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Actualizada: 20 de Noviembre de 2013.    

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 España: Fin de régimen ...

 

 Hay que reiniciar el 20-N


   Por Pablo Gasco de la Rocha


 

“(…) No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal (…).  

El 20 de noviembre de 1975, ya asesinado Carrero Blanco, y tras una larga y dolorosa enfermedad, fallecía en una cama de la residencia sanitaria de la Seguridad Social, “La Paz”, Francisco Franco. Horas después, el régimen de paz y prosperidad que España había logrado erigir, sostener y proyectar hacia el futuro, no sin enormes esfuerzos y contratiempos, empezó a desintegrarse, y pronto la sociedad española experimentó un colapso político, social y económico sin precedente en los casi últimos cuarenta años.

Al nuevo régimen, que en realidad estaba sostenido sobre un pucherazo organizado por el Rey, su mentor Torcuato y funcionarios de segunda fila, se le acumulaban los problemas, y su presidente, Adolfo Suárez, el mirlo blanco a quien Su Majestad el Rey había elegido y designado, manipulando y contraviniendo groseramente la legalidad jurídica que ambos habían jurado defender, era incapaz de afrontar el desastre. Por eso, ante la necesidad imperiosa de seguir dando validez al nuevo régimen, ya muy contestado, se diseñó una operación de considerable envergadura como fue el intento de golpe de Estado protagonizado por los dos militares más monárquicos de las Fuerzas Armadas y la anuencia del partido que sucedería en el poder a la UCD, el PSOE.  

Así, el 23 de febrero de 1981, reclamados por una gran mayoría de españoles, algunos militares, hartos de la situación y de la escalada del terrorismo que imponía ETA, intentaron un golpe de Estado y asaltaron el Parlamento. Del sorprendente y todavía no aclarado en todos sus extremos fracaso golpista surgió un hombre fuerte: Juan Carlos I de Borbón y Borbón, al que a partir de ese momento, que no antes, como a su pariente el felón de Fernando VII se le empezó a nombrar el Deseado. Deseado, digo, porque entorno a su persona, a lo que hacía y dejaba hacer, y a su poderosa influencia internacional se sustentaba todo, de ahí que estuviera respaldado por la casta política de retrete que ya empezaba a fraguarse. Sin descartar a la de peor calaña: la rata de Pontejos, el genocida de Paracuellos del Jarama y de otros lugares, “Don Santiago” para su amigo el Rey; Pujol, la cabeza del clan mafioso Pujol-Ferrusola, igualmente muy amigo del Monarca, y Arzullus, que supongo también lo era.

La Transición, que fue el ejercicio de la acción en virtud de la causa que se sostuvo, legalizar todo lo que se reclamará, sin importar qué fuera y quién lo hiciera, terminó inaugurando una nueva etapa política con la victoria del PSOE (28 de octubre de 1982). Un partido que, pese a seguir considerándose marxista, no divisaba ya enemigos a su altura. Y digo a su altura, porque, aunque es cierto que quedaba Alianza Popular (AP: España lo único importante), la formación liderada por Manuel Fraga y Jorge Verstrynge, también estaba dispuesta a jugar al mismo juego que había fragmentado a la UCD–CD: “… y siempre cediendo”, como acertó a decir Blas Piñar, creo recordar que en el cine Cid Campeador.   

Comenzó entonces la etapa de los trece años de gobierno del PSOE presididos por Felipe González -el Señor X del terrorismo de Estado y de la corrupción generalizada-, bajo cuya dirección el PSOE logró dos mayorías absolutas consecutivas: la de 1982 y 1986, consiguiendo en 1989, 175 diputados, exactamente la mitad de los que componen el Congreso, y perdiendo finalmente la mayoría en 1993, con 159 diputados. Trece años que coinciden con la mejor etapa política y personal del Monarca, que disfrutó de lo lindo, porque haciendo caso al sesudo de su padre se metió a los socialistas en el bolsillo. Trece años en los que España vivió en una corrupción generalizada en lo económico, Ideología de Género en los social y puesta en práctica del crimen de Estado como método de lucha antiterrorista contra quienes (ETA) habían sido sus compañeros de viaje en la lucha por las libertades y contra Franco. Que esa es la historia todavía no contada de tantos, que espero con impaciencia nos la cuenten con todo lujo de detalles los nuevos terroristas convertidos en escritores.

Etapa sobre la que recae una sospecha gravísima denunciada por Luís María Ansón: la preparación de un golpe anticonstitucional con la intención de desalojar a los socialistas del poder. Denuncia que no se investigó toda vez que a los pocos días el Reino de España nombraba al citado periodista, bien es cierto que junto con Juan Luís Cebrián (director del periódico a fin al PSOE, El País), miembro de la Real Academia de la Lengua concediéndole el sillón “ñ” que era el que mejor le cuadraba a este bufón ñoño del Reino, impenitente lascivo, pedante contrahecho y cronista simulador.

La situación que dejó el “señor X” fue tan espantosa, que el nuevo Gobierno tuvo que pedir un crédito al Cortés Inglés para pagar ese mes las pensiones: la economía no funcionaba, el paro era elevadísimo y los desequilibrios estructurales de todo tipo eran ciertamente muy graves. Con todo, el Reino de España era la gran perspectiva para el siglo XXI, incluso con valor de exportable sobre el principio de la gran simpatía, más bien, “campechanería”, del Jefe del Estado, el Rey de España, don Juan Carlos I dos veces consecutivas Borbón que no era responsable de nada. O más bien, irresponsabilidad de todo. Que es lo que ha venido sosteniendo a la Corona, y que seguro también se aplicará al hijo, si finalmente no remediamos el entuerto y la trampa.

El “váyase señor González”, sostenido con argumentos que muchos españoles compartían, finalmente dio sus frutos y por fin se pudo desalojar a la tropa socialista del poder. Así, en 1996, y sin que el PSOE hubiera terminado su última legislatura en el Gobierno, José María Aznar inauguraba el primer Gobierno del Partido Popular cuya nota más característica fue que necesitó pactar, y a tal efecto hizo, con el nacionalismo vasco, entonces liderado por Javier Arzallus, y con el catalán de Pujol, que arrancaron al nuevo gobierno competencias exageradas para sus respectivos proyectos independentistas, al tiempo que se descabezaba la opción del PP en dichas regiones de España.

Por ende, este primer gobierno frustró muchas esperanzas: 1ª. No ilegalizar el aborto que no ha dejado de ser una sangría abierta al costado de España. 2ª. Poner en práctica un método de lucha antiterrorista que pasaba por el halago y las concesiones como forma de doblegar la voluntad asesina de los etarras, que tiene su corolario más sobresaliente en: La frase del Fiscal General del Estado según la cual… “El día que los terrorista dejen de matar, la democracia sabrá ser muy generosa”. En la concesión de la Medalla al Mérito Constitucional a un asesino convicto de ETA como fue Mario Onaindia. Y el perdón que se concedió al asesino múltiple, al etarra Soares Gamboa, sin que hasta la fecha sepamos las contrapartidas que ofreció la hiena al Estado español. 3ª. No atreverse a meter a la cúpula socialista en la cárcel con el Código Penal en la mano.

En cuanto a los logros políticos de los dos gobiernos del PP presididos por José María Aznar (el segundo con mayoría parlamentaria) enumeramos: 1º. La venta de España al mejor postor de entre sus amigos (recordemos sólo el caso de la venta de Telefónica a su amigo de pupitre Juan Villalonga). 2º. La convergencia en el euro, pese a los enormes desequilibrios que para tal proyecto existían entre las diferentes naciones de Europa, que si a unos beneficiaba, a otros, como era nuestro caso, perjudicaba enormemente. Baste advertir que en la primera fase de incorporación se agregaron: Alemania, que era la gran beneficiada porque así no tuvo que devaluar el marco, asfixiada como estaba por el proceso de unificación con su parte del este; Austria y Bélgica, naciones que prácticamente no cuentan en Europa; Grecia, hoy en venta, y Eslovaquia y Eslovenia, que necesitaban de los “fondos de cohesión” para salir del submundo comunista. 3º. La consagración de una política económica de crecimiento basada en la especulación inmobiliaria sostenida por el dinero barato. 4º. La ausencia de medidas en lo que ya se perfilaba como una invasión de extranjeros en toda regla, a los que se tuvo en situación de ilegalidad para romper el mercado laboral. 5º. La participación en una guerra ilegítima, ilegal e inmoral, como fue invadir y destruir Irak, y de pasó asesinar a Sadam Huseim mientras los activistas de Amnistía Internacional estaban de vacaciones o denunciando torturas en la cárceles españolas contra los terroristas de ETA. Acción ciertamente ignominiosa, la de la guerra sin motivos reales contra una país soberano que ha tenido consecuencias fatales para toda la zona, que fue lo que provocó el mayor atentado de la historia de Europa, el atentado islamista del 11-M, frustrando a la postre el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy.  

Pese a todo, Aznar, el chico de Valladolid que reivindicó la figura de Azaña como gran prócer a imitar, que abrazó al jefe de checa Alberti, que se codeo con Bush junior, que pretendió que una señora le midiera el apéndice viril y que situó al PP fuera de la órbita de la que procedía, la democracia cristiana, para situarlo de lleno en el neoliberalismo, terminó su mandato aflautado y creído, y como vemos en la actualidad, con ganas de seguir trabajando en ello.  

Acostumbrados como se estaba a la simpleza sicopática de Zapatero con la que convivíamos, con su patología de nieto atribulado por la muerte de su yayo, su escasa capacidad mental para ejercer el poder y sus descabelladas ocurrencias a la hora de difundir ideas, que hubiese requerido poner a debate lo de “un hombre, un voto”, a los españoles se les ocurrió votar a Rajoy, al que se admiraba por ser un hombre tranquilo y por sus peroratas sobre el déficit, la bajada de impuestos y la inversión en I + D. Cuestiones que siempre han seducido a un electorado incapaz de mirar más allá de lo que ofrece el horizonte.

Sin proyecto nacional viable y absolutamente dependientes de una Autoridad supranacional que ha consagrado un modelo económico ultra-liberal que nos precipita a la ruina como nación, este sistema que nació de la conculcación y que ha estado sometido durante 37 años a la desproporción está totalmente agotado, y es incapaz de dar más de sí, por más que su antiguo perfume todavía pueda embriagar a unos pocos.

Por ende, nos enfrentamos a dos realidades que no podemos soslayar: La falta de crecimiento económico para crear empleo en los próximos siete años, lo que hará que seamos una nación pobre, socialmente conflictiva y permanentemente endeudada. Y una deriva secesionista prácticamente abocada al triunfo que pone a debate el verdadero alcance de la nación española, sobre todo porque nuestras Fuerzas Armadas, más preocupados en quedar bien como garantes del Nuevo Orden Mundial, han claudicado en defender la unidad de España. Que obras son amores y no buenas razones.

Y tal es la situación de encrucijada en la que nos encontramos, que son los excursionistas de todo tipo experimentos los que abrasados por la situación comienzan a mirar atrás para poner todo en orden. Otro argumento que pone al sistema en evidencia. “En cualquier caso –como ha dicho Victoria Prego-, éste es el resultado de décadas de desidia y de pasividad de los gobiernos españoles desde el comienzo de la Transición”. Lo que debería obligar a todos los españoles de bien reconocer, si no la capacidad intelectual de Blas Piñar, sí al menos sus dotes premonitorias.

Desde el fallecimiento de Franco, siento repetirme, España no ha tenido en mente ningún referente real, aunque este pueblo no haya dejado de extrañarse de los resultados con el informativo de las tres. Empezando por la Corona, cuya nula capacidad para rectificar el rumbo de la nación es de una simpleza, cuando no dejadez, sobresaliente. Por eso lo importantes es encontrar un terapeuta que nos haga recuperar la memoria de lo que perdimos y nos haga ver que otra realidad sí es posible: un cambio de régimen. 

Hay dos cosas que deben decirse. Primera, que por el tipo de sociedad en que vivimos, donde la comunicación de masas es prioritaria, las ideas necesitan de un líder que las ponga rostro y valor.  Treinta años después las nuestras siguen teniendo el mismo rostro de siempre: Blas Piñar, cuya voz y magisterio sigue siendo el único referente de peso, pese a que por razones de edad hace tiempo que no nos acompaña en la plaza. Segunda, que las expectativas dependen no tanto del fracaso ajeno como de enviar mensajes más concretos a los ciudadanos, porque la política ha de dirigirse ante todo a resolver los problema de éstos.

Estamos ante una nueva etapa histórica, aunque momentáneamente transitemos a caballo entre la que muere y la que nace, que es lo que está produciendo una enorme inquietud. Con todo, un nuevo mundo comienza a conformarse, que nos obliga a renovar las propuestas y las soluciones dentro de los nuevos parámetros de la globalización, la revolución tecnológica y la sociedad de la información.

Hay muchas razones para estar, y sin duda que tenemos espacio. Ahora bien, esta fuerza política, ya lo hemos dicho, debe ser capaz de revocar sus propuestas y sus soluciones en los nuevos parámetros De lo contrario sólo seremos la nota pintoresca de cada 20-N. Y puede que dentro de pocos años ni siquiera eso, pues también eso se nos prohibirá por ley… No se admiten bravatas.

Toda Europa, y me refiero fundamentalmente a los países occidentales cristianos, está inmersa en un gran desconcierto por la pérdida de referencias culturales y espirituales, sumida, además, en un vertiginoso proceso de cambio determinado por tres aspectos: el mito de la competitividad, la adaptación al mundo digital y la sociedad multiétnica. Cambios que necesitan diferentes perspectivas para la acción.

Por ende, las naciones del sur del continente, las de mayoría católica, nos enfrentamos a una crisis económica sin precedentes, que determina aún más el panorama de incertidumbre. Por señalar sólo un dato de nuestra situación, decir que en 35 años el peso de la producción en el PIB ha descendido del 30% al 15%. Pero por si no fuera suficiente para nosotros, españoles, nos enfrentamos a un problema específico: la crisis del régimen Corona-Partidos, que necesariamente nos obliga a replantearnos muchas cosas.

Hay que articular un proyecto político para los próximos años que dé respuesta a la triple crisis que padecemos. Empezando por el propio sistema de democracia formal, que no real, elaborando un ambicioso plan de regeneración de la política y renovación de las reglas. Hablamos, por tanto, de una verdadera refundación del sistema.

Par ello es preciso concitar el mayor apoyo posible para proceder a una reforma de muchos aspectos. Por ejemplo: erradicar la corrupción política; diseñar el papel de los partidos políticos, y reformar el sistema electoral, a fin de dar verdadero poder de decisión a los ciudadanos en la elección de sus representantes. Una reforma que será de enorme calado porque propiciará un clima de confianza social, capaz de abordar cualquier reto.

En cuanto al modelo territorial español, absolutamente fracasado, decir, sencillamente, que una cuadrilla de facinerosos convertidos en virreyes no pueden tener a la nación en vilo. Por eso se hace necesario anular el modelo que nos precipita a la ruina, sin merma de fortalecer los instrumentos necesarios para una descentralización administrativa solidaria, pero de absoluta lealtad  al Estado y a la nación.

Por lo que respecta a la economía, se impone que ésta esté al servicio de las personas y no al revés. Para lo cual es necesario aplicar medidas correctoras a fin de conseguir una economía social que impida las desigualdades cada vez mayores entre la población española, y que al mismo tiempo haga sostenible un imprescindible estado del bienestar, con los cambios y rectificaciones que sean exigibles. Como igualmente es necesaria una reforma fiscal que no sólo impida el fraude, sino que haga pagar a las corporaciones y a lo capitales.

En cuanto a la enseñanza, es imprescindible impulsar la enseñanza desde el parvulario hasta la Universidad y la Formación Profesional, que tendrá que articularse en relación con el sector productivo nacional. Sin olvidarnos, antes al contrario, del impulso y fomento que sin duda merece la investigación a todos los niveles, y la ecología para estar preparados ante los nuevos retos del futuro.

Finalmente, se necesita, sobre todo, el rearme moral de la sociedad española sobre la base del respeto escrupuloso al Derecho Natural, lo que conllevaría la derogación de determinadas leyes en la mente de todos. Y respecto de nosotros mismos, católicos, recordar la necesaria unidad de vida entre lo espiritual, lo apostólico, lo civil y lo profesional. 


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.013. - España -

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