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Lo que escribieron y dijeron aquel 20 de noviembre de 1.975.

Eduardo Palomar Baró.
  20 de noviembre de 1.975.

Al conmemorar el 30 aniversario del fallecimiento de Francisco Franco Bahamonde, todos los medios de comunicación se han dedicado a poner de chupa de dómine al que ahora llaman, para evitar su nombre, el “anterior Jefe del Estado”. También han aparecido, con gran oportunismo, una serie de libros panfletarios debido a “exquisitas” plumas de extranjeros izquierdistas y filo comunistas, así como de “magníficos” escritores, de ese país -antes llamado España- que son hijos y nietos de aquellos perdedores de la guerra civil y que aún no han digerido la aplastante derrota de “sus” rojos, a costa del glorioso Ejército Nacional mandado por el invicto Caudillo.

Tampoco hay que olvidar que responsables del esfuerzo de pervertir y aniquilar la memoria histórica de Franco y su época, son los hijos legítimos de Franco y el franquismo, destacando entre los portavoces de la derecha, -como indica Ricardo de la Cierva- a los peores enemigos de Franco: José Mª Aznar y Luis Mª Anson.

Y como la ocasión la pintan calva, han tenido la gran oportunidad de hacer unos dineritos a costa de su odiado enemigo, publicando libelos que destilan en sus sucias hojas, toda la rabia y el revanchismo que han ido acumulado a través de los tiempos, desvirtuando y tergiversando la historia, con la “sana” intención de engañar y hacer creer a la juventud, que no vivió aquella época, lo terriblemente malo que era aquel señor, que no hizo nada a derechas...(con perdón, por lo de la diestra). Aquel señor que firmaba sentencias de muerte mientras se desayunaba tomando chocolate con picatostes... según versión de Pedro Sainz Rodríguez -que no perdonó nunca a Franco el que no coronase a don Juan-, urdiendo toda clase de anécdotas falsas y envenenadas. Pero resulta que Franco siempre desayunó café con leche y nunca firmó una sentencia de muerte, ya que las sentencias de los consejos de guerra eran elevadas a la autoridad judicial de la región militar, y en caso de pena de muerte, el capitán general lo comunicaba al Consejo de Ministros, dándose por enterado el Gobierno. Si el Jefe del Estado lo consideraba oportuno, concedía, como ocurrió en muchas ocasiones, la gracia del indulto.

Bueno, este es sólo un pequeño ejemplo de las falacias, mentiras y falsedades que se vierten sobre Franco.

Para desintoxicar toda esta campaña orquestada por los "demócatas" rojos, anarquistas, socialistas, comunistas y demás tropa antifranquista, vale la pena acudir a las hemerotecas y reproducir lo que se escribió en aquellas jornadas históricas, que ahora cumplen 30 años. Así pues, vamos a aportar una serie de testimonios que creemos son de gran interés, para conocer fidedignamente las manifestaciones, los artículos que se publicaron, las entrevistas y los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellas tristes fechas del fallecimiento de ese ser excepcional e irrepetible que fue Franco.

  «Yo le conocí en la guerra de África».


 

Julián LAGO. “MUNDO DIARIO”. Edición Extra. Jueves, 20 noviembre 1975.


Jaime Casanovas, catalanista de pro, demócrata de izquierdas, según su propia confesión, conoció a Francisco Franco durante la guerra de África.

-¿Cómo surgió aquel encuentro?.

- Bueno...yo estaba cumpliendo el servicio militar en Marruecos, como cabo de complemento. Pertenecía al llamado Regimiento de Badajoz, de Barcelona, y me enviaron a cubrir unas bajas en el Zoco el Harbás, como consecuencia de la retirada de Xauen. Era el 18 de noviembre de 1924, y hubo un momento en que cundió el pánico, saliendo todos en desbandada. Huíamos de los moros como si fuéramos conejos.

-¿Usted también?.

- Todos sin excepción, menos Franco. Él estaba ya en el Zoco y cuando vio aparecer a los legionarios del Tercio de Extranjeros, División que estaba bajo sus órdenes, empezó a gritar: “¡La Legión a los parapetos!”, mientras iba imponiendo la disciplina y el orden que se había perdido. Ni aquellas palabras ni aquella voz de tenor que tenía las he olvidado en la vida. Fue por su parte un gesto impresionante.

- ¿Habló luego con él?.

- No. Yo era un soldado de veintiún años y él un comandante de treinta y tres.

- ¿Le ha visto alguna vez con posterioridad?. 

- No, nunca más. Pero su actuación me causó un gran impacto.

- ¿Qué se decía entonces de Franco entre los militares?.

- Como militar, era un hombre de una valentía poco común. En la Legión se le admiraba mucho, aunque he de confesar que yo no he sido ni soy franquista. Es, simplemente, un dato de entonces objetivamente observado.

- ¿Franco ya empezaba a ser Franco?.

- No. Era simplemente un militar valeroso al frente de un Tercio en el que había que poner muchas agallas porque estaba compuesto por gente muy curtida en la vida. Por supuesto que no se adivinaba el político.

- ¿Y qué concepto histórico le merece éste?.

- El de una figura mítica que, como tal, ha pasado a la Historia por su gran fuerza de carácter.

-¿Cuál supone que será el futuro del postfranquismo sin su presencia física?.

- En todo régimen de larga duración hay aciertos y equivocaciones. La estructura ideológica pienso que no permanecerá. Se respetarán las Leyes vigentes, por supuesto. Y si Don Juan Carlos sabe armonizar las distintas tendencias políticas del país y reconciliar definitivamente a todos los españoles, tendremos ante nosotros un futuro difícil, pero esperanzador, basado en las normas que rigen todo sistema liberal y democrático.

Por el bien de todos, que sepa...


 Franco ha muerto.


“DIARIO DE BARCELONA”. Edición Extra. Jueves, 20 de noviembre de 1975.


Inexorablemente, la noticia tenía que producirse. El proceso del estado de salud de Francisco Franco Bahamonde no daba, ciertamente, margen para otro desenlace después de los boletines médicos hechos públicos durante los últimos días. El fatal desenlace es ya una realidad. El pueblo español se había acostumbrado a confiar en que la singular fortaleza de Franco iba a demorar todavía más, a pesar de su avanzada edad, el fatal desenlace. Tan sólo en las horas próximas a este momento cobramos todos conciencia de que estaba cerca la muerte. Si institucionalmente la nación no queda en un vacío de poder, pues Franco previsoramente había inspirado las normas necesarias para evitarlo, sí que se produce una sensación de momentáneo desamparo por la desaparición física de quien durante una importante etapa histórica ha regentado los destinos de este país, tanto en días confusos y difíciles como en momentos de expansión y satisfacción.  

España ha cerrado ahora una etapa. Franco ha muerto a los treinta y nueve años de su exaltación a la Jefatura del Estado. Su etapa de gobernante ha sido una de las más largas que ha tenido España en toda su Historia. Llega el momento de Don Juan Carlos de Borbón. La vida de Franco ha terminado. 


 Sentido previsor de Franco.  


“DIARIO DE BARCELONA”. Jueves, 20 noviembre de 1975. Director: José Pernau.


En estos momentos de duelo nacional, en que han de acumularse las referencias a la figura y ejecutoria militar y política de Franco, parece conveniente destacar su sentido previsor de futuro en el orden institucional de la nación. Porque Franco no deja ningún testamento político del que ahora haya de tomarse conocimiento y pauta, sino la letra clara, cimentada en el consenso nacional, de unas normas fundamentales que forjaron la constitucionalidad del Reino y consideraron como problema de presente el acontecer inexcusable del futuro. Con serena objetividad de quien habla de tercera persona, Franco impulsó y refrendó leyes, que regulaban el suceso de su incapacidad, enfermedad y sucesión. La expresión “vacante la Jefatura del Estado” se repite en un articulado redactado para dar curso a la voluntad de quien tal Jefatura regentaba y había de autorizar con su firma. Y si esa previsión se recoge en textos que habían de ser sometidos a referéndum o remitidos a las Cortes, el grado de serenidad para superar toda lógica emoción, se observa en el texto por él mismo leído ante el Pleno de las Cortes el 22 de julio de 1969 al proponer la aprobación de una Ley designando al Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón como sucesor suyo, a título de Rey.

Una ley que, cual exposición de motivos –consideración de Franco para con las Cortes- supo de alusiones a su desaparición, a la vacante en la Jefatura del Estado, a sus deseos de dotar a la nación de un proceso institucional completo previsto en las leyes y de caracterizarlo en cada circunstancia, para no exponer a España a los peligros de los azares garantizando la continuidad en el tiempo como elemento básico para el desarrollo ordenado y pacífico de la convivencia social de los españoles. Sereno sentido previsor, del que ahora, con “la vacante la Jefatura del Estado”, aunque asumida ya por el Príncipe, accidentalmente, merced al mecanismo del artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado, nos vemos beneficiados. Su previsión de futuro, se ha cumplido.

El relevo de la Jefatura del Estado es ciertamente un hecho normal. Todo el armazón institucional permanece con idéntica capacidad creadora. No se ha producido el vacío, sino la mecánica de las Leyes Fundamentales, la sucesión normalmente prevista en la ley aprobada entonces por las Cortes que aporta la forma monárquica que ha de tener como Rey al Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón. La vida continúa sin detenerse la Historia, y hacia el futuro con voluntad de futuro.

La visión previsora de Franco rinde a España ahora este nuevo servicio. La tan repetida frase de “todo queda atado y bien atado”, goza en estos momentos de indudable realismo. Con tranquilidad, con seguridad y confianza, sin trauma alguno, la vida de la nación continúa en paz y así continuará, con el beneplácito del pueblo y respaldo legal, en la nueva etapa que con la Corona titularizará como Rey Don Juan Carlos de Borbón y Borbón.

Francisco Franco, no hay quien lo dude, pensó previsoramente en España. La personalidad de Franco que en el orden militar ganó prestigio aún fuera de nuestras fronteras antes de que, al poco de nuestra contienda civil, ascendiera al mando supremo de los Ejércitos con el título de Generalísimo y al de Caudillo por la esencia política que igualmente se le concedió por fervor popular, se acrecentó con el tiempo en esa otra característica que ha asumido durante los mismos años como versado en los negocios de Estado, como estadista. La España de Franco, designación determinante cuando era necesaria, pasó a ser el Estado español, suprema institución de la comunidad nacional en la que Franco hubo de manifestarse primordialmente como hombre de Gobierno. La España en quiebra, y del subdesarrollo que afectaba a gran parte de la población, demandaba esa primacía de la atención para los asuntos de Estado.

No es cuestión de hacer tremendismo, ni estar en el cómodo triunfalismo. Ha de bastar la más objetiva contemplación de los resultados. Y los resultados nos conducen a esta España que, con los inevitables problemas propios de toda nación en desarrollo y de complejidad de intereses económicos del orden internacional, ha conseguido la mayor tasa de prosperidad en todo el curso de su historia contemporánea.

La “civilización de consumo” ha sido posible gracias a ese desarrollo que en el campo de la industria, del comercio, de la instrucción pública y del reconocimiento del derecho del mundo laboral, ha sido meta de los afanes de la Administración de la posguerra. Han sido necesarios indudables cálculos de buen Gobierno, conociendo los límites de la propia limitación. Como lo ha sido la planificación para el impulso de la economía una vez superados los tiempos en que el reparto de lo escaso impuso el valor de su reconocimiento y las más severas medidas de fiscalización e intervención estatal. Pudo al fin pasarse de los planes de estabilización, a los de desarrollo. Y la “civilización del consumo” fue con nosotros, con todos sus pros y sus contras, como en cualquier parte de ese mundo. La tarea de Franco, jalonada, claro está, de colaboración de sus sucesivos Gobiernos, nos ha situado en este momento en que los logros están a la vista y en toda esfera de los asuntos públicos, por mucha oscilación que llevan consigo como algo inevitable en unos y otros momentos. Los vaivenes en la economía no tienen únicamente una causa aislada en el concierto mundial;  pero son eso, vaivenes que más que desdecir los logros del desarrollo alcanzado, lo que hacen es justificarlos al provocar los problemas que tan sólo por ellos son posibles. 

Estamos así al cabo de los de la labor estadística de Franco, a tan gran distancia del punto de arranque, sin hacer entrar en juego el ayer lejano, que toda la preocupación radica precisamente en ir pisando fuerte en el plano de la integración europea en el orden de lo comunitariamente económico, en un pariguial con los restantes estados del continente. Esta es la mayor elocuencia del progreso adquirido, sin recurrir a la elocuente pero fría colaboración de la estadística. Una España institucionalizada, que ha hecho posible y normal su propia continuidad, y situada en elevada cota de desarrollo, es la natural consecuencia de la personalidad que como estadista caracterizó a Francisco Franco.


  Encuesta en Cataluña.  


La noticia de la muerte del Jefe del Estado, no por menos esperada, desgraciadamente, ha conmovido a todos los habitantes de nuestra región. Después de tantos días de zozobra, ansiedad e inquietud, desde aquí la confirmación oficial del fallecimiento de Francisco Franco ha sido acogida con trémula emoción. En esta encuesta de urgencia, Diario de Barcelona, pretende reflejar las opiniones de personas cualificadas en la vida política y económica del país.

En alguno de estos casos, su colaboración a la larga obra de Gobierno de Franco, confiere a sus respuestas el valor no sólo de un juicio personal, sino de un conocimiento más o menos directo de este personaje que acaba de pasar definitivamente a la Historia de España.


Pedro Penalva. “Soy consciente de caer en un tópico, pero evidentemente Franco supone un hecho irrepetible. Un juicio severo por mi parte, por ejemplo, no tendría valor alguno ante la realidad de 40 años de «franquismo», cuya perspectiva únicamente podrá ser examinada objetivamente por la Historia”.


Santiago de Cruylles. “Para mí, lo más destacado de la figura de Franco son los 35 años de paz interior y exterior que, bajo su Gobierno, ha tenido España y que no tienen precedente en nuestra historia. Esta paz ha permitido un desarrollo económico y social como no se había conseguido en ningún otro momento”.


Marqués de Castellflorite. “Es obvio que una respuesta completa exigiría no unas líneas sino una obra entera. Trataré sin embargo de sintetizarla en tres aspectos: origen, directrices y fines alcanzados. El origen fue claro: un sobreponerse a normas políticas nacidas de una organización ya viciada, en aras de salvar al país del caos material en que caía, de un derrumbamiento moral y de penetraciones foráneas en el espíritu y el ser históricos de España. Como fondo, una mejora sustancial del nivel de vida de los españoles. ¿Qué directrices se marcaron?. Una centralización muy vertebrada del poder político y un acusado dirigismo económico (restricciones monetarias y crediticias, I.N.I., etc.). En síntesis: paz y orden “in extenso” para un período de reconstrucción previsiblemente largo. Expuesto el origen y las directrices, cualquier analista objetivo convendrá en que las posibles objeciones sólo podrían empezar si se constatase que una legitimidad de ejercicio no correspondió a los propósitos sobre los que actuó el ilimitado poder político que, prácticamente, advino con la victoria. ¿Fue así? Rotundamente, no. Veamos. Los 39 años transcurridos aseveran que los fines alcanzados, si no todos, son más que suficientes para justificar plenamente aquella doble legitimidad. Una visión a pequeña pantalla del mísero pasado laboral, industrial, cultural, científico de la República nos haría revivir un mundo de decadencias absolutas en el interior y con relación a los demás países. Nuestros índices eran “balcánicos” y del plano moral, mejor no acordarse. La República ya no reaccionaba: había entrado en colapso. Se nos objeta: “El Régimen cercenó derechos políticos normalmente admitidos”. Ello es cierto, pero sólo de mala fe puede admitirse que con otro modo de proceder, entre convulsiones sociales, batallas parlamentarias y enfrentamientos de opinión, hubiera sido posible reconstruir España después de la guerra y del boicot internacional. En fin, creo que la Historia juzgará a Franco cada vez mejor. Para él, en su tránsito, la gratitud de un español más que no reniega en nada de haber servido a su Régimen con lealtad y entrega durante casi 36 años”.


Juan Antonio Samaranch. “La personalidad del Generalísimo solamente encontrará su verdadera dimensión histórica dentro de unos años, como ha ocurrido con la valoración de los grandes gobernantes que han existido en el mundo. Y es que considero que la figura y la obra realizada por el Caudillo se inscribirá en la historia como uno de los estadistas más importantes del siglo XX. Para España el mandato durante 39 años de Francisco Franco ha supuesto la era de prosperidad y paz más larga que ha conocido nuestro país desde hace muchos siglos. De esta forma se ha podido vertebrar un sistema político, económico y social que ha cambiado la faz de la Patria. Por todo ello, creo que la obra de gobierno del General Franco ha supuesto para España la definitiva transformación de nuestro país en una nación moderna en todos los órdenes de la vida nacional”.


Ramón Guardans. “Lo que Franco ha supuesto para España es –como diríamos en lenguaje forense- de notoriedad. No necesita explicarse, ni puede sintetizarse, como no pueden compendiarse en unas líneas cuarenta años de la historia de España: casi medio siglo de vida nacional, con un progreso espectacular, que no puede ser atribuido, obviamente a una sola persona, ni puede considerarse tampoco separadamente de su suprema regiduría. Cuarenta años de paz. Que no sabremos si cabe computar como mérito exclusivo y extraordinario suyo hasta ver qué pasa en el país en los próximos decenios. ¡Quiera Dios que no tengamos que recordar nunca con nostalgia estas últimas cuatro décadas!”.


José María Socias Humbert. “Es difícil evaluar la figura de Franco. Sus diversas facetas lo sitúan como personaje que forma parte de la historia de nuestro país. Su principal rasgo, la búsqueda de la paz para los españoles, y sobre ésta establecer bases de convivencia que hicieran posible el desarrollo político, social y económico. Creo que el desarrollo alcanzado por nuestro pueblo ha sido la constante de su obra.


Joaquín Viola. “«Figura» puede dar la idea de apariencia. Prefiero referirme a la personalidad, que ha sido capital, con sólo considerar que ha sido Jefe del Estado durante más de 39 años. Pero no ha sido simple gobernante, con mando. Ha sido un verdadero estadista, que con paciencia ha ido formando instituciones, mediante Leyes Fundamentales de distintas fechas, que han auto-limitado su poder y lo han «institucionalizado» cada vez más, lo que es contrario a toda dictadura o personalización. Ha dirigido la política nacional, evitando toda contienda interna y externa, conservando la paz en un mundo de lucha. El país ha progresado demográficamente de 25 a 35 millones de habitantes y económicamente ha pasado del atraso a un desarrollo espectacular, base para lograr una mayor justicia social. Llenará, sin que pueda ya borrarse, un período muy dilatado de nuestra historia, casi tanto como los grandes Reyes Jaime I o Carlos I y algunos Felipes. Añadamos sus cualidades como hombre de familia y católico ferviente y de profesional militar, con prestigio de Generalísimo indiscutible, incluso en tiempos de la República”.


Eduardo Tarragona. “La Historia no se escribe en el momento presente, sino dentro de un tiempo cuando los ánimos se hayan serenado y las opiniones se hayan sedimentado. Una persona que ha estado en el poder tanto tiempo, que ha tenido durante gran tiempo poder de convocatoria, es personalidad. La historia, dentro de los errores, habrá de realzar los aciertos”.


Rodolfo Martín Villa. “El fin de Franco es el de toda una era. La vida de la mayoría de los españoles ha transcurrido bajo su égida. Aunque durante todos estos días de intenso dramatismo hemos tenido que estar pendientes de una serie de problemas, nuestro corazón, como el de los demás conciudadanos, ha latido dolorosamente bajo la presión de los sentimientos. Los españoles estamos huérfanos de aquella sombra entrañable, que durante decenios proporcionó seguridad, ejemplo, rumbo, a la vez asidero y capacidad de maniobra. Pero cuando los individuos y los pueblos se quedan huérfanos es cuando alcanzan, dolorosamente, la definitiva mayoría de edad, su plena responsabilidad. Ahora, con el Rey, tenemos que hacer España nosotros mismos. Continuar la tarea será progresar en todo y muy importantemente en el incremento de las cuotas de participación política, para lo cual se cuenta hoy con un pueblo equilibrado y maduro”.


  Entrada en la historia.


Tácito. "Diario de Barcelona". Jueves, 20 de noviembre de 1975.


Un largo capítulo de la historia de España llevará siempre como título el nombre de Francisco Franco. Con él muere un insigne soldado y uno de los estadistas más importantes de las últimas centurias de nuestra vida política.

La nación debe respeto a quien dedicó su vida al servicio de una concepción del Estado. Ser fiel al propio pensamiento es, sin duda, la más noble justificación que un hombre puede ofrecer de su vida. Para la gran mayoría de los españoles, Franco era un personaje familiar enraizado en sus propias biografías. Nada de cuanto ha sucedido en este país en los últimos cuarenta años puede ser entendido sin una referencia expresa a quien con voluntad indomable condujo durante todo ese tiempo la pesada carga de gobernar el Estado.

La grandeza de los pueblos no consiste sólo en vivir y recordar las grandes victorias, la historia es un continuo fluir de acontecimientos y sólo la asunción explícita de todos ellos completa la personalidad de toda nación grande.

La entrega total del hombre al servicio de un ideal y la dura, dolorosa y larga lucha final con la muerte, nos sumen hoy en actitud de profundo respeto. 

Cuando mañana demos fe de nuestras propias convicciones y nos enfrentemos resueltamente con nuestras propias responsabilidades, recordaremos la entereza del hombre que hoy entra en la historia.


  Declaraciones de Monseñor Guerra Campos.


DIARIO DE BARCELONA”. Jueves, 20  noviembre 1975


Apenas se produjo el fallecimiento del Generalísimo Franco, el obispo de Cuenca, monseñor José Guerra Campos, dictó por teléfono a "Europa Press" la siguiente declaración:

“La muerte de Francisco Franco es para mí, como para la inmensa mayoría de los españoles, causa de un duelo muy hondo, compartido por varias generaciones en la gran familia que es la patria. Son muchísimos los españoles cuyo deseo más íntimo era que Franco pudiese continuar indefinidamente como conductor de España. Franco queda en la historia como uno de sus máximos bienhechores, vista su obra en el contexto real del pueblo español, no según las abstracciones de la propaganda revolucionaria.

Vivió y murió como hijo fiel de la Iglesia. Hace un año expuse detenidamente los elogios expresados a lo largo de numerosos lustros por obispos y pontífices romanos, que subrayan el empeño singular con que este hijo de la Iglesia ha tratado de proyectar en la vida pública su condición de cristiano y la ley de Dios enseñada por la misma Iglesia.

En este momento bastará reiterar el juicio formulado hace 14 años por el cardenal Bueno Monreal. Más allá del respeto que se debe a toda autoridad legítima, el cardenal afirmaba públicamente: «Cuando la Iglesia encuentra un buen gobernante, de profundo sentido cristiano, de honestidad acrisolada en su vida individual, familiar y pública, que con justa y eficaz rectitud favorece su misión espiritual, al tiempo que con total entrega, prudencia y fortaleza, trata de conducir la patria por los caminos de la justicia, del orden, de la paz y de su grandeza histórica, que nadie se sorprenda de que la Iglesia bendiga no solamente en el plano de la concordia, sino con afectuosidad de madre, a ese hijo que, elevado a la suprema jerarquía, trata honesta y dignamente de servir a Dios y a la patria. Ese es precisamente nuestro caso. Gracias sean dadas al Señor».

Una de las actitudes de Franco que pronto aparecerá con todo su relieve excepcional en un horizonte de las relaciones Iglesia-Estado, es un espíritu de concordia, llevado a términos de benevolencia y paciencia casi desmedidos. Actitud tanto más meritoria cuanto que hubo que aguantar virajes injustificados y comportamientos muy poco ejemplares de algunos sectores eclesiásticos.

Pero no es esta la hora de los análisis. Es la hora de la gratitud. Es la hora de la meditación. Es la hora de la oración, con dos peticiones: que el Señor tenga consigo a su servidor Francisco Franco; y que los valores religiosos y morales inscritos en la sociedad civil española –y que el Príncipe de España jurará al ser nombrado sucesor de Franco a título de Rey- sigan inspirando la marcha de los gobernantes y las instituciones de nuestra patria”.

  Mensaje del cardenal-arzobispo de Barcelona, Narciso Jubany.

“DIARIO DE BARCELONA”. Jueves, 20 noviembre 1975. Narciso Jubany, cardenal-arzobispo de Barcelona.  


La Oficina de Prensa del Arzobispado de Barcelona ha facilitado la siguiente nota firmada por el cardenal Jubany:

“La noticia de la muerte de S.E. el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, ha puesto fin a unos días de verdadera preocupación y angustia. España ha estado pendiente de su penosa enfermedad, que al fin le ha conducido al sepulcro. Ante su cuerpo exánime, los creyentes elevamos nuestras oraciones al Señor para que le acoja en su seno y quiera tenerle en cuenta su dedicación al servicio de la Patria. La esperanza en su misericordia es viva en nuestro corazón y la plegaria es el mejor homenaje póstumo que podemos tributar a quien ha regido durante tantos años los destinos de España.

En estas circunstancias, anclados vivamente en el presente y valorando lo conseguido en los últimos tiempos, debemos proyectar nuestra mirada también hacia el futuro. El pasado pertenece ya al dominio de la historia. Ahora hemos de considerar principalmente el deber que nos incumbe de estar a la altura de los tiempos y de asumir la responsabilidad de satisfacer las obligaciones que nos atañen, como ciudadanos y como cristianos.

Los momentos que vivimos son, en sí mismos, importantísimos y cruciales. Los pueblos de España están deseosos de emprender su marcha hacia el futuro, en una adecuada integración de todos los ciudadanos sobre la base de una libertad y una paz auténticas. Los españoles sabemos que ello dependerá tanto del acierto de los gobernantes como del comportamiento de todos. Ante esta perspectiva, además de poseer una conciencia responsable, estamos convencidos de que, para los que creemos en Dios, la oración es imprescindible. Porque en Él tenemos el verdadero y más sólido fundamento de nuestra esperanza.

Hemos de rogar a Dios, sobre todo, por Su Alteza el Príncipe de España, don Juan Carlos de Borbón, que está llamado a asumir la más alta magistratura del país. En su persona confluyen hoy muchas esperanzas. Que la gracia del Señor le acompañe siempre.

Los ciudadanos, por nuestra parte, hemos de hacer cuanto podamos para que una verdadera reconciliación nos una a todos, dentro de un sano y auténtico pluralismo. Ciertamente esta reconciliación no es tarea fácil en los momentos presentes: por el egoísmo de nuestra condición humana, que da lugar a gérmenes de división; y por la existencia de algunas ideologías que propugnan la violencia como medio necesario para el progreso de la sociedad. Tal reconciliación es necesaria y urgente. Y será posible si, por una parte, descansa sobre unas disposiciones que afectan a los ciudadanos y a los grupos sociales: son las virtudes morales, sociales y cívicas que, con la ayuda de la gracia de Dios, capacitan a las personas para ser artífices de una nueva humanidad.

Por otra parte, no podemos olvidar que las estructuras sociales y políticas, que canalizan las actividades ciudadanas, deben responder verdaderamente a todas las exigencias del bien común. Estas breves consideraciones a propósito de los trascendentales momentos que vive España, nos obligan a una reflexión atenta y sincera, para preparar responsablemente el futuro, ya desde ahora.

A los creyentes, el deber de la plegaria nos urge. Porque «el espíritu de Dios, con su admirable providencia, dirige el correr de los siglos» y está presente en la evolución de los pueblos. Y nosotros oramos para que Dios derrame muy copiosamente su gracia sobre España.”


  Grandeza histórica.

"La Vanguardia Española". Jueves, 20 de noviembre de 1975. Edición Extra.


Según la vieja sabiduría de la tradición monárquica, hay un momento supremamente grave y decisivo en la vida de los pueblos, cuando al propio tiempo hay que anunciar la desaparición del soberano y el acceso de su sucesor al poder. Entonces la fórmula: “¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!” conjuga en unos instantes la comunicación del hecho doloroso de la desaparición de quien había venido encarnando los poderes de la nación con la figura del sucesor, sobre cuyos hombros cae la pesada tarea de simbolizar la unidad y ejercer el supremo poder moderador.

Con la desaparición de Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, Caudillo de España, Jefe del Estado español a lo largo de casi cuarenta años, se clausura una larga etapa de la vida del país, aquella que ha llevado impreso el sello indeleble del hombre que la ha forjado. Estamos en la España que ha sido llamada, dentro y fuera de las fronteras, la España de Franco. ¿Cabe, en menos palabras, decir más? Ante esta impresión de grandeza histórica los adjetivos fáciles, la hinchada prosa del ditirambo ocasional –aunque la ocasión traiga al propio tiempo solemnidad y congoja- desdicen.

Quien ha ocupado cuarenta años de la historia de España no puede ser despedido apresuradamente en la premura de unas líneas. Estamos ante una de las personalidades más ricas y complejas de nuestro presente. Sin duda el retrato se irá perfilando, pasada la emoción del instante, con la gama de matices que hagan justicia a las virtudes del hombre, con su valor, su prudencia, su imperturbabilidad, y a los propósitos de una vida tenaz y absolutamente entregada a España, al servicio duro y disciplinado del Estado, en el que ha querido imprimir con voluntad constante las virtudes castrenses del orden, la unidad y la disciplina.

Durante largas y tensas semanas hemos asistido todos los españoles a la titánica lucha con la muerte que el viejo y glorioso guerrero ha sostenido. La tremenda lucha, la agonía –“¡Dios mío, qué duro es esto!”- del hombre que ha soportado las pruebas de una enfermedad llena de dramáticas incidencias ha conmovido a todos y un ambiente de general respeto -transido de adhesión y fervor político en unos, de humanísima comprensión en todos- se ha hecho en el país a lo largo de este tiempo. La muerte, que a todos alcanza, había de cobrarse al fin también esta vida tan tenazmente entregada al servicio de España.

El momento del tránsito humano de la vida a la muerte viene a coincidir ahora con otro tránsito, históricamente trascendental, el de lo que durante mucho tiempo hemos venido llamando, con el eufemismo de los textos legales y hasta de la conversación habitual, “las previsiones sucesorias”.

La obra política de Franco ha tenido unas constantes perfectamente homogéneas: su largo reinado, de carácter personal y excepcional, ha apuntado siempre a la preparación de un esquema de Gobierno impersonal y tradicional. La tarea de Franco culminó al legar a los españoles un marco que es el que creyó más conforme  con las tradiciones de España y el carácter de los españoles, y aun diríamos el que más tenía en cuenta, a su juicio, la temible existencia de lo que él llamó nuestros “demonios familiares”. Y el marco era este que vemos ahora al propio tiempo como legado y punto de partida: España es un Reino, con un Rey y unas Leyes Fundamentales. Con el empeño tenaz por sacar al país de la pobreza y el de mantenerle al margen de los conflictos mundiales, éste de prever y configurar el marco legal en que había de producirse el hecho sucesorio ha sido uno de los tres grandes empeños de Franco.

“Él lo ha hecho todo y sostenido todo hasta ahora”, decía del Generalísimo el presidente Arias en su discurso del 12 de febrero de 1974. Y también: “En razón de circunstancias históricas de excepción, el consenso nacional en torno a Franco se expresa en forma de adhesión. El consenso nacional en torno al Régimen en el futuro habrá de expresarse en forma de participación. Esta habrá de ser reflexiva, articulada, operativa y crítica”. El paso de la responsabilidad colectiva, de la adhesión a la participación, no es algo que nos coja de improviso. Ha sido previsto y razonado largamente por muchos españoles, desde diversas posiciones. Pero posiblemente el tránsito no pudiera anticiparse porque el carácter excepcional de la magistratura que de un modo u otro se ha entendido que tenía carácter vitalicio dejaba en suspenso los pasos y rechazaba las provisionalidades y las transiciones.

Durante muchos años, el Príncipe don Juan Carlos de Borbón y Borbón se ha venido preparando para este momento. Con la muerte de Franco se cumplen las previsiones sucesorias, y llega a la suprema magistratura de la nación el hombre que el mismo Franco escogió, en el que los españoles han visto siempre, además, el nieto de Alfonso XIII, el hijo del jefe de la Casa Real española, el titular de una monarquía reinstaurada. Aclamado en las Cortes en momento solemne y repetidamente aplaudido por el pueblo español en lugares y circunstancias diversas, don Juan Carlos había asumido ya, hace poco más de un año, las funciones de la Jefatura del Estado cuando, por enfermedad, tuvo que apartarse Franco de las cargas de esa magistratura, y al hacerse cargo de nuevo de estas funciones en los pasados días se ha ganado la confianza de la opinión con su oportunísima visita a El Aaiún. 

Don Juan Carlos de Borbón va a asumir ahora los poderes que le harán rey de todos los españoles, sucesor del Generalísimo Franco en la Jefatura del Estado. Mucha es la responsabilidad que recae sobre él, y mucha es también la esperanza que está puesta en su persona. Él está llamado a recoger una herencia política de muchos años y, al propio tiempo, a convocar a todos los españoles para hacer juntos un país en que la convivencia y el trabajo en común hagan de la patria un hogar en que todo el mundo se sienta a gusto, se sienta respetado y acogido, y pueda participar leal y honradamente en las tareas de las que depende el progreso de España y el bienestar de los españoles.

La gravedad y la solemnidad de la hora también en este caso se acomodan poco con los elogios que otras veces hemos prodigado y a los que se ha hecho acreedor. Ahora lo que importa es expresar lo que hay dentro de todos: esperanza. Y confianza en que quien lleva la historia en la sangre sabrá hacer frente con la dignidad que ha mostrado siempre a este trance sucesorio que ha de abrir un nuevo capítulo en la larga historia de España.
  El reto.

Manuel Tarín Iglesias.“EL NOTICIERO UNIVERSAL”. Jueves, 20 noviembre 1975. 3ª Edición.


Franco ya no está. Durante estos últimos meses se ha desarrollado al entorno de lo que puede llamarse la “era franquista” un curioso fenómeno: en el espacio de pocos meses se ha pasado desde una violenta ofensiva internacional, congelación de negociaciones con la CEE, manifestaciones antiespañolas, mini retirada de embajadores... y poco después, cuando la enfermedad de Franco cumple su última singladura, en los mismos países, casi en la misma prensa, se inicia el “sí, pero...”. Y resulta que Franco no fue responsable de la guerra civil, que elevó el país hasta dejar el subdesarrollo, que merced a él, en esta centinela de Europa, que es la Península, pudo impedirse cualquier frivolidad extremista; que se preocupó del nivel educativo... Resulta paradójico casar las reacciones de hace un par de meses y la de hace un par de semanas. La conclusión es que Franco fue un hombre incómodo, desde el 1 de octubre de 1936, hasta el mismo momento de su fallecimiento; e incómodo porque nadó siempre en contra la corriente que trataba de atraerlo, infructuosamente, a sus aguas jurisdiccionales.

Basta leer la extensa literatura escrita desde los comienzos de la guerra civil, con las opiniones e informes de los gobernantes del llamado Eje; las infructuosas exigencias de los mismos cuando eran los amos de Europa, y las mismas exigencias de los amos posteriores para que aceptaran sus planteamientos políticos. La navegación con viento en contra fue una constante, una necesidad en la travesía de Franco y cada vez que el imperio de su Gobierno se encontraba más sólido, más duras debían de resultar las ofensivas.

La primera gran incógnita a despejar es el por qué el régimen de Franco pudo durar casi 40 años, con unos planteamientos domésticos rudimentarios. Acaso la frase de Franco, a sus legionarios, “sólo os pido voluntad y eficacia” resume la estrategia, su programa de gobierno a lo largo de la andadura. El carisma de un hombre joven –asciende al poder después de obtener una gran victoria bélica-, honesto, prudente y pacificador, arrastró a la inmensa mayoría del pueblo español, partidario de la voluntad y eficacia, moviendo sus peones con la habilidad de un Fisher metido a política. En cada momento –por encima de las pasiones y los intereses que crecen y se multiplican con el tiempo- estuvo atento, incluidos los fallos, a no dejar el timón, a no aceptar presiones –de ahí la incomodidad que producía su prolongada presencia- y a la eficaz misión de un caminar seguro.

Es posible que los españoles de esta etapa, por su parte, acataron con docilidad, no un programa, sino una figura, una figura de estas características y con el halo de la victoria. El gobierno, el poder, ha sido evidentemente personal. Fuera del triunfalismo que podría representar, a estas alturas cualquier elogio a su gestión, ya será la historia la encargada de poner los puntos sobre las íes.

Lo indudable, es que, a partir de este momento, las circunstancias han variado, y de un poder personal se va a pasar a un poder colegiado, más vecino a lo existente en Europa, más próximo a las fórmulas continentales y de entrada, sin duda causará buena impresión; seremos admitidos en las romerías y meriendas internacionales. Adelante. Pero ¿y la política doméstica? El gran reto que hoy está sobre la mesa, es adivinar si los españoles son capaces de gobernarse con un mínimo de sentido común, sin querellas sangrientas, tolerantes unos con otros. Una gran masa de marginados se incorpora a la política. Bienvenidos sean. Los que han colaborado con Franco deben hacer sitio para que también quepan los otros.

Pero que unos y otros no aspiren a convertirse en monopolio, en aumentar las querellas que el gobierno a Franco impidió; en evitar las alteraciones de orden que Franco obtuvo; en paralizar el desarrollo que impuso el fallecido Generalísimo.

A partir de esta fecha los exclusivismos han caído, pero si se tratara de sustituir unos exclusivismos por otros, el fracaso sería rotundo. El reto que está lanzado es saber si los españoles, todos, colectivamente y en paz somos capaces de gobernarnos solos.

Si se retrocede a la disputa diaria, a la paralización de actividades, a las exigencias desorbitadas, del resultado, frente a un estado de anarquía, podría surgir la necesidad de un nuevo poder personal, con el agravamiento de que figuras como las del fallecido Caudillo, ya no se dan en el país.

Evidentemente, con la muerte de Franco, acaba su régimen, su sistema. En estos cuarenta años-¡cuántos sudores, Señor!- ya los juzgará la historia, pero la responsabilidad ha dejado de ser un solo hombre para alcanzar a treinta y cinco millones de españoles, que habitan en este país.
  Banderas a media asta.

Julio Manegat. “EL NOTICIERO UNIVERSAL”. Jueves, 20 de noviembre de 1975


Apenas amanecía cuando, camino del periódico, he visto la primera bandera a media asta, con un crespón negro en su centro. Soplaba frío el aire norteño y se agitaba la bandera. Por la calle, las gentes sabían la noticia, de algún modo, estaba en los rostros de todos. En algunos casos crucé mi mirada con otros transeúntes: era como decirse unos a otros lo mismo. No hacían falta palabras. Ni acaso hagan falta ahora. Siempre he dicho que la retórica ha hecho mucho daño a nuestro país porque nos hemos dejado vencer por la retórica de las grandes palabras.

Y a veces llega la hora de los grandes silencios. De los profundos respetos. Por ello están, desde la madrugada de hoy, las banderas a media asta. Como un gran silencio lleno de palabras, de recuerdos, de meditaciones. Para todos, sea cual sea nuestra edad, nuestra circunstancia, incluso nuestro sentimiento político, el fallecimiento del Jefe del Estado, la muerte de Franco, posee un sentido, una dimensión de importancias. Nadie puede alejar de sí la realidad de que, de alguna forma también, termina una etapa de la historia de España y comienza otra. Dios quiera que sea, que es lo que siempre debemos desear en este país, para concordia, paz y futuro de todos los españoles.

Desde que murió el rey don Alfonso XII, en 1885, es la primera vez, en noventa años, que se produce en España la muerte de su Jefe de Estado. Alfonso XIII falleció en el destierro y los presidentes de la República también murieron fuera de España. No es sólo una efemérides, es un signo de casi cuarenta años de dedicación a una patria. Ningún español de los ahora vivientes puede recordar, de no ser un centenario de singular memoria, la muerte de otro Jefe de Estado en España. Mucho más significará para aquellos que desde niños conocimos el nombre de Francisco Franco. Pero acaso todo esto ya sea también anécdota.

Quiero recordar esa bandera que ha madrugado hoy en su luto. Después, como la pólvora triste, han sido todas las banderas del país las que han ondeado, las que ondean a media asta. Llenas de silencio. Llenas de palabras. La Historia grande será la que hable de Franco, de lo que ha significado para este país nuestro de rabia, de gritos y canciones de amor o de canciones de odio. Hoy no es hora de juicios ni siquiera, creo yo, de discursos colmados de grandes palabras. Hoy es momento de respetos, de silencios, de lealtades que muchos acaso pretenderán graciosamente ocultar. Es un corte señalado por un crespón negro en una bandera. Y así se verán desde Galicia a Baleares, desde Guipúzcoa a las Canarias, o a aquellos adelantados fortines de la Legión en el Sahara, o en los navíos españoles que hoy surcan las aguas de cualquier mar.

Y todo esto, bien cierto es, no es retórica ni recuerdo triunfalista, ni pólvora en salvas. Es el reconocimiento severo de que España termina un capítulo de su vida y se apresta a comenzar otro. Ojalá demostremos todos los españoles, todos, que somos capaces de vivir con dignidad este nuevo capítulo que, forzosamente, debía comenzar al morir Francisco Franco. Que lo vivamos con dignidad, con inteligencia de comunicaciones, de respetos, de esperanzas comunes en un destino común que ha de tener, por encima de todos, el signo de las manos que se estrechan.

Madrugaba en el aire aquella bandera, en plena calle. Como yo, más de un transeúnte alzó sus ojos para mirarla. De alguna forma, la bandera estaba también en el corazón.


  Mensaje del Cardenal Tarancon.

EL NOTICIERO UNIVERSAL”. Jueves, 20 de noviembre de 1975


El mensaje del cardenal arzobispo de Madrid-Alcalá y presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Vicente Enrique y Tarancón, con motivo del fallecimiento de Francisco Franco, dice así:

“A los fieles de la diócesis de Madrid y a todos los españoles de buena voluntad. En estos momentos históricos para nuestra patria creo servir mi deber pastoral, convocándonos una vez más en un triple esfuerzo cristiano de oración, reflexión y esperanza.

Oración por quien durante tantos años, ha regido los destinos de nuestro país y, ha llegado hoy, a las dulces manos de Dios. Que el Señor premie su total entrega al servicio de la patria y a nosotros nos conceda, luz para reconocer, mejorar y hacer fecundo cuanto de positivo se ha logrado durante estos años en nuestra querida España.

Reflexión porque la desaparición de nuestro Jefe de Estado nos apremia a la más clara afirmación de los lazos que deben unirnos a todos los españoles para superar, sobre todo en estas horas, cualquier causa de discrepancia entre hermanos en pos de formas de armoniosa, libre y respetuosa convivencia. Hacemos un llamamiento especial a todos aquellos que más puedan hacer ahora por la paz: que quienes poseen mayor poder, bienes económicos, prestigio social y cultura, e influencia en la opinión pública, pongan todos estos dones recibidos de Dios, al servicio de la comunidad y especialmente, de aquellos que más carecen de esas mismas posibilidades.

Esperanza también como cristianos y como ciudadanos españoles. Esperanza, porque España es hoy un país joven, moderno y lleno de vida, profundamente impregnado de ideales de igualdad civil y de justicia social en el que siguen substancialmente vigentes los valores de nuestra concepción cristiana. El caudal que mueve esta esperanza es mucho más poderoso que la preocupación que puedan suscitarnos los problemas que hemos de afrontar en esta hora.

Sobre don Juan Carlos de Borbón, llamado a llevar sobre sí la suprema carga del Estado, para la que con tanta dedicación y prudencia se ha preparado, y que convoca en torno a sí todas esas esperanzas, invocamos como pastor de la Iglesia, la bendición de Dios para que haga frente con fortaleza y decisión las altas responsabilidades que en este momento asume.

A esta oración, reflexión y esperanza os convoca la Iglesia de España, solidaria con los problemas de su patria e identificada con las inquietudes de cada uno de sus fieles”.

 Cuarenta años de Franco y su proyección al futuro.

El Noticiero Universal". Jueves, 20 de noviembre de 1979.


En su primera edición de hoy, puesta a la venta poco antes de que se produjera el óbito del Generalísimo Franco, el “New York Times” ha publicado un largo artículo sobre España debido a la pluma de John Davis Lodge, que fue embajador de los Estados Unidos en Madrid de 1955 a 1961, bajo la Administración republicana del general Eisenhower. A continuación reproducimos íntegramente el citado artículo, titulado 


“Mirando a España”.


“Existe una cierta tendencia entre algunos comentaristas de mirar la guerra civil española como una lucha entre fascismo y democracia. De hecho el autodenominado Gobierno republicano fue eventualmente controlado desde Moscú. Moscú, entonces como ahora, no mostraba interés ni ante la libertad ni ante la democracia. «República» es una palabra abstracta que cubre una multitud de significados, desde el izquierdismo en España, firmemente desatendiendo la opinión pública y los resultados electorales, hasta el comunismo que se está dando en Portugal.

La España de 1975 es inmensamente diferente a la de 1936.

Es cierto que los fascistas italianos y los nazis dieron ayuda a las fuerzas nacionales durante el conflicto. También es cierto que la Rusia comunista más tarde se alió con la Alemania nazi por medio del pacto Molotov-Ribbentrop y que nosotros, los americanos, recibimos auxilio de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial. Sería muy difícil probar que Stalin era menos diabólico que Hitler o Mussolini.

Algunos se refieren a los miembros de la brigada Abraham Lincoln calificándolos de idealistas. Bueno, aquellos que lucharon en el otro lado eran idealistas también. Rechazaban la denominación comunista como muchos americanos lo hacen. Nosotros mismos, americanos, luchamos con éxito contra los nazis y los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial.


Terror y represión


Se ha asegurado que en España existe una lucha entre terror y represión. Ciertamente hay terror en España, como lo hay en Portugal. El terrorismo existe donde quiera en el mundo, incluidos los Estados Unidos.

¿Es represión ejecutar a cinco terroristas que dispararon por la espalda a dieciocho policías, dejando jóvenes viudas y niños pequeños? No se veía como represión cuando nosotros en los EE.UU. sentenciábamos a un asesino de policía a la silla eléctrica. ¿O es represión sólo cuando son ejecutados los comunistas y sucede en España?

Se ha repetido y establecido incontrovertiblemente que la guerra civil en España llegó en gran parte por la subversión del proceso parlamentario, por la muerte de José Calvo Sotelo, un líder de las fuerzas de la democracia, y por la infiltración de los comunistas del lado republicano.

Es tendencioso y erróneo establecer por tanto que la guerra civil fue una guerra entre el fascismo y la democracia. Hoy, como una aserción, suena a sofisticada y absurda.

Los españoles son nuestros amigos ahora como lo fueron hace 200 años cuando nos dieron generosamente hombres y dinero para la lucha de las colonias americanas.

En años recientes, España fue un buen amigo de los EE.UU. La negativa del Generalísimo Franco rechazando las insistentes demandas de Hitler para atravesar España en 1940, cuando Hitler tenía doce divisiones de carros de combate «Panzer» en los Pirineos, fue una gran ayuda para los aliados. Fue particularmente valerosa teniendo en cuenta que la reunión de Hitler con Franco tenía lugar un año después de la terminación de la guerra civil. Un tercio de las ciudades españolas estaban en ruinas y un millón de personas muertas.


Agradecimiento de los judíos


El General Franco recibió el reconocimiento agradecido de judíos a lo ancho del mundo por el auxilio que les dio al proveer a unos 200.000 judíos con pasaportes y visados españoles cuando en Alemania se sucedían las matanzas judías.

A pesar de que España no ha sido admitida como miembro en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, las bases en España son parte vital de la infraestructura de la OTAN. Si con la retirada de la OTAN de Francia y Grecia, el dilema turco y el caos portugués, las bases españolas no fueran asequibles el futuro de la OTAN debería calificarse como desierto.

No existen medios claros que aseguren que el Gobierno de sucesión va a ser tan amigo de los Estados Unidos como el Gobierno de Franco lo ha sido. No apuesten sobre ello. A medida que España sea más democrática, será más neutral.

Nosotros, los americanos, debemos detener nuestros santos consejos a otras naciones sobre su forma de gobierno. No se lo rogamos a los rusos, a la China continental y a las naciones comunistas del este europeo. No decimos a los suecos que el socialismo no es para nosotros y que nosotros pensamos que deberían tener más «libre empresa», como existe en España. ¿Por qué entonces algunas personas sienten que deben rogar por España?


 Primeras reacciones en Londres.

Hugh Thomas. El historiador británico, autor de “La guerra civil española”, después de afirmar que tanto la izquierda y la derecha europea han estado equivocados en su definición o concepto de Franco en los últimos años, añadió: “Franco no fue el dictador fascista que ellos pensaban. Su error fue no utilizar su enorme autoridad y prestigio para establecer un sistema político que le sucediera.”


  Nicolás Fairbairn. Diputado conservador por Escocia, manifestó: “Franco hizo muchas cosas por su país. Donde había guerra dio paz, donde había confusión dio orden, donde había pobreza, riqueza, donde tormento y angustia, satisfacción. ¿Qué más se le puede pedir a un gobernante?”


Julian Amery. Diputado conservador y ex ministro de Estado en el Foreing Office con el Gobierno Heath. “Franco ha presidido la evolución de la economía y de la sociedad española hasta volver a colocar a España en el verdadero lugar que le corresponde entre las naciones europeas.”


Winston Churchill. Diputado conservador y nieto de sir Winston Leonard Spencer Churchill. “El pueblo español nunca había conocido unos momentos de estabilidad y prosperidad económica tan duraderos como en el último cuarto de siglo. Con todos sus errores, Franco fue, sin duda, uno de los mejores estadistas que ha tenido España en su Historia.”


  Pastoral del Cardenal Primado.

“El Noticiero Universal”. Jueves, 20 de noviembre de 1975.


El cardenal primado, don Marcelo González Martín, ha dirigido a los fieles diocesanos una exhortación pastoral, cuyo texto íntegro es el siguiente:

“Ante el fallecimiento de Su Excelencia el Jefe del Estado español, me dirijo a todos vosotros para pediros vuestras oraciones por el eterno descanso de su alma.

Es una hora triste para la Patria española porque desaparece el que con tanta abnegación, llevada hasta el heroísmo de una manera casi permanente se ha sacrificado por ella durante toda su vida. Pero esta tristeza no debe en ningún momento apagar nuestros sentimientos de esperanza cristiana que precisamente han de manifestarse con serenidad de espíritu ante el hecho de la muerte. La esperanza es ahora confianza en Dios y súplica fervorosa para que el Señor se apiade del que ha fallecido, le conceda el perdón de sus pecados y le otorgue el premio de la vida eterna que por los méritos infinitos de Cristo es ofrecido a cuantos creen en Él.

Oraciones también por su esposa y sus familiares, seres humanos al fin, que, como todos, al ver morir a quien amaban, necesitan el consuelo de la fe para el espíritu atribulado.

Y aún más, pido vuestras oraciones por España y por todos los españoles para que la paz, la prosperidad y el justo desarrollo de la vida del país merezcan de unos y de otros el empeño más noble a cuyo servicio pongan todas sus energías. Nadie arrebatará jamás al Jefe del Estado que acaba de morir el honor de ocupar una de las páginas más gloriosas en los anales de la historia de la patria. La que él ha escrito con su vida y con su muerte es tan excelsa que podrá seguir iluminando a todos los españoles con tal de que exista una sola actitud: buena voluntad.

Aparte los sufragios que espontáneamente queráis ofrecer, según vuestra piedad, las autoridades civiles y eclesiásticas se pondrán de acuerdo para celebrar oportunamente solemnes funerales en la Santa Iglesia Catedral, en el Seminario Diocesano y en todas las parroquias de la diócesis.”

  El gran deportista.

José Antonio Lorén. “El Noticiero Universal”. Jueves, 20 de noviembre de 1975.


“El deporte no puede ni debe quedar al margen del dolor que aflige a España por la muerte del Caudillo. De un hombre que ha seguido siempre con tanta atención como interés el desarrollo y la ejecutoria del deporte español y los logros de sus deportistas. Ha sido tradicional, como en pocos estados, la presencia de campeones deportivos en el Palacio de El Pardo recibidos en audiencia especial con cálidas expresiones de simpatía, de gratitud; con palabras que enlazaban el agasajo personal y representativo con renovación de estímulo y de aliento.

De sus últimas audiencias podrían concretarse en lo individual la de Manuel Orantes tras su relevante victoria en Forest Hills y en lo colectivo la del Real Club Deportivo Español con motivo de sus Bodas de Platino; precisamente el club que recibió de manos de Franco la primera Copa del Generalísimo. Ricardo Zamora, figura legendaria, acaso prototipo en categoría, proyección internacional y caballerosidad, recuerda que, al saludarle, le dijo: “Hola, Zamora, ¿ya no paramos, eh?” Y Ricardo repuso que, “claro, los años han pasado...”. Era un recuerdo, grato, acaso nostálgico, pero siempre en línea de actualidad. Y en todos los deportes porque no había audiencia que saliera de El Pardo sin la satisfacción de que el Caudillo se había referido a algo más que al motivo específico de la recepción. Personalmente, discúlpenme, no olvidaré mi presencia en una de hockey sobre patines, cuando la selección española regresó de su gran triunfo en el campeonato mundial disputado en la localidad argentina de San Juan y en el breve diálogo complementario preguntó con pleno conocimiento de la modalidad, recordó otras victorias de relieve y, esbozando cordial sonrisa, comentó “nos tenéis muy bien acostumbrados...”.

Pero su afición al deporte no era tan solo pasiva, sino también activa a través de la caza, de la pesca y del golf, disciplinas que hasta hace unos veinte años, bien entrado en la sesenta, combinaba con el tenis y la equitación. Era el sentir del buen deportista que no sólo sigue y comenta sino que también participa. Actualmente era campeón nacional de caza mayor con un venado que abatió en la sierra de Cazorla, hará un año aproximadamente, que le confirió doscientos doce puntos y era no menos extraordinario en la caza menor demostrado en aquella línea en la que cobró más de mil quinientas perdices. Y si era magnífico cazador, también en la pesca puede situársele entre la elite mundial. En 1957 obtuvo el título nacional de pesca de atún, categoría “amateur”, y al poco tiempo un récord mundial de capturas con un gigantesco cachalote.

Octogenario ya, pocos meses antes de su muerte, Francisco Franco siguió practicando deporte; introduciéndose en el agua de los fríos ríos asturianos, incansable en sus recorridos por las riberas en busca de salmones, caminando por los campos de golf... Su estatura, su mirada penetrante y tranquila, el gesto mesurado, le hicieron un cazador y un pescador realmente extraordinarios. Deportes en los que la serenidad, la paciencia y el ademán exacto, hacen al gran experto. Y Franco lo ha sido.

No olvidemos tampoco que de no haber sido por él, la ley de Educación Física que fue la promoción, el auge del deporte español, ni hubiera llegado siquiera a las Cortes. Y en la misma realidad no deja de tener ribetes de simbolismo que su última audiencia, aunque a título privado, la concediera a don Juan Gich. “El Caudillo me recibió con mi esposa y mis hijos. Le había pedido esta audiencia porque quería que mi familia le conociera. Siempre le tuve gran afecto, pero en estos cinco años como delegado nacional, ese afecto se convirtió en un profundo sentimiento”, ha dicho el señor Gich. No es por esto ni por aquello, es por todo que el deporte español está íntimamente vinculado al dolor que aflige a España por la muerte del Caudillo.


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