beso y comprendió todo: había conseguido no sólo ver donde había vivido Franco, sino también el privilegio de estar con él. Sería su gran secreto que guardaría dentro del corazón.

13 de Julio de 2.004.-

 


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