El Valle de los Caídos

Lugar de reconciliación y de paz.

 


 Arquitectura

La Basílica subterránea:

Nave central de la Basílica.
Es un impresionante «túnel» de 262 metros de longitud, 22 metros de anchura y otros tantos de altura, dimensiones muy superiores a las de la primitiva perforación, que era de 11 por 11 metros Las dificultades técnicas de la ampliación del túnel fueron muy grandes por la estructura granítica del risco, con diaclasas que podían producir desprendimientos, hasta el punto que se tomó la decisión de macizar el túnel existente con los escombros de la ampliación del suelo y costados, y una vez terminada y consolidada ésta, proceder al vaciado total. En agosto de 1954 se realizó el revestimiento interior, con grandes arcos fajones hormigonados, así como los laterales y el suelo, lo que contribuye a la estabilidad del conjunto y a la sujeción de la masa de piedra que gravita sobre la bóveda.

Este túnel está subdividido en: un primer vestíbulo de 24,50 metros de longitud por 12,50 de anchura; un atrio de 34,50 metros de longitud con la misma anchura y una altura, en la clave de la bóveda, de 11,80 metros; un espacio intermedio de entrada a la nave, de 12,90 metros, y, por último, la gran nave principal, de 103 metros de longitud, 16,40 de anchura y 16,73 de altura, que conduce hasta el brazo del crucero. Este brazo, de 25,60 metros de longitud, 13,60 de anchura y 14,80 de altura desemboca en la gran rotonda de 33,40 metros de diámetro y 37,80 de altura, donde se encuentra el Altar Mayor, y que está cubierta con una bóveda de membrana, separada de la resistente para evitar humedades, y rematada por un lucemario que lleva la extracción de aire en su parte superior. Los brazos laterales del crucero, con 12,80 metros de anchura, terminan en las capillas del Santísimo y del Santo Sepulcro, tras las cuales se encuentran los columbarios, y, en la cabecera del crucero, va el coro de los monjes, de forma semicircular y en tres alturas, unido, por su parte posterior, con la galería que lleva a la escalera y al ascensor de la Cruz.

A estos datos pueden añadirse los de la explanación de roca para la explanada de entrada, de 30.600 metros cuadrados de superficie, y el claustro posterior, de 45.000 metros cuadrados, dos, que fue de 340.000 metros cúbicos, y la de excavación total de la Basílica, de 130.000 metros cúbicos.

Detalle de la bóveda; de arcos fajones y casetones con su interior de piedra irregular

Hasta aquí los datos que, a pesar de su magnitud no dan idea completa de lo que es la Basílica. Su revestimiento interior es austero: el pavimento de mármol y granito pulimentados, refleja la iluminación; los muros van chapados de cantería de granito; la bóveda de la nave lleva los tres grandes arcos fajones forrados de sillería que dejan, entre uno y otro, tramos, a su vez divididos por otros arcos, formando casetones con su interior de piedra irregular, repitiendo la propia del risco. A lo largo de la nave principal se encuentran seis capillas, tres a cada lado, dedicadas a advocaciones de la Virgen. A la derecha, yendo hacia el crucero, las de la Inmaculada Concepción, la Virgen del Carmen y la de Loreto, Patronas de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y a la izquierda las de la Virgen de África, la Virgen de la Merced y la Virgen del Pilar.  

En la decoración de la Basílica tomaron parte, en estrecha colaboración con su arquitecto, los artistas más importantes del momento.

El vestíbulo y el atrio no llevan más decoración que el revestimiento de granito de sus muros y bóvedas, como preparación para llegar al esplendor de la gran nave. En el espacio intermedio, al que se llega bajando diez escalones, dos arcángeles de bronce, obra del escultor Carlos Ferreira, guardan el paso a la gran nave, separada de este espacio por una reja, forjada por José Espinós Alonso (autor también de los apliques de iluminación de la gran Nave y de los relieves del Altar Mayor), sobre dibujo de Diego Méndez. Como dato curioso el encargo fue por importe de 10.953.343,96 pts. Esta reja, inspirada en las platerescas, de gran tradición en Catedrales e Iglesias españolas, consta de tres cuerpos separados y limitados por cuatro machones decorados con figuras de santos y rematados por una crestería con ángeles, insignias de héroes y mártires, y, en el centro, la imagen de Santiago coronado por una cruz entre ángeles. En este mismo espacio intermedio, y sobre la puerta que le comunica con el atrio, se encuentra la imagen de la Virgen del Valle de los Caídos, tallada en alabastro por Ramón de Lapayese.

La Virgen de la Merced (en alabastro, como las anteriores), del escultor Ramón Lapayese.

En cuanto a la gran Nave, las imágenes de las Vírgenes de alabastro que hay sobre las capillas laterales son obra de Carlos Ferreira las correspondientes a la Virgen de África, a la del Carmen y a la Purísima Concepción, obra de Ramón Mateu las de la Virgen del Pilar y la de Loreto, y obra de Ramón Lapayese la de la Virgen de la Merced. Los trípticos de cordobán que decoran los altares de las capillas, y que representan escenas de la vida de la Virgen son de José Lapayese. Entre capilla y capilla los paños de piedra están decorados por tapices de la serie del Apocalipsis, traídos de Bruselas por Felipe II en 1553.

Desde la gran Nave se llega al brazo central del crucero por una escalinata de diez peldaños de subida. Este brazo está dividido en tres tramos por contrafuertes coronados por estatuas de granito, que simbolizan la guardia permanente de las Fuerzas Armadas, en forma de figuras encapuchadas, con labra tosca de la piedra en las vestiduras y pulimentada en rostros y cuerpos. Son obra de los escultores Antonio Martín y Luis Antonio Sanguino.

La inmensa bóveda que cubre la rotonda del crucero está decorada con un mosaico de Santiago Padrós que representa a Cristo rodeado de ángeles y de grupos de santos que, capitaneados por Santiago y San Pablo, ascienden hacia El, y a la Virgen, centro también de procesiones ascendentes. Tanto la composición como la policromía y el fondo de oro del mosaico contribuyen a la impresión de magnificencia de la cúpula.

El Altar mayor, encuadrado por cuatro arcángeles de bronce, está en el centro de la rotonda, y a eje con la gran Cruz exterior. Es un monolito de granito pulimentado con dos relieves en hierro dorado forjados por José Espinós Alonso sobre dibujos de Diego Méndez, que representa el Santo Entierro y la Sagrada Cena.. Sobre el Altar, una gran cruz de madera de enebro (los enebros fueron elegidos y cortados personalmente por Franco en el bosque de Riofrío), con la figura de Jesucristo tallada por Beovides, discípulo de Ignacio Zuloaga, quien la policromó. 

Coro con sillería de madera de nogal.

Al pie del Altar Mayor y en su parte anterior se encuentra la sepultura de José Antonio Primo de Rivera, traído aquí en marzo de 1959. Detrás del Altar está la de Francisco Franco, desde noviembre de 1975.

El Coro, en tres niveles, con sillería de madera de nogal fue construido en el taller de José Lapayese con esculturas y relieves de alabastro de Ramón Lapayese.

En la Capilla del Descendimiento, que se considera última estación del Vía Crucis; la escultura de alabastro de Cristo yacente y las de madera policromada y dorada de la Virgen y San Juan son también obra de Ramón Lapayese, y el Sagrario de plata cincelada y el manifestador de la del Santísimo, fueron ejecutadas por José Espinós Alonso sobre dibujo de Diego
Méndez.

Por María Juana Ontañon de López Mateos.

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