Proclamación de la República.  14 de Abril de 1931.


 

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO PROVISIONAL, Don NICETO ALCALÁ-ZAMORA

 

“En nombre de todo el gobierno de la República española, saluda al pueblo una voz, la de su Presidente, rendida por la emoción e impulsada por el entusiasmo ante el espectáculo sin igual de una reacción casi imposible de imitar que esta nación ha dado al mundo resolviendo el problema de su revolución latente y cambio impensable de su estructuración, en medio de un orden maravilloso y por voluntad y vía perfectamente legales. El Gobierno todo, en nombre del cual hablo, está compenetrado por su amor al país y dispuesto a resolver los ideales nacionales y ofrece que pronto, muy pronto, tan pronto como las circunstancias lo permitan, dictará el modelo de su estructuración política. Pero mientras tanto, el Gobierno realizará un programa de justicia social y de reforma administrativa de supresión de injusticia, depuración de responsabilidades y restablecimiento de la ley. Dará con todo ello la satisfacción que el pueblo anhela... El acto del domingo con ser admirable y perfecto, ha tenido complemento grandioso con el requerimiento que ayer hizo la opinión al régimen monárquico para que desaparezca en la implantación en el día de hoy de la República por un acto de voluntad soberana, de iniciativa del país, sin el menor trastorno, completando aquella empresa de tal manera que el mundo entero sentirá y admirará la conducta de España, ya puesta en otras manos con un orden ejemplar, que ha de completar su eficacia.

Asistid al gobierno con vuestra confianza, vigiladle en sus actos y, si incurrimos en responsabilidad, exigidlas; y con nuestro amor y con nuestra conciencia prometemos llenar todas vuestras aspiraciones. Si esto es así, no os reclamamos vuestro aplauso, sino vuestra confianza, para la satisfacción de la conciencia de todos nosotros. Nuestra autoridad sólo puede existir con vuestro apoyo, seguir unidos sin alborotos en las calles y respetad el derecho de todos; pero vigilad, pues sois la guardia nacional del Gobierno que acompaña al pueblo. Procurad que en vuestra conducta no haya nunca la menor protesta que sirva de pretexto para una reacción contraria y, si ella surgiere, quede ahogada.

La normalidad en el país es completa, y nos hemos posesionado sin el menor incidente. El primer acto del Gobierno ha sido la concesión de una amplia y generosa amnistía. Estamos todos seguros de que España goza de un completo amor en todas las regiones, que servirá para hacer una España grande, sin que ningún pueblo se sienta oprimido, y reine entre todos ellos la confraternidad.

Con el corazón en alto os digo que el Gobierno de la República no puede dar a todos la felicidad, porque eso no está en sus manos, pero sí el cumplimiento del deber, el restablecimiento de la ley y la conducta inspirada en el bien de la patria. ¡Viva España y viva la República!»

Desde luego el Señor no llamó al camino de profeta a Niceto Alcalá-Zamora, pues días después de su discurso se le cayeron todos los palos del sombrajo...

Por decreto se concedía “la más amplia amnistía de todos los delitos políticos, sociales y de imprenta, sea cualquiera el estado en que se encuentren los procesos, incluso los ya fallados definitivamente y la jurisdicción a que estuviesen sometidos”. Justificaba el Gobierno tal magnanimidad “en que los delitos políticos, sociales y de imprenta responden generalmente a un sentimiento de elevada idealidad y han sido impulsados por el amor a la libertad y a la patria y además legitimados por el voto del pueblo en su deseo de contribuir al restablecimiento de la paz general”.

Acto seguido vino, lo que vino: En Sevilla, Bilbao y Valencia la muchedumbre puso en libertad a los presos. Alborozo de la Masonería por el advenimiento de la República. Sustitución del Himno Nacional y de la Bandera, por el Himno de Riego y la bandera tricolor. Decretos sobre libertad de culto, secularización de cementerios y enseñanza laica. Cataluña se manifiesta a favor de una República federal. Intento de asalto al ‘ABC’. Incendio de la Residencia de Jesuitas en la calle de la Flor. Los ‘incontrolados revoltosos’, dueños de la calle, se dedican a quemar conventos. El Gobierno declara el Estado de Guerra. La enumeración de iglesias profanadas se hace interminable. Supresión de la Academia General Militar de Zaragoza. Aplicación de la “ley de fugas”. Huelgas. El Cardenal Primado, doctor Segura es expulsado de España. Azaña proclama que España ha dejado de ser católica. Incremento del comunismo, etc. etc., hasta desembocar en la Guerra Civil.

 

© Generalísimo Francisco Franco 2005.


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