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Actualizada: 07 de Julio de 2012.    

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 El PSOE reina y la Monarquía le da cobertura


   Por Pablo Gasco de la Rocha


¡Váyase Majestad, ni siquiera le exigiremos que pida perdón!

Partamos primero de lo principal, los Borbones han tenido un único y exclusivo interés a lo largo de la historia de España, ellos mismos, y don Juan Carlos es un fiel representante de la dinastía.

Un fiel representante que ha tomado todos los elementos para armarse un personaje: No estaba de acuerdo con lo que pasaba en el país cuando era Príncipe de España, mantenía muchas diferencias ideológicas con Franco pese a jurar lealtad y acatamiento a su Régimen y desde que se convirtió en Jefe de Estado ha estado alejado de todo interés personal. Con todo, para cualquiera que no forme en la clase de los cortesanos o en la de los analfabetos, don Juan Carlos resulta de una llamativa banalidad.

Don Juan Carlos y Adolfo Suárez se conocieron formalmente en Segovia. Y se encontraron atractivos. Don Juan Carlos, especialista en pronunciar mensajes en todo conciliador, encontró en el joven secretario, en su atractivo y sus modales, un hombre capaz de defender sus convicciones. En realidad la discusión sobre quién de los dos fue el cerebro de la involución ha hecho correr ríos de tinta. De cualquier forma fue una pareja política perfecta para apropiarse del Estado y legitimar una nueva construcción del poder.

"Tenemos que hacer un proyecto para veinte años", dijo el Rey... En tanto, un joven vocero de nula formación y algo de carisma, Felipe González, entra en escena. Y el Rey vio en él una figura clave para la nueva etapa que se avecinaba. 

El PSOE, precedido de su larga historia como partido antiespañol, corrupto y criminal, llegó al poder con la idea de convertirse en el dueño de España. Para lograrlo necesitaba eternizarse en el poder: prescindir de las instituciones y del Parlamento, y ocupar el espacio económico y político con una nueva oligarquía, la suya:

Felipe González, que ha terminado por ser reconocido como el "señor X", llegó hasta donde pudo dirigiendo doce gobiernos corruptos, y a la postre también criminales, y a punto estuvo de conseguir un "marquesado" por los servicios prestados: una España a la deriva. Zapatero, cuyo sentimiento atormentado desde la infancia (el ajusticiamiento del masón y criminal de su abuelo), su personalidad enfermiza y su impresionante currículum (treinta años de militancia en el PSOE, más de dos tercios dedicado a pegar carteles en las campañas electorales) lo definían como un hombre dañino para España, arrancó con vocación conciliadora, tendiendo la mano a la oposición, a la que anuncio su buena disposición para el diálogo desde el respeto sin agravios, pero terminó haciendo de la confrontación un reto, pues condicionó todo a la "memoria histórica". Una confrontación que sin consistencia histórica ni de ninguna otra clase encerraba una simple retórica, la de quien intenta doblegar al adversario, al enemigo, con una dialéctica de plazo fijo cultivada en las generalidades de una memoria selectivamente interesada, cuya validez de razón era el odio al contrario y el sectarismo.

Aborto, manipulación embrionaria y matrimonio homosexual ya son una realidad en España. Por eso el PSOE reina, porque lo que hace prevalece continuándose y extendiéndose. Lo que no quita para que las buenas gentes que votan PP, incluso confundiéndose en nuestros medios, que son en donde pueden explayarse, despotriquen y se muestren sorprendidos del nulo combate de los suyos, que terminan a la estela de lo que sus adversarios marcan, aunque dando una de cal como ahora vienen haciendo con esa puesta en escena que han orquestado con Intereconomía, en donde, aparte de vender relojes y botellas de vino, caben todos los ex, sean de la condición que sean. Cuya lista es realmente impresionante, tanto o más como su falta de decoro.  

Me refiero a quienes, hoy atrincherados en los espacios de la derecha liberal para mayor deleite de quienes dirigen esos medios, no vieron y participaron de la enorme responsabilidad del bloque soviético-comunista tras la ciega creencia de que estaban en posesión de la razón histórica. Esa razón histórica que construyó dictaduras obsesionadas con el enemigo interior y exterior, las purgas de Stalin y la muestra evidente de cómo los rígidos regímenes socialistas liquidaron con procedimientos brutales todas las muestras de malestar (crisis húngara, checa y polaca).

Aquí no se aprende nada y todo esfuerzo es baldío. Es como predicar en el desierto. Una y otra vez se cae en el mismo error. Con todo, una pregunta sí cabe hacerse... ¿Quién llena el espacio político que se opone a todo lo que acontece? Y como la respuesta es nadie. Sobra la segunda pregunta... ¿Qué propuestas se sustentan y qué estrategia se marca?

Sin embargo, es urgente un programa mínimo para salvar la nación. Frente a los embobados con la luna, se imponen los posibilistas inteligentes y con voluntad. Hace falta un jefe y que se dicte una proclama. Es lo que necesita España para acabar con la corrupción moral y política que padecemos. Madrugadores hay suficientes.

De momento y para empezar, porque reinar no es sólo mandar o dirigir, sino prevalecer continuándose y extendiéndose... ¡Váyase Majestad, ni siquiera le exigiremos que pida perdón!


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